lunes, 24 de diciembre de 2012

Carta para el Niño Dios


Dagoberto Gutiérrez

Hola Niño,

Qué bueno que naciste de nuevo y qué bueno que seguís haciéndolo, porque sos el único niño que naces todos los años, y pese a la frecuencia, siempre hay alguien que espera tu nacimiento, aunque muy pocos se percatarán de tu envejecimiento, porque si naces todos los años, es porque los seres humanos necesitamos, año con año, resucitar las esperanzas y las confianzas en el presente y en el futuro.

Me imagino que ya te diste cuenta que siempre venís a un mundo diferente, y que esto es así desde que empezaste a venir, o más bien, desde que alguien dispuso que empezaras a venir. Los mismos niños y niñas que te esperan no tienen los mismos ojos ni miran las mismas cosas. Fíjate que esos niños están actualmente siendo convertidos en consumidores porque, como has de saber, a partir de tu larga experiencia, el mercado, ese viejo enemigo tuyo, ha hecho de los niños unas víctimas del consumismo, a tal grado que la esperanza y la confianza que vos podés traer y hasta representar, resulta sustituida por la participación de la mercancía que llega a sustituirte a vos; aunque no pareces darte cuenta, y como casi nunca hablas, no se conoce tu punto de vista al respecto.

Aprovecho para decirte algo sobre el contexto en el que naces porque todo parece lleno de quietud, y esto, como te darás cuenta, oculta la verdad, porque naciste en medio del conflicto, y en verdad lo expresas, y no hay dada de quietud ni concordia y mucho menos paz en las circunstancias históricas reales en las que naciste. Basta saber las condiciones del censo romano que era impulsado en ese momento, las noticias perturbadoras sobre el nacimiento de un libertador y la decisión política de impedir que eso ocurriera. Además, el movimiento de tus padres, lejos de Nazaret, fue parte de un escape organizado.

 El pueblo oprimido por los romanos esperaba que llegara aquel que los iba a guiar en la lucha y que les iba a ayudar a construir el camino de su liberación. A estas alturas, ya estás enterado que los acontecimientos que coronaron tu vida y tu muerte son parte de la intensa lucha política en contra del imperio romano.
Nada de esto aparece en la representación de tu nacimiento y, es más, a todo el escenario se le llama nacimiento, cuando en realidad el escenario histórico es el que determina que tu nacimiento sea también un hecho histórico. La tranquilidad sirve para ocultar el conflicto, y vos fuiste siempre, precisamente eso, un conflicto, y aprendiste a encararlo, a enfrentarlo y a resolverlo.

 Es espectacular tu choque contundente con los grandes sacerdotes que controlaban el comercio del templo de Jerusalén, lo es también cuando expusiste la parábola del buen samaritano, según la cual la proximidad con tu Dios depende de la proximidad al prójimo y no la frecuencia en el templo ni el dominio de las oraciones, ni del conocimiento de la ley, sino de cuan justo sos en las relaciones con tu prójimo. Esto resulta ser un conflicto total con la predica de los fariseos, y sobre todo aquel conflicto que armaste cuando dijiste que todos erramos hijos de Dios, chocando de frente con las posiciones que establecían que solo los que conocían la ley podían ser hijos de semejante padre. En fin, por todos lados, vos tenés un olor, un color y un sabor de conflicto.

Actualmente te seguís moviendo en aguas turbulentas que parecen superarte. Al nacer todos los años, sos asimilado al calendario establecido por los romanos; estos determinaron, en tiempos del emperador Constantino, que nacieras en las llamadas fiestas saturnales, cuando se celebraban las cosechas y se prolongaban porque se trataba de fiestas paganas, es decir, de campesinos vinculados a la naturaleza, conocedores de sus misterios y poderes. El catolicismo establecido por los romanos necesitaba que los seres humanos dejaran de considerar divina la relación con la naturaleza y pasaran a descubrir la divinidad de sus Dioses cristianos, por eso, aunque las fiestas en que vos fuiste situado eran paganas, vos fuiste parte de una lucha mortal contra los paganos.

Lentamente se fue perdiendo la relación armoniosa de los seres humanos con la naturaleza vital y el conocimiento empezó a ser sustituido por la fe, y cada año, esta fe resulta favorecida por tu reiterado ir y venir, por tu aparecer y desaparecer, como una especie de fenómeno celestial que aparece de manera fugaz en el horizonte hasta desaparecer y aparecer de nuevo, y siempre fugaz, el próximo año.

Te das cuenta, Niño Dios, que esa brevedad se corresponde con tu naturaleza porque en tu caso no se establece ninguna relación con el hombre que fuiste en la historia y pareciera que solamente fuiste niño y que nunca fuiste adolescente, que con los ojos abiertos descubriste tu mundo histórico real y aprendiste a tomar bando, y luego enseñaste que es necesario tomar bando y ser parte de un conflicto. El sujeto histórico desaparece y es convertido, como en tu caso, en un adorno que expresa la pureza y la ingenuidad de todo recién nacido y cercena, al mismo tiempo, tu significado real, como sujeto de la historia.

Ocurre, Niño Dios, que el mundo actual necesita que sigas naciendo, pero necesita que sigas creciendo, y que tu advenimiento exprese el nacimiento al conflicto y a la lucha. Resulta inevitable que el conflicto se represente en la vida social y que tu papel sea anunciado y presentado desde el pesebre de Belén, y en ese pesebre, porque de otro modo, te conviertes en un instrumento de la apariencia engañosa y ocultadora, y entonces vos dejas de ser el Cristo que fue niño y el niño que fue Cristo.

El nacimiento es el anuncio de que la esperanza de los pueblos oprimidos no debe agotarse jamás y que esa esperanza nace todos los días y todo el año y no parará de hacerlo. Eso debes ser vos, y creo que estamos de acuerdo.

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