Hay que enfrentar a los que han hecho del miedo a la delincuencia un
negocio: El miedo a la delincuencia es un negocio económico y político.
El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José
Narro expresó en el Foro sobre legalidad democrática, ética, derechos
humanos y seguridad realizado recientemente en la república mexicana que
hay que eliminar el miedo en la sociedad porque éste “es un mal
compañero para la solución” del problema de la delincuencia. “El miedo
paraliza y oscurece la razón. Enmudece a la gente e inhibe la acción”.
Las palabras del rector de la casa de estudios mexicana tienen
también validez para nuestro país. Aquí en El Salvador a dos años de la
masacre de la quema del microbús en Mejicanos los vecinos tienen temor y
en general en la sociedad salvadoreña el miedo a la delincuencia es
generalizado. Hay que sacudirse el miedo para hacerle frente a la
violencia y la delincuencia; ya no es tiempo para la indiferencia, la
apatía, y el silencio. Debemos de tener claridad que el crimen gana
cuando la sociedad no participa y se vuelve indiferente, y la
delincuencia gana cuando la sociedad tiene miedo.
Para ser prósperos en su ilegalidad, los delincuentes imponen dos
estrategias que les permiten actuar con comodidad: la violencia y el
miedo. Donde estas estrategias, funcionan atemorizan y silencian a la
ciudadanía, son exitosas y los delincuentes empiezan a expandir su
criminalidad. En una sociedad dominada por el miedo, el ciudadano no
confía en las autoridades, considera un riesgo personal alertar a la
policía, y prefiere protegerse con su propio silencio.
Eduardo Galeano describe en un poema los miedos, el poema se llama
“Miedo global” que dice: “es el tiempo del miedo. Miedo de la mujer a la
violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo. Miedo a
los ladrones y miedo a la policía. Miedo a la puerta sin cerradura”.
El listado de los temores que hoy debemos enfrentar los salvadoreños
es grande, tememos que la crisis económica se profundice, que la
vulnerabilidad ambiental nos lleve al desastre, pero entre todos los
temores el miedo a la delincuencia es el más democrático y perseverante:
democrático porque afecta a todos los ciudadanos sin exclusión y,
persistente porque una vez instalado, tiende a permanecer aunque según
el gobierno el número de homicidios haya disminuido.
Los salvadoreños somos víctimas del miedo, la zozobra y la
incertidumbre, porque nadie sabe en qué momento, en qué lugar y en qué
circunstancia pueden ser objetivo de la delincuencia; no existen plenas
garantías para los habitantes de mantenimiento de la paz y el orden
público. Hay que decirlo claramente, los niveles de violencia y
criminalidad no se han reducido ni el miedo tampoco.
Vivimos con miedo a que nos roben el carro, nos arrebaten el celular
en la calle; que un extraño nos asalte en un bus; que alguien entre a la
casa cuando no hay nadie; y también a ser maltratados o golpeados por
un soldado o un policía.
Debemos recuperar nuestro derecho a vivir sin miedo, los individuos
que viven con miedo al delito sufren más problemas de salud. Para
empezar a conseguirlo hay que enfrentar a los que han hecho del miedo a
la delincuencia un negocio: El miedo a la delincuencia es un negocio
económico y político. Hay muchas empresas que sin miedo no harían
negocios. Mientras más sensación de inseguridad haya, más amplio el
campo de los negocios para el sector de la seguridad privada y esto no
puede continuar, pues no solo los delincuentes viven de nuestro miedo
Se debe tomar en cuenta que cuando una sociedad tiene valor y tiene
valores, todo lo demás se puede lograr. Cuando la sociedad se decide a
participar no hay problema por mayúsculo, por complejo, por grande que
sea que no se pueda solucionar. Gracias a la participación ciudadana se
puede resolver el problema de la inseguridad; cuando la gente se decide
a tener esperanza en lugar de miedo. ¿Cuándo empezamos?.