domingo, 20 de enero de 2013

La pax salvadoreña

 David Ernesto Pérez (*)

Sobre la celebración de los Acuerdos de Paz

“Cuando ha pasado la época heroica en un país que hizo su revolución/ la conducta revolucionaria está cerca de este lindo cinismo de bases tan exquisitas: palabras, palabras, palabras.” (Roque Dalton en Taberna y Otros Lugares)


SAN SALVADOR - ¡¡La cebollaaaaaaaa!! El 16 de enero del 2013 estaba en la cocina mientras se fraguaba en mi boca un dolor de muelas. Con el presentimiento de una vil dolencia escuché, a lo lejos como se escucha el rumor de un enjambre de abejas, a unos señores que estaban hablando, en uno de esos programas de entrevistas televisivas, de esa cosa que algunos llaman la firma de la paz.

Por desatender el cuchillo y ¡¡la cebollaaaaaaaa!! casi me rebano el dedo que ocupo para hacer señales obscenas a las autoridades de seguridad pública. Uno de esos señores que estaban en los honorables medios de comunicación destacó que ahora, 21 años después del episodio en México, en el Castillo de Chapultepec con el orejón de Salinas de Gortari al centro, El Salvador es un país que ha avanzado mucho en la democracia.

Eso de avanzar mucho me sonó a escupitajo en el café de la tía Margarita. Y es que depende, ¿o no? ¡Claro que depende! Dado que vivimos en el país del relativismo absoluto (nótese la contradicción con dos cucharadas de azúcar, por favor), pegar una patada en el culo al cura del pueblo es un acto que hay que ver desde varios puntos de vista.

Y estos son los ángulos: el pie dirá seguramente que el cura es un nalgas - aguadas, el zapato que el cura es un profundo por examinar, la pierna seguro que se queja de la flojera, el cerebro pensará en la huida y el vale – verguismo del agresor en nada; en conclusión, la cosa depende siempre de algo.

Ahora le vamos a aplicar la patada en el culo a la conmemoración de la paz. El que antes estaba jodido, quería poder y no lo podía obtener, con razón ahora siente que todo le marcha bonito. Ya no tiene encima a los militares amenazando con fusiles a los subversivos y, por lo contrario, se la pasa bonito con sus jugosos negocios, sus camionetas, guardaespaldas, sus estirones de cuello creyéndose un tipo sofisticado porque dícese un protector del arte y la cultura (las imágenes descritas pueden aplicarse a quien quiera).

Ahora los discursos de la democracia son geniales, y pueden tomarse por obras universales y monumentos para la inteligencia.

Ahora vamos a la otra parte del culo en la paz: cuando terminó la guerra los negocios se volvieron propicios: vender el estado, ganar dólares, pensar en dólares, frotarse las manos con dólares, vender, robar, prostituir un país que tiene una enorme rajadura desde el pecho a la garganta y también defender la democracia como un proxeneta defiende su mercancía de carne.

Dicen ser los apóstoles de la buena vida, del progreso, la moral y las buenas costumbres. Defienden la vida, a su dios y la civilización. Tanta protección ahora les da la oportunidad de ser salvadoreños con inversiones en Latinoamérica.

Entonces, las interpretaciones, vistas desde las formalidades, pueden ser la pierna accionando al pie en el culo, el pie o el zapato. Pero, a su vez pueden ser la misma parte del cuerpo que pega una patada a las posaderas del ilustre religioso.

A veces puede pasar que las imágenes se crucen, que las ideas no sean tan claras y que al final lo que se pretendió explicar no esté del todo resuelto. Puede pasar, pero la pax salvadoreña es una cosa tan difícil de explicar. Bueno, será en otra página la continuación. Salud y buena suerte, ojalá no me corte el dedo en otro aniversario.

POSDATA: los muertos, las víctimas, los sufridos, los golpeados, los pobres, los siempre tristes, los desafortunados, los abatidos, los desangelados, aburridos y los hipocondriacos seguimos en la misma acera

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