jueves, 16 de junio de 2011

Políticos de pacotilla

Cualquier parecido es pura coincidencia...



Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)


Aquí, por supuesto a los políticos pero sobre todo a los periodistas, les preocupa mucho, aunque las masas sigan votando, el menosprecio de ciertos sectores de la sociedad hacia los políticos que a veces les sobresalta. Y es por estrabismo: no ven más alternativas que entre política y políticos, y satrapía y dictadores. No extraña, son secuelas de 40 años de caudillismo.

Pero esta preocupación, casi obsesión, eso luego se nota en muchas cosas y desvirtúa muchas otras; entre ellas la condescendencia general de todos ellos, de los propios políticos, de los medios y de los que les votan, hacia los corruptos. “Mejor corruptos que golpistas”, se dicen todos. Como si fuera una fatalidad, como si no hubiera más remedio que admitirlos en el club democrático para que no avance la involución y no planee sobre este país el golpismo. No tienen en cuenta tan sapientes críticos y politólogos que en la “España democrática" son muy frecuentes los híbridos de esa naturaleza. Hay muchos corruptos que al mismo tiempo son también golpistas morales que, por si fuera poco, a menudo se prolongan en el tiempo gracias al mismo mecanismo de condescendencia.

Mervin King, gobernador del Banco de Inglaterra dijo el pasado 2 de marzo ante el comité de hacienda del Parlamento británico: "La gente cuyos puestos de trabajo han sido destruidos no es de ninguna manera responsable por los excesos del sistema financiero y la crisis a que dieron lugar. No recuperas con una crisis financiera como ésta tu nivel de vida, eso en el caso de que alguna vez lo consigas. Es un verdadero golpe sobre el nivel de vida. Estoy sorprendido de que la rabia no haya sido mayor de la que conocemos".

¿Qué significan tan responsables palabras como estas? Pues que los políticos y los responsables económicos de países de las viejas democracias tienen la conciencia política muy despejada y su lucidez es espontánea. Mientras que en España, a unos y otros les ha superado el sistema y se han dado cuenta muy tarde de que el sistema, todo él, no está en sus manos sino en manos de los mercados, de las finanzas y de las agencias de rating o de calificación de crédito, y mucho menos en su inteligencia.

Por esto encuentran tantas dificultades para practicar la justicia distributiva a la que una democracia verdadera se debe. Lo que ocurre es que los políticos de esos otros países europeos están muy acostumbrados -valga la siguiente metáfora, ya que estoy hablando de la “Piel de Toro”- a lidiar la política con mihuras de mucho peso. Como Francia o Inglaterra, que llevan siglos viviendo en democracia sólo interrumpida por azarosos pero transitorios acontecimientos, como son las dos guerras mundiales. Y eso tiene apreciables consecuencias propias de una considerable madurez. Por ejemplo, el político que ha tenido la debilidad de incurrir en delitos públicos de esa naturaleza (se puede ser recto y tener debilidades), pillado en sus desfalcos, dimite, pide perdón y devuelve el dinero de sus malversaciones. Mientras que los políticos españoles y los stafs que les rodean son de pacotilla. Todavía están acostumbrados a lidiar en novilladas. Su conciencia política, por tanto, aún está atrofiada.

“Nuestros políticos” sólo se conforman con dominar la oratoria. Lo demás sobra. Por eso sobresalen mucho más por su división entre policías y ladrones que por su grandeza o cortedad de miras. Unos roban, malversan o practican el más descarado nepotismo, y otros a duras penas tratan de restañar el desprestigio que los otros causan a toda la clase política con una cierta sobriedad personal. Y en este primario juego se consumen muchas energías. Todos son, pese a tanta prosopopeya, políticos neófitos, sin apenas experiencia contada en siglos y juguete de las circunstancias. Total, lo que digo al principio: políticos y política de pacotilla.

Aunque esto de los “rescates” es harina de otro costal, y otros países en conjunto más serios también han sido zarandeados por los mercados y han tenido que ser rescatados, sus políticos en general son mucho más humildes y no están dados, como aquí, a enorgullecerse de lo que debieran avergonzarles. Y es que si a nosotros nos rescatan, no es sólo por incompetencia de los políticos y de los economistas que encima son de postín; será, por encima de todo, porque somos gilipoyas.

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