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miércoles, 26 de noviembre de 2014
Los acuerdos de post guerra (parte final)
Dagoberto Gutiérrez
A la renuncia de la post-guerra y la renuncia de la política siguió la renuncia del poder, que como podemos ver se trató de una trilogía poderosa a partir de la cual el proceso político que siguió a la guerra de 20 años dejó de amenazar el proyecto neoliberal que se montaría y también aseguró los intereses de los sectores dominantes. Se renunció a todo proyecto popular y se amarró toda posibilidad de movilización organización y formación del pueblo que sería afectado totalmente durante las próximas décadas por la política y la filosofía neoliberal.
Mas de 20 años después de estos acontecimientos, la sociedad puede darse cuenta de las consecuencias perversas sobre sus vidas; pero en aquellos momentos, toda esta política oscura fue manejada como una especie de victoria y un sentimiento de fiesta y celebración recorría la sociedad de arriba para abajo y para las personas, la paz valía la pena aunque la justicia no apareciera. Cuando los antiguos guerrilleros empezaron a aparecer de alcaldes y otros de diputados, se entendió que eso era el poder y algunos, incluso pensaban, que eso era la revolución y otros que eso era el socialismo, cuando aquí, justamente aquí, en la asunción de un cargo público y en la conversión de una persona en funcionario estaba situada, de manera inadvertida para la gran masa, la renuncia al poder y su sustitución por el acceso a los cargos públicos. Se trata de un hilo fino, invisible y a la vez poderoso.
Hemos de saber que para realizar las transformaciones que las sociedades necesitan, que suelen ser traumáticas y producen desorden porque suponen la negación de un orden y la construcción de otro orden, para hacer todo esto, se necesita contar precisamente con el poder necesario para hacerlo, se trata del poder de abajo sustentado con la organización y la movilización del pueblo y el poder de arriba con el control de los aparatos del Estado.
Cuando una fuerza política renuncia previamente al poder de abajo y desmoviliza al pueblo lo desorganiza, no tiene ninguna condición para controlar ningún aparato estatal por que carece de la fuerza política para hacer semejante cosa. Sin contar con ese poder entonces no tienes más camino que convertirte en funcionario de un aparato cuyos propietarios y controladores son los mismos de siempre, los sectores dominantes y las oligarquías tradicionales que son las que continuaron ejerciendo el poder en el país, mientras la antigua guerrilla, liberada de toda insurgencia, se hacia parte del funcionariado como cualquiera lo hace en cualquier Estado.
El poder nunca fue discutido por el nuevo actor partidario y siempre se reconoció y aceptó el poder de los oligarcas e incluso nunca se llegó a plantear ni compartir el poder, de tal modo que esta renuncia al poder se convierte en una política conservadora y reaccionaria.
Conviene saber que cuando hablamos de poder nos estamos refiriendo al poder político que es el poder de los poderes, es la madre del cordero y entendemos por poder una relación social que se da entre personas y no entre la persona y la cosa o entre la persona y la naturaleza; esta relación social se basa en la diferencia de recursos que es la segunda característica del poder, aquí se ubica lo que se llama la fuente del poder y podes preguntarte de donde viene el poder del dueño de la fabrica y has de saber que no viene del mayor conocimiento técnico del manejo de las máquinas, tampoco viene de su mayor edad o su mayor simpatía, viene a partir de que es el propietario de los medios de producción de los que dependen todos sus trabajadores, esa es la fuente de poder. El poder de un padre sobre su hijo viene de su ascendencia porque un hijo siempre es descendiente de su padre y puede ser, a su vez, ascendiente de sus hijos, esta es la fuente de poder; el tercer aspecto es que el poder puede ser o subversivo o conservador de acuerdo al uso que se le dé, para transformar la realidad o para impedir esa transformación.
Yo tengo poder político cuando cuento con el control de los aparatos de Estado que funcionan de acuerdo a mis intereses, ese poder político no funciona automáticamente, ni mecánicamente a partir de mi poder económico, debe ser construido de manera sistemática y organizada, y este es el corazón de las luchas de clases la cual consiste en definir qué clase social o que fracción de una clase social es dueña y controladora de las áreas decisivas de loa aparatos de Estado. Cuando una fuerza política renuncia a esta pelea, tal como lo hizo en su momento el recién inaugurado partido FMLN se trata de un inquilino que agradece el alojamiento, promete portarse bien y controlar toda posibilidad de desorden impidiéndolo y maniatando los espíritus de los posibles transgresores. Solamente pide manos libres para participar en el usufructo de la administración del botín de la cosa pública.
A estas alturas podemos afirmar que la oligarquía no ganó la guerra pero ganó la post-guerra, empezando porque al renunciar el partido FMLN a esta post-guerra, se sepultó a la guerra y se procedió a soterrar el episodio más hermoso de nuestra historia. Este enterramiento no puede ser considerado, en ninguna circunstancia, una victoria de pueblo, fue una victoria de sus enemigos.
A mas de 20 años de distancia la guerra empieza a ser desenterrada, muy lentamente, dolorosamente, con vergüenzas y aquella especie de alianza establecida después de la guerra parece estallar, cuando el modelo neoliberal aplicado exitosa e implacablemente en el país, hunde a la sociedad en la mayor crisis histórica conocida y así, cuando aquel partido llega a hacerse dueño del gobierno carece de amigos, no cuenta con aliados, no tiene finanzas, tampoco tiene política conocida, ni proyectos, ni líderes respetables, ni cohesión de ningún tipo, es lo más parecido a un gobierno de mercaderes que aparecen sin sonrojos, como simples clientes haciendo cola en Washington y en las oficinas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
El problema del poder sigue pendiente y ahora con mas relieve, cuando el antiguo poder oligárquico tradicional se ha esquebrajado y el inquebrantable poder filosófico y espiritual, que es el que amarra a las almas de los consumidores y votantes también está quebrado y aquel perseguido aparato del Estado, ese codiciado botín de piratas ha sido controlado por el mercado todo poderoso. Así las cosas, ocurre que gobernar es hacer negocios y obtener ganancias desde el aparato del Estado, se trata de negociar la política y en este marco las luchas por el poder pasan a ser un tema de vida o muerte precisamente, cuando la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), que entiende bien esto que estamos explicando, intenta convertir las votaciones, a contra pelo de los mismos partidos beneficiarios, en algo benéfico, civilizatorio, democrático y bienhechor.
Es cierto que varias cosas electorales establecidas a partir de los fallos de la CSJ pueden ser vistas como avances y pasos democráticos y también es cierto que lo electoral necesita de la contaminación de lo político para convertirse en movilizador y canalizador de la protesta y del reclamo del malestar y de la inconformidad. Todo esto existe en la sociedad y ha de crecer adentro y afuera de las urnas, para que no se detenga la posibilidad de una vida digna y de la supervivencia de la sociedad. Por eso decimos que el problema del poder político sigue pendiente, aunque no continuará así para siempre.
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