martes, 5 de abril de 2011

Cuba: Congreso del Partido. La cuenta regresiva

Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)

Dígase lo que se diga, el triunfo bolchevique obligó al sector más radical de la izquierda a apartarse de ciertas esencias del pensamiento científico de Carlos Marx, para quien el socialismo no era una forma de gobierno, sino un peldaño del proceso civilizatorio el cual se alcazaba desde el desarrollo del capitalismo. Surgieron así ideas, consignas y estrategias justas y atractivas como: “construcción del socialismo”, y otras que resultaron inviables.

La Unión Soviética, un mega país (la sexta parte de la tierra) que desplegando un admirable heroísmo masivo, lo intentó durante más de 70 años y que en 1945 arrastró a lo que hoy se admite que era una aventura o un tránsito a lo “ignoto”, a casi una decena de otros estados, formando el llamado campo socialista que junto a ella, aunque realizaron avances significativos, fracasaron en el intento.

Quien haya sido el primero en utilizar el término derrumbe para caracterizar lo ocurrido en la Unión Soviética fue sumamente certero; esa palabra como ninguna otra ilustra lo ocurrido. La URSS, aunque sistemáticamente atacada, no fue destruida desde fuera ni desde dentro lo hizo Gorbachov. Aquella estructura colapsó porque estaba concebida sobre bases erróneas y no soportó las tensiones de las reformas.

Lo erróneo del socialismo no son sus fines, sino el modo como se trató de llegar a ellos, proponiéndose la irrealizable tarea de cambiar el curso de la civilización que espontáneamente avanzó desde el Big Bang hasta el siglo XX para “construir conscientemente” una sociedad enteramente nueva, incluso un hombre nuevo a partir de un programa, a veces improvisado y otras con enormes márgenes de incertidumbre. La escala de las metas explica la magnitud de los fracasos.

Del mismo modo que la aventura socialista, así lo ha calificado Ricardo Alarcón, o el viaje a lo ignoto, como ha dicho Raúl Castro que siguen la lógica de Fidel Castro que declaró que fue un error creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo, no se realizó en abstracto, sino en medio de enormes tensiones políticas, signadas por la lucha contra la reacción y el imperialismo, el “derrumbe” que pudo ser un proceso de reformas para perfeccionar una sociedad necesitada de cambios, fue aprovechado por aquellas fuerzas para promover una restauración salvaje del capitalismo.

La historia real, basada en evidencias y que no tienen que esperar porque se desclasifique algún documento, es que en la Unión Soviética, las propias estructuras del poder, especialmente el partido gobernante, llegaron a la conclusión de que era urgente introducir reformas sustantivas, entre ellas liberalizar la economía, poner fin a la centralización absoluta, devolver el derecho a la iniciativa popular y ampliar los márgenes de democracia en el seno de la sociedad y las instituciones.

Los que observamos minuto a minuto y paso a paso aquel proceso conocemos que Gorbachov no protagonizó un golpe de estado ni entregó traidoramente la revolución a la reacción interna que, por otra parte, apenas existía en la Unión Soviética y, en cualquier caso, carecía de entidad para aspirar a hacerse cargo del país. La verdad fue que cada paso, cada medida fue acordada y santificado por las estructuras del poder: Buró Político, Comité Central, Soviets Supremo y naturalmente por grandes congresos del Partido.

Es probable que lo ocurrido pueda ser explicado porque las reformas no fueron bien conducidas, faltó previsión o en algo no se fue coherente; cosa que sería conveniente averiguar; entre otras razones para no incurrir en los mismos errores.

El hecho cierto, es que para China, Vietnam y Cuba que persisten en el proyecto socialista es que las reformas no son sólo inevitables, sino también urgentes, necesariamente profundas e integrales; significan cambios sustantivos, incluso grandes virajes y obviamente entrañan enormes riesgos.

El problema no es tanto definir lo que hay que hacer, sino determinar cuándo se comienza, a qué ritmos se avanza y de qué manera se logra que los protagonistas sean, real y no nominalmente, la sociedad, la clase obrera, el campesinado, la intelectualidad creadora y la juventud ilustrada y no las elites y mucho menos la burocracia. La idea de suprimir el secretismo, poner fin al síndrome del misterio y gobernar con transparencia, es un buen punto de partida.

A cincuenta años de la definición del carácter socialista de la Revolución Cubana que coincidió con la derrota de una infame invasión concebida, planeada y pagada por Estados Unidos y realizada por contrarrevolucionarios, la sociedad cubana que necesita y desea las reformas, tiene razones para confiar en la capacidad del liderazgo histórico para iniciarlas y encabezarlas y para creer que la sabiduría colectiva del próximo Congreso del Partido será capaz de encontrar las respuestas imprescindibles.

Tal vez haya en la Revolución una dialéctica del poder que se funda en la relación entre la vanguardia y la masa según la cual, durante una parte del camino la vanguardia ha de conducir al pueblo y en otra dejarse llevar por él.

Se trata de que crecida en todos sus aspectos debido a la obra de la Revolución, la sociedad no tendrá siempre que hacer lo que crean mejor sus líderes, sino a la inversa. Tal vez la lucidez del liderazgo radique ahora, en hacer lo que el pueblo, el fruto mejor de la obra, quiere hacer.

Recientemente el presidente Raúl Castro llamó a su gabinete a gobernar con los pies y los oídos pegados a la tierra. Tal vez de eso se trate todo. Allá nos vemos.

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EL VETO, CRISIS HISTORICA Y LOS PARTIDOS POLITICOS


 











 Dagoberto Gutiérrez

Tanto uno como otra son decisiones políticas, en una coyuntura de quiebres clasistas, económicos y políticos.El escenario del país nos ofrece una situación en donde encontramos una transnacionalización de la riqueza y unos sectores económicos sin el poder económico tradicional: sin banca, sin industria, sin ciencia ni tecnología, sin inversiones extranjeras, y en donde los inversionistas nacionales no invierten en el país. Todo el control decisivo parece estar en las manos de las grandes empresas extranjeras. Y los antiguos señores aparecen como sus empleados o como grandes inversionistas en otras regiones.

Así las cosas, resultan afectadas las antiguas relaciones con sus antiguos instrumentos partidarios, porque el control del aparato estatal también aparece en manos de grandes intereses foráneos, y de todos modos, el descrédito total de los partidos políticos vuelve demasiado caro y poco rentable el uso de estos instrumentos que huelen a negocios y a empresas que pueden hasta competir en el mercado de la política con sus antiguos amos o dueños. Resulta hasta probable que los mismos sectores empresariales necesiten pasar ellos mismos y de manera directa, a realizar el trabajo partidario como gobernantes.

El Presidente sancionó el anterior decreto que regulaba las candidaturas independientes porque políticamente le convenía y no porque jurídicamente fuera constitucional. Pero no sancionó el decreto electoral que regulaba, ya electoralmente, hasta las papeletas el día de las elecciones.

Pensando jurídicamente, el Presidente debió vetar el primer decreto para ser consecuente con este último veto; pero ocurre que toda la maniobra partidaria para impedir la irrupción del pueblo, independiente y libre del control de los partidos en las elecciones, se encuentra amenazada. Ahora todo parece danzar en un aceite hirviendo cuya temperatura controla la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.

Resulta que el primer decreto sancionado apareció con casi todo el respaldo partidario. Pero el segundo apareció con una poderosa influencia del partido FMLN y su sanción fortalecería las posibilidades electorales de este partido. Hay que recordar, en este punto, que la visita del Presidente Obama fue dedicada a la relación Obama-Funes y benefició exclusivamente al Presidente; en tanto que debilitó al FMLN por su actitud zalamera, por su falta de dignidad histórica, por su desmemoria y por su oportunismo ante Obama, que de todas maneras ignoró a este partido, así como ignoró también a las cúpulas empresariales y al resto de partidos políticos. Esto quiere decir que no estando Funes interesado en fortalecer al FMLN, y teniendo un momento de abundante ventaja coyuntural e internacional, no iba a dejar pasar la oportunidad de golpear políticamente a este partido que tan molesta compañía le resulta, pese a que el FMLN resulta también zalamero con el gobierno Funes, y es incapaz de deslindarse de su gobierno, aun cuando no decide ni el pensar ni el hacer gubernamental.

El veto que comentamos pone en claro ante las mismas cabezas de la cúpula del FMLN que no es ni partido de gobierno ni partido en el gobierno, y es, apenas, partido gubernamental, como los otros partidos. El veto de Funes está diciendo esto precisamente. Y, en este sentido, parece tender un puente a la cúpula empresarial que también vive un momento de deslinde de su antigua relación con instrumentos partidarios.

El veto es un fuerte golpe político al partido FMLN y ha llevado confusión y angustia a una cúpula que no alcanza a entender y sopesar lo que les está ocurriendo. En un reciente comunicado, esta cúpula destila toda su increíble ignorancia de la coyuntura, y sobre todo, su incapacidad de diálogo con el mismo Presidente, al que promocionaron ilusamente como su candidato y su Presidente. En este comunicado, la cúpula partidaria ignora el aislamiento que sufren los partidos políticos ante la sociedad, el desprestigio, la desconfianza, la falta de autoridad de la que adolecen todos los partidos, incluido el FMLN, en la coyuntura. Ignorar, como lo hace esta cúpula, que su conducta política es vista por el pueblo como propia de los partidos tradicionales de derecha, que su incapacidad de reflexión es hasta tema de humor político, que el desprecio con que son tratados por el Presidente de la República es tema de todos los días, y pretender elevarse por encima de los otros partidos, de los que, en la práctica, y en el día a día,  no se diferencian en nada, resulta ser el drama más patético de esta coyuntura.

De todas maneras, si decidieran superar el veto, sería la Sala de lo Constitucional, la que de nuevo tendría en sus manos la solución del diferendo, y esto no parece ser una salida favorable para las empresas partidarias.

Como puede verse, la figura del veto, que nació en la antigua Roma como un recurso dado a los tribunos de la plebe para prohibir -eso significa la palabra latina veto-,  las decisiones del senado, controlado por los patricios, tiene en la actualidad un significado no popular y es, más bien, un recurso político en las manos políticas del Presidente. Y en este caso, el recurso resulta bien usado para los intereses políticos de quienes deciden vetar y mal usado para la cúpula del FMLN que, una vez más, deberá someterse a la voluntad y decisión de su Presidente.

Funes parece no necesitar al FMLN, en tanto que este partido parece y aparece necesitando y hasta dependiendo de la voluntad presidencial. Aquí tenemos un drama histórico que representa la agonía del régimen de partidos políticos, aquel que en 1983 fuera santificado en el artículo 85 de la Constitución de ese año. Esos plenos poderes entregados a los partidos resultaron perjudiciales para estos mismos y para el pueblo.