«La enseñanza es la profesión que está más conectada a los intereses de la humanidad y los intereses de la gente que cualquier otra.»
Nota del editor: Esta lluviosa mañana lúgubre, 570 estudiantes sonrientes y curiosos se arremolinan alrededor en este parque de la comunidad vistiendo sus uniformes limpios y nítidos en los caminos fangosos que conducen a su escuela. Tienen solo 14 profesores, pero obedientemente forman filas para las clases. Los niños corren a abrazar al amado fundador, muy respetado de su comunidad que toma tiempo para cada niño que conoce por su nombre preguntando qué clases tienen primero y animando diligencia en sus estudios ese día. Resulta que también es su ex-director de la escuela. Poco tiempo más tarde cuando se vuelven ruidosos al ponerse en fila para su desayuno, es difícil para nosotros los entrevistadores oírle compartir su historia, él calla a los niños con una palabra suave, «silencio.» Nos sentamos hechizados al ser testigos de este caballero de 79 años que usa su magia con los cientos de niños hambrientos. Más tarde cuando mencionamos a los lugareños que lo hemos visitado, una reverencia audible cae sobre nosotros «Ahh, don Fito. Todos amamos a don Fito.» Es el nombre con que todavía se conoce localmente. Era su nombre de la guerra y significa «guerrero.»
El camino para lograr mi sueño de convertirme en maestro se cumplió con muchos giros inesperados, vueltas, y chicones en el camino. Nunca varí desde ese sueño que empecé a considerar cuando yo era joven viviendo con mi tío en el pueblo de Chinameca en el departamento de San Miguel. Nací el 21 de febrero de 1933.
A la edad de doce años cuando murió mi madre, tuve que irme a vivir con mi tío. Vivíamos en la miseria. El era un hombre pobre que trabajaba en la agricultura creciendo caña de azúcar, maíz y frijoles. El me enseñó todo lo que sabía sobre el crecimiento de esos cultivos, así como la manera de ordenar vacas.
Allí asistí a una escuela hasta el tecer año y tuve un maestro a quien yo admiraba mucho y a quien apodamos, Chico cola de vaca. Relacioné bien a sus métodos de enseñanza y pronto me di cuenta, tal como un niño, que esto es lo que quería ser cuando fuera grande.
A causa de nuestra pobreza extrema, necesitaba ayudar a proporcionar apoyo financiero, así que cuando era joven, yo recogía los granos de café durante la cosecha. Después trabajé en una fábrica de café en San Miguel.
A la edad de 13 años, mi amigo, Manuel Ochoa, me enseñó a hacer zapatos. Cuando fue necesario que él su mudara a San Salvador, me mudé con él donde él continuó sirviendo como mi mentor. Trabajé en la zapatería con él por tres meses. En 1953 me asocié con el sindicato organizado, De Zapateros.
Cuando yo tenía 24 años, un amigo suyo reconoció mi chispa para la enseñaza y recomendó que continuara mis estudios. No era necesario convencerme a mudarme a Santa Tecla, donde comencé el equivalente de los estudios del cuarto al sexto año. En ese momento, algunos de mis amigos y yo asistimos a la escuela Marcelino García Flamengo por la noche para estudiar «plan básico,» hasta el año nueve con el fin de poder seguir trabajando durante el día para subsidiar nuestras situaciones de vivir.
Una vez más, el professor me preguntó: «Por qué no consideras hacerte maestro?» Le respond: «Esto siempre ha sido mi deseo.» Como resulto de su aliento, mi siguiente paso para lograr mi objetivo fue estudiar por cinco años para recibir un título en la enseñanza. Ese esudio se llevó a cabo en la escuela segundaria Villa Corta en Santa Tecla.
En el pueblo de Rural Mixto Cantón El Triunfo, cerca de Santa Tecla, no había edificio existente. Tuvimos clases en una casa alquilada. En ese punto trabajé cooperativamente con un administrador en una zona para construir una escuela. Llamos la escuela Narciso Rodezno por su director, porque él tenia un amor intenso y permanente para los niños y todavía no tenía sus propios hijos, sin embargo, fue dedicado a sus estudiantes y donó el terreno para construir esta escuela. Este fue mi primer trabajo, y enseñé todas las asignaturas a niños de primaria. Gané apenas bastante salario para mantener a mi esposa y a mis tres hijos. No fue una vida digna. Sin embargo, yo había completado mi sueño de enseñar que disfruté mucho.
Mi carrera estaba comenzando con mi objetivo hasta la Guerra Civil de nuestro país abruptamente empezó y todo cambió. Es entonces cuando mi carrera comenzó a llegar a algunos giros inesperados y curvas alrededor de los años 1979 y 1980. Me había mudado a otra escuela, la Escuela Finca Florencia, donde mi papel era el de sub-director y también participé activamente en la organización de maestros denominada «ANDES.» Los militares percibieron a las personas educadas, especialmente aquéllos que mostraron interés en los papeles organizados de liderazgo como yo, con una amenaza y me comenzaron a hacer persecuciones en la forma de amenazas de muerte.
Uniéndome al movimiento guerrillero era la única opción para salvarme la vida. Mi enseñanza no llegó a su fin, incluso durante este tiempo, sin embargo. Fundamos una escuela de guerrilleros donde les enseñaba a leer y a escribir a las tropas. Mi título oficial era «jefe político» y mi trabajo era recoger información y dársela a las tropas. Serví en San Vicente en el departamento Chalatenango y más tarde fui traslado a Morazán por otro año. Luego volví a San Vicente. En total estuve lejos de mi familia por la mayoría de la Guerra – desde 1980 hasta 1990.
Durante el tiempo que estaba trabajando en el movimiento guerrillero, mi familia se quedó atrás. Una unidad paramilitar de la Policía Nacional capturó a mi hija, Blanca, la detuvieron durante 15 días. Ella no fue torturada físicamente; sin embargo, ella fue tramautizada psicológicamente. Nuestros vecinos movilizaron los grupos de derechos humanos y pudieron obtener su libertad.
«El 16 de enero de 1992, después de doce años de Guerra Civil, el gobierno de El Salvador y la organización guerrillera del FMLN firmaron un acuerdo de paz. Como parte del acuerdo, el gobierno consintió a redistribuir algunos 134.000 manzanas de tierra a campesinos sin tierra y a las familias que tenían poca tierra. El gobierno también dio a estas personas préstamos para pagar por la tierra y desde entonces ha perdonado casi todos los préstamos y compensaron a los terratenientes las expropiaciones. De los 33.600 beneficiarios de esta tierra, la gran mayoría eran ex-combatientes, soldados del gobierno o guerrilleros. En general, cada persona recibió 44 manzanas de tierra que lindaban con otros lotes para formar nuevas comunidades [datos del Ministerio de Agricultura, 1977 de Abuela a Nieta: Estudios de Mujer, en la página 93 Michael Gorkin, Marta Pineda Leal, y Gloria Leal, Prensa de la Universidad de California, 2006.]
Después de los Acuerdos de Paz de 1992 cinco organizaciones de la FMLN comenzaron a fundar diferentes comunidades para los refugiados que regresaban de la guerra. Nuestra responsabilidad en la fundación de esas comunidades era ayudar a comprar los terrenos para reubicar a los desplazados que regresaban del exilio de la guerra.
Los cambios climáticos también están impactando negativamente la agricultura como las estaciones del año se hacen más impredecibles. Mi mayor decepción ha sido que nuestro gobierno no ha cambiado realmente la vida de
las personas para lo mejor. Hay más hambre, más miseria, menos puestos de trabajo, y muy bajos salarios tales como $5 al día. Las mercancías son cada vez más caras para comprar, y sin embargo, los salarios no aumentan al mismo ritmo.
En el lado positivo, mi mayor alegría es que Dios me ha dado vida a servir a mi pueblo. Fui criado como católico romano; tomando mi primera comunión como un niño y escuchando las homilías del Monseñor Romero en la catedral tuvo un gran impacto en mí. Mi creencia es que Dios es un espíritu que vive dentro de cada uno de nosotros si somos buenas personas. No hay capilla dentro de nuestra comunidad aquí porque diferentes familias pertenecen a diferentes religiones. (En la comunidad de Monseñor Romero, sin embargo, tienen una capilla.) Hay un autobús que lleva a la gente a la ciudad a la iglesia todos los domingos, y siempre es muy completo.
Mi sueño es seguir sirviendo y ayudando a la gente aquí en la comunidad. La fe en Dios siempre me motiva a seguir. Yo enseño como pueda. Aunque las pandillas han estado tratando de infiltrarse y organizarse incluso en nuestro entorno rural, al menos hasta ahora, hemos tenido éxito en la prevención de que eso suceda. Espero que podamos seguir enseñando a los jóvenes una buena formación educativa y espiritual. Una necesidad inmediata que estamos esperando satisfacer si podemos encontrar una fuente de financiación es la construcción de un campo grande de fútbol para nuestro gran número de jóvenes para darles formas positivas para usar su energía y para enseñarles destrezas.
Tengo nueve hijos, algunos de los cuales viven aquí en El Salvador y otros que viven en EE. UU. Tengo mucho sobrinos y sobrinas que me consideran su padre. Espero que algún día nuestro país tenga un buen sistema económico donde su juventud no sienta la necesidad de emigrar a EE. UU.
Si yo estuviera escogiendo una carrera de nuevo, sí, yo sin duda elegiría la enseñanza. La enseñanza es la profesión que está más conectada con los intereses de la humanidad y los intereses de las personas que cualquier otra.
La cosa más importante que me gustaría compartir con el mundo es que somos un pueblo de amor. No podemos odiarnos el uno al otro.
Nota del Editor: Don Fito sigue viviendo y sirviendo en Guillermo Ungo, que se encuentra a pocos kilómetros al sur de Suchitoto. Era una parte de una gran plantación que sus propietarios finalmente cedieron a la venta bajo un acuerdo en efectivo y crédito bajo los Acuerdos de Paz de 1992 que fueron negociados por las Naciones Unidas. Don Fito se jubilió oficialmente de su cargo como director de la escuela, pero mantiene su compromiso para la supervisión de proyectos que beneficiarán a la comunidad en general. Unos ejemplos que supervisa incluyen la obtención de materiales escolares y computadores para la escuela, ayudando con el programa de becas, y la obtención de tubo galvanizado para el abastecimiento público de agua. El toma una parte vital en el comité de becas de la comunidad y ayuda a seleccionar a los estudiantes con potencial, buenas calificaciones, y las actitudes positivas y ética de trabajo. El maneja presupuestos frugalmente tratando de incluir la mayor cantidad de estudiantes en este programa como sea posible.
Esta historia fue compartida con nosotros sobre Don Fito: En 2010 a la edad de 78, él estaba en el frente de una marcha para derechos humanos y el cambio climático en el centro de San Salvador. Cuando los manifestantes se acercaron al palacio presidencial, la policía estaba alineada en su equipo antidisturbio anticipando provocación. Don Fito detuvo el grupo, con calma les gritó, dándoles instrucciones a ellos para marchar hacia atrás. Luego totalmente compuesto, todavía en control usando su voz suave de autoridad, habló con la policía, «Esto es para USTEDES, también.» Pronto los manifestantes y la policía antidisturbia se unieron tomando bocadillos y café.
Lo que podría haber sido un evento de confrotación se convirtió en un evento de solidarida, gracias a la visión de don Fito cuando cambió la marcha hacia atrás y dio la bienvenida a todos para unirse juntos por una causa común.
Es con gratitud que reconocemos a Ruth Cruddas de Watsonville, California, quien nos sugirió que conociéramos y entrvistáramos a este hombre humilde, don Fito.