DIARIO OCTUBRE
Che Guevara y Fidel Castro protagonistas, como la inmensa mayoría de los cubanos, de la revolución en Cuba
Para comprender una situación política y económica es importante recordar el pasado. En el caso de Cuba y la agresión continua a la que ha sido sometida por el poder económico estadounidense este pasado, la historia sucedida y también la historia presente, nos dirá muchas cosas que nos permitirán entender que es realmente lo que está ocurriendo. Y aquí es bueno ver que había en Cuba antes de la revolución que triunfó el 1 de enero de 1959.
No olvidemos que los dirigentes de Estados Unidos han visto siempre a Cuba como a un lugar donde hacer grandes negocios explotando a sus recursos naturales y a sus gentes, no como un país al que había que respetar.
Podríamos llamar a Cuba en su relación con EE.UU. como la gran deseada.
Cuando el poder económico y políticos estadounidense consiguió desplazar a los españoles en su papel de dominador y explotador de la isla se abrió para ellos un futuro lleno de oportunidades para hacer grandes fortunas. A un paso de EE.UU., con puertos excelentes, con un clima fantástico para la explotación de cultivos, siendo el paraíso de la diversión y el relax, junto a una posición estratégica extraordinaria de antesala protectora de la nación norteamericana, la hacían el sueño de las ambiciones de expansión de una potencia ya naciente.1
Basta recordar cómo veían a la isla y a otras como ella los que fueron presidentes de Estados Unidos antes de la conquista de Cuba . Así, el que fuese Vicepresidente y sexto Presidente de los EE.UU., John Quincy Adams decía:
Esas islas son apéndices naturales del continente norteamericano. 2
Adams, según lo que él denominaba “las leyes de la gravitación política”, haciendo una analogía con las de Newton en física, expresaba que Cuba caería como un fruto maduro en las manos de EE.UU, solo era cuestión de esperar un poco más.
Islas al servicio de los deseos de estos “señores”.
El sometimiento a EE.UU. tras la “liberación” de Cuba de España era evidente, en 1901 se redactó y aprobó la Constitución cubana. Pero el Congreso estadounidense también aprobó la enmienda Platt, por la que podían intervenir en los asuntos de Cuba cuando lo estimasen oportuno. Pese a algunas reticencias cubanas de la Asamblea Constituyente, EE.UU. le planteó que se aceptaba eso o se mantenía una ocupación completa de la isla. En la enmienda Platt se indicaban por ejemplo en sus puntos III y IV, cosas como:
III.- Que el Gobierno de Cuba consiente que los Estados Unidos puedan ejercitar el derecho de intervenir para la conservación de la Independencia cubana, el mantenimiento de un Gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y libertad individual y para cumplir las obligaciones que con respecto a Cuba han sido impuestas a los Estados Unidos por el tratado de París y que deben ahora ser asumidas y cumplidas por el Gobierno de Cuba.
IV.- Que todos los actos realizados por los Estados Unidos en Cuba, durante su ocupación militar, sean tenidos por válidos, ratificados y que todos los derechos legalmente adquiridos en virtud de ellos, sean mantenidos y protegidos. 3
Para las elecciones se utilizaba el sufragio ilustrado y censitario, es decir, debían saber leer y escribir y además tenían que tener una cantidad de 250 pesos en propiedades. El fin de ello era excluir a los esclavos y a todo el sector social más empobrecido y abandonado, que eran mayoría entre la población, evitando de ese modo a quienes sí estaban interesados en cambiar las cosas.
En 1902, con el nacimiento de la República de Cuba, es elegido presidente Tomás Estrada Palma. En su reelección se produce una insurrección como consecuencia de haber existido fraude, ante ello Estrada llama a la intervención militar estadounidense en septiembre de 1906. EE.UU. intervino y el secretario de Guerra estadounidense, William H. Taft, tomó el cargo de Gobernador Provisional de Cuba, que daría paso a quien ocupó la gobernación del país, Charles E. Magoon. La intervención estadounidense tuvo como resultados la corrupción, el despilfarro y la represión de quienes mostraban su malestar. El soborno era un modo habitual de proceder, gastándose por ejemplo en las obras públicas hasta siete veces más de lo que debían costar. También se pagaban sueldos por cargos implantados pero sin trabajar realmente. Todo esto sentaría un precedente que habría de repetirse en los siguientes gobiernos, donde la corrupción y la opresión fueron ya parte de su funcionamiento. El motivo de estas intervenciones era evitar cualquier independencia real de Cuba y defender los intereses de las inversiones norteamericanas en la isla. La llegada de Gerardo Machado a la presidencia en 1925 supone un ejemplo de ello, donde se prima el beneficio de las empresas estadounidenses y a la élite económica local. El rechazo de la población pronto se hizo patente, hasta tal punto que pese a la fuerte represión el dictador tuvo que huir del país en 1933. Ese año EE.UU. ayuda a que llegue a presidente Carlos Manuel Céspedes, que no podrá gobernar siquiera durante un mes, ya que Fulgencio Batista da un golpe de Estado el 4 de septiembre de 1933. Tras él se establece el gobierno de los Cien Días, con Ramón Grau como presidente, y Batista queda como jefe del ejército. En el poco tiempo que dura toma medidas de apoyo a la gente menos pudiente y ataca al sometimiento a EE.UU., criticando la enmienda Platt. Este Gobierno no es reconocido por el país norteamericano. Después viene un periodo, de 1937-1945, en el que se suceden gobiernos que hacen mejoras significativas, se implanta la Constitución de 1940 y se legaliza al partido comunista en 1939, como Unión Revolucionaria Comunista. De 1940-44 gobierna Fulgencio Batista, que recibe el apoyo del partido comunista. A este gobierno le siguieron los de Ramón Grau y Carlos Prío Socarras, estos reprimen a competidores políticos y establecen una fuerte censura. Resultado de ello surge una escisión del Partido Auténtico que gobernaba, encabezada por Eduardo Chibas, con el Partido del Pueblo Cubano -ortodoxo-. Como se preveía que en las elecciones de 1952 iba a ganarlas este partido, Fulgencio Batista dio un nuevo golpe de Estado, esta vez con la intención de mantener una dictadura duradera. Llega al poder el 10 de marzo de ese año y una vez en él elimina la constitución de 1940, anula las libertades y la autonomía universitaria. También instaura la pena de muerte. El apoyo a las inversiones norteamericanas es decidido y se les da todo tipo de ventajas económicas y legales. Al no poder existir reclamación por irregularidades o abuso hacia los trabajadores, la explotación descarnada se convierte en norma. Es un periodo de gran represión y brutalidad hacia la población, pero que, por el contrario, es de gran estabilidad para los intereses de EE.UU. El daño a la propia riqueza del país era evidente, al convertirse en un mero exportador de algunas materias primas y no generar riqueza propia. 1
Cuba compraba en Estados Unidos no solo los automóviles y las máquinas, los productos químicos, el papel y la ropa, sino también arroz y fríjoles, ajos y cebollas, grasas, carne y algodón. Venían helados de Miami, panes de Atlanta y hasta cenas de lujo desde París. El país del azúcar importaba cerca de la mitad de las frutas y las verduras que consumía, aunque solo la tercera parte de su población activa tenía trabajo permanente…
Trece ingenios norteamericanos disponían de más del 47% del área azucarera total y ganaban alrededor de 180 millones de dólares por cada zafra.
Había en Cuba, en 1958, más prostitutas registradas que obreros mineros. 4
La respuesta a esto fue la formación de un grupo dirigido por Fidel Castro que intentó sucesivamente cambiar el régimen. Contra los deseos y expectativas de la élite norteamericana Fidel Castro triunfa en su revolución, provocando la salida de Batista el último día del año 1958.
Ahora ya saben, hay una ola de euforia, con poco rigor, difundida por los medios de comunicación, alabando la “nueva” actitud de la Administración Obama respecto a Cuba. El Gobierno cubano, más sabio, es más precavido. Obama, de hecho, ya deja ver, si se mira atentamente, por qué se ha hecho esto y cómo se quiere que sean las cosas (no muy diferente a la triste historia pasada de Cuba bajo el dominio de los poderosos hombres de negocios del país del norte).
Finalizaremos una estrategia que durante décadas no ha logrado promover nuestros intereses. 5
Mueven los intereses: comerciales y políticos. No olvidemos, que pese a la ocultación por parte de los medios de comunicación, Estados Unidos pasa por un mal momento a nivel mundial, porque Rusia, pese a que los medios quieren ponerla como perdedora y aislada, le está ganando la partida política y económica. Rusia tiene mejores relaciones que nunca con América Latina y también con África, y lo que es peor, además con China, con la India y recientemente le metió un gol a Estados Unidos y a la OTAN con sus acuerdos económicos con Turquía. 6 Añadido a esto, muchos países europeos, como Hungría, Austria, Alemania o Finlandia, ven que no van a ninguna parte buena con un aislamiento económico y político con el gran país eslavo. La estrategia de Rusia es una ganadora, no ya en el largo plazo, sino en el medio. De ahí que Estados Unidos salga ahora con este movimiento, propagandístico, que no tiene nada que ver con querer democracia en ninguna parte, baste recordar lo que ha estado haciendo y hace en Ucrania, 7 además de en Libia, Siria, Nicaragua, Yugoslavia…, junto a promover el terrorismo más abyecto. y a hacer la vida imposible a los propios cubanos.
Las “concesiones” del poder estadounidense no dejan de ser una trampa envenenada que la experiencia y sabiduría cubanas deberán haber bien entendido.
Las concesiones que Obama está ofreciendo a Cuba son mínimas. La flexibilización putativa de restricciones bancarias y de viajes y la reapertura de una embajada en Cuba (instalaciones de espionaje) están condicionadas a que el Gobierno cubano acepte “elecciones libres” y la apertura a la inversión del capital estadounidense y de las comunicaciones. 8
Es decir, la entrada de una dictadura encubierta con el nombre de democracia, en el que los hombres de negocios controlan y manejan al país y a sus gentes a su antojo, algo de lo que ya tienen experiencia, como hemos visto, los cubanos.
Tal y como es, el movimiento “histórico” de Obama es solo retórica vacía a la que nos hemos acostumbrado con este presidente [y con tantos otros más]. La premisa subyacente en Washington sigue siendo una de un poder hegemónico que está tratando de hacer valer sus intereses estratégicos sobre la nación cubana. De nuevo esa política es ilegal y debería ser perseguida en un tribunal internacional de justicia. 8
Y aquí no se trata de oponerse a lo que haga Estados Unidos, haga lo que haga. Sino a lo que realmente hace, cuyas intenciones no son nada loables y cuya experiencia es reveladora, reveladora de no actuar de buena fe sino con segundos y nada admirables intereses.
¿Qué es entonces este “acercamiento”?
El movimiento esta semana de Obamas sobre Cuba no es más que una maniobra de relaciones públicas…
- Mikel Itulain. Estados Unidos y el respeto a otras culturas y países. Cuba.Libertarias. 2012.
- Cat Wiener. History of Cuba. 1. From colonization to the 10 Years War. June 1996.
- Paul Halsall. Modern History Sourcebook: The Platt Amendment,1901, July 1998.
- Eduardo Galeano. Las Venas Abiertas de América Latina.Siglo XXI. 2008. 6ª edic
- Trancript: Obama´s remarks on U.S-Cuba relations. The Washington Post. 17.12.2014.
- Thierry Meyssan. De cómo Vladimir Putin invirtió la estrategia de la OTAN. Red Voltaire, 8.12.2014.
- William Engdahl. Foreign bankers rape Ukraine. New Eastern Outlook. 18.12.2014.
- Finian Cunningham. Ending the Cold War in Cuba? From the freezer to the chiller. nsnbc.me. 19.12.2014.
James Petras
Rebelión
Introducción
La clase obrera brasileña se enfrenta al ataque más salvaje a su nivel
de vida de los últimos diez años. Y no son solo los trabajadores de la
industria el objetivo de este ataque. Los campesinos sin tierra, los
asalariados del sector público y el privado, los profesores y
profesionales de la sanidad, los desempleados y los pobres se enfrentan a
enormes recortes de ingresos, empleos y prestaciones sociales.
Todos los avances conseguidos entre 2003 y 2013 se van a revertir. Los
trabajadores brasileños se enfrentan a una “década infame”: el régimen
de la presidenta Dilma ha adoptado las políticas del “capitalismo
salvaje” como lo demuestra el nombramiento como ministros de uno de los
más ardientes defensores de los programas neoliberales.
El “Partido de los Trabajadores” y el ascendiente del capital financiero
A comienzos de diciembre de 2014, la presidenta Dilma nombró a Joaquín
Levy ministro de finanzas, lo que le convierte en el nuevo zar a cargo
de la economía brasileña. Levy es un miembro destacado de la oligarquía
financiera del país. Entre 2010 y 2014, fue presidente de Bradesco Asset
Management, rama financiera del conglomerado gigante Bradesco, que
gestiona más de 130.000 millones de dólares. Desde que realizó su
doctorado en la Universidad de Chicago, Levy es un seguidor leal de
Milton Friedman, supremo neoliberal que asesoró económicamente al
dictador chileno Augusto Pinochet. En los años en que ejerció como alto
funcionario del Fondo Monetario Internacional (1992-1999), Levy destacó
como firme defensor de los programas de severa austeridad que una década
más tarde empobrecerían a Europa meridional y a Irlanda. Durante la
presidencia de Henrique Cardoso, Levy fue el estratega económico que
impulsó la privatización masiva de empresas públicas lucrativas –a
precios de saldo- y una liberalización del sistema financiero que
facilitó fugas ilícitas de capital valoradas en torno a los 15.000
millones de dólares al año. La pertenencia de Levy a la oligarquía
financiera brasileña y sus profundos y prolongados vínculos con las
instituciones internacionales financieras es precisamente la razón por
la que Dilma le ha puesto a cargo de la economía brasileña. El
nombramiento de Levy es una pieza fundamental de la nueva estrategia de
Dilma para incrementar generosamente los beneficios del capital
financiero nacional y extranjero, con la esperanza de atraer inversiones
a gran escala que acaben con el estancamiento económico.
Para la
presidenta Dilma y su mentor, el ex presidente Lula Da Silva, toda la
economía debe encaminarse a ganar la “confianza” de la clase
capitalista.
Los programas sociales puestos en marcha hasta ahora
están siendo eliminados o reducidos, a medida que el nuevo zar
financiero Joaquin “Jack el destripador” Levy avanza en la consecución
de su “terapia de choque”. Una prioridad de su programa es la de reducir
de manera minuciosa y profunda la parte de la renta nacional
correspondiente al trabajo. El objetivo es concentrar riqueza y capital
en el diez por ciento más elevado de perceptores de renta con la
esperanza de que este grupo realice inversiones y aumente el
crecimiento.
Si bien el nombramiento de Levy representa, sin
ninguna duda, un giro hacia la extrema derecha, fueron las políticas y
prácticas económicas de los doce años anteriores las que sentaron las
bases para el retorno a una versión despiadada de la ortodoxia
neoliberal.
Los cimientos económicos para el retorno de los impuestos salvajes
Durante la campaña electoral de 2002, Lula firmó un acuerdo económico
con el FMI en el que garantizaba un superávit presupuestario del 3%.
Lula quería asegurar a los banqueros, financieros internacionales y
empresas multinacionales que Brasil pagaría a sus acreedores y
aumentaría las reservas de moneda extranjera para el envío de beneficios
y flujos ilícitos de capital hacia el exterior.
La adopción de
políticas fiscales conservadoras del régimen de Lula se vio acompañada
por políticas de austeridad basadas en la reducción de salarios y
pensiones de los empleados públicos y aumentos marginales del salario
mínimo. Lo más importante es que Lula respaldó todas las privatizaciones
corruptas que tuvieron lugar con el régimen de su predecesor, Cardoso.
Al final de su primer año en el gobierno, 2003, Wall Street aclamó a
Lula como “Hombre del Año”, por sus “políticas pragmáticas” y la
desmovilización y moderación de los principales sindicatos y movimientos
sociales. En enero de 2003, Lula había nombrado a Levy Secretario del
Tesoro, un puesto que mantuvo hasta 2006 y que coincidió con el periodo
más socialmente reaccionario de la presidencia de Lula. En este mismo
periodo se produjeron una serie de escándalos de corrupción por valor de
miles de millones de dólares en los que estaban involucrados decenas de
altos puestos del Partido de los Trabajadores, que habían recibido
“mordidas” de las principales empresas constructoras del país.
En
torno a la mitad de la década de 2000 se produjeron dos acontecimientos
que permitieron que Lula moderase sus políticas e introdujera reformas
sociales limitadas. El primero fue el auge de las materias primas, un
importante incremento de la demanda y el precio de las exportaciones
agro-minerales que llenó los cofres del Tesoro. El segundo, el aumento
de la presión de los sindicatos, los movimientos rurales y los pobres,
que exigían su parte en la bonanza financiera y que dio lugar a un
aumento de los gastos sociales y los salarios y facilitó el crédito, sin
que estas mejoras afectaran a la riqueza, las propiedades y los
privilegios de la élite. Gracias al boom económico, Lula pudo también
satisfacer las exigencias del FMI, el sector financiero y la élite
empresarial, con subvenciones, exenciones tributarias, préstamos a bajo
interés y “desorbitados” contratos estatales altamente lucrativos. Los
pobres percibían un 1% del presupuesto nacional a través de una
“asignación familiar” de 60 dólares al mes y los trabajadores peor
remunerados consiguieron un aumento del salario mínimo. El coste de las
prestaciones sociales suponía apenas una fracción del 40% del
presupuesto asignado a los bancos a través de la cancelación de
empréstitos e intereses de la dudosa deuda pública suscrita por los
anteriores gobiernos neoliberales.
Con el fin del auge económico,
el gobierno de Dilma ha regresado a las políticas ortodoxas que
practicó el gobierno de Lula en 2003-2005 y ha vuelto a nombrar a Levy
para llevarlas a cabo.
Consecuencias de la terapia de choque de Levy
La tarea asignada a Levy – volver a concentrar la renta, aumentar los
beneficios y revertir las políticas sociales- resulta mucho más difícil
de conseguir en 2014-15 de lo que fue en 2002-03, principalmente porque
entonces se trataba meramente de continuar las políticas instauradas por
el gobierno de Cardoso y Lula prometió a los trabajadores que esas
medidas eran temporales. En estos momentos, Levy debe recortar y
cercenar beneficios que los trabajadores y los pobres ya dan por
sentado. De hecho, en los dos últimos años los movimientos sociales han
estado demandando mayores gastos sociales en transporte, educación y
sanidad.
Para llevar adelante la terapia de choque de Levy será
preciso, llegado el momento, aplicar la represión, como ocurrió en el
caso de Chile y los países del sur de Europa, cuando programas de
austeridad similares redujeron los ingresos y multiplicaron el
desempleo.
Levy propone rescatar los intereses del capital
financiero mediante la aplicación de medidas severas en línea con la
agenda de Wall Street, de la City de Londres y de los magnates
financieros brasileños. Globalmente, las políticas financieras de Levy
equivalen a un “tratamiento de choque”: medidas rigurosas y repentinas
contra los niveles de vida de los trabajadores, equivalentes al
electroshock que los psiquiatras que afirman que “el dolor cura” aplican
a los pacientes con desórdenes mentales, aunque con demasiada
frecuencia les conviertan en zombis, o en algo peor.
La prioridad
de Levy es recortar las inversiones públicas, las pensiones, las
prestaciones por desempleo y los salarios del sector público. Bajo el
pretexto de “estabilizar la economía” (para los grupos financieros),
estas medidas desestabilizarán la economía familiar de decenas de
millones. Se propone rescindir las exenciones fiscales a la masa de
consumidores que adquieren vehículos, electrodomésticos y ropa de cama,
incrementando así los gastos de millones de hogares de clase trabajadora
o dejándoles sin la posibilidad de acceder al mercado. Su intención es
desequilibrar los presupuestos familiares (que la deuda crezca por
encima de la renta) con el fin de aumentar el superávit del Estado y
asegurar el pleno y pronto desembolso de la deuda pública a los
acreedores, como el propio conglomerado Brandesco del que forma parte.
En segundo lugar, Levy “ajustará” los precios. Concretamente, eliminará
el control de precios del combustible, la energía y el transporte, para
que los oligarcas financieros que poseen millones de acciones en dichos
sectores puedan aumentarlos y “ajustar” su riqueza hacia arriba en
miles de millones de dólares. Como resultado, las clases trabajadora y
media tendrán que dedicar una parte mayor de sus menguados ingresos a
combustible, transporte y energía.
En tercer lugar, Levy
probablemente permitirá que la moneda se debilite para promover las
exportaciones agro-minerales bajo el pretexto de una mayor
“competitividad”. Pero una disminución del valor de la moneda
incrementará el coste de las importaciones, especialmente de alimentos
básicos y bienes manufacturados. La devaluación de facto será más dura
para los millones de ciudadanos que no pueden asegurar sus ahorros y
favorecerá a los especuladores financieros capaces de capitalizar los
movimientos de divisas. Por otra parte, estudios comparativos demuestran
que una moneda más barata no garantiza un aumento de las inversiones
productivas.
En cuarto lugar, es fácil que Levy argumente que
para atajar el déficit energético producto de la sequía, que ha reducido
la capacidad hidroeléctrica de las presas brasileñas, es preciso una
“reforma” del sector (eufemismo utilizado para hablar de privatización).
Seguramente propondrá la liquidación del gigante petrolero semipúblico
Petrobras y acelerará la privatización de la explotación de los
yacimientos en alta mar, en términos favorables a los grandes bancos de
inversión.
En quinto lugar, veremos a Levy reducir y eliminar las
regulaciones medioambientales y empresariales, incluyendo las que
afectan a la selva amazónica y a los derechos de los trabajadores y de
los indígenas, a fin de facilitar la entrada y salida rápida de capital
financiero.
Esta terapia de choque tendrá profundas repercusiones
sociales y económicas en la sociedad brasileña. Según todas las
experiencias pasadas y presentes, dondequiera que los “Chicago Boys”
(como el propio Levy) han aplicado su fórmula de choque, se han
producido profundas recesiones económicas, retrocesos sociales y
agitación política.
Contradiciendo las expectativas de la
presidenta Dilma, los recortes en el crédito, los salarios y la
inversión pública hundirán la economía y la llevarán del estancamiento a
la recesión. El equilibrio presupuestario retrógrado disminuye la
demanda y no fomenta los flujos del capital productivo. El sector con un
crecimiento más dinámico, la industria del automóvil, se verá muy
afectado por el aumento de impuestos sobre la compra de vehículos. Y lo
mismo pasará con el sector de los electrodomésticos.
Hasta la
fecha, la expansión de las inversiones públicas ha sido la principal
fuerza motriz del crecimiento (por pequeño que este sea en la
actualidad). No existe ningún motivo racional para pensar que grandes
flujos de capital privado vayan a absorber el descenso de actividad
inversora pública, especialmente en un mercado descendente. Más aún si,
como probablemente sucederá, la lucha de clases se intensifica a causa
de la reducción salarial y la disminución del nivel de vida.
Como
todos los fanáticos del libre mercado, Levy argumentará que la recesión
y la regresión son temporales, necesarias y que darán su fruto “a largo
plazo”. Pero todos los países que han sufrido recientemente esta
fórmula de choque han entrado en una recesión prolongada. En Grecia,
España, Italia y Portugal, la depresión inducida por las políticas de
austeridad ha entrado en su séptimo año… ¡y su deuda pública continúa
creciendo!
Consecuencias reales de la terapia de choque
Tenemos que desechar las presunciones de “estabilidad y crecimiento” de
estas políticas de austeridad defendidas por Levy y los de su clase y
observar los resultados reales que producen.
Antes que nada,
aumentarán las desigualdades, porque cualquier incremento de las
ganancias se concentrará en las élites. Las desregulaciones y otras
políticas fiscales y monetarias del gobierno profundizarán los
desequilibrios de la economía, favoreciendo a los acreedores frente a
los deudores, al capital extranjero frente a los fabricantes locales, a
los propietarios de capital frente a los trabajadores asalariados, al
sector privado frente al público.
De hecho, Levy “asegurará la
confianza del capital” porque lo que se denomina “confianza de los
inversores” se basa en una licencia sin trabas para expoliar el medio
ambiente, reducir salarios y explotar un ejército de reserva de
desempleados cada vez mayor.
Conclusión
La terapia de
choque de Levy aumentará las tensiones de clase e inevitablemente
provocará una ruptura del pacto social entre el régimen del denominado
Partido de los Trabajadores y los sindicatos, los trabajadores rurales
sin tierra y los movimientos sociales urbanos.
En la tesitura de
tener que afrontar el estancamiento económico producto de la bajada de
precios de las materias primas y la decisión del capital privado de
retener las inversiones, Dilma Rousseff y la dirección del
autodenominado Partido de los Trabajadores podrían haber decidido
socializar la economía, acabar con el capitalismo de amiguetes y
aumentar la inversión pública. En vez de eso, han optado por capitular.
Dilma ha reciclado los programas ortodoxos neoliberales que Lula
implementó durante los primeros dos años de su mandato.
En vez de
movilizar a trabajadores y profesionales para llevar a cabo cambios
estructurales más profundos, Dilma y Lula cuentan con que el “ala
izquierda” del partido expresará sus quejas, sus críticas y finalmente
dará su conformidad. Cuentan con que los líderes fagocitados de la
confederación sindical (CUT) se contentarán con elevar la voz y realizar
protestas simbólicas sin capacidad para alterar la terapia de choque de
Levy. No obstante, el alcance, profundidad y extremismo del denominado
programa de ajuste y estabilización del ministro de finanzas provocará
huelgas generales, primero de todo en el sector público. Los recortes en
la industria del automóvil y el aumento del desempleo darán lugar a
acciones de lucha en el sector manufacturero. Los recortes en la
inversión pública y el incremento de los costes del transporte, la
sanidad y la educación reactivarán los movimientos urbanos de masas.
En menos de un año, las políticas de choque de Dilma y Levy convertirán
Brasil en un caldero hirviente de descontento social. Los gestos
seudopopulistas y la retórica vacía de Lula no servirán para nada. Dilma
no podrá convencer a los trabajadores para que acepten el programa de
“austeridad“de Levy (que favorece a las clases altas), sus incentivos
“para ganar la confianza de los mercados internacionales” y las
políticas internas que reducirán los ingresos de la inmensa mayoría de
la gente trabajadora.
Estas políticas agravarán la recesión y no
servirán para “resucitar el espíritu animal de los empresarios”. Después
de un año de “más dolor sin curación “ (salvo un incremento de los
beneficios de financieros y exportadores agro-minerales), la presidenta
Dilma deberá afrontar los inevitables resultados políticos negativos que
le supondrá la pérdida de apoyo de los trabajadores, la clase media y
los campesinos pobres, sin ganar el apoyo de la élite empresarial y
financiera (que tiene sus propios líderes políticos de confianza). Una
vez puesto en marcha su programa de libre mercado radicalmente
reaccionario y provocado el descontento popular masivo, Levy dimitirá y
retomará la presidencia Bradesco, el fondo de inversiones
multimillonario, con la satisfacción que produce el haber “cumplido la
misión”.
Puede que Dilma reemplace a Levy e intente “moderar” su
terapia de choque. Pero, para entonces, ya será demasiado tarde y su
respuesta será demasiado limitada. El Partido de los Trabajadores
acabará en el cubo de la basura de la historia. La decisión adoptada por
Dilma al nombrar a Levy zar económico es una declaración de guerra de
clases. Y para ganar una guerra de clases no podemos excluir que las
políticas reaccionarias tengan que ser implementadas mediante el uso de
violencia estatal: represión de las protestas masivas urbanas y
desalojos salvajes de los trabajadores rurales sin tierra que ocupan
pacíficamente fincas improductivas.
El giro efectuado por el
régimen del “Partido de los Trabajadores”, desde un “liberalismo
inclusivo” a un extremismo de libre mercado al estilo de Friedman
radicalizará y polarizará a la sociedad brasileña. La oligarquía
presionará para volver a militarizar la sociedad civil. Esto, a su vez,
estimulará el crecimiento de movimientos sociales con conciencia de
clase, como los que acabaron con veinte años de gobierno militar. Tal
vez en esta ocasión la agitación social no termine con el advenimiento
de una democracia liberal; tal vez la próxima lucha aproxime a Brasil al
socialismo democrático.