martes, 24 de mayo de 2011

Bob Marley, solo en el cementerio de Nine Mine


PRENSA LATINA (Desde Kingston, Jamaica. Colaboración para ARGENPRESS CULTURAL)

Cuando llegan al cementerio de Nine Mine, al noroeste de Kingston, los peregrinos hacen silencio y después, entre susurros, cualquier conocedor identifica la letra de Soul Rebel o Redemption Song: están frente a la tumba de Bob Marley.

A 30 años de la muerte de la leyenda del reggae, personas de todo el mundo viajan hasta el poblado jamaiquino donde nació y descansan los restos del cantante rasta de los dreadlocks (trenzas) y la bandera tricolor.

"Es la excursión que todo fan de Marley debe hacer", dicen las guías turísticas del país caribeño, y miles lo cumplen al pie de la letra, más en estos días de aniversario.

El 11 de mayo de 1981 el cáncer convirtió en mito al primer hombre que desplegó por el mundo la música de la región y la convirtió en símbolo de rebeldía e identidad, tal vez por eso hoy las calles del poblado tienen un ritmo peculiar.

Fue en otros tiempos una aldea desconocida, pero está ahora llena de quincallas y vendedores ambulantes, que prometen "al mejor de los precios" pullovers de souvenir, collares de piedras rojas, verdes y amarillas, discos, carteles, libros, postales y hasta supuestas reliquias del líder de The Wailers.

Desde inicios de semana, decenas de guías del movimiento socio-religioso Rastafari esperan por los recién llegados en las esquinas, con sus típicos sombreros tejidos, para llevarlos por los lugares donde comenzó a crecer la leyenda.

El recorrido comienza en la casa en que nació Marley el 6 de febrero de 1945, pasan por el monte Zion Rock, donde el cantante solía meditar, siguen hasta un lugar llamado The Pillow (el mismo de la canción Talking Blues) y terminan en el mausoleo, mientras cantan algún tema conocido o besan la losa.

Antes de partir, muchos dejan piedritas o papeles con deseos sobre la bóveda, otros colocan sus collares y muchos realizan ritos de veneración, que incluyen meditaciones y, por supuesto, humadas de la hierba narcótica, conocida aquí como ganja.

Familiares de Marley viven todavía en esta casi aldea, a un par de kilómetros de la parroquia de Saint Anne, unos lejanos y otros más próximos, como primos, tíos, alguna de su veintena de esposas o de sus 14 hijos, quienes controlan los negocios locales.

Los precios se dispararon en los últimos tiempos y una foto del músico puede volverse varios dólares, "hay que aprovechar la ocasión", dicen los comerciantes.

Mientras, cuando se cierran las puertas del cementerio de Nine Mine, callan los susurros de canciones en inglés, las piedras son botadas de encima de la tumba y los restos de Bob Marley, bajo una lluvia pertiz en esta primavera, vuelven a quedar solos.

Con la misma soledad, tal vez, de su mensaje de justicia y defensa de los oprimidos, que entre tantas ventas y visitas, parece pasar a un segundo plano ¿en estos días?.

"Viejos piratas, sí, ellos me robaron y me vendieron a barcos mercantes", cantó Marley en uno de sus temas más conocidos.

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