miércoles, 16 de marzo de 2011

Marzo del 83




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Por: Alirio Montoya

Era una madrugada del mes de marzo del año 1983. Recién habíamos regresado de un exilio voluntario en la hermana República de Honduras. El estruendo de una bomba en esa madrugada despertó a todo el pueblo de Santa Rosa de Lima. La bomba fue colocada y detonada en la puerta del Banco de Comercio, creo que era el único del pueblo en aquellos años. Yo tenía la edad de 7 años. Cuando se escuchó la detonación de la explosión siguieron una cadena de ráfagas de AK47, M16 y G3, entre otros. Abracé del tremendo susto a uno de mis hermanos, porque dormíamos tres en la misma cama, no sé si fue a mi hermana o a mi hermano.

“Qué es eso”, pregunté muy agitadamente. “Se metieron los muchachos”, respondió mi hermana. En efecto, la guerrilla del FMLN se tomó el pueblo esa madrugada del mes de marzo del 83. Yo no entendía nada de esas cosas, bien por mi edad o falta de información. Cuando lo comento me dicen que “soy un cipote”; pero esas palabras tienen a lo mejor varios significados. Puede que me quieran decir que no sé nada, que no participé de la guerra o que no tengo derecho a hablar de la misma. Hay quienes quedaron jorobados de cargar durante toda la guerra un Radio Transmisor y que ahora escriben libros sobre la guerra, otros que por accidente se les escapó un tiro en toda la bendita guerra y también escriben libros sobre la guerra civil. Los títulos de los libros varían según la ingeniosidad de cada relator. Algunos títulos y portadas dan risa. Como el de un “radista” que sale frente a una laptop, cualquiera ha de creer que es un libro que habla sobre administración de empresas; pero no, habla de la guerra de El Salvador.   

Pero todo indica o hace parecer, que se agencian el derecho patentado no sé adónde, de escribir sobre la guerra por el hecho que ellos sí combatieron, dando a entender que nosotros no; no obstante que, nosotros ocupamos un lugar en esa guerra, bien como espectadores o bien como civiles que no tuvimos “guevos” de irnos a la guerra. A la edad de 7 años a lo mejor y pude haber sido útil en algo en el campo de batalla, quizás teniendo más “guevos” de los que se fueron. Pero los que no estuvimos en el frente de batalla también tenemos el inquebrantable derecho de escribir lo poco que quedó registrado en nuestra memoria. Algunos son hijos de la guerra, y nosotros qué seremos; a lo mejor y los sujetos de cambio de la postguerra por haber vivido la guerra aunque no combatido.

Como a las 9 de la mañana de ese día, 5 guerrilleros tocaron la puerta de mi casa, la cual era prácticamente un mesón; en la tercera puerta había una cantina. Los 5 guerrilleros querían celebrar con guaro “Muñeco” o “Golfo” aquella evidente victoria sobre el enemigo, aunque el enemigo lo celebraba con Whisky en la ciudad capital, San Salvador. Me asomé por una ventana que daba a la puerta de la calle. Ahí estaban 5 guerrilleros, tres de ellos barbudos; eso me llamó la atención porque me habían dicho que Dios era barbudo. Pero con el tiempo me dijeron que Dios no tenía barba, que era como el aire, que no se podía ver, solamente sentirse; por eso decidí ya no creer en Dios ante semejante desilusión que me dio la vida o la realidad.

Tuve la sensación de acercarme más a los guerrilleros, a verlos más de cerca, hablar con ellos y, muy probablemente irme con ellos. Pero esa ilusión de irme con “los muchachos” se transformó súbitamente en otra desilusión como a eso de las 10:45 de la mañana cuando por los cielos empezó a volar un A-37 rondando el pueblo y acercándose al Cerro Vetarrón. De cada descenso del A-37 dejaba caer sobre aquel cerro y sus alrededores tres bombas de no sé cuántas libras. La tierra temblaba y yo lloraba debajo de la cama, creyendo firmemente no en Dios, sino, ingenuamente en que la cama me protegería de aquel intermitente y fulminante bombardeo sobre “los muchachos”. Mi abuela se peinaba sus largos cabellos, mis padres rezaban para que no nos cayera ninguna bomba. A lo mejor Dios los escuchó o le dio risa la paciencia y serenidad de mi abuela Mama Lina. Ella no rezó, a pesar que era católica mariana. A lo mejor ni creía en esas cosas. 

El sonido atronador del bombardeo me hizo reflexionar sobre quiénes eran en verdad los malos; si los guerrilleros o los aviones de la Fuerza Armada que bombardeaban aldeas, caseríos, pueblos y ciudades enteras. Por ello sostengo que la ciudadanía también formó parte y ocupó un lugar en la guerra. Los que no nos marchamos a la montaña, fuimos víctimas del ejército; a mí me reclutaron dos veces a la edad de 14 y 15 años; pero un tío era Comandante Local del pueblo, por eso únicamente me obligaron a hacer unas cien flexiones de pierna y de regreso a casa. Otros fueron “cachimbeados”, torturados, masacrados y desaparecidos por las fuerzas represivas de la oligarquía y el imperialismo yanqui. Decir imperialismo yanqui en estos días es “obsoleto”, porque “los tiempos van cambiando y hay que adaptarnos a las nuevas realidades”; eso dijo recientemente un ex comandante que tuvo más “guevos” que nosotros de irse a la montaña.

Como a eso de las 3:00 P.M., perdón, a las 15 horas, se oyó una potente explosión que la escuchó un tío que era sordo y preguntó qué pasaba a las tantas horas de haber comenzado aquel combate; es cierto, se los juro, como diría Nietzsche, “por Dios y por todas las cosas en las que no creo”, mi tío era sordo. Esa explosión era producto de la voladura del puente del pueblo. Ese tipo de “sabotaje” tenía una explicación que me la detallaron más adelante, lo cual me pareció muy atinado. Pasadas las 17 horas llegaba el refuerzo del ejército, por lo que “los muchachos” decidieron la retirada para evitar que la población limeña sufriera un combate urbano. El Comandante “Wil Pelo de Cuche” venía a cargo de esa misión según se cuenta; pero no cumplió ciertas órdenes que le fueron dadas y por ello fue castigado como en todo régimen disciplinario militar.

Los guerrilleros de mi pueblo fueron muchos: Wil Sosa, Wil Pelo de Cuche, Ricardo Cruz conocido como el “Chele Americano” (Emilio), Armando “Cotorro”, con quien me he echado unos “talpujasos” de guaro macho, Amílcar Benítez, el Comandante Darío Gavidia (Orestes Ortez), y por supuesto mi ídolo, Saulito Mejía (Buruca); se me escapan algunos, quiero y me disculpen. La madre de Saulito, doña Virginia, pregunta por sus restos; nadie sabe. Ella me motivó aún más a simpatizar con el FMLN histórico. En cuanto al FMLN partidario, ha decepcionado a muchos en los últimos días, algunos de ellos que no combatieron y están en oficinas de gobierno como todos unos burócratas, deberían de guardarle un tributo a estos compañeros que entregaron su vida por la felicidad de otros. Esa burocratización fue una de las tantas causas de la implosión de la ex Unión Soviética. A veces el hombre no entiende las lecciones que nos da la única mujer que no duerme: La Historia.

Pero al final, el ataque de marzo del 83 me abrió el cerebro y comencé a especular y a indagar sobre muchas cosas que no comprendía. Entendí que a la oligarquía y al imperialismo no se le pide nada, hay que arrebatárselo, ellos no ceden; nosotros es que a veces accedemos a sus dicterios.


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