Julia Evelyn Martínez (*)
Será que la necedad parió conmigo,
la necedad de lo que hoy resulta necio:
la necedad de asumir al enemigo,
la necedad de vivir sin tener precio.
Silvio Rodríguez
SAN JOSÉ VILLANUEVA
- Aquiles Montoya vivió como murió: intolerante con los pendejos, los
malos y los mediocres; amado y odiado; sin ceder en nada en su lucha
contra el capitalismo, y sobre todo, sin perder la esperanza de
que es posible y necesario construir en este mundo una sociedad
alternativa y mejor a esta.
Este
año se cumplirían 30 años de mi primer encuentro con Aquiles Montoya y
del inicio de la intensa y apasionada vida que compartiríamos juntos,
primero como su alumna, después como su ayudante de cátedra y de
investigación y luego como su amante, su amada, su compañera intelectual
y la madre de tres de sus cinco hijos e hijas.
Estuvimos
juntos en las buenas, en las malas, y en las peores. Tuve el
privilegio de acompañarlo en sus momentos de éxtasis y en sus momentos
de frustración y de agonía, de escuchar sus confidencias y de opinar
sobre las ideas inéditas de sus principales ensayos y trabajos teóricos
(subsunción indirecta del trabajo en el capital, la sobre explotación,
la economía solidaria) pero sobre todo, tuve el privilegio de compartir
con Aquiles los grandes momentos que hacen que la vida valga la pena de
vivirla. Estuve a su lado cuando nuestro primer hijo, José Ernesto,
ante nuestros atónitos ojos aprendió a montar en bicicleta sin la ayuda
de nadie. Cuando Héctor, nuestro segundo hijo, se convirtió en el
indiscutible campeón de ajedrez de la liga familiar de la Casa Montoya,
después de derrotar a Aquiles en tres sucesivas e impecables partidas. O
cuando hace apenas dos meses con nuestras mejores galas, escoltamos a
nuestra preciosa hija Isabel a recoger su diploma de bachiller del
Externado y nos vimos en el aprieto de participar en un acto
protocolario que nos era tan extraño y ajeno.
No
es la intención de este escrito escribir la reseña completa del legado
teórico y humano de Aquiles Montoya, eso lo dejaré para cuando mi ánimo
no esté tan atribulado y la razón se imponga al sentimiento, pero si me
gustaría compartir en esta oportunidad, tres momentos especiales de las
últimas 24 horas de su vida
El
jueves 26 por la tarde me pidió que le leyera la página de Opinión
Estudiantil del COLATINO en donde dos de sus jóvenes estudiantes,
habían publicados sendos artículos con denuncias criticas y puntuales
sobre el enfoque y la ética institucional de la UCA.
Como
algunos/as sabrán, Aquiles fue notificado el pasado mes de diciembre
por las autoridades de la UCA, que después de 30 años de dedicación
completa e integral a esta casa de estudios, sus servicios ya no serían
requeridos más, debido a su edad (68 años), para dar oportunidad a
profesionales más jóvenes. Se le dio la opción de re contratarlo a medio
tiempo por servicios profesionales a partir de de marzo de 2012, lo
que significó que quedo desempleado a partir de esa fecha. Esta noticia
sumió a Aquiles en una profunda melancolía, de la cual no pudo
recuperarse, y de la que salía esporádicamente cuando publicaba sus
columnas en CONTRAPUNTO, y sobre todo, cuando debatía (y a veces
peleaba) con los detractores o críticos del marxismo y/o de la economía
solidaria.
Después
de leer los mencionados artículos de Opinión Estudiantil, Aquiles se
rió a carcajadas, y me pidió que le recordara que tenía que llamar a
estos estudiantes para felicitarles por su excelente y valiente
postura: “Con chavos así, hay esperanzas en este país de mierda”, me
dijo en su proverbial e irreverente lenguaje. No tuvo tiempo ya de
hacer esa llamada.
Ese
mismo día por la noche, en mitad del insomnio que desde hace un mes le
consumía el cuerpo y el espíritu, me informó que dejaba en la carpeta de
documentos de su computadora dos cartas abiertas, una para el rector de
la UCA y la otra para sus compañeros/as del departamento de economía.
Me pidió que de pasarle algo, las entregara a sus destinatarios, sin
censurarlas no editarlas, como era a veces mi costumbre frente a sus
polémicos trabajos. He cumplido con la entrega de ambas misivas.
Extraigo
de la carta abierta al rector de la UCA, el siguiente pasaje: “Cuando
uno se aproxima al ocaso de su vida y se te margina de tus actividades
laborales, no por incapaz, sino por viejo. Me hago las siguientes
reflexiones. Primero, si es realmente porque los viejos necesitamos
bajarnos del tren para que puedan viajar los jóvenes, o es porque en la
sociedad algo falla. Porque la labor de los de mayor edad es capacitar a
los de menor edad. El viejo, o el de la tercera edad, ha tenido tiempo
para capacitarse, formarse e informarse, y ese saber acumulado debió
haberlo transmitido a las nuevas generaciones. Si no lo hizo caben, al
menos, dos posibilidades: la primera sería que fue egoísta con su saber y
no lo quiso compartir. La segunda sería, que aún proponiéndoselo, no
fue capaz de hacerlo, lo cual ameritaría cierta comprensión que nos
induciría a exculparlo” y en su despedida le dice; “…. debo de
manifestarle, que los treinta años que he trabajado en la UCA, son los
años más felices de mi vida y volvería, de ser ello posible, a repetir
la experiencia”. En la segunda carta, se lee un consejo que en mi
opinión debería ser tomado en cuenta para todo/as los que quieren hacer
de la docencia una carrera: “Ojalá que se formen, que se cultiven y
tengan lo honestidad intelectual que yo tuve. Dar clases no es vomitar
las ideas de otros es preciso digerirlas y a partir de allí desarrollar
nuestro propio pensamiento”.
Unas
horas más tarde aproximadamente a medianoche, tomo la decisión de
enviar una nueva colaboración a CONTRAPUNTO, titulada “La necesidad de
mantener la mente abierta”, en donde invita a los jóvenes de edad y de
mente, a leer a los autores anarquistas, para mejorar la capacidad de
analizar el sistema capitalista y la capacidad de soñar y construir la
economía solidaria. No es un artículo para dogmaticos, ni tampoco para
personas que han perdido la capacidad de ser jóvenes, en la introducción
se lee: “Estoy viejo en edad, pero mi mente sigue joven y abierta a las
nuevas y a las viejas ideas, por tal razón es que en esta ocasión deseo
compartir con los jóvenes y los viejos, de mente joven, algunas ideas
de los anarquistas. No para que se hagan anarquistas –aunque esa es una
decisión muy personal- sino para que se percaten, si es que no lo han
hecho, de que así como el ¨Mundo es ancho y ajeno¨ en términos de
propiedad, también el mundo de las ideas es ancho y ajeno, en términos
de conocimiento” y finaliza con una despedida: “Adiós muchachos, los
quiero mucho, pero por favor cultívense!
A
las 4 de la mañana del viernes 27 de enero, mientras veíamos y
comentábamos el noticiero de Telesur, Aquiles se levantó del sofá y me
dijo que estaba muy cansado y que necesitaba dormir. Me pareció una
buena noticia después de una semana de mutuo desvelo, ya que podía ser
un síntoma de que estaba mejorando, y que la necesidad de dormir había
finalmente derrotado a su insomnio. Siete horas después y en medio del
desgarrador aullido de sus perros, me di cuenta que había muerto
mientras dormía, y que finalmente había logrado el descanso que tanto
buscó durante toda su atormentada e intensa vida. El acta de defunción
dice “murió de un paro cardíaco respiratorio” pero yo no lo creo, yo
creo simplemente que se murió de tristeza.
Aquiles
murió como vivió, como dice la canción de “El Necio” de Silvio
Rodríguez: Descanse en paz y que su ejemplo nos ayude a no ser
mediocres, malos ni pendejos.
Nota
aclaratoria: esta es una versión editada de las palabras pronunciadas
por la autora durante el funeral de Aquiles Montoya el 29 de enero de
2012.
(*) Académica y columnista de ContraPunto