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miércoles, 16 de julio de 2014
Mataron a Roque
Doña María García y Dona Rosa Lidia Leiva eran amigas, de las que platican todos los días, se visitaban durante las noches frescas y la pequeña hija de doña Rosa, la Lolita, de apellido Martínez con sus ojos bien abiertos y sus oídos bien atentos, miraba todo y escuchaba todo lo que ocurría en la casa de doña María.
Dagoberto Gutiérrez
Era una casa de esquina situada en el barrio San Miguelito, al frente se construiría el mercado de San Miguelito y ahí terminaba la calle 5 de noviembre, ya estaba la hilera de árboles que ventilaba y ventilan esa calle. Los tiempos eran tranquilos con pocos vehículos y con pájaros que inundaban el espacio con sus cantos; pero doña María siempre cuidaba de la atención a los clientes de su tienda llamada la Royal, siendo muy prudente, muy fina y muy cuidadosa.
En ciertas noches de plática todo parecía interrumpirse cuando una puerta se abría con prudencia como queriendo no hacer ningún ruido y alguien entraba como una sombra que camina sin hacer ruido. Era el hijo de doña María que había llegado a ver a su mamá y el suspenso se apoderaba de la pequeña casa, la plática se interrumpía y todo pasaba a someterse al encuentro entre una madre que espera y un hijo que llega.
La tienda la Royal era un pequeño negocio, al frente tenia unos mostradores donde aparecía alguna mercancía, luego una estantería que guardaba otras cosas para la venta, después una pequeña sala y más al fondo una pila a partir de la cual subían unas gradas que llevaban a una terraza, todo era muy sencillo y doña Mary concordaba, casi perfectamente, todo el ambiente descrito. Era una señora muy pequeña de estatura, rostro apacible y de mirar tranquilo, con cabello corto y peinado también de manera ligera y sencilla, de voz suave y cuidadosa, siempre parecía ponerle atención a las palabras, tanto las que expresaba como las que escuchaba, no parecía hacer las cosas apresuradamente, tampoco daba la impresión de cálculos y premeditaciones que sostuvieran sus actuaciones, era en todo caso alguien que actuaba de manera natural.
Su hijo, el que llegaba ciertas noches de manera furtiva era el conocido poeta Roque Dalton, entendido como un opositor al gobierno de la época y por los años sesenta del siglo pasado la oposición, esa que era perseguida y asesinada, por mandato de los sectores de derecha más radicales de la sociedad de la época. Roque Dalton era de esos que sabían que no se trata de cambiar al presidente o al gobierno sino de cambiar la vida toda y al mismo ser humano desde la cabeza hasta los pies, por eso eran perseguidos los que igual al poeta Dalton se atrevían a pensar y a delinear un mundo diferente.
Los ojos de Loli, en ese tiempo una niña de siete años, delgada como su madre, morenita como la niña Rosa, apacible pero curiosa, no olvidarán el vinculo intenso entre la niña Mary y su hijo, ni la tensión que se adueñaba de la casa cada vez que era visitada por el hijo que sin estar presente no era nunca un ausente.
Ciertas tardes la niña María visitaba a su amiga Rosa Lidia, tomaba café, platicaban de los temas de la vida, intercambiaban información y así, la tensión del país se diluía en la conversación tranquila de dos señoras también tranquilas.
De repente la niña Mary se ausentaba de la tienda la Royal, en algunas ocasiones le avisaba a su amiga, en otras no, pero su ausencia era siempre notoria. Posteriormente retornaba a su tienda y comentaba que había conocido Praga, la capital de Checoslovaquia, elogiaba el río Danubio y los puentes, con alegría contaban que había platicado con su hijo, que lo había encontrado agitado y tenso como siempre; pero alegre, ocurrente e inesperado. En uno de esos retornos de su viaje a Europa la niña Mary comentó que algo importante parecía ocupar la mente de su hijo, pero no supo descubrir de qué se trataba.
Pasaron los años y doña Mary mantuvo su ritmo de vida normal y apacible, aunque dejo de salir al exterior mientras la situación del país se tensaba, la confrontación se volvía inevitable y las hogueras de la lucha se encendían irremediablemente, ala vez que doña Mary parecía tensionarse como un palpito de lo que ocurría en el país.
Una tarde, de esas tardes en que se reunían para tomar café, aparentemente de un día jueves, doña Mary le dijo a su amiga, con su calma habitual; pero con aceleración en las palabras “niña Rosa, mataron a Roque”. El poeta Roque Dalton había sido muerto por sus “compañeros” y la noticia explicada en un comunicado había circulado el 10 de mayo de 1975, las circunstancias históricas se irían conociendo y quizás entendiendo al amparo del tiempo inclemente; pero en aquel momento y en esa tarde aciaga era una madre que reconocía un hecho que le partía la vida y le mordía las entrañas.
Los procesos inevitables y los evitables siguieron su marcha, la guerra se vino encima con todas sus luces y sus sombras, doña Mary fue parte de ella hasta que murió unos 15 años después de la muerte de su hijo. Doña Rosa Lidia su amiga murió a los 90 años en una tarde reciente, a las 4:30 para ser exactos y el 5 de marzo de este año 2014.
La historia, al fin y al cabo se escribe y se cincela en los grandes y los pequeños detalles, en las horas y también en los segundos, los seres humanos que somos los constructores de esa historia no definimos las circunstancias dentro de las cuales la hacemos. Dos señoras amigas intercambiaron, para siempre sus tiempos, sus historias y sus vidas en un amasijo que forma parte de la memoria de nuestro país.