jueves, 8 de agosto de 2013

Carta a Rafael Arce Zablah


Querido Rafael:

Es muy posible que nos cruzáramos en esos años encendidos de la década del 70 del siglo pasado, estos  fueron los momentos en que se cocinó la mejor conclusión de nuestra historia, el más oloroso encuentro, el más ruidoso desencuentro y, el más ancho camino para enfrentar un problema común: la dictadura militar de derecha.


Dagoberto Gutiérrez


Por supuesto que leyendo tu trabajo el grano de oro se descubría al joven estudioso, inteligente, hasta brillante que entendió muy bien que la teoría y la práctica se han de casar en una boda secreta y hasta misteriosa porque, en ocasiones, las prácticas de ciertas teorías tienen que practicarse en silencio y las teorías de ciertas prácticas tienen que elaborarse en el filo de las navajas.

Después de ese día aciago en El Carmen, muchas cosas pasaron, vos conociste una parte, aquella donde la correlaciones de fuerzas empezaban a estabilizarse, cuando tu grupo empezaba a ocupar un vacío y cuando lo político y lo militar se encontraban en un encuentro necesario, inevitable, beneficioso y exitoso; recordarás muy bien que este aspecto aparentemente sencillo no lo fue para las generaciones de revolucionarios de clases medias que nutrieron el proceso político en esos años.

Estoy seguro, después de un largo pensar sobre esas décadas  y de una larga experiencia en el pedregoso terreno de la lucha de clases, que vos te aproximabas a una comprensión cabal del fenómeno histórico, tenias condiciones para ello; luz en el cerebro y lumbre en el corazón. Es que, mirando las cosas desde las cosas mismas, la lucha de masas es capaz de engendrar diversas formas de lucha de manera vigorosa y saludable, es posible que un grupo de audaces y talentosos  puedan decidir, desde las sombras, romper el orden, golpearlo y hasta aniquilar sus sistemas y aparentemente, a juicio de estos audaces, esto no tenga nada que ver, o sea algo aparte, o si se quiere algo más elevado que el malestar, el rechazo, el hartazgo que el orden de cosas producen en  el sosiego en las clases medias, pero esta relación, de todas maneras, tarde o temprano se revela y manifiesta, así ocurrió querido Rafael.

Siento que tu olfato pudo advertir hacia donde iba el proceso y hacia donde apuntaban los acontecimientos, al fin y al cabo la realidad, como vos bien sabes, no depende de lo que uno piense de ella y teniendo su propio motor, energía y rumbo, no permite, impunemente, su manipulación y la clave es descubrir, de manera previsora, el rumbo previsible del acontecer, acuérdate que los antiguos hablaban de los augurios para referirse, precisamente, a estas previsiones.

Sin duda te has dado cuenta que en nuestro proceso lo político y lo militar tuvieron diversas bodas a través de nuestra historia y desde la primera gran guerra impuesta, la de los invasores europeos en 1524, cuando nos invadieron por el río Paz por orden de Pedro Alvarado, estos dos hermanos, estos dos peones históricos han aparecidos, invariablemente, dentro de relaciones variables y siempre tuvimos dificultades para descubrir la intensidad de su matrimonio, las cuotas de su aporte, lo determinante de su papel y, finalmente la interdependencia de sus fuerzas.

Creo que vos estabas en la ruta y en la atalaya conveniente para descubrir esta convergencia y, sobre todo, para entender que pese al parentesco inevitable no resulta siempre igualmente alcanzable la armonía entre estos dos hermanos de sangre.

Entiendo y siento que tu viaje apresurado en esa tarde amarga del Carmen resulta ser una página dolorosa de nuestra historia que nos privó de tu luz y de la comprensión de tu inteligencia, compartimos el dolor de los que estaban cerca de vos y además entendemos la dimensión y rudeza del golpe.

En el proceso político que conocemos el enemigo jugó un papel acrobático fundamental y su desconocimiento de la sociedad y su desprecio de la subjetividad, nos permitió descubrir lo que resultó fundamental, es decir, que el acuerdo entre nosotros sin ser  inevitable, tenia, podía y debía ser político, que lo ideológico estando siempre presente, dentro de cada quien, no definía las aproximaciones aunque si los horizontes y linderos, que nosotros, los habitantes de la sociedad, no nos conocíamos ni sabíamos, con certeza,  quienes éramos, como éramos, cuantos éramos, ni para que éramos. Que ese conocimiento lo adquirimos una vez nos encontramos en el mismo terreno y con los mismos aconteceres.

Todo parece funcionar como en un laboratorio y aunque nunca ocurren así las cosas sociales, a la distancia de las décadas, pareciera que la lucha popular puede engendrar varios caminos y la boda inseparable entre unos y otros, unos con otros y unos en los otros apareció magistralmente expuesta en nuestro proceso.

En fin, ya no te cuento más cosas y ojalá que podamos conversar contigo sobre estos y otros temas, sobre todo en estos días en los que estás más despierto que nunca, como todos los días de todos los tiempos y cuando es necesario tener los ojos abiertos, el oído atento y el tambor sonando.

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