Armando Salazar
El Poema del guatemalteco ex combatiente guerrillero Otto René Castillo como inspiración de la lucha insurgente en los campamentos chalatecos
Los ciclos “repetidos” o similares en la vida podrán ser ciertos. Quizá sean como inexorables resortes o espirales del curso de la vida o de la historia que coinciden en algún punto de esas vueltas, sin saber si son o serán más largas o más cortas. No es una historia enterrada. Lo cierto es que mi hija me solicitó un poema, cualquiera, referido al asunto del mes de la patria centroamericana, por un asunto que tenía que ver con disertaciones en sus estudios de secundaria.
De la Patria… ¿de la Patria? Le sugerí a Roque o al creador de los nietos del jaguar, pero pensé en la posible la saturación de propuestas, si al caso. Y fue ella quien me empujó cuesta abajo al poemario “Informe de una injusticia” del poeta y guerrillero guatemalteco identificado con las Fuerzas Armadas Rebeldes - FAR, Otto René Castillo.
Conocí dicho informe cuando un profesor de letras del colegio en los años 1977-78 me compartió el grueso poemario, un libro editado probablemente en 1975 por EDUCA de Costa Rica, con pasta verde musgo, algunos trazos rojos y letras negras. El libro, como decenas de otros, terminó en un basurero por asuntos de seguridad familiar en aquellos días.
Allí se encontraba Vámonos Patria a caminar. Un poema insignia que aún sigue siendo proclamado en los auditorios estudiantiles, de un poeta herido y capturado en combate en marzo de 1967 en la Sierra de Las Minas, Guatemala.
En un trabajo para maestría de la Universidad San Carlos de Guatemala, en el 2008, Lorena Castillo Cabrera, relaciona que entre el 19 y el 23 de Marzo, en la base militar de Zacapa se escuchaban gritos teñidos de dolor. Otto René fue torturado y quemado vivo en la finca Quebrada Seca de la aldea Santiago.
Castillo Cabrera rescata una carta de Zoila, hermana de Otto René, que en un trozo relata lo que el oficial del ejército le decía al poeta:
“Con que voz sos el poeta que decís que los coroneles orinan en los muros de la patria”… con que voz sos el que se quedará ciego para que la patria vea”… Así que voz te quedarás sin voz para que Guatemala cante”…. Pues se te hizo cabrón, porque todo eso es lo que realmente te va a pasar a voz y no en versitos sino en la pura realidad” … “aseguran quienes me informaron que el militar contó que con un gillette asegurado en una varita de bambú, atado de pies y manos, le cortaba la cara a cada frase que le decía el militar basándose en el poema “Vamos patria a caminar” el militar contó que le cortaron los ojos, la boca, las mejillas, los brazos, y el cuello”1
Quizá el resorte del ciclo de la vida o la historia dio un nuevo giro en su espiral. Siete años después de esa lectura semi-secreta en el colegio, ya a trote en la guerra salvadoreña, en agosto de 1984 fue asomando al campamento de Radio Farabundo Martí el grupo musical Banda Tepehuani, del PCS.
Algo habrán caminado, porque el campamento de la radio estaba en uno de los brazos orientales de La Montañona, en el cerro La Burrera, formado por escasos pinos, ensartadas lajas, cascajos y terrones sueltos. Chalatenango se convertía en amistosa posada de los esfuerzos unitarios y de intercambio interno en el FMLN.
Se producía un encuentro novedoso e interesante entre los equipos de la radio y el grupo musical, en tanto éste era una irrupción

Otto René Castillo
por parte de los tipificados oportunistas y maniobreros del PC dentro de la casa de los llamados sectarios y hegemonistas de las FPL. Dos escuelas políticas que, a pesar de esas escarapelas, sostenían mayor identificación teórica e ideológica al interior del Frente.
Habían ocurrido reuniones de la CG del FMLN y con esos antecedentes y nuevos aires es como llegaron Godofredo, Eric y otros compañeros de la Tepehuani. Ellos aún no sabían qué era subir y bajar “una cuestecita” en Chalatenango. Seguramente una noche les tocó cruzar en barcazas el Lago Suchitlán con sus utensilios musicales y desayunarse en las empinadas cuestas del cerro El Alto, donde siempre hizo falta un terrón de dulce de atado.
El asunto es que, en el mes de septiembre, con la banda Tepehuani en la radio, se generó la propuesta de hacer una serie de programas radiofónicos, especiales, referidos al mes de la Independencia de Centroamérica del coloniaje de la corona española.
En Chalatenango no contábamos con amplias bibliotecas, pero sí varios y viejos libros de historia que se empezaron a escudriñar. El equipo redactor de la radio era el encargado de leer esos materiales y preparar el material base para que los músicos de la Tepehuani hicieran las letras de las canciones.
Temprano en la mañana, en el clandestino campamento de la radio, algunos nos desayunábamos con los graves y agudos ejercicios vocales de los integrantes de la banda, mientras otros iban terminando sus ejercicios físicos en la formación del campamento. Los compas solo se quedaban mirando y chistando esas incongruencias en medio de la guerra. Seguramente se sintieron liberados en el territorio.
Pese a las primeras aprehensiones, con la llegada de la Banda Tepehuani al campamento se produjo un interesante proceso de intercambio y creación cultural en las más silvestres condiciones. La convivencia fue desmontando los estanques de prejuicios orgánicos, que finalmente iban siendo sometidos en el crisol de la práctica diaria.
A lo largo de agosto-septiembre de ese año 1984, la Banda y Piquín pudieron producir varias canciones referidas a la independencia de España y de las luchas indígenas. Producto de los textos históricos sistematizados y proporcionados, se produjeron las letras y arreglos musicales sobre independencia, al Ejército de Liberación de Anastasio Aquino (1833), sobre Pedro Pablo Castillo, sobre el unionista centroamericano Francisco Morazán (fusilado por los conservadores en Costa Rica el 15 de septiembre de 1842) y una de las composiciones fue precisamente el poema de Otto René Castillo Vámonos Patria a caminar.
Piquín, Arnulfo, un detallado músico y asentado creyente de Monseñor Oscar Romero, concentraba en su aparato mezclador los sonidos de la Banda en la improvisada champa donde se empotraban los transmisores, amplificadores, aparatos de comunicación, baterías y cables.
Las grabaciones avanzaron rápidamente, pero en esos días el ejército realizó una nueva operación militar en la zona de La Montañona. Recién se estrenaba el Coronel Sigifredo Ochoa Pérez como jefe de la Zona Militar y de la Cuarta Brigada de Infantería, donde aún encontró sobresaltos por leyendas y mitos provocados por la toma y aniquilamiento del cuartel por parte de las tropas guerrilleras de las FPL el 30 de diciembre de 1983, nueve meses antes.
El campamento de La Burrera se tuvo que desalojar, la radio suspendió nuevamente transmisiones y la marcha nocturna nos llevó, junto con a otras estructuras y a la Tepehuani, a los despeñaderos del cerro El Cielo, al oriente de El Jícaro.
La noche misma se perdía en la total oscuridad de esos desfiladeros.
Uno no podía ver ni sus propias manos mucho menos al compañero que iba delante de la columna y los músicos se negaron a dejar sus instrumentos, pese a las advertencias. En los recovecos sinuosos prontamente se empezó a escuchar el traquido de las guitarras golpeando los peñascos salientes y los bordos de los barrancos.
En la ceguera total, algunos compañeros compartieron unos lazos a lo largo de la columna para que no nos perdiéramos o quedáramos atrasados en la marcha. Sin embargo, en algunos tramos eran tan agudos y oscuros los recodos que quien iba atrás no se percataba que quien iba a delante, ya había pasado el recodo y el lazo quedaba nuevamente tenso al otro lado, teniendo solo el vacío del barranco de por medio. Y sonaban otra vez las guitarras y otros bártulos. Vámonos Patria a caminar, yo te acompaño…
No había concluido el operativo militar, cuando el presidente Duarte (1984-89) llamaba desde la tribuna de Naciones Unidas a la primera reunión de diálogo, el 15 de octubre en La Palma. El FMLN le tomó la palabra inmediatamente y a la semana, tanto un equipo de transmisión de La Farabundo como la Banda Tepehuani, marcharon por un par de días a las serranías montañosas de Las Pilas.
No recuerdo si fueron cinco kilómetros alrededor de La Palma lo que se había acordado como zona desmilitarizada. La guerrilla no podía bajar armada a la reunión ni tampoco el ejército podía desplazarse en la zona. Sin embargo, Ochoa Pérez sí infiltró comandos armados muy cercanos a La Palma y otros de civil en el pueblo, además de desplazar tropas al norte de San Francisco Morazán, la previsible ruta de retorno del mando y las unidades guerrilleras.
Milton y Fredy pudieran instalar un radio de onda corta y su antena coaxial y se pudo hacer un par de reportes en una complicada situación de seguridad dentro del poblado, rebalsado por una multitud principalmente urbana, que por primera vez, directamente y en persona, pudieron ver a los dirigentes guerrilleros reunidos con un presidente en el curso de la guerra.
La Banda Tepehuani amenizó el encuentro desde una noche antes con el Torito pinto, (No hay quien nos pare) El carro, el negro José, las canciones patrióticas recién creadas, sin faltar el poema de Otto René Castillo.