Gustavo E. Etkin (Desde San Salvador de Bahía, Brasil. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Siempre quiso, precisó pruebas de ser amada. Fue a partir de los ocho años, cuando nació su hermanito.
Ser llamada, llevada a pasear, recibir regalos. Sobre todo cuando, no dudaba, se los traían los Reyes Magos.
Cuando menstruó por primera vez no entendió nada. ¿Esasangre era por una enfermedad? ¿Iba a morir? Ahí su madre le explicó que eso pasaba con todas las mujeres, que ella estaba siendo mujer.
Pero entonces, ¿cómo, de qué forma, como sería ser amada como mujer? ¿Por ser mujer?
¿Y como saber que era amada?
Cuando descubrió -aceptó- que a los bebitos no los traía la cigüeña, la forma, la manera en que se iban formando en la barriga de sus madres, fue un enigma para ella.
Hasta que descubrió, supo, que también para eso los padres cogían. Como habría sido con ella, que cogieron para hacerla.
Por eso siempre estuvo a favor del aborto. Que para ella no era problema, sino si el hijo -o la hija- era querida, buscada, recibida. Esperada. O sea, amada. De lo que ella siempre empezó a necesitar tener pruebas.
Amada o deseada, para ella era lo mismo.
Por eso cuando descubrió que existían las putas, decidió ser puta. Pero no por el dinero. Querer ser cogida por alguien era tener la certeza que era amada. Aunque sea por un momento, deseada. No era el dinero lo que le importaba.
Pero poco a poco se fue desilusionando. No la querían a ella por ella, por su historia, si no por lo que ella tenía. Su piel suave, su carita, su culito levantado, su cintura fina, sus tetas altivas.
Era algo, un objeto, una cosa que tenía las cosas que los hombres que la procuraban era lo único que querían.
O sea que no era amada por lo que era, por su historia, sino solamente deseada como objeto sexual por algunas propiedades físicas que tenía.
Cuando se dio cuenta de eso, cuando lo tuvo que admitir, dejó de trabajar de puta y pensó en matarse.
Pero no lo hizo. Descubrió que podía ser amada por Dios y entró a un convento para ser monja.

Ángel Guerra Cabrera (especial para ARGENPRESS.info)
Mañana se inicia en Caracas una jornada histórica de nuestra América. Los 33 jefes de Estado y gobierno de la región dejarán constituida la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), organización de concertación política e integración que reúne por primera vez a esos Estados exclusivamente. Han debido transcurrir dos siglos del inicio de nuestras gestas independentistas, de que Bolívar plasmara en la Carta de Jamaica(1815) el sueño “de formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue todas sus partes entre sí y con el todo”, 185 años del Congreso de Panamá, postrer intento del Libertador de hacer realidad aquel sueño; 120 años desde que Martí abogara en “Nuestra América” por el mismo objetivo: “¡los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas¡”.
La constitución de la Celac es el reflejo institucional de un nivel cualitativamente superior en la larga lucha de los pueblos de América Latina y el Caribe por su emancipación, integración y unidad. Expresa también la creación de una correlación regional y mundial de fuerzas bastante más desfavorable al ejercicio de la hegemonía de Estados Unido de la existente hasta fines de la década de los noventas cuando la fiesta neoliberal parecía interminable y algunos llegaron a creerse la fábula del fin de la historia.
Grandes movimientos populares antineoliberales al sur del río Bravo y sus combativas luchas condujeron al surgimiento de un conjunto de gobiernos con vocación social y más independientes de Washington. Estimularon la elevación de la conciencia latinoamericanista, antimperialista e incluso anticapitalista en nuestra región. La victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela y la derrota del golpe de Estado y el golpe petrolero de 2002 -orquestados por Bush y Aznar- marcaron el giro hacia la configuración del actual escenario geopolítico de América Latina, impulsado por la heroica resistencia de Cuba y consolidado por la llegada de Lula da Silva a la presidencia de Brasil y Néstor Kichner a la de Argentina. La derrota del Alca en Mar del Plata, plan de recolonización yanqui de América Latina y el Caribe, marcó un hito histórico en la segunda independencia de América Latina y un punto de no retorno.
Estimuló o reforzó nuevas victorias populares que llevaron al gobierno a Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega y permitieron la ampliación de la Alba, nuevo tipo de integración impulsada por Venezuela y Cuba fundada en la solidaridad, la cooperación y el intercambio justo, inspirada en la voluntad de reivindicar un socialismo renovado. Unidos a los gobiernos de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, y más recientemente Perú, ha hecho posible dar un impulso sin precedente a la integración latinoamericana, manifestada en la creación de Unasur, la extensión de la Alba hacia América Central y el Caribe y la gestación del proyecto de la Celac. Los gobiernos de derecha han comprendido la necesidad de participar de esta tendencia, cuando menos formalmente, para no quedar aislados del concierto latinocaribeño.
La Celac encarnará la voz independiente de nuestra región en el mundo multipolar en gestación, no la subordinada típica de la Oea y el Tiar, con su historial al servicio de los intereses de Washington, justificando sus intervenciones sangrientas y acogiendo a sus dictaduras militares amigas. La nueva organización se nutre de las experiencia de la Alba, Unasur, Caricom y el Grupo de Río, prueba de lo enriquecedoras que resultan la unidad y la pluralidad latinocaribeñas a la hora de concertar acciones comunes y entendimientos colectivos sobre el fondo unificador de una historia de luchas contra la explotación colonial y neocolonial y comunes raíces culturales indo-afro-europeas.
La Celac nace cuando más se le necesita para enfrentar la gigantesca crisis del sistema capitalista y sentar en nuestra comunidad de 500 millones de seres humanos los fundamentos de una nueva civilización amistosa con la naturaleza donde quepamos todos con, paz, justicia y dignidad. Para la Celac el desafío consistirá en mantenerse unida por sobre diferencias ideológicas, viejos agravios por territorios heredados del pasado, posibles tentaciones hegemónicas internas y los feroces intentos que, sin lugar a dudas, realizarán Estados Unidos y las derechas por dinamitarla. Soy optimista, apuesto por el éxito de la nueva Comunidad.