125 años han pasado desde aquellos heroicos combates de la
clase obrera contra sus explotadores en la ciudad norteamericana de Chicago en
Mayo de 1886, los cuales, por su dramatismo y ejemplo, dieron vida al Primero
de Mayo.
Día en que se conmemora a partir de esos sucesos el DÍA INTERNACIONAL DE LOS
TRABAJADORES en todo el mundo, menos en el país en que fueron
asesinados nuestros mártires como represalia del sistema en su afán por
hacerlos borrar del imaginario de su propio pueblo. No obstante, semejante
tropelía a la memoria de los héroes, August Spies, Albert Parsons, Adolph
Fisher, George Engel y Louis Lingg: los Mártires de Chicago, víctimas de una de las
tantas monstruosidades de una justicia amañada dirigida por la burguesía
gringa, vivirán por siempre en el seno tierno de nuestras clases oprimidas pues
con su coraje, empeño y consecuencia lograron para todos nosotros, los trabajadores
del mundo, su noble propósito:
instaurar la jornada de LOS TRES OCHOS: ocho
horas de trabajo, ocho horas de recreación y estudio y ocho horas de sueño para
reponer energías. Tal división del día encarnaba la tesis de una justicia
humanista perfectamente posible; sin embargo, para los capitalistas de ese
tiempo inadmisible y, para los de hoy, en muchos lugares, pisoteada. De ahí que
los condenaran a la horca por atreverse a formular una lógica laboral más
proclive a la dignidad de cada trabajador en la tierra.
Su martirio estuvo salpicado de varios interludios entre
los que se cuenta, desde un ataque violento y criminal de una policía armada y
represiva; el desprestigio y manipulación de una prensa servil al capital y
amarillista, como lo sigue siendo hoy; un sistema judicial represivo,
complaciente y corrupto, con legisladores sobornables cuyas reformas laborales engañosas por lo
general eran pro-patronales,
hasta una jerarquía eclesiástica que siempre estuvo al lado de los poderosos y
no de los pobres y vilipendiados a quienes le ha sido mandado defender.
El movimiento revolucionario obrero organizado de Chicago logró
con sólo la
MOVILIZACIÓN POPULAR ,
su instrumento clásico de lucha, abolir las criminales condiciones de
esclavitud, explotación y miseria en las que se encontraban miles de obreros
(niños, mujeres y hombres), sometidos por una oligarquía dominante y organizada
con poder y capacidad para mutilar y suprimir libertades, para aumentar la
represión contra las actividades obreras, para comprar legisladores, magistrados
y jueces y así convertir procesos laborales en penales y criminales contra todos
aquellos que osaran cuestionar ese estado de cosas. Respaldados por una Prensa
y una Iglesia que decían defender la libertad de expresión y el amor al prójimo pero que no escatimaron
esfuerzos para arengar a los fascistas a reprimir y aún asesinar a los miembros
más conscientes de la clase trabajadora, igual que lo siguen haciendo hoy,
logrando apresar y encausar por medio de un proceso amañado a las principales
cabezas de ese movimiento, el cual culminó con su ahorcamiento.
Mucho agua ha pasado bajo los puentes luego de esos
nefastos y gloriosos sucesos de Chicago y hoy las condiciones de millones de
trabajadores alrededor del mundo se ve agravada por la crisis, ya no periódica,
sino permanente del capitalismo. Los dos grandes indicadores de ella, el
desempleo y el encarecimiento de los precios de la canasta básica, son una
constante en cada región del planeta. No hay país que escape a ellos, aún los
países más desarrollados han sido envueltos en esa vorágine crítica de tal
manera que en regiones donde antes sus habitantes gozaban de cierta
tranquilidad y ecuanimidad, hoy se ven sacudidos por recortes en sus estados de
bienestar y la aplicación de recetas neoliberales que golpean directamente a su
plana productiva. El desempleo es rampante y la inflación se enseñorea contra
los trabajadores mientras sus clases oligárquicas se regodean sobre el sufrimiento
y la angustia de aquellos. Al contrario, contra toda lógica, son subvencionados
a pesar del descalabro financiero y social provocado por ellos mismos con sus prácticas
corruptas. O sea, los culpables de la tragedia de las mayorías son apuntalados
con el dinero que salen de los bolsillos de sus propias víctimas trabajadoras.
Premiar al parásito y no al productor directo es la
consigna en esta nueva fase del capitalismo especulativo.
No obstante, esas “jugadas maestras” de los
especuladores mundiales para robarles su dinero a los trabajadores, han servido
para que estos entiendan que dentro del capitalismo su futuro será de miseria y
angustia. Que es necesario encontrar una nueva forma de producir, de distribuir
y consumir la riqueza producida por ellos. Han ido comprendiendo a través de
errores y reveses, de luchas, fracasos y victorias que el socialismo es la única
vía posible para no solo salvarse ellos como clase, sino al planeta entero de
la voracidad de los grandes consorcios capitalistas que lo han depredado
velozmente a tal punto que la existencia misma de la especie humana está en
peligro.
Si los mártires de Chicago nos legaron a través de su
sangre los beneficios de jornadas laborales más humanas, los trabajadores de
este siglo debemos dejarles a nuestras generaciones venideras un nuevo planeta
libre de capitalismo que en su fase final, como la que vivimos y padecemos en
la actualidad, está dispuesto a arrastrarnos a todos al infierno. De nosotros
depende si dejamos que eso suceda.
Por eso, es fundamental que este PRIMERO DE MAYO, todas y todos a marchar
por una vida digna y humana que solo podrá ser construida a través, primero del
derrocamiento de la oligarquía mundial y segundo, con la construcción del socialismo.
¡Adelante trabajadores y trabajadoras, el
futuro es nuestro!
Carlos Maldonado
Economista y Profesor en Historia por la Universidad de
San Carlos de
Guatemala
Colectivo “La Gotera”