martes, 25 de septiembre de 2012

Movimiento Social, Movimiento Popular, Movimiento Político


Tendencia Revolucionaria

El pueblo, en relación con el Estado, resulta ser el súbdito;  en relación a la Constitución Política, resulta ser el lugar donde reside la soberanía.El aparato del Estado es algo de donde emana el poder público; este poder público no es ejercido por el pueblo sino por los funcionarios, los cuales actúan en calidad de delegados del pueblo.

Aquí es importante establecer la diferencia entre un delegado y un representante ya que, por ejemplo: todos los diputados son funcionarios, pero no todos los funcionarios son diputados. Un diputado resulta ser representante, en tanto diputado, pero al mismo tiempo delegado, en tanto funcionario.Toda esta urdimbre jurídica ha sido elaborada, aplicada y desarrollada por sectores que dominan las sociedades;  y estas elaboraciones no llegan al pueblo, que no logra advertir que el derecho no es más que la organización normativa del poder político, y que en esta tela de araña, el pueblo aparece como depositario de lo que se llama soberanía.

Esta es la expresión que sintetiza el poder del Estado – una figura que justifica todo el poder concentrado monopólicamente por el aparato llamado Estado - aunque legitimado por el sentido popular que a esta soberanía se le otorga formalmente.

En el mundo social, es decir, en la sociedad que ocupa un país como su territorio, resulta que el pueblo es la parte mayoritaria de la población, es el conjunto de los trabajadores que carecen de los medios de producción, que carecen de riqueza, que son vendedores de su fuerza de trabajo; y lo que antropológicamente se llama la gente, venida de la  palabra gens, referida a la primitiva agrupación de humanos que constituyeron la base de la sociedad.La gente es esa base humana de la población; en tanto que el pueblo resulta ser, jurídicamente, la parte de esa población que ejerce derechos políticos, los cuales, para el caso de El Salvador, resultan ser raquíticos y mínimos, porque se corresponden con el régimen político que impera en la sociedad.
El pueblo vive y funciona en relación con la economía, con la religión, con el poder, con la cultura, con la naturaleza, con otros pueblos y consigo mismo. Toda esta realidad determina que invariablemente la noción de pueblo sea suficientemente dinámica y permanentemente basada en el juego inestable y encontrado de los intereses, los cuales resultan ser necesidades organizadas.

Como estas necesidades son diferentes para cada sector social, toda vez que las sociedades no son homogéneas, el juego confrontativo de los intereses resulta ser una especie de motor que da vida a las sociedades humanas, a partir de sus confrontaciones internas. Y solo dentro de estas confrontaciones es que podemos advertir a las sociedades humanas dentro del movimiento social,  y al movimiento social adentro de las sociedades humanas.Así las cosas, hemos de aproximarnos a la idea de que ese movimiento conjuga las relaciones entre las personas a partir de los intereses homogéneos de los sectores y de las relaciones con la naturaleza, con la riqueza, con las ideas y con el poder.

Cuando el poder es entendido en tanto poder político y se advierte que la disputa social es confrontación justamente por ese poder político, que es lo que permite a un sector contar con un aparato de Estado que gobierna en su beneficio -lo que en el mundo del derecho se llama poder público-, entonces, y justamente entonces, este movimiento social que se corresponde con la naturaleza de la sociedad, puede ser considerado movimiento popular.Y aquí, la conciencia de sí mismos existe, y danza en la cabeza y en la conducta de los participantes, de los actores y de los sujetos. Es la conciencia de sí mismos que permite comprender que la participación resulta ser la única manera de ser, efectivamente, parte de un todo que, dependiendo de mi, también determina mi situación, mi condición y mi calidad de parte. La participación, en realidad, se establece en relación con la economía, la política, el Estado y la vida humana, y la vida toda, incluyendo lo no humano. Es más, la participación es lo que constituye la esencia humana de lo político, del poder político y de la democracia. Desde luego resulta ser el presupuesto sin el cual no podría existir la representación.

Es, desde la participación, que se decide la representación y esta última no podrá existir sin depender de esta participación.Situados en el terreno del juego contradictorio entre quienes participan y quienes representan, quienes son representados y quienes son participantes, es que el movimiento popular deviene en movimiento político, toda vez que superando su condición de actor político, lucha por convertirse, esta vez, en sujeto político.Se trata del encuentro con una realidad, del choque con esta realidad, y de la lucha por construir otra realidad alternativa.

Ser sujeto, entonces, es un proceso en donde el ser humano se descubre así mismo en relación con la realidad, y descubre al mismo tiempo, que esto que llamamos realidad no depende, en realidad, de lo que se piense de ella, pero esto que se piense de ella, resulta clave para transformarla y negarla por otra realidad acorde con mis intereses. Aquí el sujeto deja de ser objeto -calidad en la que actúa cuando es actor- y se convierte en dueño y constructor de una alternativa.

En esta alternativa, y para la misma, juega un papel fundamental la capacidad del pueblo organizado de disponer del poder político suficiente o necesario para la defensa de sus intereses. Este movimiento político no es institución ni institucionalizable -y no debe ser institucionalizado-. Se mueve respaldado por legitimidad, actúa multicolormente en un pluralismo ideológico, con múltiples agendas que expresan intereses, se mueve en múltiples áreas y territorios y pasa de participar en política a hacer política, pero desde abajo y desde adentro, es decir, desde debajo de la sociedad y desde adentro de la vida de los seres humanos y  de la naturaleza. El movimiento político así constituido, es una especie de red construida en todos los rincones de la vida social que no está exento ni de contratiempos ni de desencuentros.

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