
Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)
Entonces
se reformó la Constitución, fue suprimida la orientación ateísta del
Estado convertido en laico, se modificó la Ley Electoral para elegir a
los diputados mediante voto directo y se toleró el acceso del capital
extranjero. También se autorizó el trabajo por cuenta propia; así como
la despenalización de la tenencia de divisas.
Por
su parte, el Partido abrió sus filas a los creyentes, comenzó un
deshielo con las iglesias y hubo un relanzamiento de los contactos
políticos con la emigración, efectuándose la Primera Conferencia de la
Nación y la Emigración, en la cual se llegó a discutir la posibilidad de
que los emigrados intervinieran en las elecciones y participaran en
procesos económicos nacionales.
Cuando se
especulaba si Cuba caería por el efecto dominó, en Miami se lanzaba “La
hora Final de Castro” y se pedían: “Tres días de Licencia para matar” y
la economía se precipitaba en caída libre, hubo que enfrentar, además
del bloqueo norteamericano, las actitudes de las nuevas autoridades euro
orientales y rusas, conjunto que Fidel Castro calificó de “doble
bloqueo”. En aquella coyuntura, en 1991 y 1997 se efectuaron el IV y el V
congresos que endosaron el curso seguido por la dirección de la
Revolución que practicó una imaginativa combinación de firmeza y
apertura.
Veinte años después, aconsejado por
quienes lo instan a aplicar las experiencias de China y Vietnam, países
que con decididas reformas económicas absorbieron la crisis y mediante
maniobras políticas administraron, hasta reducirlos a rangos tolerables,
sus diferendos internacionales, especialmente con Estados Unidos; el
Partido Comunista de Cuba abrirá los debates de su VI Congreso.
Según
una opinión establecida en Cuba, la comparación con China no es
pertinente debido a que ese país había roto con la Unión Soviética desde
los años sesenta y aquel proceso la afectó poco. También se asume que
el modelo chino no es aplicable en la Isla debido a las dimensiones de
una y otra economía, a los atractivos que el enorme mercado asiático
ofrece al capital extranjero y la actitud positiva de los llamados
chinos de ultramar.
Debido a las tensiones
asociadas a la confrontación con Estados Unidos, muchas personas,
incluso de izquierda, se preguntan por qué China y Vietnam pudieron
arreglar sus diferencias con Estados Unidos y Cuba no.
Al
margen de sus dimensiones y de sus consecuencias, por su origen y su
vigencia, los conflictos de Estados Unidos con China y Vietnam, como un
día los hubo con Japón y Alemania, son circunstanciales porque obedecen a
razones coyunturales; mientras que el diferendo con Cuba está ligado a
la esencia imperialista de los Estados Unidos, surgió en el siglo XVIII y
se acentuó durante la expansión territorial norteamericana.
Hay
incluso quienes erróneamente creen que la confrontación con Estados
Unidos es consecuencia de la Revolución cuando lo cierto es que la
génesis de ese diferendo no es política ni ideológica, no surgió debido
al triunfo de Fidel Castro, no es resultado de desacuerdos
circunstanciales entre dos gobiernos y ni siquiera se deriva de
intereses económicos. Desde el lado estadounidense se trata de un
fenómeno típicamente geopolítico y desde el punto de vista de Cuba asume
carácter nacional. En esencia se trata de una contradicción histórica
entre el imperialismo norteamericano y la Nación cubana que precede no
sólo a la Revolución sino también a la República.
En
1776 las 13 Colonias Inglesas de Norteamérica formaron los Estados
Unidos, un país extendido por la costa atlántica desde Massachusetts a
Georgia. En 1803, con la compra de Luisiana y poco después de La
Florida, el territorio norteamericano se estiró hasta el golfo de
México, en cuya entrada, como una llave natural se encuentra Cuba, que
desde antes había despertado la codicia norteamericana.
En
1823 el presidente James Monroe proclamó la “Doctrina Monroe” resumida
en la formula: “América para los americanos” y su sucesor, John Quincy
Adams, formuló la idea de que en virtud de leyes, de gravitación
política, como una “fruta madura” Cuba caería en el regazo de Estados
Unidos. En 1898 la administración de William McKinley, declaró la guerra
a España, para apoderarse de Cuba que aquel año fue ocupada por tropas
norteamericanas hasta 1902.
Bajo ocupación
norteamericana se redactó la primera Constitución cubana, se celebraron
elecciones y se eligió el primer presidente. En aquel contexto el
Congreso norteamericano impuso la Enmienda Platt, un apéndice a la
Constitución cubana que convirtió a la isla en una factoría
norteamericana y que, en parte, explica por qué frente a la Revolución
los Estados Unidos reaccionaron como si Fidel Castro fuera un
secesionista al estilo de Jefferson Davies.
El
diferendo entre Cuba y los Estados Unidos estuvo latente antes de la
independencia, cosa advertida por José Martí, se desplegó en la
República donde diferentes fuerzas política lucharon por abolir la
Enmienda Platt y se enconó con la Revolución que se propuso poner fin a
la subordinación a Washington.
Además de estar
a unos 10 000 kilómetros de Estados Unidos China como tampoco Vietnam,
exhiben una historia parecida; cosa que explica que con habilidad y
pragmatismo hayan podido atenuar sus conflictos con Estados unidos y
beneficiarse de la normalización de las relaciones económica con ellos.
Naturalmente
que Cuba quisiera y dentro de sus posibilidades se esfuerza por llegar a
un status quo semejante con la única premisa de que su independencia y
su soberanía sean respetadas. Ese propósito que en China es favorecido
por los chinos de ultramar, en Cuba encuentra el formidable obstáculo
formado por una parte de la emigración cubana.
El
asunto es complicado, el espacio es poco, faltan temas y el Congreso
comienza el próximo sábado. Mañana les cuento sobre las reformas, los
“cubanos de ultramar” y otros imponderables. Allá nos vemos.
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