martes, 26 de julio de 2016

Diez recomendaciones ético-sintácticas


Para periodistas, comunicadores sociales y militantes de la verdad


Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Universidad de la Filosofía


Ya sabemos que no hay “periodismo” asexuado, neutro o des-interesado; ya sabemos que entre tendencias, sueldos e ideologías se teje una red de presiones y tensiones que determinan la interpretación “periodística” de los “hechos” y su orientación al servicio de los hilos que la mueven. Ya sabemos que nadie redacta o publica noticias ingenuamente y que en el ejercicio de contar acontecimientos -objetivos y subjetivos- pesa decisivamente la posición y el compromiso de clase del que informa y del que es informado. Es indispensable tener conciencia de esas tensiones, reconocer los límites que nos imponen y saber moverse entre ellas para poner a salvo la “pasión por la verdad”, es decir, por su construcción colectiva, sus fortalezas metodológicas y sus fundamentos científicos. Es indispensable romper con el empirismo y el criticismo -irresponsables y mercantilistas- que sirven de plataforma para las tropelías informativas más impúdicas e impunes. Por todo eso y más viene bien ejercitar vacunas o antídotos éticos de combate capaces de parir y hacer parir un periodismo nuevo o un modo de producción informativa emancipados y emancipadores. Verbigracia:

1. No uses la palabra “enfrentamiento” cuando grupos militares o policiales repriman a líderes o movimientos desarmados.

2. Lee mucho y privilegia siempre las fuentes de información de quienes luchan por las bases y desconfía siempre de las agencias internacionales comercializadoras de noticias.

3. Explica, con toda claridad, los “hechos”, sus móviles, sus protagonistas y las condiciones concretas y de clase en que ocurren (cronológicas, históricas, de clase, geográficas...)

4. Explica siempre (de la manera más clara y creativa) el marco teórico de tu trabajo de información y comunicación.

5. Se generoso en la consulta y el contraste de fuentes informantes y elabora un dispositivo crítico riguroso frente a ellas.

6. Pondera con cuidado extremo tu subjetividad ante los hechos y mantén bajo vigilancia tu propia contaminación ideológica y tu ignorancia frente a lo que debes informar. La primera sospecha sobre la información debe recaer en el informante.

7. Advierte a tu interlocutor (de manera rigurosa y creativa) cuales y cuántas son tus limitaciones para informar en lo general y en lo particular.

8. Si en el proceso de acopiar información detectas que alguien miente, denúncialo de todas las maneras posibles o serás su cómplice.

9. Mantén equidad de perspectivas (no neutralidad) de género, de edades... Tomando posición La lado de los más débiles, los más frágiles, los más humillados. Ética significa, también, hacer lo que se debe por el bien de los que menos tienen.

10. Analiza, invariablemente, si lo que informas pertenece o no, si ayuda o no, a una situación revolucionaria y asegúrate con toda honestidad de que tu vocabulario, tu sintaxis, tu formación profesional… tus valores estén a la altura de las circunstancias y de los pueblos en lucha. No te engañes ni engañes a otros.

La Ética no es ese arte del relativismo fanático -que algunos ridiculizan con palabrería de eruditos- para esquivar la fuerza de su poder social y su capacidad de poner en evidencia toda trapacería, marrullería y crimen. No es un ingrediente decorativo para muchachos que, serviles al patrón, recitan ideología de auto-ayuda como si fuese evangelio ético de supermercado. Mercenarios pues.

Aunque parezca ocioso repetirlo no está de más siempre anclar la producción de información sobre bases afianzadas con buenas dosis de auto-crítica científica. Alertas con los peligros y las contaminaciones. Es fácil encontrar trampas y manías -de todo orden- entre quienes se auto-convencieron de ser más revolucionarios que toda revolución. No son pocos. Abundan los “docentes” que, ya sabiéndolo todo, barnizan con saliva de doctos cuanta situación y cuanto liderazgo les cuestiona su lugar en las filas. Algunos son discretos y hábiles para disimular su inutilidad o su obra inofensiva y para ello usan muchas citas de revolucionarios y teóricos clásicos. Hay piezas magistrales pergeñadas por sabios incapaces de organizar ni una piñata. Y venden muchos libros y conferencias.

No pocos se hacen profesores y se hacen preceptores. Siembran la abundante cosecha de su ego en las cabezas de muchas generaciones y aguardan pacientemente la hora de los aplausos. Se creen en edad de enseñar a otros el arte de alabarse a sí mismos y prohíjan becas, prebendas y canonjías a los cuatro vientos de su histrionismo mesiánico. Y dan vueltas al mundo con su sólo truco de naderías auto-referenciales. Ya hemos tenido suficiente de eso. Nadie está por encima de quienes luchan, nadie puede auto-erigirse en interprete o representante de lo que no construye y por lo que no se arriesga. Nadie pues está por encima de la revolución social.

En todo caso entiéndese aquí por Ética la ciencia que describió Sánchez Vázquez en una de sus obras más orientadoras y útiles para la Batalla de las Ideas y para esculpir la conducta científica de aquel que asuma responsabilidades sociales ante el trabajo de documentar acontecimientos y divulgar las consecuencias, objetivas y subjetivas. Nada menos. Y eso hace que ningún “decálogo”, incluido éste, sea letra muerta ni palabra última. Todo debe ponerse bajo el examen inequívoco de su utilidad a la emancipación humana, finalmente sin clases sociales… sin capitalismo.

¿Era Masferrer comunista?



En el contexto salvadoreño, la preocupación de Alberto Masferrer por el bienestar de las mayorías levantaba sospechas de que fuera comunista. La discusión continuó después de su muerte en el periódico Diario Nuevo y en trabajos académicos como el de Matilde Elena López y Miguel Ángel Espino.
 
 
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Otto Mejía Burgos

El Diario Nuevo, con motivo del quinto aniversario luctuoso de Alberto Masferrer, publicó un editorial en el cual se propuso demostrar que el pensador salvadoreño no había sido un comunista. El artículo deja entrever que Masferrer tomó distancia del marxismo en el sentido de que nunca hubiese consentido que el país entrara en una dictadura de corte totalitarista. Este problema se lo planteó Matilde Elena López en su artículo en la Revista Humanidades "¿Masferrer, socialista utópico, reformista o revolucionario?"

Hasta el momento se ha discutido mucho la producción intelectual de Masferrer, escurridiza al encasillamiento quizás debido a su mismo carácter ecléctico. Pero el hecho es que López llega a la conclusión de que se trataba de un reformismo social similar al planteado por los socialistas utópicos, el cual de manera implícita conllevaba una crítica formidable hacia los excesos del capitalismo. El siguiente documento trata de aclarar que Masferrer no comulgaba con el comunismo, tal y como lo sostenían los grandes terratenientes y oligarcas de su época, quienes realizaban tales acusaciones con el único propósito de no acceder a las justas demandas contenidas en su doctrina del Mínimum Vital.

Por otro lado, también vendría a corregir algunas deformaciones que aún persisten hasta nuestros días y que tienden a confundir el vitalismo con el comunismo o que simplemente ven en el vitalismo una tendencia proto o filocomunista, cuando son tipos bien diferenciados de socialismo. Precisamente debido a esto, Miguel Ángel Espino en su artículo “Masferrer conciliador” expresó que el pensamiento social de Masferrer siempre se había distinguido por su carácter liberador, pero que no debía ser tergiversado.

* * *

Diario Nuevo , 4 de septiembre de 1937, p.1.

ALEGATO CON EL QUE SE PRETENDE PROBAR QUE ALBERTO MASFERRER NO FUE COMUNISTA (FRAGMENTOS)

Jóvenes, ved aquí la carrera grande de la gloria. Los cuerpos políticos necesitan almas; y las almas de estos cuerpos deben ser los sabios. El patriotismo ilustrado avanza la causa de la patria: el patriotismo que no lo es la atrasa y entorpece.

(…)

Intervinieron o no la fortuna, el caso es que Alberto Masferrer en la trayectoria de su vida dio muestras de haber intuido o sabido el pensamiento de que “el sabio es el que más se aproxima a la Divinidad”. No solo Cuscatlán, la América del Centro entera vio a aquel varón bien nacido y bien criado “manifestar los derechos y la dignidad de los hombres”, “dar conocimientos a los hombres que no los tienen”, “escribir para que los hombres no sean tiranos”, “iluminar la oscuridad del África”, “ilustrar la India”, “derramar luces sobre nuestra patria”.

No solo Cuscatlán la América del Centro entera lo vio “sacrificar a la ilustración general todos los momentos de su existencia”, “aumentar las luces en unos puntos, disipar las tinieblas en otros”. Lo vio “cogitabundo y abstracto, investigando y observando, resolviendo en la profundidad de la mente alguna teoría útil, o algún pensamiento provechoso”. Lo vio “pidiendo observaciones a todos los individuos y clases”, “haciéndolas él mismo en uno y otro continente”, “sorprendiendo a la naturaleza en los momentos que se deja ver” o “forzándola a descubrir sus secretos”.

(…)

Y nosotros nos enorgullecemos de Alberto Masferrer “que nos dio las dimensiones de los astros que ruedan en el espacio” (…) “que trabajo en los códigos para que fueran las leyes más justas”, “que hizo llorar al rico y enterneció al poderoso” y “que se dirigió antes que a los funcionarios a la opinión pública”.

(…)

“Vivió lejos del turbión de los hombres”, “distante de la sociedad en la sociedad”, “sin ambición de empleos ni deseos de riquezas”, “fijo en su tarea fecunda”, “siendo un ser de paz”, “ajeno a las artes de la intriga”, “detestando el mal”, “queriendo el bien”. “Inmensas eran sus tareas”, “sublimes sus obras”, “heroicos sus triunfos”.

(…)

Rubén Darío, Augusto Cesar Sandino y Alberto Masferrer, son las tres figuras más impresionantes de la América del Centro en los últimos tiempos. El primero, obedeciendo a un impulso natural y consecuente con el credo de la libertad, en el campo sutil que le tocó luchar, hizo añicos la gramática feudal por implantar la gramática moderna, lanzó lejos de sí el diccionario de la rima, aplastó la cabeza de la retórica atacada de anquilosis, abofeteó la motivación vieja por implantar los nuevos motivos, en fin, amplió los horizontes mentales. Pocos son los que saben esto del panida (poeta).

Augusto César Sandino, como Morazán y Barrios se aprestaron en otros tiempos a defender la América del Centro de invasiones extranjeras, estuvo en el campamento rebelde largos años, defendiendo y enseñando a defender la patria centroamericana de las invasiones que vienen del rudo Norte. Y finalmente, Alberto Masferrer en lo social, luchó contra el feudalismo espeso de Cuscatlán y del resto de la América del Centro.

José Cecilio del Valle antes y después de la independencia pensó en una vasta reforma social de estructura democrática y liberal para el Istmo. Esa vasta reforma que de un lado buscaba aniquilar los viejos sistemas y de otro buscaba construir una república a semejanza de los Estados Unidos la hubiera llevado a cabo de habérselo permitido la muerte.

(…)

Alberto Masferrer se dio cuenta de que estaba planteado el gran problema democrático, socialmente hablando, en la América del Centro y se dio en cuerpo y alma a la tarea, valiéndose de la cátedra, la tribuna, la prensa y el libro. La lucha se manifiesta en forma de acción, a la cual corresponde lógicamente una reacción. La acción democrática no en lo político sino en lo social hizo que reaccionara el feudalismo, agresivamente en la defensa y que contestara con los procedimientos que acostumbra y que a la sazón tenía a la mano.

(…)

Alberto Masferrer se manifestaba eminentemente revolucionario. Y el pensamiento revolucionario fascina a los que tienen el temperamento dispuesto a las demandas propias para la lucha.

Hoy existen dos clases de revolucionarios. Una es democrática que ataca el feudalismo, la Iglesia, la Monarquía o las supervivencias de los mismos. Y otra es la comunista que ataca el capitalismo y sus aliados de la clase que fueren. La primera revolución persigue reivindicaciones minimalistas. Mientras que la segunda busca reivindicaciones maximalistas. La primera revolución pretende transformar la propiedad feudal en propiedad capitalística. Mientras que la segunda revolución se afana en convertir la propiedad privada, feudal y capitalística en socialista, de todos. La revolución democrática nada tiene que ver con la revolución comunista. La revolución comunista considera enemiga en cierto modo, y se ríe de la revolución democrática.

La revolución que está planteada en la América Latina por la ley de la evolución es la democrática. Es decir, se impone transformar la propiedad feudal en propiedad capitalística, cambiar los grandes latifundios por la industria moderna, que pesen menos los grandes propietarios de tierras, los agricultores y los ganaderos que los industriales, los comerciantes y los banqueros. Es entendido que la base económica influye en la transformación de las estructuras superiores.

(…)

El feudalismo centroamericano, herido, vuelto una fiera, lo acusó de comunista cuando Alberto Masferrer estaba a millares de leguas del comunismo. Cuando Alberto Masferrer no era más que un patriota que quería el engrandecimiento de Cuscatlán y seguidamente de toda Centroamérica. Los llamados discípulos de Alberto Masferrer en vez de artículos sentimentales que no llevan a ninguna parte deberían definir la ideología del maestro, para que acabe de una vez la calumnia de sus enemigos y en lugar de ella se levante airoso su prestigio de republicano autentico.


*Otto Mejía Burgos es Doctor en Filosofía Iberoamericana e investigador social. Además es docente de la Cátedra de Antropología Filosófica en la Universidad Don Bosco.