
Roxana Kreimer
L...os
diarios nos informan que el papa Juan Pablo II será canonizado porque
superó tres instancias que estipulan las leyes de la Iglesia, una de las
cuales exige demostrar la validez de un milagro. El Vaticano comunica
que Marie Simon-Pierre, una monja francesa de Arles, se curó
repentinamente del mal de Parkinson después de que sus hermanas le
rezaran a Karol Wojtyla. Setenta médicos del Vaticano habrían llegado a
la conclusión de que, como la enfermedad desapareció inexplicablemente,
se trataría de un milagro.
¿Qué tienen en común el relato de Perciavale y el anuncio del Vaticano?
En
primer lugar, aparecen en los medios de difusión bajo la pretensión de
verosimilitud, y aunque para muchos ambas noticias sean poco creíbles,
tienen la estructura de gran cantidad de razonamientos menos
estrambóticos aunque igualmente falaces. Algunos de estos argumentos
avalan las pseudociencias, otros salen de la boca de políticos que
prometen soluciones milagrosas tras años de austeridad, de la de
banqueros que auguran dividendos fabulosos, o de la de periodistas que
nos hablan de sucesos extraordinarios en remotas comarcas.
En
segundo lugar, son contrarios a nuestra experiencia personal y a toda
la evidencia disponible. En su “Ensayo sobre el entendimiento humano”,
David Hume postuló un argumento sencillo y elocuente para enfrentar la
pretensión de que creamos en milagros. La vida nos enseña a todos,
escribe Hume, que hay muchas personas que se engañan a sí mismas, que
son engañadas por otras, o que quieren engañar a las demás. Como no
hemos visto el milagro o no tenemos evidencias suficientes para creer en
él, es más razonable suponer que los demás se engañan, son engañados, o
quieren engañarnos a nosotros. Lo que hay que explicar, sigue Hume, no
es el supuesto milagro, sino el hecho de que se nos diga que un milagro
se ha producido. No es que no debamos creer en lo que no vemos, ni que
sea imposible que algo contrario al sentido común un buen día muestre
evidencias de ser verdadero, sino que es necesario exigir al
interlocutor que sostiene algo que contradice nuestra experiencia
inmediata y el conocimiento consensuado, que aporte pruebas que sean más
creíbles que la experiencia en sí misma, argumentos no falaces para que
resulte más racional creer en lo que el otro dice en vez de suponer que
se engaña, es engañado, o quiere engañarnos.
Si
alguien por ventura creyera en el relato de Perciavalle, probablemente
lo haría por la cantidad de detalles consignados (“fue una reunión de
alemanes después de la representación de una obra de teatro”, “había
unas escalinatas blancas”, etc), ninguno de los cuales es evidencia de
que haya visto a Hitler, porque está predispuesto a juzgar como
verdadero cualquier relato excéntrico, porque otros nazis se refugiaron
en el sur de la Argentina (cosa que no prueba que se tratara de Hitler),
porque detesta a Hitler y el hecho de que no hubiera muerto lo tornaría
aún más repudiable, etc, etc.
Si alguien asume
que Juan Pablo II realizó el milagro, probablemente lo haga también
porque desea creer (no hay método más eficaz para pensar que algo es
cierto), porque sigue a pie juntillas los preceptos del catolicismo,
porque simpatiza con los ideales de Juan Pablo II, o porque acepta el
argumento de los médicos. ¿En qué consiste tal argumento? En que como
los médicos no pueden explicar la remisión del Parkinson, se trata de un
milagro. Este error de razonamiento es conocido como “falacia de la
falsa dicotomía”, y consiste en plantear sólo dos opciones contrarias
allí donde hipótesis alternativas podrían explicar un fenómeno. Otros
ejemplos: “O están con el gobierno, o están en contra del gobierno”. “O
hacés lo que te pedí, o no me querés”. El hecho de que los médicos no
sepan por qué se produjo la remisión del Parkinson, no prueba que se
trate de un milagro, apenas nos informa sobre la ignorancia de los
médicos. Por otra parte, el Parkinson puede desaparecer por diversas
causas, entre ellas, por dejar de tomar ciertos medicamentos (la lista
es enorme, destaco solamente el Reliverán, ingerido en grandes
cantidades, o la flurnarizina, que se toma para los mareos y el dolor de
cabeza) o por la remisión de otras enfermedades.
Borges
refirió al exceso de credulidad en el “Informe de Brodie”, donde el
narrador cuenta que el vulgo atribuye a unos hechiceros el poder de
transformar en hormigas o en tortugas a quienes así lo desean. Al
advertir la incredulidad del narrador, un individuo le muestra un
hormiguero, como si se tratara de una prueba contundente de la
metamorfosis.
Años atrás una amiga tuvo un retraso en su ciclo femenino. Estábamos mirando televisión cuando me comentó:
-Hace cinco días que debería haberme indispuesto.
De inmediato salió una voz de lo más profundo del televisor e inquirió:
-¿No será que estás embarazada?
Era
Grecia Colmenares entorpeciendo nuestra educación sentimental desde
alguna telenovela venezolana. Quedamos consternadas por la coincidencia
y, sonriendo, nos preguntamos si el televisor era sensible a nuestras
preocupaciones más íntimas.
Necesitamos
establecer nexos causales para sobrevivir, pero tengamos cuidado cuando
asociamos ideas porque pueden llevarnos a ver fantasmas o introducirnos
en un hormiguero, y quizá los caminos del dislate sean muchos más que
dos.
Foto:
Iglesia Católica - El papa Juan Pablo II recibe en audiencia al fundador
de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, en 2004. / Fuente:
REUTERS