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domingo, 1 de febrero de 2015
Los más violentos del mundo
José Manuel Valiñas
Los países más violentos del orbe, por mucho, se concentran en un pequeño pedazo de tierra: justo el que colinda con nuestro país…
El 2 de septiembre de 2009, en Tonacatepeque, un suburbio de San Salvador, el cineasta Christian Poveda recibía dos tiros en la cabeza. Acababa de estrenar su último documental, La vida loca, un testimonio doloroso pero a la vez esperanzador sobre la vida de las pandillas en esas peligrosas calles. Para ello se había ido a vivir con los “mareros” y se había hecho amigo de ellos.
Pero algo pasó: alguien sospechó que estaba hablando con la policía, o bien los líderes de Barrio 18 se enojaron por alguna imagen del video, y fue ultimado (quien se cree que dio la orden desde la cárcel es un líder apodado “El Molleja”). El hecho motivó un escándalo nacional e internacional que culminó con algo que parecía antes impensable: el acuerdo entre las maras y el gobierno salvadoreño para bajar los niveles de violencia. Un acuerdo inadmisible en cualquier otro país: sentarse con los delincuentes para pedirles que por favor cometan menos asesinatos. Pero en El Salvador la muerte violenta no es un fenómeno más, sino una enfermedad endémica que lleva al caos a toda la sociedad.
Hoy en día hay maras en toda Centroamérica, en México y en Europa. A estas hordas de jóvenes se les ha inoculado un odio irracional y una voluntad de matar e incluso, morir. Son, hoy por hoy, el rostro tatuado más sombrío de un pedazo de continente que, por ese mismo factor, se sitúa en la cúspide de la violencia a nivel mundial.
El pacto con las maras para que no se sigan matando entre sí (a cambio de mejoras en sus condiciones carcelarias), ha bajado la desquiciante espiral asesina en El Salvador, pero siempre está el peligro latente de que se vuelva a desbordar. Y ni por asomo se constituye en una solución, pues los índices de violencia siguen siendo muy superiores que en prácticamente todas las demás regiones del mundo, con el agravante de que siguen creciendo cada año.
Un vecino de El Salvador (y de México) es el lugar más peligroso del planeta, según el reciente informe sobre homicidios de la Organización de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC). Se trata de Honduras, y lo peor de todo es que no es ninguna novedad. Ya lo había sido en años anteriores.
Honduras, El Salvador, Guatemala y ahora Venezuela, son unos habituales en estos informes. Superan por mucho a los países que años antes se llevaban el ranking, como Sudáfrica, República del Congo o Lesotho. Es mucho más seguro pasearse en cualquier calle de alguna ciudad de, digamos, Botsuana o Tanzania, que en Tegucigalpa o San Salvador. Y no se diga Caracas que, por ciudad, es el lugar más peligroso de la Tierra, sólo debajo de San Pedro Sula.
El informe de la ONU abarca 219 países y se refiere a 2012, último año de que se tienen estadísticas. Los países más seguros son Japón, Suiza, Singapur e Islandia, con menos de tres asesinatos por cada 100 mil habitantes, niveles que no sólo han mantenido desde hace décadas, sino que incluso están disminuyendo. En contraste, la región centroamericana registra desde 1950 niveles de cinco a ocho veces más altos de homicidios que en Europa o Asia… y van en aumento. Otro dato es inquietante: más del 50% de las muertes se produjo en países de Centroamérica y el sur de África, donde vive sólo 11% de la población.
“De manera arbitraria”
¿Cuál es el promedio mundial de homicidios? 6.2 por país. Pero en Costa Rica son 8.5, en Nicaragua 11.3 y en Panamá 17.2. ¿En México? En 2008 el número era de 12.2, y esperemos que algún día volvamos a llegar a eso, al menos, porque en 2012 se cerró con 21.5. En otras palabras, los homicidios subieron casi 50% en dos años.
El hecho de que nuestros vecinos sean consistentemente los países más violentos del mundo tiene en parte que ver con la problemática del narcotráfico que ha asolado a México durante años, y que se exporta en alguna medida al sur. Que Centroamérica sea la región con más homicidios lo explica Jean-Luc Lemahieu, director de Análisis de Políticas de la ONUDC, por “la aparición de cárteles rivales” a los tradicionales. Esto es un tema ya conocido: la pulverización de las bandas criminales en cuanto sus cabezas son capturadas o abatidas.
Es cierto que los cárteles se han expandido a Centroamérica por la cada vez más competida lucha en las plazas mexicanas y el ataque frontal del gobierno federal (ahora incluso la vía marítima se ha retomado: los países del Caribe también están envueltos en una dinámica asesina alarmante, según la ONUDC). Pero el mundo de las drogas no explica por sí mismo la vorágine asesina, pues también entran los feminicidios y los homicidios “sin sentido”, que son propios de las naciones que tienen mayores problemas de maras. Lemahieu indica que el problema que reside en Centroamérica “son las bandas”: grupos de jóvenes que asesinan para “defender su identidad de barrio”, en guerras imaginarias contra otros jóvenes con los que no tienen otro problema más que el hecho de vivir en la acera de enfrente.
En otras palabras, se están matando entre sí gratuitamente, sólo por el placer de matar. O, en el mejor de los casos, por seguir a líderes delirantes que se convierten en ángeles de la muerte, arengando a sus pupilos a asesinar casi por deporte.
Esa violencia, dice el experto de la ONU, es diferente a la del narcotráfico, que busca limpiar el terreno “cuando tiene competencia”, pero en general “prefiere operar sin muertes”, mientras que las bandas lo hacen “de manera arbitraria”.
Peor que la guerra
El estudio no tomó en cuenta los países en guerra, pero en algunas naciones los índices superan a los que se registran en conflictos armados. De los 21 homicidios que tiene México saltamos a los 39.9 de Guatemala, a donde se han ido a establecer, por cierto, algunos cabecillas de los Zetas, dado que aquí han visto minada su actividad. El Salvador sigue en la lista con la nada halagüeña cifra de 41.2 asesinatos por cada 100 mil habitantes, y después Belice, con 44.7. De ahí hacemos un viaje a la terrible cifra de Venezuela: 53.7. Por último, al pavoroso número de Honduras: 90.4.
El informe de la ONU se centra en países, pero por urbes, también de manera reciente el Consejo Ciudadano, una ONG abocada al análisis de estas cifras, presentó su ranking respectivo a 2013. Una sola ciudad en el mundo concentra 187 homicidios: San Pedro Sula. La más violenta de todas, por mucho: ahí se cometen más asesinatos, comparativamente, que en toda Europa. El segundo poco honroso lugar lo ocupa Caracas, con 132 homicidios, y después viene Acapulco, con 113, demostrando el fracaso de todas las administraciones de ese puerto, las anteriores y la actual de Luis Walton (hace falta recordar cómo se rasgaron las vestiduras esos inútiles políticos cuando les quitaron la sede del Tianguis Turístico).
Con todo, hay cosas positivas en estos informes, y ejemplos a seguir. El principal es el de Colombia, que ha reducido drásticamente la violencia y ha cambiado el infame renombre de su marca-país, gracias a las acciones tomadas por el ex presidente Álvaro Uribe. El que antes fue un estado cuasi fallido por el narco y las guerrillas acostumbradas a asesinar y a secuestrar ciudadanos, ha venido bajando, desde hace 11 años, cada vez más el índice de muertes violentas, “debido a la cada vez mayor eficacia de la policía y no como resultado de la negociación con criminales”, anota Consejo Ciudadano.
El otro caso de éxito, aunque sea preliminar, es el de Ciudad Juárez, la ciudad más peligrosa del mundo de 2008 a 2010, y que, gracias a la combinación de organización ciudadana, con una nueva policía local que sí funciona, más la intervención federal, obtuvo ya para 2011 el segundo lugar del ranking y el 19 en 2012. Ahora ocupa una mucho mejor posición: la número 37.
De las 50 ciudades de la lista de las más violentas del mundo, nada menos que 46 se encuentran en el continente americano, y 41 específicamente en América Latina, lo que está en línea con el estudio de la ONU. Las únicas que no están en la región son cuatro localidades de Estados Unidos y tres de Sudáfrica.
Como apuntábamos, toda esta violencia sucede no en países donde hay guerra, y tampoco necesariamente en los de mayor pobreza y desigualdad, sino en donde falta la aplicación del estado de derecho y un mínimo de solidez institucional.
A tomar nota
En México lo que Consejo Ciudadano advierte es que, si bien ha bajado el número de homicidios, en algunas entidades se están manipulando las cifras. Esto se advierte cuando se cotejan los datos que brindan los gobiernos locales con los del INEGI. México ya no tiene la ciudad más violenta del mundo, pero aún cuenta con varias urbes en el ranking de las 50 con más asesinatos, y habría que ver con qué nivel de transparencia están informando los virreyes-gobernadores en sus entidades.
Al recibir el Premio Cervantes a finales de abril, Elena Poniatowska recordó, certeramente, que no debemos de bajar la guardia en el combate a la barbarie. “El pasado 13 de abril, dos mujeres fueron asesinadas de varios tiros en la cabeza en Ciudad Juárez”, acotó. “Una de 15 años y otra de 20, embarazada. El cuerpo de la primera fue encontrado en un basurero”. Sí, no estamos ya en los primeros números de violencia, pero esas escenas dantescas se siguen sucediendo, por lo que las autoridades deben tomar nota y nunca más bajar la guardia.
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