martes, 12 de marzo de 2013

La muerte de Hugo Chávez y su continuidad


Dagoberto Gutiérrez

Hugo Chávez llegó al gobierno de Venezuela en medio de la descomposición del régimen político, con el mayor descrédito de los partidos, el desprestigio total de los dirigentes de la derecha y el desenfrenado robo de la riqueza nacional y la entrega de la soberanía a los Estados Unidos. El levantamiento militar contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez fue el campanazo que anunció al pueblo que había un camino abierto para salir del abismo. Ciertamente hubo un fracaso, pero no hubo una derrota porque se trataba sencillamente de la apertura de un proceso, y éste estaba irremediablemente abierto.

En 1989, el pueblo se alzó contra el gobierno de Pérez, y este levantamiento llamado Caracazo, porque tuvo su epicentro en Caracas, demostró la madurez de las condiciones políticas, la capacidad de rebeldía del pueblo y su disposición a enfrentarse al poder burgués imperante. Entre 1989 en que ocurre el Caracazo y 1992, en que se da el levantamiento militar, jefeado por Chávez, transcurre un poco más de 3 años, pero ambos acontecimientos formaron parte de un solo proceso íntimamente eslabonado. En este caso, el pueblo y los militares unieron su acción y su pensamiento, su ánimo y su voluntad, su capacidad y su perseverancia, y es precisamente la unión entre el pueblo y los militares, uno de los componentes fundamentales del proceso político venezolano, y su raíz se encuentra en estos dos acontecimientos, inseparables y amarrados históricamente.

Hugo Chávez era un jefe militar pero se convierte en el jefe del levantamiento y éste levantamiento era hijo del Caracazo, por eso Chávez era también hijo de ese levantamiento popular. Aquí se encuentra el epicentro de los acontecimientos posteriores, y por eso la fuerza política de Chávez se convierte en un poder telúrico, porque nace de las entrañas de la indignación, de la frustración, del dolor y del llanto de la pobreza, y del olvido eterno que el poder burgués ha aplicado al pueblo de Venezuela. Hablamos de un país dueño de inmensas riquezas y de inmensa pobreza, y por eso mismo, la rebelión estaba escrita con la sangre del pueblo pobre.

La lucha de Chávez vinculó con maestría la confrontación con el juego político burgués, pero usando magistralmente las reglas de ese juego. Aquí encontramos el peso del orden en la cabeza de un militar, pero el uso de las reglas del juego buscaba cambiar el juego mismo, es decir, el orden y el sistema, y aquí encontramos el peso del sentido subversivo en la cabeza de un dirigente popular, que buscaba construir un nuevo orden a través del desorden, porque el mayor desorden se llamará siempre revolución, sobre todo cuando se basa en la mayor participación del pueblo, como ocurrió siempre en el proceso venezolano. Aquí está la síntesis entre un jefe militar y un jefe político popular.

La clave para entender el proceso está en la capacidad que desplegó Chávez para insertar el pensamiento, la filosofía, la teoría y la praxis de Simón Bolívar en la acción y el pensamiento del pueblo. Esto determinó el torrente de apoyo popular que le permitió ganar elección tras elección y derrotar electoralmente a la derecha.

Su llegada al gobierno era parte de la lucha por el Estado y esto estaba expresado en la lucha por el control de la riqueza petrolera, cuyo aparato se llama PDVSA. Es aquí donde se ubica el golpe de Estado contra Chávez, que puso a prueba, a los 4 años de su gobierno, su vinculación con las masas populares. Sabemos que pasó la prueba y que, en ese marco, la burguesía perdió el control del petróleo, es decir, del Estado, y así se abre el proceso de cambio de juego y cambio de reglas, de manera abierta y profunda.

La transformación del nuevo Estado consistió en recuperar la dignidad para un pueblo que nunca había recibido bienestar de la burguesía dominante. Se entrega tierra, salud, educación, se construye un poder del pueblo, se hace poco a poco, pueblo armado. En este momento aparece la construcción de un partido político que sintetice esta lucha y sea instrumento político del pueblo, y Venezuela deja de ser un país olvidado, un enano sentado en un filón de oro, y el mundo supo de la solidaridad y la humanidad de la revolución bolivariana, y ese petróleo que había sido patrimonio del imperio estadounidense es puesto al servicio de los pueblos latinoamericanos, generando el odio mortal de la burguesía venezolana, de la de todo el continente y del planeta y del imperio gringo. Esta es la mejor indicación de la profundidad de ese proceso político.

La muerte de Hugo Chávez es el momento de mayor fortaleza del proceso, y esta aparente contradicción es, sin embargo, una especie de corolario que explica la intensidad y profundidad del paso fulgurante de un hombre en la historia de un país y de un continente.

En ningún momento como este, la derecha venezolana ha aparecido tan reducida y encerrada en sus corrales, y el movimiento revolucionario dueño de la calle, del ánimo y de la voluntad del pueblo. Y en la próxima campaña electoral será de nuevo Hugo Chávez quien recorrerá su país, llamando al pueblo a defender la revolución, a consolidar los logros y a dar nuevas victorias.

El actual presidente, Nicolás Maduro, es la continuidad y profundización de ese proceso, y Chávez es quien asegura, desde el espectro victorioso de su vida, su lucha, su honradez y su pensamiento, que los caminos sigan abiertos para el encuentro cotidiano de la revolución y el pueblo venezolano.

En ningún momento como hoy, Chávez había estado tan vivo, tan despierto, tan presente en la pupila y el corazón de su pueblo, y por eso, todos aquellos que esperaban su muerte para celebrarla, saben que están frente a uno de los muertos que siguen luchando, que siguen hablando y siguen de pie.

El llanto, el dolor y el duelo por la muerte de Hugo Chávez es como un río que se nutre de esas lagrimas y cuyo torrente es indetenible e invencible. Por eso Hugo Chávez es pueblo hecho pensamiento y hecho acción.

San Salvador, 11 de marzo del 2013.

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