Cuando
George Bush Jr. desde un portaviones de
la Armada Norteamericana
lanzó el mensaje al mundo de que “la guerra había terminado”, al
referirse a la invasión lanzada contra Irak, donde sus bombas destrozaron las
principales ciudades y por ende, a su población, basado dicho ataque descomunal
en una serie de mentiras que su plana mediática difundió como hoy difunde e
impone falacias similares con respecto al caso Libia, las gorras de cientos de
soldados a bordo de la nave, por cierto muy distante del teatro de operaciones,
volaron por el aire en señal de orgásmica victoria.
No
obstante, esas palabras petulantes y henchidas de triunfalismo, pronto
resultaron huecas, por el simple hecho de que en su obnubilación prepotente el
“emperadorcito” pensó que el pueblo iraquí iba a aceptar su
conquista de manera pasiva. Al contrario, a los pocos días de haberse anclado
en tierras mesopotámicas, la resistencia inició las acciones que conllevaron al
inicio de la verdadera guerra en la cual los gringos resultaron empantanados,
tan así, que a la fecha no han podido controlar a Irak. Incapacidad tal, que el
relevo de aquél, Barak Obama, con lenguaje delicado pero atascado de artilugios,
desembocaron en un falso retiro de sus tropas de ese país dejando en
“depósito” cincuenta mil efectivos para que “ayuden” a
resguardar la seguridad interna, eufemismo con el que se quiere disfrazar la
ocupación real. De tal caso que, ni la inseguridad termina ni las tropas
imperiales están a salvo acantonadas dentro de los muros de la tristemente
denominada “zona verde”. De Afganistán mejor ni hablar, pues en ese
país, jamás doblegado, las tropas de la OTAN lideradas por los gringos, con
todo y su poderío no han podido terminar con la insurgencia que en lugar de
bajar en cantidad y calidad se multiplican a tal punto que la frontera formal
que separa a esa nación de su vecina Pakistán ha quedado borrada por la
activación de células guerrilleras en este último país, que hostigan y minan a
los invasores y que se trasladan a través de ella con la normalidad de pueblos
a quienes solo los diferencia el epíteto nacional y esa formalidad fronteriza,
los separa.
Una
guerra nueva en que los yanquis se han abierto otro frente.
Para
algunos corazoncitos desorientados, especialmente, de esa “izquierda”
que en asuntos cruciales como éste se desenmascara para mostrarnos
impúdicamente a quién le sirve realmente, se apresura a ser vocera del Imperio y
dar al mundo una imagen democrática, la noticia de que el Consejo de Seguridad
había dado luz verde a la OTAN para intervenir militarmente en Libia, les ha de
haber caído de perlas. Por fin el “mundo libre” se deshará del
“tirano”. Lo que no dicen estos es que para el pueblo libio,
especialmente para los más pobres y vulnerables, mujeres, niños, ancianos,
discapacitados y enfermos, empezará el calvario y su propia diáspora.
¿Cómo
pudo volver a suceder semejante tragedia? Pues, Estados Unidos consigue de sus
secuaces en el Consejo de Seguridad su aval. De unos, los de mayor peso por su
derecho a veto, pero resistentes a una intervención militar al principio, China
y Rusia, su abstención y no utilización de su veto, a cambio del compromiso de
hacerlos partícipes en la partición del pastel norafricano. Los otros, sin el
privilegio del veto, que se abstuvieron, pero que son parte de ese espurio
Consejo, quisieron mostrarse ante el mundo como ajenos al inminente crimen pero
sin el valor para pronunciarse frontalmente en su contra. Sencillamente, un
voto vergonzoso. Los otros, sin mayor peso político al interno por no ser
miembros permanentes del Consejo, los cuales, unos votan a como se los indica
el amo imperial.y otros se abstienen, no cambiará en nada el espíritu
intervencionista de la resolución final.
Con
esto se demuestra una vez más que la verdadera tiranía mundial a derrocar es la
de ese Consejo de Seguridad que se pasa por el arco del triunfo la decisión
unánime de las cientos de naciones restantes. Como expresó en su seno, el
representante de India: para alcanzar dicha Resolución Final ni siquiera se tomó
en cuenta el Informe que sobre la verdad de lo que sucedió exactamente en Libia
realizó una Comisión Especial nombrada por la ONU, mientras prevaleció
–nuevamente- la farsa mediática del Imperialismo que aseguraba, sin
pruebas fehacientes, que el gobierno libio estaba bombardeando a población
civil en Trípoli y otras localidades cuyo objetivo fue inclinar la balanza de
la opinión pública mundial hacia la “intervención humanitaria
extranjera”, liderada, por supuesto, por los Estados Unidos. Objetivo que
alcanzó. Prevalecieron, pues, los intereses mezquinos que fueron adornados con estas
mentiras propalados por las mentes pivotes de la política internacional a pesar
de que su falsedad fuera desenmascarada por otras cadenas alternativas como
Telesur y Al Jazeera. Indudable, Washington ejerce un peso descomunal en las
relaciones internacionales. Esa es la realpolitk.
La
Resolución resume así el verdadero objetivo mezquino, ambicioso y mercantilista
de los grandes consorcios capitalistas a nivel mundial quienes son los que efectivamente
rigen el planeta. Los gobiernos son, simplemente, sus agentes de negocios,
quienes en esta ocasión en contubernio con los separatistas, han fraguado la
fragmentación de Libia, como ya lo había denunciado mi persona en artículos
anteriores[1],
a través de la acción militar con el “compromiso” último de que
éstas sean “rápidas y que no provoquen muchas bajas”. Por supuesto,
que están hablando de las que pueda haber en contra de sus ejércitos no de las
que provengan de los patriotas libios que, estamos seguros, combatirán con
encono a las fuerzas invasoras, ni mucho menos de la población civil de ese
país los cuales serán esos “irremediables daños colaterales” dentro
del argot imperial, concepto que también nos hemos tragado.
Lo
que al principio, fue nebuloso para el mundo, por el bloqueo de la información
a través de su plana mediática mundial, pronto fue conocido: el Imperialismo y
sus secuaces de la vieja y rancia Europa y de sus aliados árabes, fomentaron y
crearon una “oposición” ficticia alimentada con mercenarios y
asesorada con personal militar de Francia, Holanda, Inglaterra, Italia y, por
supuesto, de Estados Unidos para, aprovechando las revueltas populares en el
Magreb, activarla y deshacerse del líder libio. Con ello, obtener para ellos, las
riquezas petroleras de Libia. No quiero pasarme por delante a todos aquellos que
genuinamente apoyaron la “rebelión” por desavenencias con el
gobierno de Gaddafi pero en su afán de justicia particular, se cobijaron a mala
sombra, como se dice usualmente. Pronto verán como sus ansias de justicia serán
pisoteadas por la amarga realidad de la ocupación extranjera. A los traidores y
vendepatrias, pues ni comentario merecen. Ellos han vendido por menos de treinta
monedas de plata a su pueblo. La historia es vieja y muchas veces se repite
solo que en diferente contexto.
Lo
cierto es que las tropas de la OTAN con el uniforme prostituido de las Naciones
Unidas, tratarán de entrar a Libia con el endeble y falaz argumento de
“proteger a la población civil”; la “defensa de sus derechos
humanos”; el establecimiento de la “democracia y la libertad”,
en fin un sin número de diatribas jocosas igual que lo hicieron en Irak y
Afganistán, entre los casos más recientes.
Muchos
jefes tribales externaron su preocupación por la “guerra civil” en
Libia y por tanto, se reunieron para propiciar un diálogo fraterno que tuviera
como objetivos fundamentales, frenar el enfrentamiento, acordar mecanismos de
extensión de la democracia dentro de la idiosincrasia libia y no occidental,
respetar la unidad e integridad del país africano y rechazar la intervención
extranjera cualquiera fuera su argumento. Esas afirmaciones fueron dadas a
conocer antes de la decisión tomada ayer por el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, sin embargo, con la prepotencia que caracteriza al poder
Imperial, con el antecedente de hacer caso omiso al informe de la Comisión
nombrada por la ONU, antes descrita, mucho menos iban a tomar en cuenta al
pueblo libio y sus máximos representantes.
En
mi fuero interno, quizá por mis resabios judeocristianos, albergo la esperanza
de que algo detenga
la invasión. Empero , luego, bajo el análisis crítico
y revisar el contexto en que están sucediendo los acontecimientos, como dice el
destacado periodista Walter
Martínez en su afamado programa Dossier, en pleno desarrollo,
comparto los criterios de Fidel que lo llevaron a pronosticar en el encabezado
de una de sus últimas reflexiones: la guerra inevitable de la OTAN.
La
catástrofe de Japón, la que sufrió con el tsunami y la derivada de éste, con el
daño a sus reactores nucleares, ha servido divinamente para desviar la atención
pública mundial hacia otra catástrofe que está a punto de suceder:
la de Libia. Ojala ,
realmente lo deseo, el pueblo libio logre ante esa inminencia, derrotar a los
traidores separatistas y lograr la unidad de su pueblo para enfrentarse a los
invasores.
Europa,
ante ese nuevo giro guerrerista, se podrá arrepentir de atender servilmente los
designios de Washington. La guerra, es una muy factible posibilidad, puede extenderse
a sus dominios; las monarquías árabes también pueden apresurar su caída por ubicarse
al lado de los verdugos de sus respectivos pueblos. Pero esto dependerá de las
masas.
Será
que ahora sí, la izquierda se pronunciará y enfilará sus baterías contra el
Imperialismo. O, como en últimos tiempos lo ha hecho, por falta de estudio y
análisis, seguirá desorientada y por tanto, aislada y terminará apoyando al
Imperio contra el “tirano”. Obviando los cientos de antecedentes
sangrientos que el primero ostenta. Porque lo fundamental era y sigue siendo, evitar
la guerra, por ende la intervención militar extranjera; asegurar la integridad
y la unidad de Libia y propiciar el diálogo y la reconciliación, con los
genuinos desafectos y sus dirigentes.
Como
dijo Fidel, estemos o no de acuerdo con Gaddafi, nos guste o no, éste
representa la unidad nacional. Si no fuera así, no hubiera tenido la capacidad
de reconquistar la mayoría de ciudades en poder de la “oposición”. Una
oposición que ya se desenmascaró es un caballo de Troya en un costado de Libia.
A
todo esto, que dirán mis amigos musulmanes de esta nueva afrenta a sus hermanos.
En esta hora crucial no valen las diferencias sectarias, sino la unidad del
pueblo árabe y no árabe. De la humanidad completa, de aquellos que anhelamos la
paz sobre todas las cosas.
Si
el Imperio y sus secuaces consiguen este enclave grandes penurias vendrán para
los pueblos del Magreb y de Oriente Medio. Estará en marcha la estrategia
imperial de la creación del Gran Medio Oriente, donde Irán es la parte más
importante para completar su rompecabezas. ¿Se acuerdan?
Por
todo ello, es importante, revolucionarios todos, demócratas y gentes de paz,
religiosos de todas las denominaciones y no religiosos, pronunciarse en contra
de la intervención militar en Libia. Presionar a nuestros gobiernos para que se
pronuncien en contra de esa Resolución espuria e ilegal.
¡No
a la intervención imperial! ¡No a la guerra en Libia! ¡Si al dialogo y la paz!
¡Si
a la autodeterminación de los pueblos!
Lic.
Carlos
Guillermo Maldonado
Economista
y Profesor en Historia por la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Colectivo
“La Gotera”