Saludos y bienvenida: Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida... Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos. Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos. Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más... A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado. Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia... Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos? Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista. No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente. Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo. Fraternalmente, Trovador

miércoles, 29 de mayo de 2013

¿Qué es el gobierno Funes-FMLN? Elementos para un debate en la izquierda en El Salvador



Joel Arriola/Alberto Quiñónez. 
Tendencia Revolucionaria

Luego de casi cuatro años del gobierno Funes-FMLN [3], se ha evidenciado cada día más su carácter burgués, reformista, desmovilizador de las luchas sociales; ha quedado claro, además, que la alta cúpula del FMLN se ha convertido en una cúpula burguesa con afanes oligárquicos que se disputa contra la burguesía tradicional u oligárquica absolutamente todo (instituciones del Estado y mercado). Ha quedado claro también que en esta enorme disputa inter-burguesa el empresariado expresado políticamente en GANA (Salume y otros) ha encontrado afinidades empresariales con el bloque burgués del FMLN, conformando política y económicamente la ya mencionada burguesía emergente.

De ese concierto empresarial se deriva la formación política del “bloque de partidos”, la correlación de fuerzas “progresistas” en la Asamblea Legislativa: FMLN-GANA y demás partidos clientelares. Pero este bloque es progresista sólo en el marco de una contra hegemonía frente a la oligarquía financiera que encarna el ala dura de ARENA, pero no de cara a la conformación de un proyecto político-revolucionario, es decir, cuya base programática sean los intereses de las clases explotadas y oprimidas.

Entonces, a 4 años del gobierno de Funes-FMLN, cabe someramente contestarnos ¿Qué es este gobierno? Fácilmente podrá contestarse el lector: “un gobierno burgués”. Y efectivamente estará en lo correcto. Pero ello no es todo. El gobierno Funes-FMLN, como expresión fiel de una burguesía emergente, requiere de la mayor concentración de poder político y económico que sea posible. El carácter burgués del gobierno Funes-FMLN y la impronta de poder de la cúpula farabundista están llevando a echar mano de todo lo que sea posible ocupar en la conformación de su estrategia empresarial. En este punto entran en el juego otros actores –más fuertes y decididos- que tienen mucho qué decir y, sobre todo, imponer. De ahí que no sea despreciable el coqueteo vulgar del gobierno y las camarillas del Frente con los gobiernos de los Estados Unidos y Brasil, con la Unión Europea y con organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial.

En río revuelto, ganancia de pescadores. Así reza el dicho popular y es cierto. En la riña de las burguesías autóctonas, con todo y su ceguera ideológica y política, otros agentes ganan terreno, asumen posiciones estratégicas en la región y socavan los derechos de la clase trabajadora con la máscara del progreso, el empleo, la competitividad y esa sarta de ingenuidades que ya es lugar de “nuestras” derechas e izquierdas institucionales. Esos agentes no son otros que las formas institucionales de los imperialismos en pugna: el gobierno de los Estados Unidos y la Unión Europea –al menos en nuestra región-, y de las empresas transnacionales como concreción de la explotación y la dominación que los centros capitalistas ejercen sobre la periferia.

La ambivalencia del gobierno se muestra en que, mientras deja el paso libre a las inversiones ALBA, alimentando con ello al bloque burgués de la cúpula del FMLN, ejecuta políticas económicas pro-oligárquicas, como el mantenimiento del dólar como moneda de curso legal [4], el pago de la deuda externa [5], la política fiscal profundamente regresiva, injusta e insostenible [6], la política comercial de liberalización y la política laboral de repartimiento de migajas.

Otros elementos del gobierno burgués: la desmovilización y la legitimación social del proyecto de neoderecha

Además de su carácter burgués y pro imperialista, el gobierno actual es un gobierno de conciliación de clases, un gobierno de “frente popular preventivo” que aplica fielmente las políticas de los imperialismos en pugna (Asocio para el Crecimiento, Asocios Público-Privados, Proyecto de Ley de la Función Pública, reformas a la Ley de Zonas Francas, “tregua entre pandillas”, Acuerdo de Asociación). Este gobierno, pues, viene en gran medida a complementar lo que los gobiernos de ARENA, por su desgaste político, ya no podían llevar adelante, es decir, todas las políticas pro-imperialistas (principalmente el Asocio Para el Crecimiento y el acuerdo “Stand By” con el FMI y a partir de allí todos los recortes sociales).

Así, pues, el imperialismo decidió (y lo hizo expresamente) apoyar a Funes-FMLN en la cuestión electoral del 2009, para lograr derrotar a su contendor ARENA. Al imperialismo poco podría importarle los intereses rancios de la oligarquía salvadoreña que se jugaban con su salida del control del ejecutivo, al imperialismo le interesaba únicamente el establecimiento de un gobierno que aplicara fielmente su política imperialista, tanto internamente como a nivel regional (baste recordar, pues, el nefasto papel del gobierno de Funes-FMLN en la legitimación del golpe de Estado en Honduras, mediante sus gestiones para integrarlo nuevamente a la OEA) y para ello necesitaba estabilidad interna en El Salvador. Eso ya no era posible para ARENA, por su tremendo desgaste político sufrido por 20 años de gobiernos neoliberales.

Siempre las modificaciones del centro de poder se traducen en situaciones de crisis, inestabilidad y recomposición política de las periferias. Este proceso va siempre acompañado de un cambio en la dinámica de los partidos políticos: el péndulo se mueve hacia aquel partido que más cerca se encuentra del proyecto histórico del centro de poder y que además debe ser receptáculo de legitimidad social. Así sucedió a finales de los 80 y principios de los 90, cuando la difusión de las políticas neoliberales, de la mano del Consenso de Washington, hallaron eco en la agenda política del partido ARENA y en sus grupos afines [7].

En la coyuntura 2008 – 2009, el imperialismo necesitaba un gobierno en el que no sólo se mantuviera, sino que se revitalizara el modelo neoliberal [8], que aplicara su política en la región y que fuera capaz de detener el inicio de una serie de luchas sociales que comenzaban en el país y que, seguramente, se intensificarían en el marco de la crisis. El neoliberalismo requiere de estabilidad: una estabilidad idiota propia de una sociedad de masas. Sólo un gobierno de derecha disfrazado de izquierda no radical podía lograr ofrendar esa estabilidad al imperio.

A casi cuatro años de gestión, el gobierno de Funes-FMLN logró ese objetivo. Ha desmovilizado al movimiento social, sindical y popular salvadoreño, ha firmado el Asocio Para el Crecimiento y aplica fielmente las políticas pro imperialistas en la región. Así pues, en la práctica el gobierno de Funes-FMLN es un gobierno de frente popular [9] preventivo impulsado por el imperialismo norteamericano [10], fenómeno que se articula con las disputas inter-burguesas al interior del país.

Pero ¿cómo explicar el fenómeno aucontraire? Es decir: cómo explicar el poder que legitima al frente como fuerza política si ya no le queda nada más que una depauperación teórica e ideológica, una identidad de la nada que recuerda un pasado que nunca fue, una rotura estructural con el presente en función de un futuro imposible, una inconsciencia de la inconsciencia de la consciencia, una normatividad utópica que es la muerte de la utopía.

No es la intención del presente artículo profundizar en este fenómeno. Pero señalamos que esa legitimación nace de la conversión de la sociedad salvadoreña en una “sociedad de masas”. Ello en el sentido de una pérdida paulatina y creciente de la subjetividad, donde la inmediatez de “El Partido” llena el vacío dejado por la utopía, la necesidad de pertenencia sustituye a la crítica, el sentirse parte de algo –sea lo que esto sea– con un discurso panfletario al cual recurrir sustituye al proyecto político revolucionario.

La lección del 1 de mayo: ¡la verdadera izquierda se separa del gobierno y del FMLN!


Sin embargo, la realidad no es tan estática; cierto es que a casi 4 años del gobierno de Funes-FMLN el movimiento social salvadoreño está prácticamente descabezado y la situación social es estable, pero también es cierto que existe un sector de la izquierda que se ha separado del gobierno y del FMLN.

Todo ello se expresó en la marcha del 1 de mayo. En este año, por primera vez un sector del movimiento sindical, estudiantil y popular marchó de forma paralela a la marcha convocada por el oficialismo. Unas 3000 personas asistieron a la marcha convocada por la Coordinadora Sindical Salvadoreña, gritando consignas en contra del gobierno de Funes-FMLN y contra la aplicación de las políticas del imperialismo, principalmente contra los Asocio publico-Privados, el Acuerdo de Asociación y el proyecto de Ley de la Función Pública.

Cabe reflexionar, pues, que a pesar de la dinámica desmovilizadora del gobierno de Funes-FMLN, las contradicciones del capitalismo subdesarrollado salvadoreño, vuelven de nuevo a brotar y se cumple nuevamente la sentencia: “toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de la luchas de clases… Velada algunas veces y otras franca y abierta” [11] .
Notas

Joel Arriola, Estudiante de sociología, miembro del movimiento social y estudiantil salvadoreño. Militante del Colectivo 25 de Julio.

Alberto Quiñónez, Estudiante de economía. Miembro del Colectivo de Estudio de Pensamiento Critico.


[3] El lector crítico o el dogmático militante del Frente podrían argüir que caemos en un equívoco impensable al decir que el gobierno es compartido por Funes y el FMLN, y que, además, es obvio que la argolla de poder del FMLN dentro del Ejecutivo es más bien reducida –Funes mismo nunca fue militante y de ahí su debilidad ideológica- y que ello explica la tibieza de las reformas implementadas en el actual gobierno. Algo de razón hay. No obstante, el FMLN mismo asume el gobierno de Funes como suyo propio: nadie hablaría más elocuentemente sobre esto que el candidato presidencial del Frente en su discurso del Primero de Mayo.

[4] La dolarización, o Ley de Integración Monetaria, fue una política impulsada por el entonces presidente arenero Francisco Flores y constituye una medida de carácter burgués, orgánica a los grupos oligárquicos tradicionales (principalmente a la oligarquía financiera), puesto que permite beneficiar a las entidades financieras (asegurando la estabilidad del tipo de cambio y eliminando el riesgo cambiario), facilita la especulación, la contratación de deuda privada en el extranjero y la transacción de mercancías de los grupos ligados al comercio exterior.

[5] La deuda salvadoreña es política y técnicamente impagable. Según datos sistematizados por Arias Peñate, d el 2000 al 2011 pagamos US$17,423.4 millones de deuda externa; sin embargo, la deuda lejos de disminuir, se incrementó en US$9,700 millones. Para 2016 tendremos una deuda de US$18,302 millones y habremos pagado US$25,264.3 millones. Para 2016 habremos pagado 5.3 veces la deuda que teníamos en el año 2000 y ésta sin embargo se habrá incrementado 3.8 veces. A esto habría que sumarle la deuda previsional, con lo que para el 2016 estaríamos endeudados con el 112% en relación al PIB. (Arias Pénate, Salvador. La trampa de la deuda en El Salvador. Pág.66 – 71. San Salvador, El Salvador. 2012 Talleres gráficos UCA). Además de ello, al ser la deuda una forma de reasignación del plusvalor a escala planetaria, su pago contribuye a hinchar los bolsillos de la burguesía financiera mundial, potabiliza el proceso de acumulación del capital al ralentizar la caída tendencial de la tasa de ganancia y permite reasignar el plusvalor generado para reducir el potencial de la no realización de las mercancías. Es decir, pues, que el pago de la deuda misma es un mecanismo que coadyuva al mantenimiento del capitalismo como sistema-mundo.

[6] Estas características aluden a todos los componentes de la política fiscal; en materia tributaria, la regresividad del sistema de impuestos; en materia de gastos, el recorte para programas sociales; en materia de financiamiento, la opción por el endeudamiento. El hecho de no querer tocar temas de fondo como la progresividad de los impuestos, en el marco de la crisis fiscal, es, quizás, la más elocuente característica del carácter injusto y regresivo de tal política.

[7] De esta forma, en 1989, este partido que encarna el proyecto del consorcio FMI-Banco Mundial llega al poder y sin ninguna oposición aplica sistemáticamente todo el paquete de las reformas neoliberales en la primera mitad de la década de los 90. Un documento que recoge esa convergencia de los intereses del imperialismo (resumidos en el Consenso de Washington) y la burguesía oligárquica nacional, es la estrategia económica elaborada por FUSADES en 1989. Ver: FUSADES. Hacia una economía de mercado en El Salvador: bases para una nueva estrategia de desarrollo económico y social. FUSADES-DEES. 1989. Págs. 3 – 4.

[8] El Asocio para El crecimiento, entre El Salvador y Estados Unidos firmado en noviembre del 2011 expresa: “El Asocio para el Crecimiento es un esfuerzo que aspira a ampliar rápidamente el crecimiento económico inclusivo en El Salvador bajo un compromiso profundo con la democracia y los derechos humanos. A fin de lograr estas metas, todos los socios reconocen la importancia de una economía de mercado en buen funcionamiento y el rol fundamental del sector privado en liderar el desarrollo económico mientras que el gobierno cumple un propósito esencial estableciendo un entorno institucional propicio para el crecimiento económico”. Gobierno de El Salvador. Asocio para el Crecimiento. El Salvador – Estados Unidos, plan de acción conjunto. Noviembre del 2011. Pág. 4. Versión digital.

[9] Por gobierno de frente popular o de conciliación de clases entendemos, “un gobierno en el que los partidos obreros colaboracionistas de clase ocupan ministerios y un lugar dominante”. El gobierno de frente popular es un tipo diferente de gobierno burgués, con un contenido claramente contrarrevolucionario y que no tiene ninguna incompatibilidad con el régimen capitalista-imperialista. Su propósito es desmoralizar y desmovilizar a las masas.

[10] Es importante recordar, que no es primera vez que un sector la izquierda salvadoreña participa en un frente popular impulsado por el imperialismo. Ya en 1979, tras el golpe al general Humberto Romero el Partido Comunista Salvadoreño, participó de la Junta Revolucionaria de Gobierno, junto a los militares y la socialdemocracia. No creemos superfluo hacer mención de que las contradicciones internas (interburguesas) y externas (interimperialistas) juegan diferentes roles y poseen distintos grados de influencia en la coyuntura actual. Si bien el capitalismo representa el marco global donde esas luchas se presentan, la dinámica interna es la que permite asumir ese marco como palanca o como camisa de fuerza.

[11] K. Marx y F. Engels. El manifiesto comunista. Editorial Jurídica Salvadoreña. Págs. 51-52. San Salvador. 3era edición.

Horacio Castellanos Moya, escritor:“¿El Salvador? Ya no me siento cómodo en ningún lado del planeta”

“Escribís de lo que perdés”, dice Horacio Castellanos Moya, y él escribe sobre Centroamérica. El novelista reflexiona sobre sus ilusiones políticas derrotadas, su compleja relación con El Salvador y la aún más complicada relación del país con las letras. “Nuestra literatura refleja la naturaleza de nuestras élites”, dice. Y no es un halago.

Por José Luis Sanz y María Luz Nóchez

elfaro.net


En primera persona

Me es difícil decir quién soy. Parte de las consecuencias de escribir y de meterte en personajes que son tan distintos a vos, con visiones del mundo tan distintas a las tuyas, es que se desequilibra tu aparato psíquico y esos personajes te permiten ver cosas de ti mismo que no sabías que tenías. Podés definirte, pero descubrís que estás dejando un montón afuera. ¿Quién soy yo? Soy mis libros. Todo lo demás, lo que no está ahí, o no existe o es una masa de contradicciones en la que en cierto momento soy uno y en cierto momento soy otro.

Aparte de mis novelas, escribo aforismos. Los aforismos revelan la naturaleza del ser humano, y en mi caso revelan algo que me disgusta profundamente de mí mismo: que nos repetimos. Creemos estar viviendo algo nuevo y no, nos repetimos. Estamos siempre dando vueltas, emocionalmente, mentalmente. Agarrás una libreta que escribiste hace tiempo y descubrís inmediatamente que estás preocupado o emocionado exactamente por lo mismo que hace seis años. ¿No he cambiado, no he mejorado? ¿No hay posibilidad de crecimiento interior, de más lucidez, de más madurez? Aceptamos el ciclo de las estaciones, aceptamos que los planetas dan vueltas alrededor del sol, pero no aceptamos que nosotros somos circulares y corremos como chuchos mordiéndonos la cola, sin sentido.

Aun así, tengo dos libros soñados, dos libros que deseo escribir algún día. Ocurren en El Salvador. Después de escribirlos, quién sabe, me haré surfista. Ja, ja, ja.


En San Salvador, a Horacio Castellanos Moya se le llama Horacio, a secas. Así le llaman sus viejos amigos, sus primeros lectores, y así le llama el micromundo cultural de la ciudad con un aprecio poco usual, porque en los países pequeños con ciudades pequeñas las envidias suelen cercenar los respetos entre escritores y ya no digamos los cariños. Pero esa cercanía al nombrarlo refuerza, en todo caso, la paradoja: el novelista salvadoreño de mayor proyección internacional en las últimas décadas no encajó en El Salvador. Vive y escribe en una suerte de autoexilio desde hace casi 10 años.

La distancia no ha resuelto la tormentosa relación emocional entre Castellanos Moya y Centroamérica -nació en Honduras, vivió también en Guatemala-. “16 años después de ʻEl ascoʼ tomo los dos principales periódicos de El Salvador y aquí no ha pasado el tiempo”, se lamenta. Y aunque en ocasiones se ha vestido con el disfraz del cínico, del indolente, ese estancamiento le importa. Le carcome lo que no sucedió, el cambio cultural que su periodismo no logró, el país que la revolución de sus amigos y la paz de los bandos de la guerra no pudo construir del todo. “¿Cuándo dejará la sociedad de ser tan autoritaria, tan vertical, tan macha?”, pregunta. Y el escritor, con legendaria fama de irreverente, vuelve a irse.

A mediados de mayo Horacio regresó por unos días a San Salvador para participar en el Foro Centroamericano de Periodismo y participar en un extenso coloquio con el escritor guatemalteco Rodrigo Rey Rosa y el colombiano Mario Jursich. Con ellos reflexionó sobre las razones que esconde cada novela y exploró los ríos subterráneos que unen la literatura centroamericana y la realidad. “El escritor es un ciudadano”, dijo Horacio, y aunque ha negado en diversas ocasiones que la que él hace sea “novela política”, concedió que la política es, “a traves de la moral y la justicia”, un punto inevitable de paso para las letras de la región.

“Para que yo llegue a un libro tiene que haber algo de la realidad que me haya herido”, ha dicho Horacio Castellanos Moya en anteriores entrevistas. El Salvador es un país que no le cicatriza y esta conversación es un intento por ahondar en su herida.

Si el escritor centroamericano no puede escapar de la política, ¿qué tipo de arma política es la literatura? ¿Sirve para algo?
La literatura, como instrumento para la política, no tiene ninguna utilidad. La literatura refleja, reconstruye, imagina una realidad en la que hay elementos políticos, pero no puede ser de uso político para ninguna fuerza porque la esencia de la literatura son las contradicciones del ser humano y las fuerzas políticas se definen, básicamente, por no asumir esas contradicciones. Una obra como “Guerra y paz”, de Tolstoi, no sirve para defenderse de la invasión napoleónica, así como “Por quién doblan las campanas”, de Hemingway, no tiene ninguna incidencia a la hora de detener a las tropas franquistas. Y si vamos viendo los momentos álgidos de la historia, en la política cotidiana, la literatura retrata y recrea para adelante, únicamente te permite reflexionar o ver las cosas que han sucedido de otra manera.

“1984”, de George Orwell, sí tiene una intención política. Y en Centroamérica reflexionar sobre la historia es en sí mismo una postura política, porque es una región en la que casi nadie quiere reflexionar sobre el pasado.
Obras como “1984” tienen una incidencia política, pero no sirven como arma. Una cosa es la incidencia y otra cosa es la utilidad. ¿Qué fuerza política podría utilizar una obra literaria sin cometer en realidad un suicidio, si es una buena obra literaria? Si hablamos de un panfleto es distinto, claro. Una obra literaria puede incidir y en un momento dado ser muy importante porque permite una crítica al modelo estalinista, o una crítica profunda de todas las contradicciones que hay dentro de un bando revolucionario que está peleando… pero incide no por los mecanismos políticos directos, sino a través de una fabulación. En la literatura vos entendés que el ser humano es complejo y trabajás fundamentalmente en el ámbito de la mentira, que en la política no se encara tan abiertamente. La literatura te permite ver la mentira desde adentro.


Horacio Castellanos Moya. Foto Mauro Arias

La literatura nace del fracaso. Del éxito solo salen libros de superación”


¿Sus retratos literarios de El Salvador y Centroamérica tienen una intención?

La intención, en mi caso, nace de la medida en que esa realidad que luego convierto en literatura me ha afectado, trastornado, herido. Es la intención inconsciente e instintiva, del escritor, de sacar aquello que necesita sacar porque le está fastidiando, corroyendo, intoxicando. Aunque hay otro tipos de historias, porque no se puede creer que todos los libros se escriben de la misma manera y a partir de los mismos propósitos. Por ejemplo, “Tirana memoria”, que sucede en el año 44, por supuesto tiene una intencionalidad distinta a otras de mis novelas. No solo recoge lo que me está corroyendo a mí, sino también una voluntad de entender un período histórico y una realidad que me fue lejana, pero que me permite explicarme a mí mismo personajes que van a vivir hasta mi contemporaneidad, y que sin ese pasado, sin esa recreación histórica, quedarían como en el aire. Probablemente escribí un libro para contarme lo que mi padre no me contó, porque murió cuando yo era chico. Esa es mi intencionalidad personal, aunque el libro funcione en otras dimensiones.

¿Escribe pensando en cómo le leerá Centroamérica?

No, yo no escribo pensando en un público. Como me hice escritor en un país en donde la gente no lee libros, nunca tuve la retroalimentación que desde joven tiene un escritor en una sociedad que tiene un mercado literario, donde hay crítica, reacciones. Yo comencé a tener reacciones a mis libros cuando ya había publicado muchos y cuando estaba bastante adentrado en mi madurez. Y de dónde más tengo inputs de lo que escribo puede que sea de Argentina, Francia o España, pero no de Centroamérica. Es muy difícil que yo escriba pensando en la región... Pero tampoco puedo escribir pensando en Francia o en Argentina. Escribo desde una perspectiva totalmente egoísta, en cuanto a que se trata de una necesidad de expresión mía, sin pensar en un lector salvadoreño o centroamericano que quizás ni va a ver mi libro.

Pero se ha confesado ciudadano, y al fin y al cabo la literatura explica la historia, y en Centroamérica comprender la historia es antinatural. Hay pasajes de nuestra historia sin resolver, a los que nos enfrentamos constantemente.
La historia se explica a sí misma. La literatura ilustra y explica la historia desde otros puntos de vista, a partir de facetas de lo humano, mientras que la historia oficial se lee nada más desde las corrientes y desde los grandes hechos, no desde las subjetividades. Siempre pienso que ser un escritor salvadoreño es como tirar una botella estando en una isla perdida: no sabés si alguien la va a agarrar y va a encontrar lo que hay dentro. Todo es muy azaroso. Si el libro llega, si hay lectores... Sabés siempre que va a haber un pequeño grupo que tiene interés y que va a conseguirlo, más allá de lo que suceda, pero igual, vengo aquí y la gente que supongo, a veces, que está leyendo mis libros, me reúno con ellos y descubro que hace 5 libros que no me leen. Todo es una falsa ilusión.

En ese sentido, “El asco” es una novela que nos tiró a la cara hace 16 años y que sigue siendo una radiografía vigente de la sociedad salvadoreña. ¿Qué pasa, no sabemos leer un libro como ese o no hemos querido hacerlo?
No es que no leamos, es que los cambios culturales no tienen nada que ver con nuestras ansiedades. Los cambios culturales, si es que se dan y son para bien, toman mucho tiempo. 16 años después de “El asco” tomo los dos principales periódicos de El Salvador y aquí no ha pasado el tiempo. Habrá una modernización en cierto diseño, una mayor sofisticación política en cuanto al trato de ciertos temas, pero si se quita el concepto de maras y se sustituye por bandas, grupos o crímenes, lo que vemos en los periódicos es lo mismo. Y yo me pregunto, ¿cuál es el patrón cultural que hace que aquí, 50 o 60 años después, todo siga igual? José Emilio Pacheco decía que la gran virtud de la literatura es que le permite al lector ponerse en los zapatos del otro, pero la realidad es que se los pone un ratito y luego se olvida, vuelve adonde estaba. Hubo gente que con El asco tuvo el impulso de preguntarse “¿esto qué es?, ¿por qué somos de esta manera?”, aunque el libro tenga muchas exageraciones, pero eso no significa que fuéramos a cambiar.

¿Alguna vez intentó cambiar El Salvador?

Los miembros de mi generación queríamos, fundamentalmente, cambiar la sociedad autoritaria en la que nos tocó crecer, y la expresión política de esa sociedad autoritaria era el ejército como instrumento político único de la vida nacional, como el gran dictaminador. Esa intención la tuvimos; fue en realidad una intención nacional. Y se cambió eso, ya no es así. ¿Pero cuál es el equivalente cultural de ese cambio? Es una tentación preguntárselo. El cambio político se logró, pero ¿se acabó con la sociedad autoritaria? ¿Cuándo dejará la sociedad de ser tan autoritaria, tan vertical, tan macha? No lo sabemos. La literatura en ese caso solo va retratando los períodos, va dejando constancia... Ha habido una modificación de las élites en El Salvador, pero esa modificación no sé si se ha convertido en un gran cambio cultural del país.

¿Qué le falta a la literatura salvadoreña?
Ser escritor en El Salvador es muy ingrato. Se necesita resistencia, aceptar que lo que hacés es un sinsentido. Y eso solo lo podés hacer si lo necesitás. El principal problema es que hay poca obra, acá nunca se logró construir una vida literaria. Y no tiene que ver con lo pequeño y lo pobre, porque Nicaragua es igual de pobre, pero tiene vida literaria. ¿Por qué? Porque hubo algún personaje de las élites que se involucró en la literatura. Igual pasó en Guatemala. Aquí las élites durante mucho tiempo no es que no se involucraran, es que no les interesaba la literatura. Las artes estaban fuera de su mundo. Nuestra literatura refleja la naturaleza de nuestras élites, que eran eminentemente comerciales y no crearon los instrumentos para la cultura. El problema es que no se lee. Aquí la vida literaria se suple con festivales, pero los festivales son efímeros. La literatura salvadoreña se define por una gran soledad. Sé que hay otros escritores salvadoreños que se quejan de esto mismo que yo me quejo... pero bueno, si no hay algo en un lugar hay que buscarlo en otro.

El periodista de The New Yorker Jon Lee Anderson dice que el miedo al pasado ha creado una élite sin identidad, que El Salvador solo tiene identidad en lo rural, fuera de su capital, inundada de Dunkin’ Donuts. ¿Coincide?

Yo no estoy muy seguro de eso, porque cuando la gente que está en el interior viene a San Salvador van a Dunkin’ Donuts, y si pudieran poner uno en medio de Chalatenango, lo ponen. Creo que la cosa es más grave y tiene que ver con la estructura social del país, que tuvo una de las élites más rabiosas y más explotadoras y, en ese sentido, la guerra y la migración produjeron un cambio bien brusco. En países como México y Argentina las clases medias se crearon a través de modelos de acumulación propios que permitieron un mayor ingreso, exigieron una mayor distribución de ese ingreso y permitieron que hubiera clases medias lectoras, clases medias ilustradas. En El Salvador tenías ese modelo con un sectorcito medio muy pequeño y con una gran masa explotada y, de pronto, el sistema en vez de abrirse terminó matando a la gente. Hubo una guerra civil y la gente se fue a adquirir los valores del otro lado donde se fue. No es que la verdadera identidad esté en lo rural y lo urbano esté corrompido porque representa lo que se dice en “El Asco”: una especie de Los Ángeles de mala muerte. Es más complejo. Y eso no significa que no exista una sociedad salvadoreña; lo que significa es que el crecimiento y el desarrollo de esa identidad ha sido producto de procesos violentos y poco regulares.

Aparte de la violencia como evidente forma de comunicación, ¿qué otros rasgos atribuye a la identidad salvadoreña?
Hay dos valores fuertes. Uno es la resistencia, el sentido de la sobrevivencia, que solo pudo ser producto de una situación extrema. Y creo, y esto te va a parecer probablemente subjetivo, que hay un sentido del coraje, del valor, de la audacia, que está metido en la gente. Si no, no te explicás la guerra. Porque pobreza y explotación también hay en Haití o en República Dominicana, y la gente no se fue a la guerra. Hay otras combinaciones históricas y otros liderazgos, pero hay un sentido de la aventura sin colchón. Sobrevivencia y coraje. Sin esos valores, esta nación estaría completamente aplastada.
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Me retiré del periodismo porque era un callejón sin salida”


Habla del coraje, de la aventura, y viene a la mente el valor positivo que la venganza tiene en las películas japonesas. ¿Es algo parecido lo que sucede en El Salvador?
Creo que la necesidad llevó a tener un sentido de aventura, de exploración, imposible sin un sentido del valor y del coraje, porque tenés que resistir siempre condiciones adversas. Al principio quizás fue nada más irse a las bananeras, o al canal de Panamá, o al golfo de México, y llegar sin colchón, y defenderse. Es una paradoja muy delicada: la vida vale bien poco en este país y eso te hace consciente de que es todo lo que tenés y has de defenderlo con todo. En una sociedad con más comodidades, con un mayor respeto a la vida, no tenés que defenderte.
Fuerza Histórica Latinoaméricana.

Fuerza Histórica Latinoamericana

Saludos y bienvenida:

Trovas del Trovador


Si se calla el cantor, calla la vida...inspirate,instruyete,organizate,lucha,rebelate.



Saludos y bienvenida:


Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida...
Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos.

Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos.

Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más...

A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado.

Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia...

Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos?

Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista.

No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente.
Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo.

Fraternalmente, Trovador


UN DÍA COMO HOY, 12 de febrero de 1973, los principales periódicos de El Salvador difundieron fotos de la muerte de los compañeros José Dima...