domingo, 14 de diciembre de 2014

La navidad del mercado



Dagoberto Gutiérrez

Una vez más el mercado se prepara para celebrar la navidad como cada año, y de nuevo, con su poder total hace suyos la ilusión de los niños, la imagen de Jesucristo y construye técnicamente un espíritu apropiado que convierte la fe en una mercancía.

La navidad es un acontecimiento históricamente político, corresponde a una decisión política del Imperio Romano cuando el cristianismo pasó a ser la religión oficial del Estado y este cristianismo es a su vez sustituido por la cristiandad, decretando la muerte dentro del cristianismo de la ideología de los cristianos primitivos, los de las catacumbas, los de la clandestinidad. Se convierte en ideología imperial y tanto Jesucristo como su madre son convertidos en dioses de la nueva filosofía religiosa. Una vez logrado esto se plantea el problema del origen del profeta cristiano y ocurre que para el imperio romano dueño del mundo, el nuevo Dios no podía ser hijo de un simple carpintero de Galilea, a partir de lo cual se construye la teoría de la trinidad.

Esta concepción del vinculo entre el padre, el hijo y el espíritu santo generó guerras sangrientas e incluso la muerte en la hoguera de la inquisición de personajes como Miguel de Servet y centenares más. En todo esto jugó un papel importante el emperador Constantino, que como un verdadero genio político, entendió la importancia de la ideología cristiana, se convirtió al cristianismo, construyó milagros y manipuló al cristianismo de su época.

Sin embargo, situado el imperio en la línea de ubicar a su profeta en la historia rastrean su nacimiento y al no encontrar datos fehacientes decidieron adecuar un supuesto nacimiento a las fiestas saturnales, que en honor a Saturno, Dios de la agricultura, celebraba el mundo romano en medio de bacanales, orgías sexuales y en una fiesta llena de vitalidad e intercambios; todo esto ocurría a finales del año y sin hacer ningún cambio, los astutos romanos simplemente adecuaron una fecha cristiana a una de sus fiestas ya establecidas.

Hay que apreciar en esta decisión la frialdad y el talento, pero también el talante de un imperio que necesitaba de una ideología adecuada como la de los cristianos clandestinos y perseguidos; pero que no necesitaba ni del cristianismo ni de los cristianos, por eso hizo de los antiguamente perseguidos cristianos, los nuevos reyes y de sus antiguos pastores los nuevos obispos y los cuales vistió con sedas caras, les puso anillos de oro en sus manos, les puso coronas como la de los emperadores romanos y los hicieron reyes romanos, en tanto que los antiguos cristianos de las catacumbas, perseguidos, leales y firmes, desaparecieron como tales y aparecieron como los favoritos del imperio; tal como hemos afirmado anteriormente, el cristianismo fue sustituido por la cristiandad que resulta ser la religión del Estado.

El Estado romano construye, a partir de la cristiandad, el catolicismo que es una palabra latina que quiere decir universal, porque si el cristianismo era la religión del imperio, tenia que ser la religión de todo el mundo y eso es el catolicismo. A este catolicismo, Roma le dio la estructura jurídico-político del Impero Romano que estaba organizado en vicarias, en parroquias y en todo lo que después se conoció como Iglesia Católica.

La nueva fecha del imperio que ubicaba el nacimiento de su nuevo profeta al final del año, adecuándola a los saturnales, tal como lo hemos explicado, empezó a abrirse paso y a capturar la imagen de los mercaderes que lograron la manera de mejorar sus ventas en esas fechas y fueron apareciendo los arbolitos de navidad, los pesebres, los nacimientos y el niño Dios y en ciertos lugares las posadas.

Con la invasión europea a nuestras tierras a partir de 1492, los invasores nos impusieron su idioma, su derecho y sus dioses y nos prohibieron nuestro idioma, nuestra ley y nuestra religión.

Fueron apareciendo nuevos discursos religiosos, nuevas figuras y entre ellas la navidad. A más de quinientos años de esta invasión, la fiesta navideña ha sido controlada totalmente por un mercado todo poderoso que sustituye toda posibilidad de fe en una especie de frenesí de consumidores y la navidad ha sido transformada en una especie de mercado donde se compra y se vende; pero en donde no aparece nada relacionado ni con el Jesucristo justiciero, ni con los cristianos leales.

Se trata de un momento que tiene que ser difícil para la Iglesia Católica y de otras denominaciones cristianas, donde hoy más que nunca la defensa de Jesús equivale a la lucha contra un mercado deshumanizante y aquella iglesia y aquel pastor que no eleve su vos, que no afile su palabra y su pluma y no fortalezca su dignidad está renunciando a toda posibilidad de vínculos valiosos con un personaje tan iluminado como el Jesús de Nazaret.

Las luces del mercado no deben sepultar las oscuranas que alumbran, los ruidos de los grandes mercaderes no deben silenciar a los silencios de los que no tienen vos y los grandes negocios no deben ignorar a los que apenas sueñan con un lugar donde dormir o un pedazo de pan.

Los dados están echados y la navidad es un juego de navajas donde cada quien debe saber de que lado está, con quien está, con qué espada cuenta y a cual espada enfrenta, no hay que olvidar que la paz se llama conflicto.

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