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miércoles, 5 de diciembre de 2012
¿Un Obispo define la política pública de seguridad?
Roberto Cañas López/ Firmante de los Acuerdos de Paz
La pregunta a la que se le debe buscar respuesta en El Salvador en este momento es si ¿Un Obispo define la política pública de seguridad? En cualquier lugar del mundo parecería extraño, pero en nuestro país no hay que perder la capacidad del asombro.
En el marco de los actos de celebración del primer aniversario del nombramiento del ministro de Justicia y Seguridad General de División David Munguía Payés, Monseñor Fabio Colindres anunció como parte de una “segunda etapa de la tregua entre pandillas” que pedirá a la Asamblea Legislativa la derogatoria de la Ley de Proscripción de Pandillas, con el argumento de que dicha ley está obstaculizando “el proceso de paz” en su segunda fase.
Es curioso, pero cierto, el próximo 11 de diciembre, el Obispo acompañado de Raúl Mijango visitarán la Asamblea Legislativa para solicitar la derogación de dicha ley, que ciertamente en su momento fue promocionada como la solución a gran parte de los problemas delincuenciales; pero que la verdadera realidad es que la ley desde el principio tuvo problemas en su aplicación y no ha contribuido a la disminución de los homicidios y las extorsiones.
Tengo muchas dudas acerca de que la propuesta de derogatoria de la Ley que hará el Obispo tenga algún progreso en la Asamblea Legislativa cuando sea presentada, pues a mediados de diciembre los honorables diputados estarán pensando en cómo despedir el año y no en derogar leyes. Pero más allá de que en la Asamblea progrese este año la propuesta del Obispo lo que verdaderamente preocupa es la mediocridad de las propuestas para enfrentar la delincuencia.
Y es que son realmente inverosímiles ideas como las de la “aplicación salvadoreña del concepto Municipio Santuario”, que según los patrocinadores de la propuesta consiste en “ir declarando sucesiva y progresivamente a los municipios del país como Zonas especiales de Paz”.
La verdadera realidad es que las propuestas de Política Pública en el área de seguridad presentadas por el Obispo Colindres no son viables constitucionalmente ni desde el punto de vista técnico. Si tan fascinados están en propuestas norteamericanas como las de municipios santuarios deberían conocer la experiencia de la Ciudad de los Ángeles en las que el Alcalde Antonio Villaraigosa creó una Oficina de Reducción de Pandillas y el Desarrollo de la Juventud. Es una estrategia integral mediante medidas orientadas a la reducción de afiliación entre los jóvenes en alto riesgo de hacerse miembros de pandillas; la reducción de la participación en pandillas entre los jóvenes que ya son miembros; la provisión de pacificación proactiva eficaz y respuestas ante incidentes de violencia cuando ocurren; y mejora de la comunicación y la colaboración dentro y a través de agencias del gobierno, organizaciones basadas en la comunidad y residentes de la comunidad, ha tenido éxitos importantes
La Estrategia del Alcalde Villaraigosa está conformada por seis enfoques interrelacionados: prevención primaria; prevención secundaria; servicios de manejo de casos de intervención para gente joven involucrada en pandillas; servicios de intervención dirigidos a la interrupción de la violencia; compromiso con la comunidad; y sexto supresión.
La Oficina de Reducción de Pandillas y el Desarrollo de la Juventud considera que su estrategia es una responsabilidad compartida entre los residentes de la comunidad, las familias, las escuelas, los negocios y las agencias gubernamentales de la Ciudad/Condado. Para este fin, la Oficina está comprometida a escuchar las voces de la comunidad, integrando estas voces en su trabajo y uniendo todos sus programas a fin de fortalecer las comunidades.
En El Salvador debemos comenzar por aceptar que la política pública de seguridad es demasiado seria para dejarla en manos de un Obispo. Pues una vez que los jóvenes se integran a las “maras” y se involucran en actividades criminales, el trabajo para sacarlos de la delincuencia se vuelve complejo y requiere de propuestas integrales y grandes recursos económicos. Si se revisa la propuesta eclesial de Monseñor Colindres y su acompañante Mijango no tiene un carácter integral ni hay una sola mención de la palabra prevención y no se indican los recursos que se necesitarían para implementar su propuesta.
Diciembre es tiempo de reflexión, para revisar los resultados obtenidos en la lucha contra la delincuencia y también es momento de establecimiento de objetivos para el año próximo. Hoy se deben sistematizar las buenas y malas prácticas en el impulso de la política pública de seguridad, determinar cuáles son las lecciones aprendidas y fundamentalmente visualizar lo que se quiere alcanzar en el futuro inmediato. Ojalá se encuentre el camino correcto a una política integral de seguridad pública que pasa por la participación de toda la sociedad.
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