▼
martes, 7 de octubre de 2014
Los transfugas y la fuga de la política
Dagoberto Gutiérrez
Un tránsfuga es alguien que se fuga o que se sale de un partido para ser parte de otro, en todo caso se trata de una serie de hechos políticos, filosóficos e ideológicos, porque normalmente esta situación puede ser precedida de una disidencia interna en donde hay una serie de enfrentamientos que son parte de esa lucha interna o intestina, de una organización política.
Cuando esta lucha no produce acuerdos ni entendidos es que ha llegado el momento de abandonar una organización e incorporarse a otra o a ninguna. Como podemos ver la palabra tránsfuga forma parte de la vida política de las personas y en realidad no tiene que ver con lo que ocurre actualmente en las habitaciones de los partidos políticos.
Contemporáneamente, los partidos han dejado de hacer política, incluso han abandonado la política estatal y a lo sumo se dedican parcialmente a aplicar la política gubernamental, la función de un partido político, la función política real, es la de contribuir a que la gente vote en cada evento electoral, se trata solo de derrotar cualquier desencanto o desengaño que el ciudadano experimente ante los engaños cotidianos que sufre a manos de los candidatos y de los funcionarios.
Para los partidos este es un trabajo periódico que requiere el manejo de una permanente cantidad de personas que aspiran a cargos públicos y buscan ser funcionarios y aquí aparece la relación con el mercado de la política, porque el partido funciona como una especie de filtro que decide quien usufructuará el botín de la administración de la cosa pública y esto es, sin lugar a dudas, una actividad mercantil y empresarial, no se trata de establecer con un probable candidato compromisos políticos, ni filosóficos, ni ideológicos, no existe ninguna afiliación programática, ni con plataformas a partir de que en este juego, el votante es el objeto que debe, en cada votación emitir su voto y para eso hay que moverlo, motivarlo y “entuturutarlo” para lograr que el votante vote por los candidatos adecuados, desde luego que este ciudadano no sabe que si este candidato gana la votación y asume el cargo público quien gobernará no será ese candidato, sino la persona que esa candidatura ha ocultado y ha liberado del contacto o del compromiso con los votantes.
En este trapiche pueden surgir diferencias y conflictos así como ocurre en cualquier actividad mercantil y como ocurre en una Sociedad de Mercado Total como la salvadoreña, en donde todo es mercancía y todo tiene precio y en donde la política es una mercancía más. Cuando este diferendo no se resuelve viene el rompimiento y aparecen los grupos o las personas saliéndose de un partido y “metiéndose” a otro partido o con otros partidos y el Estado aparece registrando el fenómeno y amparándolo.
A esto es a lo que se llama transfuguismo, a toda esta operación no política que cambia la estructura de poder al interior de la Asamblea Legislativa.
Esta es una situación normal en la vida actual de los partidos políticos actuales, es erosionante para estos partidos por que muestra sus vísceras mal olientes de sus entrañas y el pueblo aprende en cada una de estas situaciones. La Sala de lo Constitucional reacciona frente a esto y lo hace de una manera elaborada porque conociendo el fenómeno establece una relación directa entre la configuración de la Asamblea Legislativa y la voluntad de los votantes, la sala entiende que la correlación al interior de la asamblea es la voluntad popular expresada en las urnas, en verdad esto deja fuera todos los negocios íntimos que esos cargos públicos suponen; pero, siguiendo el pensamiento de la sala, cuando aparecen estos grupos y se convierten en bloques parlamentarios con respaldo institucional hay una ignorancia y hasta burla de la voluntad del votante.
Esta es una buena elaboración porque aunque el mandato imperativo es degollado en el art. 125 y aunque la única manera de precaverse contra los funcionarios y los diputados con que el pueblo cuenta sean el poder de revocación del mandato y la reducción de los salarios de los funcionarios de tal manera de impedir que estos se sirvan del pueblo en lugar de ser servidores, aunque esto sea cierto repito, la verdad es que esta reflexión de la sala fortalece, por lo menos teóricamente la posición de la gente que sigue votando contra viento y marea.
La sala limita la posibilidad de un diputado de renunciar al partido político que lo ha llevado a la asamblea, y esto hay que entenderlo bien, no se trata de soterrar la disidencia que es una figura política, más bien se trata de impedir que la configuración interna de la asamblea se rompa y deje de responder al resultado de una votación. Este es el punto fundamental en esta parte.
A partir de aquí la sala también impide que la Asamblea Legislativa reconozca y respalde a estos grupos que no llegan a ser disidentes porque se entiende, en el contexto de la resolución, que la disidencia nace y opera al interior de un partido político y de una fracción legislativa y por eso cada diputado puede votar de manera diferente a su partido, tal como ocurre en otros países. La independencia del voto queda salvaguardada.
Es cierto que en nada de la sentencia se aproxima al mandato imperativo, es decir al poder del elector sobre el elegido y esto ocurre porque en la sentencia se desata en la relación entre el funcionario y el partido que lo llevo de candidato.
Ahora bien, la sentencia reconoce la posibilidad de diputados que parezcan y aparezcan como independientes; pero siempre en relación a un partido político aunque no les confiere la facultad para constituirse en bloque parlamentario, pero si la posibilidad de actuar como diputado.
La sentencia que estamos comentando, la 76-2013 en realidad, fortalece el papel de los partidos políticos, les da dignidad y elegancia, los vuelve presentables y los protege del mercado (aunque los partidos, siendo empresas, necesiten de ese mercado) en esa medida también oxigena al régimen político, aunque parece ser que los partidos políticos no lo entienden así por ahora.
La sentencia no anula la vida política interna, ni las relaciones borrascosas que puedan entablarse, protege a los partidos de los mismos partidos.
Queda pendiente la relación con el pueblo que vota y aquí se trata de lograr que el que vota sea al mismo tiempo el que elija, por supuesto que si esto va ocurriendo el Estado empezará a dejar de ser necesario y la política también empezará a perder oxigeno porque ocurre que el Estado es, justamente, la negación de la voluntad de una mayoría y por eso es que a toda costa se trata de impedir que esa voluntad deje de ser la de una minoría. Este es el nervio real de la lucha política y esto es lo que se oculta en las faldas de sucesivas votaciones y en el carrusel de partidos políticos, de candidatos y de votos.