II
LA ILIADA
Su autor, Homero, el más célebre de los poetas griegos, nació hacia el año mil antes de Jesucristo.
Durante el siglo diecinueve hubo una corriente muy fuerte de opinión literaria y critica que negó la existencia real del poeta.
Ahora se admite otra vez y siete ciudades se disputan, como es costumbre, la gloria de contarlo como hijo.
Se dice que era ciego... Y en su nombre se apoya la afirmación.
"O-me-rón', quiere decir, en griego, "el que no vé".
Desde luego no lo fué de nacimiento porque no describiria las cosas tan maravillosamente.
Otros
atribuyen el nombre de Homero a que el poeta, que fué soldado, como
Cervantes, estuvo --también como él-- cautivo del enemigo y en griego
"omeros" quiere decir "rehén".
Pero también hay quien piensa que,
sencillamente, el nombre indicaba su profesión rapsoda, del mismo modo
que otros nombres griegos señalaban habitualmente el oficio de los que
los llevaban, como Demóstenes (que quiere decir "vigor del pueblo"),
Sófocles (que significa "gloria de la sabiduria), Protágoras (que
expresa "el primero en el Foro") o Aristófanes (que indica "el mejor al
manifestarse").
Homero hizo la Iliada en el siglo nueve antes de Cristo, antes, por consiguiente, que la Odisea, su obra inmortal.
Tiene
por asunto la cólera del caudillo griego Aquiles, que, al frente de los
Mirmidónes, acudió a la expedición que los aqueos hicieron contra los
troyanos para vengar la afrenta cometida por Paris, el hijo de su Rey,
que, habiendo sido huésped de Menelao, raptó a la mujer de éste, Helena,
llevandosela a Troya.
Los episodios del sitio de la ciudad son la base del relato.
Hay
un momento en que Aquiles, vejado por el caudillo griego Agamenón, se
retira con sus huestes del combate y sobreviene entonces una serie de
derrotas parciales.
Pero cuando los sitiados matan a Patroclo,
Aquiles, su gran amigo, vuelve a la pelea y mata a Héctor, caudillo de
los sitiados, arrastrando su cadáver alrededor de las murallas, hasta
que, compadecidos de la angustia del padre del muerto, Priamo, le
entregan el cadáver y se le celebran funerales suntuosisimos.
La
acción es rápida y ocurre en breve tiempo. Enpieza en el año diez del
sitio Troya y cuando acaba, la ciudad no ha sido tomada aún.
Unas
veces se desarrolla en las llanuras que rodean la plaza y se extienden
hasta el mar, en la orilla del estrecho de los Dardanelos, otras veces
en el interior de la fortaleza y otras en pleno Olimpo en donde los
dioses discuten constantemente e intervienen en la contienda con todos
sus poderosos medios de acción, tomando parte, según su simpatias, por
unos u otros.
Es, ciertamente, dificil lanzarse a leer un obra
que cuenta 2,800 años de antiguedad y que comienza de modo imponente que
hace suponer una lectura excesivamente complicada.
Pero no hay nada
de eso. Toda la concepción de la Iliada es de una simplicidad suma. El
ciclo de épica poesias comprende el cielo, la tierra y todos los
elementos naturales y sobrenaturales, pero el escenario es muy reducido,
la acción es continuada y la cencillez es una de sus mejores
cualidades.
La naturalidad y verosimilitud de los pasajes, corren
parejas con la minuciocidad preciosa de la observación y fluye de cada
página un torrente de datos geográficos, históricos, mitológicos,
religiosos y filosóficos, tan precisos que --por ejemplo-- Homero se
cuidó de incluir en su obra la más exacta descripción del planisferio de
la época, explicado y anotado en sus menores detalles, asi como también
precisiones sobre todas y cada una de las dinastias dóricas, jónicas,
eólias y la genealogia exacta de cada personaje, no sólo de los
protagonistas sino de los secundarios y episódicos.
Los héroes
que nos presenta alcanzan un relieve enorme. Los caudillos aqueos
--(Aquiles, Agamenón, Menelao, Ulises, Diómedes, Patroclo) como sus
enemigos los troyanos (Priamo y su mujer Hecuba; sus hijos Héctor, Paris
y Casandra y sus nueras, Andrómaca y Helena)-- son de hace miles de
años pero viven ante nosotros con un vigor de actualidad, el que
corresponde a su fuerte calidad humana.
El poema es --a veces--
apasionadamente divertido, como cuando aparecen los centauros
interviniendo en la educación de los héroes y en la curación de sus
heridas o cuando se nos presenta a las sirenas o ninfas de los mares, o
los animales hablan o se nos explican los fantásticos viajes de los
fenicios, las propiedades de las hierbas y las aguas y la acción de los
astros sobre el destino de los hombres.
Todo ello sostenido sobre
el esqueleto de una fortisima y recta formación ética irreprochable y
presentado en el artificio de no menos de 12,000 versos distribuidos en
24 rapsodias marcadas con las 24 letras del alfabeto jónico.
Ciertamente
que no leyendo la obra en el griego original, en su forma primitiva
dialectal poética se nos escapan muchas de las bellezas de sus
magnificos hexámetros pero el esfuerzo de leer la Iliada es ineludible
para toda persona culta y ofrece el premio de unas horas sobre manera
gratas y llenas de enseñanzas.
Existen muchas traducciones , unas firmadas y otras anónimas, traducciones de traducciones.
Una
de las más populares e interesantes es la de José Gómez Hermosilla,
toda en sonoros endecasilabos castellanos, de la que existen varias
ediciones muy accesibles.
Veamos algunos de los ejemplos más
caracteristicos de lo que es el poema y de su perfecta comprensibilidad,
que tiene como base una interpretación directa de las cosas sin
perderse en interpretaciones trascendentales y en lucubraciones
fantásticas.
En el libro octavo hay una escena especialmente
divertida que abandonando, por un momento, la seriedad del asunto,
calificariamos de escena de la "No Intervención".
Es cuando Júpiter,
el padre de los dioses, cansado de las disenciones que en el Olimpo
produce la guerra de Troya, prohibe a los demás dioses mezclarse, como
hasta entonces habian hecho, en la contienda.
Oigamos el comienzo de la rapsodia octava en la traducción de Gómez Hermosilla:
"Apenas
empezaba de la Aurora el rosicler a iluminar la tierra, cuando ya el
padre Jove en la más alta montaña del Olimpo, reunia la junta de los
dioses. Y pendientes viéndolos de su voz, asi les dijo:
"--¡Dioses y
diosas! Escuchadme todos, porque todos sepáis lo que este dia mi
voluntad ordena... Asi, ninguno de vosotros, Dios o Diosa sea, a
interrumpir se atreva mi discurso... todos obedeced y se ejecute lo que
yo mando... El Dios que, inobediente, bajare a socorrer a los aqueos o a
los troyanos, volverá al Olimpo con afrentosa herida, o en mi saña,
asiéndole con brazo poderozo, le arrojaré del Tártaro sombrio al último
confin, a la más honda de las oscuras simas subterráneas del báratro
espantable. Son de hierro las altas puertas y el umbral de bronce y en
su profundidad dista del orco tanto como del sol dista la tierra."
¡Formidable comparación, hecha con una sencillez suprema!
Virgilio
y Milton la volvieron a emplear porque es insuperablemente sencilla y
perfecta. A cualquiere se le ocurre para dar idea de una distancia
enorme, duplicar, triplicar, centuplicar, multiplicar...
Homero dice: "tanto como del sol dista la tierra' y desde entonces no se ha dicho nada que exprese mejor un alejamiento inmenso.
A
continuación, Júpiter establece su superioridad absoluta sobre todos
los demás dioses. Y aqui muchos han querido encontrar misteriosas
alegorias relativas al orden de la naturaleza y a lo que los filósofos
llamaron "la cadena de los seres". Quizá sea solo una poética hipérbole,
una fanfarronada divina y haya que entenderla en su pura y perfecta
simplicidad:
"Asi conocerá cuanto aventaja mi poder al de todas las deidades...
Si
vosotros dudáis, mostrad ahora vuestro valor. Del estrellado cielo en
lo más alto, atad una cadena de oro macizo y, agarrados todos a la punta
inferior, Dioses y Diosas, hacia abajo tirad y a vuestro padre no
arrastraréis a tierra desde el éter, por más que trabajéis. Mas si yo
quiero a todos levantaros, al Olimpo os subiré, las tierras y los mares
levantando también. Y si la punta de la fuerte cadena en la alta cumbre
atare, del Olimpo el Universo pendiente quedará... Tal poderio tengo
sobre los dioses y los hombres..."
Pero no siempre guardaron la
consigna de neutralidad... Cuando Aquiles va a matar a Eneas, Neptuno le
salva envolviéndole en una nube. Lo mismo hace Venus con Paris en otro
encuentro posterior y hasta hay
un momento en que el propio Júpiter da a los dioses permiso de bajar al campo de la pelea a ayudar a sus favoritos.
No
se tema tampoco que en un libro de combates constantes y de combates al
arma blanca, como eran los de aqueos y troyanos, pueda enseñorearse de
la narración la monotonia.
Los campeones se encuentran y,
provocándose o no antes del combate, arrojan sus lanzas y se hieren o
matan. El vencido cae en tierra y vencedor busca un nuevo contrincante.
Todo parece que debe ser igual pero leyendo cuidadosamente las
innumerables descripciones de combates singulares que se encuentran en
Homero se ve que siempre consigna circusntancias e incidentes que
diversificanban totalmente la acción.
Oigamos, como muestra, una de estas descripciones de combates:
"El
Rey Agamenón, mató el primero a Hodio, alto de talla y valeroso adalid
de los fuertes alizones... Mientras Hodio, para huir, la espalda volvia
acobardado, entre los hombros la aguda lanza le escondió el Atrida hasta
que al otro lado, por el pecho salió la punta. Moribundo el héroe,
desde la silla del brillante carro cayó en el polvo, retembló la tierra
en derredor y temeroso ruido sobre él hicieron caer las armas...
Quitó después la vida Idomeneo a Festo, hijo de Boro, que de Tarne opulenta ciudad de la Meonia fuera venido..."
Aparte
del vigor enorme de la descripción --cayó en el polvo... retembló la
tierra en derredor... y temeroso ruido sobre él hicieron, al caer las
armas-- observemos la minuciosidad a que antes nos referiamos.
Está
describiendo una acción secundaria y presenta a un guerrero
desconocido, que ya no vuelve a aparecer y del que hasta entonces no
habia noticia alguna y sin embargo consigna todas sus generales, lo deja
perfectamente identificado para la eternidad: "Festo, hijo de Boro,
natural de Tarne, opulenta ciudad de la Meonia...".
A veces uno
piensa que Homero, el rapsoda, tuvo algo de periodista de su tiempo.
Resultó que escribió para la eternidad pero quizá él lo hizo, muy
acentuadamente, al servicio de los lideres de su época. Porque se
observa que asi como los cronistas actuales celebran a todos según su
méritos y aprovechan las ocaciones propicias para resaltarlos, Homero
escribe lo que pudiéramos llamar una "crónica social de la guerra de
Troya" --(entonces lo elegante era batirse sin cesar)-- y va dedicando
especial atención no al héroe genérico, al soldado desconocido sino a
cada uno de los combatientes, combatientes individualizados e
identificados y si en el libro quinto presenta en primeros planos a
Diómedes, en el octavo el personaje principal es Teucro y lo son
sucesivamente Agamenón, y Ulises y Ayax, Idomeneo y Menelao y aún éste,
que no aparece como muy valiente, defiende en el libro 17 con gran
denuedo el cadáver de Patroclo.
Parece como si Homero hubiera
tenido un especial empeño en quedar bien con todos sus personajes y en
divulgar al máximo sus hazañas personales, como consignaba también muy
cuidadosamente cuando hablaba de juegos atléticos, quién ganaba la
carrera, quién el salto y quién se distinguia en el lanzamiento de disco
o de jabalina.
Y ya que hemos visto dos de los aspectos más
fundamentales del poema --la intervención de los dioses y la constante
contienda humana-- veamos también un ejemplo de la nota patética,
magistralmente manejada siempre.
Elijamos cuando describe, en el
canto 18, la desesperación de Aquiles al enterarse de la muerte de
Patroclo, su amigo, que le determina a volver a participar en la lucha
que habia abandonado.
"Mientras él en su mente resolvia y en su ánimo
estas dudas, el amable hijo de Néstor se acercó, Y ardientes lágrimas
derramando, la funesta noticia le anunció diciendo triste: "¡Ay, hijo de
Peleo! Dolorosa noticia vas a oir, fatal desgracia, que permitir los
dioses no debieran. Yace Patroclo... En torno del cadáver desnudo, se
pelea y tu armadura Héctor la tiene... Al escuchar sus voces, oscura
nube de dolor el alma cubrió de Aquiles. Y con ambas manos la ceniza
caliente todavia tomando, y por encima la cabeza derramándola, el rostro
peregrino afea con ella y la negrura su vestido cubria que axhalaba de
néctares aromas delicados. Se arrojó en la arena y siendo de estatura
agigantada largo trecho yacia y con las manos se arrancaba la rubia
cabellera...
Funeral lamento Anticolo también, en triste lloro,
bañandose sus mejillas conmenzaba, pero mientras Aquiles en suspiros
exhalaba el furor, ambas sus manos el joven sujetaba con las suyas;
porque mucho temia que tomase algún cuchillo y el hermoso cuello se
dividiese. Tan horrendos eran los gemidos que su augusta madre, que
estaba en los profundos senos del mar al lado del anciano padre, los
oyó; y también ella hondo suspiro dió al escucharlo y las ninfas todas,
cuantas el mar habitan y engendrara el anciano Nereo, se juntaron y
dejaron la gruta y las nereidas llorando las siguieron y las olas se
rompian del piélago espumoso en torno de ellas..."
Asi es la Iliada...
No
es ni siquiera un relato de la guerra de Troya. Solo un episodio de
ella: la disputa entre Agamenón y Aquiles, la retirada de éste de los
combates; los que se dieron durante su inacción, en los que perdieron
los griegos y pereció Patroclo y la venganza de éste por Aquiles que
vuelve a la lid y mata a Héctor, el más valiente de los troyanos.
26,000
versos narran la acción que dura cuatro dias. La Iliada es, en
definitiva la riña de dos principillos cuyos nombres ignorariamos si la
Iliada no existiese.
Solo Homero podria explicar cómo se las
arregló para darle la riqueza, la variedad, el interéz y la perfección
que tiene. Desde el verso 303, en que acaba el primer libro ya todo es
puro milagro del poeta que desenvueve esos 300 primeros versos en un
poema épico en el que todas las galas están derramadas a manos llenas,
sin que un solo instante se pierda de vista la acción ni los principales
actores a pesar del cúmulo de detalles que atesora y sin que haya que
traer con violencia ninguna acción secundaria.
¿Cómo Homero lo logró? Solo Homero podria explicarlo.
El
mundo no se lo ha explicado aún y se ha limitado a darle el voto
unánime y favorable de veintinueve siglos que han declarado a la Iliada
el poema épico más formidable que mente humana compuso.