lunes, 12 de marzo de 2012

Un día, un voto, una decisión


Dagoberto Gutiérrez

Mardoqueo salió temprano de su casa, sin ganas de caminar, pero lo hizo. Se puso una camisa
cansada del color azul, el pantalón más flojo de los que tenía y unos zapatos que le quedaban apretados. Había oído del voto residencial, pero no sabía bien a donde le tocaba votar. Tampoco sabía por quién votar y tampoco por que votar; más bien, había salido para ver a la gente, para saber qué es lo que mueve a las personas a ese acto ritual de marcar una papeleta. Los zapatos le apretaban y caminó más despacio hasta que se topó, y casi tropezó, con el  vendedor de sorbetes y no iba a perder la oportunidad de comerse uno de coco.


Don Mardoqueo, dijo el sorbetero, ya fue a votar? Todavía no, hombre, no sé muy bien para qué votar. Decime vos tu opinión. El sorbetero, de pequeña estatura, de manos ágiles, de zapatos gastados y con gorra nueva de color blanco, guardó silencio; mientras le llenaba un cono con un rico helado y le agregaba mermelada. Mardoqueo empezó a comerse el helado y el sorbetero empezó a hablar lentamente, casi pedregosamente. 


Yo he venido a vender sorbetes, Don Mardoqueo, no he venido a votar. Es que no sé donde lo puedo hacer, pero además no sé por qué hacerlo. Como es eso, preguntó Mardoqueo. Es que fíjese que uno empieza a pensar cuando le dicen que es una fiesta, y uno sabe que en una fiesta, todos estamos alegres, todos nos divertimos, pero no todos estamos invitados, porque hay fiestas de fiestas. Hace poco estuve en una fiesta en donde vendí todos los sorbetes que llevaba. Era el cumpleaños de la hija de Don Tomás Burgos, el dueño de la ferretería que está en la Calle Constitución, cerca de La Chulona. Esa fue fiesta, Don Mardoqueo. 

Y a mí no me invitaron, por supuesto, pero estuve. Por eso, cuando se habla de una fiesta en la que todos estamos invitados, a lo mejor no es fiesta, y es otra cosa, pero se le llama fiesta para que todos lleguen. Desde aquí empieza lo raro de todo esto, y además, uno no sabe a dónde van a dar los votos que uno da, no sabe muy bien para qué sirven, porque yo sospecho que no tienen que ver con las decisiones que se toman, aunque votar o no votar es una decisión, pero una decisión que no asegura decisiones, sino que más bien abre puertas para que otros tomen otras decisiones que uno no tomaría.

 El voto, entonces, Don Mardoqueo, es como una especie de llave, pero de esas llaves que no tienen cerradura, porque la puerta de las decisiones se abre con otras llaves que no son las que uno tiene o usa.
Mardoqueo, mientras tanto, avanzaba en su sorbete. Ya se había terminado la mermelada, pero el discurso del sorbetero lo sorprendió. Nunca había esperado ese conjunto de opiniones y versiones sobre ese acto aparentemente simple de marcar una papeleta, y la idea de que ese voto fuera una llave sin cerradura, le asaltó la imaginación, y sin dejar de comer sorbete miró atentamente al sorbetero. 


Luego de pensar un poco le dijo: creo que tenés razón, porque si el voto es una llave, el asunto es buscar y descubrir cuál es la cerradura que se abre con ella, y de ser posible, hay que saber quién es el dueño de esa cerradura y para que te van a dar una llave que no abre ninguna puerta. Casi es un juego alevoso en donde alguien se burla de alguien, y la clave pareciera consistir en saber cuál es la cerradura que está esperando esa llave. 

Una llave sin cerradura es como un sol sin luz, o una noche sin oscuridad, o un ala sin ave, o un corazón sin pálpito.

Púchica!, dijo el sorbetero, qué bonito le salió, porque tiene razón. Una llave sin cerradura no sirve para nada, y un voto sin poder, tampoco sirve para nada. Cuando el poder se une al voto dejamos de estar ante una votación y estamos frente a unas elecciones. Y aquí la cosa cambia. Porque las leyes solo establecen el voto, y hasta dicen que el voto es la esencia de la democracia, pero hasta ahí, y por eso es que en cada campaña insisten en que la gente debe votar, y eso a mí me parece sospechoso, porque es algo parecido a la insistencia de los comerciantes en que la gente debe comprar sus productos.


  El comerciante gana y el comprador también gana algo. Con el simple voto parece que no se gana mucho. Al fin y al cabo, los que ganan son otros y no el dueño del voto. Qué piensa usted?

Mardoqueo terminaba su sorbete y cada vez lo sorprendía mas el sorbetero, y lo convencía mas de que en eso de votar hay alguien que gana y otro que pierde, y que eso de la llave y de la cerradura había algo que se parecía a la clave del problema. Mira, le dijo al sorbetero, me has sacudido la cabeza y me has alumbrado los caminos. 


Todo este trabajo de los partidos, de la propaganda electoral, no resuelve el problema fundamental; es decir, el problema del poder, porque el voto en sí, es un simple acto de marcar una papeleta, es un procedimiento, es la administración, y por eso te lo facilitan, hasta te ponen un voto cerca de tu casa, y por eso yo vengo  a pie. Cuando te convierten en votante te hacen una especie de héroe sin heroísmo, porque es cierto lo que vos decís, de que un voto sin poder es simplemente una raya en un papel, y esto es como una línea en el cielo.

 La clave, en verdad, reside en el poder, de tal manera que con el voto se decida mas allá del mero acto de votar, es decir, se elija, pero no solo a un candidato sino a una persona, y no solo a un funcionario sino a un servidor público, y aquí la cosa ya cambia. Porque no solo se trata de votar sino, repito, de elegir, y esto comprende a un camino, una economía, una educación, una salud. Todo esto supone poder, y esto no reside en el voto, sino que es un agregado que no te lo da la ley. Viene de la política. Esto quiere decir, que antes de decidir votar, debes decidir qué país querés, que Estado querés, que democracia queres, porque si votas sin saber esto, estas convirtiendo al voto en fin en sí mismo, y ahí perdés.

El sorbetero atendió a otros clientes. Mardoqueo inició el retorno a su casa. Los zapatos le apretaban más. Un vientecillo fresco le acarició el rostro. Sabía que ese día no votaría porque había aprendido a elegir.

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