▼
martes, 19 de mayo de 2015
Chano Guevara sigue cavilando
Dagoberto Gutiérrez
Chano fue de los campesinos del área de Suchitoto y del Cerro de Guazapa que supieron que la guerra había llegado y que los maizales tenían que esperar, que los surcos también, que las atoladas, las riguas y los elotes cocidos podían seguir, pero ya en la guerra, y así, sustituyeron el machete por el fusil, el tecomate por la cantimplora, la idea de la cosecha por el combate guerrillero, el cultivo por el crecimiento de la fuerza, en fin, se trató, en su momento histórico, de pasar de campesino a guerrillero, y en el caso de Chano Guevara eso fue muy natural y hasta simple.
Chano era de mediana estatura pero fuerte, dueño de una inteligencia natural y con una gran capacidad de pregunta. De rostro proporcionado y de voz suave. Siempre parecía estarse preguntando, y esto le daba la ventaja de valorar a las preguntas por encima de las respuestas. Como campesino, era cauto y caviloso, y además escuchaba, pero tenía opinión. Algo en él expresaba al conductor, de lo que nunca hizo ostentación, pero sabía atraer y dirigir, ganándose la confianza de los demás. Así era Chano Guevara, el jefe guerrillero, que llegó a ser legendario en el lado norte del Cerro de Guazapa, el que da frente a frente con Chalatenango.Este guerrillero, que acaba de ser enterrado en Suchitoto, parecía despreocupado, como que las horas y los minutos le resbalaran en la piel y no lo tocaran y como si los años le huyeran. Pero Chano, que siempre cavilaba, era dueño de un pensamiento que iba más allá de la coyuntura. Por eso se reía de manera picaresca y casi nunca con carcajada, parecía reírse a escondidas, y sobre todo cuando descubría una conclusión reveladora de la coyuntura.Chano tenía un ansia permanente de conocimientos y su búsqueda remontaba su campamento guerrillero. Él quería entender el mundo y saber cada vez más sobre el rumbo de la guerra, de su guerra, porque él sabía que todas las guerras estaban conectadas, y que eso de la paz también lo estaba.
Ciertas tardes, de esas tardes raras y tranquilas en el frente de Guazapa, las comunicaciones nos decían que Chano venía en camino, del norte hacia el sur del cerro de Guazapa. Nosotros, las FAL, del Partido Comunista, estábamos en el sur, y la Resistencia Nacional en el norte, y de ahí venía Chano. El problema era el campo minado, que no se podía atravesar sin guía, y por eso nos encontrábamos en un punto y los visitantes eran guiados hasta nuestro campamento. Chano, tranquilo, con su risa de picardía, muy consciente de lo que vale la rebeldía y muy orgulloso de su calidad de rebelde, llegaba al final de la tarde a mi champa, con un pequeño palito, parecía quitarse algo de los dientes, nos sentábamos en cualquier piedra de las que estaban dispuestas para ser usadas como silla, yo dormía cerca de una barranca, en donde había un ojo de agua, y en ese lugar nos bañábamos. En las cercanías había un tatú bastante importante, y con una taza de café, en medio del ruido de pagaros, quizás alarmados por ver tantos muchachos y tantos fusiles, empezábamos a platicar. A Chano Guevara le interesaba lo que estaba ocurriendo en el planeta, en partes lejanas y desconocidas, pero él quería saber las conexiones de todo eso con nosotros, además, las alianzas internacionales que nos respaldaban. También hablábamos de historia nacional, de las dictaduras permanentes, de la oligarquía y de sus caminos públicos y secretos. Chano era inmenso e insondable en el terreno de las preguntas y su inteligencia le permitía entender que siempre las preguntas son más importantes que las respuestas.
Dicen que se llamaba Marco Antonio, pero eso es un accidente, porque Chano Guevara siempre fue Chano Guevara, y se hizo Chano en medio de los maizales. Dicen que una mañana, mientras el viento jugueteaba con las espigas del maíz y un sonido de sonajas recorría la milpa, ésta le trajo a sus oídos el nombre de Chano Guevara, a aquel campesino abierto al mundo y dispuesto a la dignidad y a la rebelión. Así se encontraron el hombre con el nombre, y se hicieron uno solo, como el pan con el hambre, y el amanecer con la luz.Chano sabía bien sobre la mortalidad y no se complicaba. Hablábamos de esto en esas tardes de reflexión, colgaba el fusil en una rama, se desabotonaba su camisa de camuflaje y se preparaba para hablar sobre la vida y de la muerte, y él estaba preparado para ambas cosas.
La muerte siempre llega a hurtadillas pero como una especie de concesión para que no diga que es escandalosa, porque en realidad, cuando se encuentra la vida con la muerte no se sabe de donde vienen los jugos primordiales que definen a ambas. Lo cierto es que Chano reposa en su Suchitoto, donde debía estar y donde siempre quiso estar, porque siempre fue un guerrillero que soñó con tomarse esa ciudad y por eso se hicieron varios ataques a su periferia, y al final de los finales, Chano se la toma en un entierro, y ahí está, dándole dignidad a Suchitoto, llenándola de historia y de rebeldía, de la que tanto se necesita en estos días. Chano sigue trabajando y haciendo lo suyo. Sigue caviloso y cavilando, sigue haciéndose preguntas y buscando respuestas, y Suchitoto estará siempre honrado de guardar en su seno a un guerrillero como Chano Guevara.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario