Lunes, 22 de Noviembre de 2010
Rodrigo Guerra y Guerra
Noviembre es en verdad un mes de remembranzas históricas en nuestro país.
Entre
los sucesos más tristes para reflexionar y recordar está el asesinato
de Enrique Alvarez y sus cuatro compañeros dirigentes del Frente
Democrático Revolucionario(FDR), cometido con lujo de barbarie el 27 de
noviembre de 1980.
Pero en medio de tanta tristeza El Salvador
se honra en recibir para la conmemoración de este 30o aniversario al Dr.
John Lamperti, Profesor Emérito de Matemáticas de Dartmouth College en
New Hampshire, quien ha escrito un iluminador libro: «Enrique Alvarez
Córdoba, Vida de un Salvadoreño Revolucionario y Caballero», en cuya
preparación John se tomó el arduo trabajo de investigar los orígenes de
la familia Álvarez, la adolescencia, madurez y trágico fin de «Quique»,
conocido con ese nombre por sus contemporáneos. Es para meditar
profundamente el hecho de que sea alguien altamente prestigioso y de
tan lejos quien descubre la dimensión de la figura de Quique, mientras
que varias personas que lo conocieron y recibieron favores de él se ha
quedado calladas en medio de lamentaciones intrascendentes.
En
verdad, la vida de Quique permite entrever las causas de la tragedia de
la guerra civil salvadoreña y sus consecuencias actuales.
Tal
como lo relata John, después de haber nacido en una familia de grandes
recursos, gozado de una buena educación y ser una estrella en los
deportes Quique se dedicó a aumentar con su trabajo el patrimonio de su
familia, pero dada su conocimiento del agro y sensibilidad social
colaboró de buena fe como Ministro de Agricultura en los sucesivos
gobiernos del Gral. Sánchez Hernández y Cnel. Molina, de los que se
retiró frustrado al ver como dichos gobernantes no cumplieron lo que le
habían prometido en cuanto a una reforma agraria diseñada para evitar un
estallido social mayor que el de 1932, y para profundizar el desarrollo
del país.
En la tarde del 15 de octubre de 1979, mientras fui a
recoger al Rector de la UCA, Román Mayorga Quiroz, para llevarlo al
Cuartel San Carlos a fin de iniciar las negociaciones de la formación de
la Junta Revolucionaria de Gobierno, me encontré con la sorpresa que
Román había convocado a Quique a su oficina para informarle de los
acontecimientos y pedirle que aceptara ser miembro de la Junta por
formarse, lo cual Quique no aceptó dadas las malas experiencias ya
citadas, pero con el transcurso de los días y después de fuertes
presiones de amigos y sectores campesinos aceptó ser Ministro de
Agricultura del nuevo gobierno que por causas similares a las que había
vivido sería disuelto menos de tres meses después. Esta última
experiencia irritó enormemente y radicalizó a Quique pues además se dio
cuenta de la histórica inmoralidad política del Partido Demócrata
Cristiano, cuyos dirigentes de entonces, mientras eran parte del
gobierno, negociaban la formación de una nueva junta con el sector
militar que se oponía al estricto cumplimiento de la Proclama del 15 de
octubre, cuyos lineamientos estaban enfocados a evitar la guerra entre
hermanos que casi nos devoró durante 12 años.
Quique pudo darse
cuenta posteriormente que las conversaciones que llevó a cabo el
gabinete en su despacho para exigir entre otras cosas la renuncia del
Ministro de Defensa, principal opositor de la Proclama, estaban siendo
grabadas con la complicidad del PDC!!
Como resultado de dichas
maniobras, la Junta Revolucionaria se disolvió el 3 de rnero de 1980 y
se desató la guerra civil que después de miles de muertos de los bandos
en pugna, la destrucción del país y la emigración de millones de
salvadoreños, culminó en los Acuerdos de Paz del 16 de enero de 1992,
conceptualmente similares a aquella rechazada Proclama.
Después
de la disolución de la Junta Revolucionaria Quique se dedicó a formar
con varios amigos el MIPTES(Movimiento Independiente de Técnicos y
profesionales de El Salvador), el cual en mayo de 1980 se fusionó con
las organizaciones de masas de las fuerzas guerrilleras para formar el
Frente Democrático Revolucionario(FDR). El argumento principal de Quique
era «estar adentro» para lograr una solución racional al conflicto que
ya había estallado, pues en ese entonces eran líderes fanáticos como
Cayetano Carpio y Joaquín Villalobos los que encabezaban la lucha
armada.
Después de agotadoras giras internacionales para
conseguir apoyo político, varias de ellas en USA, Quique y sus
compañeros del FDR retornaron al país en Octubre de ese año y asistió al
sepelio del Rector de la Universidad de El Salvador, Félix Ulloa,
igualmente asesinado por razones políticas. En la segunda semana de
noviembre dio una conferencia de prensa en el Colegio Externado San
José, e inexplicablemente fue en el mismo lugar donde fue detenido con
otros cuatro dirigentes el día 27, y al día siguiente todos aparecieron
muertos. Tal como lo menciona John en su libro, varias fuentes indican
que la intención de Quique era declarar públicamente que el FDR estaba
dispuesto a aceptar una mediación para detener la guerra.
Es
difícil de entender el por qué en un clima de terror, después de los
asesinatos de Monseñor Romero y Félix Ulloa, y sin contar con seguridad
alguna, se escogió el mismo lugar para intentar dar esa declaración.
Para agregar el insulto a la ignominia, mientras la noche siguiente se
velaba en catedral a las víctimas, explotaron bombas que lanzaron sus
cuerpos al aire.
El PDC mantenía en tanto su principal
responsabilidad por estos hechos al servir de fachada a los
perpetradores y así continuó el suicidio político iniciado el 3 de enero
de 1980, que lo acompaña hasta estos días. Por sobre cualquier
consideración, a pesar del transcurso de los años Quique será siempre
recordado por su coraje y entrega a los más altos ideales. Es por esa
razón que la Universidad de El Salvador y el Museo de la Palabra y la
Imagen han organizado varias actividades llenas de admiración y cariño
que tendrán lugar esta semana para honrar su memoria.
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