Dagoberto Gutiérrez
La Ofensiva Guerrillera de 1989 fue la culminación de la Guerra de Veinte Años, pero también el agotamiento del acuerdo político llamado Frente Farabundo Martí para Liberación Nacional, los dos acontecimientos coincidieron cronológicamente; pero su relación no aparece visible.
La Ofensiva fue un acontecimiento político con columnas militares y el final del FMLN también fue un hecho políticamente sucesivo con impactos militares. El núcleo de ambos procesos es la guerra misma y este es el acontecimiento político más importante de la historia de nuestro país, con un peso mayor que el de 1821 y el de las guerras por Centroamérica.
En nuestra historia las guerras nos han marcado de manera determinante y los cinco grandes eventos de ese tipo así lo establecen. Desde la primera guerra en 1524 cuando somos invadidos por hordas europeas en compañía de pueblos Quiche, Cachiqueles, Tlaxcaltecas y otros probablemente Aztecas. Esta guerra la perdimos y también perdimos el idioma, el derecho, la religión y la identidad. La segunda guerra fue la de Anastasio Aquino a pocos años de la Independencia formal de 1821; la tercera fueron las guerras morazánicas por Centroamérica que también las perdimos y perdimos a Centroamérica. La cuarta guerra fue la de 1932 que se canceló con una matanza inclemente; la quinta guerra es esta de veinte años liderada, diseñada y pensada por sectores pequeños burgueses intelectuales y finalizada, formalmente, por acuerdos políticos militares que fueron llamados Acuerdos de Paz.
Cada una de estas guerras requiere un examen frío y detenido, buscando el hilo conductor que las conecta a todas y estableciendo sus impactos en el poder político ejercido y en la manera de ejercerlo, en la relación de ese poder con los seres humanos, en la producción de su riqueza y en su distribución; pero necesitamos enfatizar esta última guerra porque es la que estando más fresca resulta quizás la menos comprendida y es, además, la dueña de los impactos más ostensibles en la sociedad actual, veamos algunas de esas consecuencias.
La Guerra de Veinte Años, estableció lo que es posible para un pueblo, cuando este armoniza sus condiciones subjetivas, es decir su ánimo y sus compromisos con las condiciones objetivas o el momento económico, de producción de riqueza y de distribución. Durante veinte años el pueblo llevo adelante una guerra intensa y extensa que nos puso en el mapa del mundo como país y movió y conmovió los cimientos de la sociedad y también sus techo. Esto resulta ser un impacto de necesaria e ineludible reflexión.
La Guerra de Veinte Años, terminó con la clase gobernante ejercida por la Fuerza Armada desde 1932, este hecho pone a esta guerra con una continuidad históricamente unida, muy estrechamente, a ese acontecimiento, de 1932. Esta extinción de el papel gobernante está establecido actualmente en el Art. 212 de la Constitución cuando se define que la Fuerza Armada tiene la finalidad de defender la soberanía del Estado y la integridad del Territorio. Lo breve y preciso del texto no dice nada de todo el contexto histórico que estas líneas contienen.
La Guerra de Veinte Años, terminó con el papel de la oligarquías como fuerza motriz de cambio, transformaciones o mutaciones sociales, puso en primer plano a la pequeña burguesía como el factor capaz de elaborar una teoría política, renovada y renovadora y de llevarla a la práctica; pero además esta clase, la que dirigió la guerra, fue capaz de conducir, orientar y guiar todo este proceso y finalmente, de negociar el final de la guerra con autoridad, prestigio y solvencia. En cierto modo las oligarquías tradicionales fueron derrotadas militarmente.
La Guerra de Veinte Años, concitó, convocó, movilizó, organizó y formó a generaciones enteras de luchadores sociales y definió una utopía cuya realización pasaba por victorias militares y políticas, todos estos fenómenos impactaron, como nunca en nuestra historia, a una sociedad tradicionalmente, sometida, esclavizada por sectores dominantes inclementes, inconmovibles y sangrientos.
La Guerra de Veinte Años, significó el mayor ejercicio político de construcción de alianzas en nuestra historia y sectores de distinto color político, de diferente sabor ideológico, de diferente peso económico, cultural o educativo convergieron, por primera vez en una lucha armada generalizada, contra una dictadura aislada. El mismo sujeto político militar, FMLN, expresa esto, en tanto fue otro acuerdo político de comunistas, anticomunistas y no comunistas en un proceso convergente frente a la dictadura que se enfrentaba; pero divergente frente a un nuevo mundo y a una sociedad a construir.
La Guerra de Veinte Años, construyó un escenario local de insurgencia que enfrentó con éxito a la contra insurgencia sostenida y liderada por los Estados Unidos, esfuerzo que fue capaz de construir una correlación favorable alrededor del mundo y todo el poder imperial y sus inteligencias no fueron capaces de descifrar el fenómeno, ni de entender nuestras propias raíces históricas de esta guerra.
La Guerra de Veinte Años, siendo una guerra fundamentalmente campesina, no puso en el centro, la reivindicación de una Reforma Agraria, como sí la distribución de la tierra, no fuera un factor de movilización y de confrontación, fue el reclamo democrático el que apareció y pareció ser el nervio movilizador. Por supuesto que el problema tierra estaba en la cabeza, en los nervios, en las manos que disparaban, en las fuerzas que se movilizaban y enfrentaban a las oligarquías y a los imperios.
La Guerra de Veinte Años, terminó sin post guerra y al finalizar, durante las negociaciones definitivas, precipitó la extinción del acuerdo político llamado FMLN. Aquella alianza que fue el sujeto conductor se extingue durante el proceso final de negociación, precedida por la finalización de la guerra de tal manera que al firmarse y celebrarse los Acuerdos de Paz, ya perecían tanto la Guerra Civil como el FMLN.
La situación actual del proceso político salvadoreño le debe mucho al proceso que he referido brevemente y conviene darse cuenta que la guerra social que vive nuestro país no es hija ni pariente de la guerra civil de veinte años, ni el actor político u operador político, partido FMLN, guarda continuidad con el sujeto político del mismo nombre. Las claves para vislumbrar las raíces del actual momento se encuentran en los acontecimientos que siguieron al fin de la guerra y crearon las condiciones para una post guerra sui generis, lo cual analizaremos en otro momento.
Hoy rendimos homenaje a los heroicos combatientes que regaron con su sangre y con sus vidas los caminos históricos de la patria, estos hicieron posible lo que parecía imposible, estos supieron que solo se revelan e indignan los dignos.
Los Héroes y los Mártires nos alumbran y nos guían, nosotros los tenemos en la mesita de noche día tras día y minuto a minuto.
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