viernes, 14 de noviembre de 2014

COMIDA DE HOCICONES


 Benjamín Cuellar Martínez

 
Al ver a Mauricio Funes recriminar a Ernesto Rivas Gallont por lo que dijo en torno a la  masacre en El Mozote, no queda más que reaccionar ante quien asume y presume haber sido el mejor presidente de este país huérfano de estadistas. No hay que escupir para arriba y hay que cuidar el techo cuando se tiene de vidrio. Rivas Gallont pidió perdón a las víctimas por algo puntual, del todo deleznable, como lo fue el contribuir al intento estatal de encubrir esa terrible masacre. Intento inútil, por cierto. Otra cosa es que ese remordimiento sea sincero, aunque parece que sí. Eso lo sabrá él y nadie más. Pero entre el universo de hipócritas y farsantes de la política guanaca, hay bastantes hasta para regalar. No se trata de defender a quien fue embajador en Washington, D, C., durante la presidencia de Napoleón Duarte. Para nada. Esa persona es un encubridor de un régimen oprobioso. Pero lo ha reconocido y ofrece disculpas.

Ese hecho debería asumirse, más bien, como un primer paso en el camino a transitar para alcanzar la paz real: el de la verdad, la justicia y la reparación integral. Para ello, el arrepentimiento debe acompañarse con la información para materializar las dos primeras de esas aspiraciones postergadas. También la inusitada súplica de perdón debería estimular a otros encubridores, a los autores directos de las atrocidades y a quienes desde arriba mandaron ejecutar a tantas personas indefensas o a capturarlas, torturarlas y desaparecerlas por la fuerza. Debería servir, el gesto de Rivas Gallont, para empujar a que empiecen a reconocer sus culpas y den a conocer detalles de los hechos.

Por eso, que no venga Funes con verbosidades y superioridades. Él también juega en la misma liga de aquellos que en este país han protegido criminales y quizás hasta les gana con buena ventaja, porque lo hizo siendo presidente y comandante general de la Fuerza Armada. Y es que después de vanagloriarse de haber sido periodista inquisitivo, a la hora de las horas cuando tuvo las mejores posibilidades de hacer valer su labia pasada, se le aguadó todo y no mostró valor para hacer lo debido.

Buena muestra de ello es el caso de la masacre en esta Universidad, que está por llegar a los  veinticinco años de ocurrida. También serán ya cinco los lustros de permanecer vigente una impunidad protectora de sus principales responsables y ofensora de las víctimas, de la UCA, de la sociedad salvadoreña y de la humanidad entera. En eso, digan lo que digan, Funes tiene una enorme responsabilidad que es fácilmente demostrable con dos ejemplos.

Uno es el discurso de sus representantes oficiales en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, quienes repetitivamente decían que su Gobierno era guiado e inspirado por monseñor Romero y los mártires jesuitas. Además, declaraban el firme compromiso de cumplir a cabalidad sus obligaciones internacionales en la materia; pero, agregaban, “en lo que le corresponde al Órgano Ejecutivo”. Siempre, siempre mantuvieron esa posición. Lo que le tocaba a Casa Presidencial era, según esa tesis sacada de la manga, tan solo reparar.

Esos funcionarios, denunciaron antes al cuarto Gobierno de ARENA desde la cancha de las víctimas y las organizaciones sociales que las acompañaban y acompañan. Le reprocharon al Estado salvadoreño desacatar las recomendaciones de la Comisión Interamericana. Con el dedo acusador, le señalaban al jefe del mismo –Antonio Saca– el último círculo infernal donde hervían los violadores de derechos humanos. Con ARENA no repartían pecados de la misma forma entre el Ejecutivo, la Fiscalía, el Órgano Judicial y la Asamblea Legislativa. Era Saca el responsable último y punto. A partir del 1 de junio del 2009, como funcionarios alegaban que Funes solamente debía reparar y que lo había hecho.

Así, la Fiscalía nunca fue presionada en serio para que investigara la masacre ni se cabildeó con ganas en el Legislativo para derogar la Ley de amnistía. Pero sí se vio cómo, en su aflicción preelectoral debido a sus temores de lo que podría pasarle si perdía el FMLN, Funes presionó con todo para que se investigara a Francisco Flores y lo logró. ¡Qué bueno! Lástima que para ello se dio el lujo, entre otros, de violar la Constitución.

Regresando a la Comisión Interamericana, en una audiencia para revisar el cumplimiento de sus recomendaciones el delegado estatal alardeó con su única carta de presentación: la “reparación” mediante un homenaje al cumplirse dos décadas de las ejecuciones de Julia Elba Ramos, su hija Celina Mariset y los seis jesuitas. Pero tanto en el discurso de Funes como en la entrega de las condecoraciones “José Matías Delgado”, en ese acto oficial, las víctimas femeninas –madre e hija– no figuraron. ¡Eso no se vale!

La otra responsabilidad de Funes: esconder a los que ordenaron el 15 de noviembre de 1989 la masacre en la UCA, junto a algunos de los que la consumaron en las primeras horas del 16. De par en par se les abrieron los portones de un tenebroso cuartel, para que capearan el temporal. Eso no le envidia nada a lo que ahora es motivo de remordimiento para Rivas Gallont, quien debió sacárselo del pecho antes: cuando la Corte Interamericana deliberaba qué hacer con la masacre de El Mozote. Seguramente le hubiera dado mayor solidez de la que tiene a la buena sentencia emitida. Pero más vale tarde que nunca. 
 
En España se logró avanzar en lo que nunca se avanzó acá: juzgar autores materiales e intelectuales de la matanza. A fines de mayo del 2011, el juez sexto de la Audiencia Nacional –Eloy Velasco– llamó a plenario y en agosto INTERPOL giró las órdenes para su captura. Los hasta entonces “valientes” militares temblaron. Y Funes ordenó que los “resguardaran” o toleró que alguien lo hiciera. ¿Cuál “resguardo”? Quien tenía bien claro lo que debía hacerse, los salvó o aceptó que los salvaran. Entrevistado por el periódico ContraPunto, Funes se lució diciendo cómo procedería de recibir las “alertas rojas” para extraditar a los reclamados por la justicia universal. ¡Qué clara y contundente su respuesta!

Se abren comillas: “Con o sin amnistía, si la orden de detención decretada por el juez Eloy Velasco de la Audiencia Española se hace efectiva en el país, esos jefes miliares van a tener que ser detenidos por la Policía, siguiendo un procedimiento que viene desde la INTERPOL y vamos a tener que solicitar la autorización de la Corte Suprema de Justicia para decidir si se pueden o no extraditar. Así es”. Fin de la cita. ¿Alguien vio siquiera uno de ellos que lo anduvieran exhibiendo esposado, como pasó con Flores?
  
Funes exige que juzguen a Rivas Gallont por El Mozote y yo exijo que lo juzguen a él por la UCA. “Resolver la delincuencia –dijo alguna vez– no es comida de hocicones”. Superar la impunidad tampoco, pero hay que comenzar a meterle a eso para que el país tenga esperanza y su situación cambie de verdad. Hay que hacerlo no solo virtualmente o en la propaganda electorera, sino sobre todo con procesos y sentencias desde arriba hasta abajo.

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