domingo, 31 de marzo de 2013

Las dos Coreas (parte I)


Tomado de Cubadebate

La nación coreana, con su peculiar cultura que la diferencia de sus vecinos
chinos y japoneses, existe desde hace tres mil años. Son características
típicas de las sociedades de esa región asiática, incluidas la china, la
vietnamita y otras. Nada parecido se observa en las culturas occidentales,
algunas con menos de 250 años.

Los japoneses habían arrebatado a China en la guerra de 1894 el control que
ejercía sobre la dinastía coreana y convirtieron su territorio en una
colonia de Japón. Por acuerdo entre Estados Unidos y las autoridades
coreanas, el protestantismo fue introducido en ese país en el año 1892. Por
otro lado, el catolicismo había penetrado igualmente en ese siglo a través
de las misiones. Se calcula que actualmente en Corea del Sur alrededor del
25 por ciento de la población es cristiana y una cifra similar es budista.
La filosofía de Confucio ejerció gran influencia en el espíritu de los
coreanos, que no se caracterizan por las prácticas fanáticas de la religión.

Dos importantes figuras ocuparon los primeros planos de la vida política de
esa nación en el siglo XX. Syngman Rhee, que nace en marzo de 1875, y Kim Il
Sung 37 años después, en abril de 1912. Ambas personalidades, de distinto
origen social, se enfrentaron a partir de circunstancias históricas ajenas a
ellos.

Los cristianos se oponían al sistema colonial japonés, entre ellos Syngman
Rhee, que era practicante activo del protestantismo. Corea cambió de status:
Japón anexó su territorio en 1910. Años más tarde, en 1919, Rhee fue
nombrado Presidente del Gobierno Provisional en el exilio, con sede en
Shanghai, China. Nunca empleó las armas contra los invasores. La Liga de las
Naciones, en Ginebra, no le prestó atención.

El imperio japonés fue brutalmente represivo con la población de Corea. Los
patriotas resistieron con las armas la política colonialista de Japón y
lograron liberar una pequeña zona en los terrenos montañosos del Norte,
durante los últimos años de la década de 1890.

Kim Il Sung, nacido en las proximidades de Pyongyang, a los 18 años se
incorporó a las guerrillas comunistas coreanas que luchaban contra los
japoneses. En su activa vida revolucionaria alcanzó la jefatura política y
militar de los combatientes antijaponeses del Norte de Corea, cuando sólo
tenía 33 años de edad.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos decidió el destino de
Corea en la posguerra. Entró en la contienda cuando fue atacado por una
criatura suya, el Imperio del Sol Naciente, cuyas herméticas puertas
feudales abrió el Comodoro Perry en la primera mitad del siglo XIX apuntando
con sus cañones al extraño país asiático que se negaba a comerciar con
Norteamérica.

El aventajado discípulo se convirtió más tarde en un poderoso rival, como ya
expliqué en otra ocasión. Japón golpeó sucesivamente décadas más tarde a
China y Rusia, apoderándose adicionalmente de Corea. No obstante fue astuto
aliado de los vencedores en la Primera Guerra Mundial a costa de China.
Acumuló fuerzas y, convertido en una versión asiática del nazifascismo,
intentó ocupar el territorio de China en 1937 y atacó a Estados Unidos en
diciembre de 1941; llevó la guerra al Sudeste Asiático y a Oceanía.

Los dominios coloniales de Gran Bretaña, Francia, Holanda y Portugal en la
región estaban condenados a desaparecer y Estados Unidos surgía como la
potencia más poderosa del planeta, resistida sólo por la Unión Soviética,
entonces destruida por la Segunda Guerra Mundial y las cuantiosas pérdidas
materiales y humanas que le ocasionó el ataque nazi. La Revolución china
estaba por concluir en 1945 cuando la matanza mundial cesó. El combate
unitario antijaponés ocupaba entonces sus energías. Mao, Ho Chi Minh,
Gandhi, Sukarno y otros líderes prosiguieron después su lucha contra la
restauración del viejo orden mundial que era ya insostenible.

Truman lanzó contra dos ciudades civiles japonesas la bomba atómica, arma
nueva terriblemente destructiva de cuya existencia, como se ha explicado, no
había informado al aliado soviético, el país que más contribuyó a la
destrucción del fascismo. Nada justificaba el genocidio cometido, ni
siquiera el hecho de que la tenaz resistencia japonesa había costado la vida
a casi 15 mil soldados norteamericanos en la isla japonesa de Okinawa. Ya
Japón estaba derrotado y tal arma, lanzada contra un objetivo militar,
habría tenido más tarde o más temprano el mismo efecto desmoralizador en el
militarismo japonés sin nuevas bajas para los soldados de Estados Unidos.
Fue un acto incalificable de terror.

Los soldados soviéticos avanzaban sobre Manchuria y el Norte de Corea, tal
como lo habían prometido al cesar los combates en Europa. Los aliados habían
definido previamente hasta qué punto llegaría cada fuerza. En la mitad de
Corea estaría la línea divisoria, equidistante entre el río Yalu y el Sur de
la península. El gobierno norteamericano negoció con los japoneses las
normas que regirían la rendición de las tropas en su propio territorio.
Japón sería ocupado por Estados Unidos. En Corea, anexada a Japón,
permanecía una gran fuerza del poderoso ejército japonés. En el Sur del
Paralelo 38, límite divisorio establecido, prevalecerían los intereses de
Estados Unidos. Syngman Rhee, reincorporado a esa parte del territorio por
el gobierno de Estados Unidos, fue el líder al que apoyó, con la cooperación
abierta de los japoneses. Ganó así las reñidas elecciones de 1948. Los
soldados del Ejército Soviético se habían retirado de Corea del Norte ese
año.

El 25 de junio de 1950 estalló la guerra en el país. Todavía se discute
quién realizó el primer disparo, si los combatientes del Norte o los
soldados norteamericanos que montaban guardia junto a los soldados
reclutados por Rhee. La discusión carece de sentido si se analiza desde el
ángulo coreano. Los combatientes de Kim Il Sung lucharon contra los
japoneses por la liberación de toda Corea. Sus fuerzas avanzaron
incontenibles hasta las proximidades del extremo Sur, donde los yanquis se
defendían con el apoyo masivo de sus aviones de ataque. Seúl y otras
ciudades habían sido ocupadas. McArthur, jefe de las fuerzas norteamericanas
del Pacífico, decidió ordenar un desembarco de la infantería de Marina por
Incheon, en la retaguardia de las fuerzas del Norte, que estas no podían ya
contrarrestar. Pyongyang cayó en manos de las fuerzas yanquis, precedidas
por devastadores ataques aéreos. Ello impulsó la idea por parte del mando
militar norteamericano en el Pacífico de ocupar toda Corea, ya que el
Ejército de Liberación Popular de China, dirigido por Mao Zedong, había
infligido una derrota aplastante a las fuerzas proyanquis de Chiang
Kai-shek, abastecidas y apoyadas por Estados Unidos. Todo el territorio
continental y marítimo de ese gran país había sido recuperado, con excepción
de Taipei y algunas otras pequeñas islas próximas donde se refugiaron las
fuerzas del Kuomintang, transportadas por naves de la Sexta Flota.

La historia de lo ocurrido entonces se conoce hoy bien. No olvidar que Boris
Yeltsin entregó a Washington, entre otras cosas, los archivos de la Unión
Soviética.

¿Qué hizo Estados Unidos cuando estalló el conflicto prácticamente
inevitable bajo las premisas creadas en Corea? Presentó a la parte norte de
ese país como agresora. El Consejo de Seguridad de la recién creada
Organización de Naciones Unidas, promovida por las potencias vencedoras de
la Segunda Guerra Mundial, aprobó la resolución sin que uno de los cinco
miembros pudiera vetarla. En esos precisos meses la URSS se había
manifestado inconforme con la exclusión de China en el Consejo de Seguridad,
donde Estados Unidos reconocía a Chiang Kai-shek, con menos del 0,3 por
ciento del territorio nacional y menos del 2 por ciento de la población,
como miembro del Consejo de Seguridad con derecho al veto. Tal arbitrariedad
condujo a la ausencia del delegado ruso, a consecuencia de lo cual se
produjo el acuerdo de ese Consejo dando a la guerra el carácter de una
acción militar de la ONU contra el presunto agresor: la República Popular de
Corea. China, ajena por completo al conflicto, que afectaba su lucha
inconclusa por la liberación total del país, vio cernirse la amenaza directa
contra su propio territorio, lo cual era inaceptable para su seguridad.
Según datos publicados, envió al primer ministro Zhou Enlai a Moscú, para
expresar a Stalin su punto de vista sobre lo inadmisible que era la
presencia de fuerzas de la ONU bajo el mando de Estados Unidos en las
riberas del río Yalu, que delimita la frontera de Corea con China, y
solicitarle la cooperación soviética. No existían entonces contradicciones
profundas entre los dos gigantes socialistas.

El contragolpe chino se afirma que estaba planeado para el 13 de octubre y
Mao lo pospuso para el 19, esperando la respuesta soviética. Era el máximo
que podía dilatarlo.

Pienso concluir esta reflexión el próximo viernes. Es un tema complejo y
trabajoso, que demanda especial cuidado y datos tan precisos como sea
posible. Son hechos históricos que deben conocerse y recordarse.



Fidel Castro Ruz
Julio 22 de 2008

No hay comentarios.:

Publicar un comentario