Por: Alirio Montoya*
El francés Stephan Hessel en su ensayo “Indigna-Vous”
(Indignados), nos encauza por un recorrido a través del tiempo de lo
que implicó en sí la Resistencia Francesa a partir de 1940 como
respuesta a la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial, durante el
gobierno servil del mariscal francés Philippe Pétain, conocido como el
régimen de Vichy, quien firmó el armisticio con la Alemania nazi. Pero
en dicho ensayo, Hessel efectúa además un llamado en general: “Os
deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de
indignación. Es algo precioso. Cuando algo nos indigna, como a mí me
indignó el nazismo, nos volvemos militantes, fuertes y comprometidos.”
Esa es una convocatoria a que como seres humanos nos indignemos por
ciertos hechos tanto sociales, políticos como económicos en detrimento
de los derechos más sagrados de las grandes mayorías pobres.
En
esta coyuntura mundial, los españoles fueron los primeros junto a los
griegos en auto llamarse “Indignados”, lo cual no es otra cosa que el
efecto de la crisis del sistema capitalista a nivel mundial. Los
estadounidenses han seguido esa ola de cambios altermundistas y antisistemas
para demandar sus derechos pisoteados por los grandes especuladores
financieros. Ante el desempleo, crisis económica y la voracidad de los
bancos, surgen estos movimientos a nivel mundial. Una joven manifestante
de nombre Adeline Benker, de apenas 17 años gritó una consigna en una
de tantas manifestaciones en Nueva York: “Tenemos que crear un cambio fuera de este sistema porque el sistema ha fracasado”. Esta consigna se escuchó en una marcha del Movimiento Social estadounidense denominado “Ocupy Wall Street”. Esta es una evidente declaración antisistémica. La indignación ha tocado como nunca el suelo imperialista.
Pero hay que llevar la secuencia de ciertos acontecimientos a nivel mundial, los cuales demuestran que otro mundo es posible; pero es posible fuera de este sistema tal como lo afirmó la joven Benker. Estos movimientos altermundistas, antiglobalización o antisistemas, tuvieron su origen en América Latina con la configuración de varios movimientos sociales, entre ellos “Los Sin Tierra” en Brasil, el “MAS”
de Evo Morales en Bolivia y otros por el estilo. Aunque, primariamente
donde se materializaron en las calles y en las plazas estas agrupaciones
de descontentos fue en la Argentina en los años 2001-2002 con los
famosos “cacerolazos” que lograron derrocar, romper y
deslegitimar la hegemonía de los partidos tradicionales y los grupos de
poder a quienes obedecían; en consecuencia, nació otro orden económico,
político y social. La consigna fue “Que se vayan todos”.
En las recientes elecciones en España las consignas fueron “No nos representan” y “A la mierda”.
Esas consignas y esos movimientos sociales han puesto en aprietos a la
clase política española. Hace poco en la plaza Tahrir, en El Cairo,
Egipto; miles de manifestantes se concentraron y mediante protestas
lograron la dimisión de Hosni Mubarak, quien había convertido a Egipto
en un Estado cliente de los europeos y más que todo de los Estados
Unidos. Anteriormente a esto, los tunecinos hicieron lo mismo al
derrocar al ex presidente Zine El Abidine Ben Alí, en el cargo desde
1987. Es el Movimiento Social de esos países –llámese “sociedad civil”-
los que dieron las batallas en las calles. Por ello he afirmado en otros
artículos de opinión que, el gran capital y el imperialismo no le temen
a los partidos políticos sino a la gente que da la batalla en las
calles, universidades, iglesias y plazas.
El
pasado 15 de octubre hubo una convocatoria a nivel mundial en contra de
este orden económico perverso y excluyente. En El Salvador se convocó
frente a Catedral Metropolitana, pero debido a las intensas lluvias para
esa fecha el evento fue irrelevante. No obstante, en El Salvador
habemos miles de indignados en contra de este sistema corrupto y
opresor. Los artilugios jurídicos y otros cercos que le imponen a los
pensionados es un caso bastante ilustrativo de cómo opera este sistema.
La protesta global del 15 de octubre dejó entrever la indignación de
millones de personas ante el colapso del sistema capitalista. Fueron 951
ciudades de 82 países las que acudieron al llamado. Las calles y plazas
de esas ciudades fueron abarrotadas, tales como en Sidney, Hog Kong,
Tokio, Atenas, Paris, Lisboa, Amsterdam, Roma y Madrid, entre otras
ciudades importantes.
El patético y disparatado editorialista de El Diario de Hoy
en El Salvador dice respecto a estos hechos lo siguiente: “Los pobres
protestadores, usando una expresión sajona, dan palos al burro
equivocado, en este caso a los banqueros, a los que acusan de ambiciosos
e insaciables. Los que marchan en España, en Grecia y en Francia en
ningún momento culpan a las políticas socialistas de esos países por la
quiebra económica, sino a los banqueros que financiaron la fiesta”. La
verdad, me caen en gracia todos los editoriales del referido matutino,
no sé qué concepto tendrán de “socialismo”. Todavía hay quienes
defiendan este sistema capitalista que ha llevado a la miseria a
millones de personas en el mundo.
Los
salvadoreños tenemos miles de razones para protestar, y para que surja
un movimiento también de indignados. En este país hay desempleo,
voracidad de los bancos, y de quienes administran las pensiones. Hay
pobreza, poco o nulo acceso a la educación media y superior,
delincuencia, crisis económica, endeudamiento, un alto costo de la vida
y, esencialmente, exclusión social. ¿Pero en dónde y contra quién nos
manifestaremos? Aquí no hay una bolsa de valores similar a la de Wall
Street, y la banca es trasnacional. Pero tenemos una casa que es del
pueblo: La Asamblea Legislativa. Y no es tanto porque sea la casa del
pueblo, sino que desde ahí salen electos quienes administran ciertas
instituciones claves del Estado y todas las leyes que nos han causado
mucho daño. La dolarización salió de la Asamblea Legislativa, aunque fue
idea del ex presidente arenero Francisco Flores; desde la
Asamblea se privatizaron los bancos, ANTEL, el fondo de pensiones, y se
aprobó el TLC con los Estados Unidos sin que la mayoría de los diputados
lo hubiesen leído, tal como cínicamente lo declaró el diputado de la
derecha tradicional Ciro Zepeda.
Si
lo anterior perece poco, es la Asamblea Legislativa quien elige a los
magistrados de la Corte Suprema de Justicia, a los del Tribunal Supremo
Electoral (TSE), Corte de Cuentas, Fiscal y Procurador. Tenemos un
deficiente, corrupto e injusto sistema de justicia, algunos fiscales y
procuradores incapaces y corruptos, un TSE que históricamente ha cargado
y sigue cargando los dados hacia ciertos partidos políticos. Tenemos
una Corte de Cuentas que no fiscaliza los desfalcos de instituciones
públicas. Es la Asamblea Legislativa la que aprueba leyes porosas e
inaplicables para combatir la corrupción y la delincuencia, es la
Asamblea quien no acata al pie de la letra las resoluciones de la Sala
de lo Constitucional, poniéndole cercos a las candidaturas no
partidarias, al tener la preeminencia las banderas de los partidos
políticos y no las fotografías de los candidatos, lo cual viola la
resolución de la Sala de lo Constitucional y por ende la misma
Constitución de la República. Y además, la Asamblea Legislativa es la
que continúa endeudando más al país con organismos multisectoriales como
el Banco Mundial y el FMI.
Tenemos
una Sala en la Corte Suprema de Justicia que revive –similar a lo que
hizo el TSE en años pasados- a partidos políticos que el pueblo los
repudia al igual que hoy en día repudia a los partidos mayoritarios. En
fin, el origen de todos nuestros males actuales salen desde la Asamblea
Legislativa; en consecuencia, ¡Ocupa la Asamblea Legislativa!, y si no somos capaces de eso, ocupemos al menos el “Palo de Hule”
como dice un camarada de la organización a la cual pertenezco. Esa
ocupación debe ser en señal de protesta, exigiendo un Nuevo Estado
participativo, en donde la gente sea la protagonista en la construcción
de una verdadera sociedad democrática. Esto me hace recordar al heroico
acto de protesta civil que hace varios años hizo el analista político
Herman Bruch, quien al ocupar brevemente dicho recinto fue expulsado por
los gendarmes de los partidos políticos y del gran capital nacional.
Así las cosas, sin la menor duda paso a creer lo que dijo Pierre Joseph
Proudhon cuando sostuvo que “El gobierno es la maldición de Dios”.
*El
autor es Coordinador de la Iniciativa por la Democracia Participativa
(IDP), miembro de la Organización Marxista-Leninista (OML) y militante
de la Tendencia Revolucionaria (TR).-