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viernes, 30 de noviembre de 2012
Carta al Señor Presidente
Dagoberto Gutiérrez.
Sr. Presidente Funes,
Este día viernes recién pasado, después del mediodía, y cuando el sol todavía calentaba el pavimento, un ciudadano, mayor de 60 años, de pequeña estatura, cara aguileña, frente despejada, barba crecida y de nombre Francisco José Gómez, ingeniero civil, y que ocupó el cargo de Presidente de la Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados, se encontró o fue encontrado por una caravana presidencial. Se trata, como bien lo sabes tú, Sr. Presidente, de un conjunto de vehículos, con personas armadas a bordo, que se encargan de transportar a funcionarios importantes.
Estas caravanas son vistas de reojo por la población, no producen simpatías y son temidas, porque no es afortunado el ser humano que se interponga en su camino. Este día viernes, no iba usted en esas diligencias, de tal manera que podemos pensar que no había tensión, y más bien había distensión, porque no había a quien cuidar, y sin duda, las personas armadas se saben cuidar. Así las cosas, algo pasó, porque el Ing. Gómez y su esposa se convirtieron, circunstancialmente, en una especie de amenaza para la seguridad. Como usted no iba en es caravana, hemos de entender que fue un orden el que se sintió amenazado o un poder, o un sobre poder, porque pensando bien las cosas, y entendiendo la profesionalidad del personal, es de suponer que rápidamente se descubrió que en nada de eso había amenaza, y sin embargo, el Ing. Gómez resultó perseguido, como si escapara de la escena de algún crimen, y además, él resultó atacado por el personal de la caravana, aun cuando sabían bien que no había amenaza.
El accidente al que me refiero y por el que le escribo no es un incidente y demuestra una impresionante debilidad política, en la medida que se trata de una abrumadora demostración de fuerza innecesaria e inútil, porque fue una reacción desmedida con ausencia de enemigo, y es algo que solo sirvió para aumentar distancia entre usted y la sociedad.
Resulta, Presidente, que para tu gente armada no existe proporcionalidad ni precisión de la amenaza, y más bien consideran riesgo a todo aquello que se interpone en su camino; por eso resultará saludable para tu mismo gobierno que ese choque entre la seguridad y la sociedad sea ventilado, alumbrado y esclarecido. Eso es lo menos que una gran cantidad de personas esperamos.
Espero que Francisco se encuentre bien de salud y que sus heridas estén siendo curadas. Las declaraciones de su esposa atestiguan efectos perniciosos de una agresión también perniciosa.
Por otro lado, la culminación de ese procedimiento para nominar esa calle que acaba de ser concluida, motiva varias reflexiones, empezando porque se trata de un rango de obras públicas que siempre ha resultado ser una de las áreas más propensas a la discrecionalidad en el manejo de los recursos. Es buena noticia que una obra como esta, con una historia turbulenta y con señalamientos conocidos y reconocidos, haya concluido al fin. Aún no sabemos lo que significará para la ciudadanía ni para la seguridad de los mismos viajeros, pero no conviene olvidar que esos territorios cruzados por esta carretera tienen que ver con la finca de El Espino, que al final ha resultado totalmente aniquilado a manos de las obras públicas. Por supuesto que una carretera luce reluciente, llena de concreto, y de luces, y es una inversión que se muestra en un tiempo relativamente corto. Usted sabe bien, Presidente, que no ocurre lo mismo ni con la salud ni con la educación, que son inversiones a largo plazo.
En cuanto al nombre que le pusiste a la carretera resulta ser una buena nominación, que supera en todos los sentidos ese nombre de “Diego de Holguín”, que nadie sabe de dónde salió, ni a quien se le ocurrió, ni donde ni cuando se le ocurrió, y no es buena cosa rendir homenaje a ningún invasor.
El nombre de Monseñor Romero representa el pensamiento y la dignidad de una parte de los salvadoreños porque sabemos muy bien que en El Salvador no compartimos ningún proyecto histórico, ninguna visión de la realidad o de la historia, y por eso, cualquier nombre saldrá de una especie de conflicto. En este caso, tú sabrás muy bien, Sr. Presidente, por qué tu decisión era necesaria y cuáles fueron tus motivaciones, que resultan bastante rotundas y comprensibles.
San Salvador, 26 de noviembre del 2012.