Saludos y bienvenida:
Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida...
Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos.
Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos.
Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más...
A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado.
Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia...
Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos?
Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista.
No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente.
Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo.
Fraternalmente, Trovador
martes, 21 de agosto de 2012
La caída de Guille
El “chino Guille”, cambió la bata médica por un fusil guerrillero
Por Armando Echeverría (Jacobo)
Foto: Guille parado con camisa verde olivo; en primer plano Pedrito, el médico, su nombre real es Carlos Mauricio Linares Magaña
SAN SALVADOR - El 19 de agosto de 1981 (hace 31 años), unos días antes de la ofensiva de octubre, recio combate que inició como a las dos y se prolongó hasta las cinco de la tarde. El asunto se desarrolló del modo siguiente:
Estábamos reunidos el mando de las Unidades de Vanguardia -en formación-, en el lugar conocido como la Cuchilla. Dimas presidió la reunión en la primera parte, y luego se retiró dejando a cargo a Netón, quien para ese entonces era el jefe de Operaciones del Frente Norte, (de las FPL, en Chalatenango).
El sistema de seguridad del campamento lo constituía: un puesto de observación hacia La Laguna y un posta sobre el camino de acceso a La Montaña. Temprano se escucharon varias detonaciones de mortero y Netón ordenó que se enviara un mensajero al puesto de observación y reforzaran los puestos de vigilancia sobre la calle hacia La Laguna. Todo aparentemente reportaba normalidad, por eso no se suspendió la reunión.
En ese tiempo no contábamos con radios de comunicación, aunque sí había algunos equipos de interferencia.
Antes de comenzar la jornada de la tarde y continuar la reunión, se ordenó de nuevo pedir un informe al puesto de observación y se mandó al segundo correo que tenía asignado el mando de las Unidades de Vanguardia.
Eran cerca de las dos de tarde, ya no se habían escuchado detonaciones y todo parecía normal en La Montaña. No obstante, la muerte nos estaba acechando y se aproximaba en silencio hasta nuestro propio campamento.
Dos columnas habían penetrado secretamente por vaguadas hasta la parte alta de La Montañona y llegaron a unos ciento cincuenta metros del campamento. Se oyeron dos ráfagas de fusil M16 y uno de los dos correos cayó a tierra mal herido cuando fue sorprendido en el momento de cruzar una vereda en dirección a La Laguna. Con su propia vida interrumpió la maniobra secreta de acercamiento que hubiera producido muchas bajas al asaltar el campamento sorpresivamente.
Al oír los disparos todos salimos a apostarnos en línea y apuntando al camino con los negros fusiles sin seguro; en un par de minutos comenzaron a tronar los primeros balazos en la parte más elevada de la posición que habíamos ocupado.
Sebas peleaba con su G3 sacado de Las Vueltas y Guille, el médico, lo cubría amparado en un enorme pino. A su vez, Luciano batía un sector de la vereda, mientras el negro Nico sacaba a la gente no operativa del campamento y se retiraban hacia la parte más interna de La Montaña.
Para entonces aquello estaba convertido en una verdadera batalla; pillaban los balazos en todas direcciones. Nadie se movió de sus posiciones sabiendo que habrían de llegar refuerzos de la gente que estaba al otro lado de La Montaña, que estaban en instrucción o entrenamiento.
Cada uno confiaba que más de cien hombres podían llegar a reforzarnos; el asunto era resistir: atajar al enemigo y resistir.
El primer refuerzo llegó del campamento más próximo: La Casona, al mando de Germán “el choco”, con unos pocos combatientes.
Más tarde llegó el otro refuerzo era gente de la Fuerzas Especiales Selectas (FES), bajo las órdenes de Felipito.
Ahí se arrinconaron la dos columnas de soldados y empezaron a retroceder y luego emprendieron la retirada aprovechando la poca visibilidad en esa parte de La Montaña.
En ese combate se ocasionaron numerosas bajas al ejército enemigo y se capturaron por primera vez: una ametralladora M60, con abundante munición, y un lanzacohetes Law.
Esa tarde y en ese lugar de La Montaña, se perdieron tres vidas valiosas para nosotros.
Un joven campesino que servía de mensajero, un joven combatiente de la columna que estaba peleando junto a Germán y Guille, el médico, que recién se había integrado con nosotros al mando de las Unidades de Vanguardia -en formación-, como jefe de aseguramiento y logística.
El recuerdo que tengo de Guille, de antes de ese combate, se remonta a unos años atrás en algún pasillo de la Universidad de El Salvador. Un joven alegre y bromista, pero nunca tuve la oportunidad de trabajar con él.
Nota del Editor: Este relato fue tomado del libro ” De la guerra popular a la guerra espiritual”, de Armando Echeverría.
Guille, era el seudónimo del estudiante de Medicina, Wilfredo Landaverde, quien fue dirigente del Bloque Popular Revolucionario (BPR); integrante de la Brigada “Farabundo Martí”, que combatió en Nicaragua contra el somocismo, y uno de los jefes de Logística de las FPL, hasta su caída en combate. El día que murió Guille, también cayó un joven combatiente de la FES, “Emilio”, hermano de “Arnulfito”, quien después lo sustituyó en esa unidad militar. Del otro caído no hay registro ni de su seudónimo.
Los torturados de memoria infinita
Historias de horror y doblegamiento físico-psicológico a los otrora considerados "enemigos políticos"
Por David Ernesto Pérez
“Para
las víctimas de su tiranía se reservaban dos especies de muerte: una
llena de horrorosos sufrimientos físicos, y otra acompañada de
sufrimientos morales todavía más atroces. Yo estaba destinado a esta
última” (Edgar Allan Poe en El Pozo y el Péndulo)
SAN SALVADOR – El
correo electrónico dice que no podrá enviar todos los documentos porque
pesa más de la capacidad de adjuntar archivos que facilita el servidor.
“No es el completo; ya que ese es de 72 MB y no tengo como enviarlo”.
Los
primeros archivos están en un formato poco convencional; detallan una
lista de las torturas más utilizadas en la época de la dictadura militar
–dictadura reconocida como tal por pocos, nombrada así por casi nadie y
que ruboriza a muchos todavía- con dibujos a lápiz repartidos en
cuatro cuadrantes.
El
autor es Herbert Anaya y los hizo mientras estuvo encarcelado por su
militancia en la defensa de los derechos humanos. Al menos esta es la
noticia que llega a oídos de las nuevas generaciones.
Consignas y salmos con mierda
Rolando
García caminó hasta su casa en San Marcos, a la altura del Centro de
Instrucciones y Transmisiones de la Fuerza Armada (CITFA) un retén
amuralló una parte de la calle habituada al comercio y las balas de una
guerra con la olla destapada a la mitad. El sol caía sobre los adoquines
con plomos del día caluroso.
Como era costumbre los soldados detenían a quien fuera posible, y Rolando por supuesto, no se salvó.
El
palpar tosco de las manos castrenses lo recorrieron punta a punta; el
cateador lo tomó por los cabellos y su cuerpo endeble cedió a las
pretensiones fácilmente. Fue volteado por completo y su rostro puesto
frente a un hombre encapuchado que lo señaló sin titubeos. “ese es”.
Rolando
se desvaneció sin captar completamente el futuro que tropezó con una
enorme pared de concreto; el soldado le espetó en tono mitad burla,
mitad odio.
- Hoy ya te agarramos hijueputa, te vas a morir por andar en mierdas.
Los
captores lo llevaron al CITFA con las primeras amenazas como cuchillos
para abrir papas, después a las bartolinas municipales donde las culatas
de los fusiles se intentaron convertir en una especie de purga para
redimirlo a zarpazos.
Después de tanto culatazo le pusieron una bolsa en la cabeza, lo esposaron y subieron a una Jeep. Aproximadamente quince minutos después el día se oscureció para Rolando.
Lo
empujaron a un cuarto grande donde tuvo una percepción intuitiva del
espacio; “Ahora te vas a morir hijueputa”, le advirtió una voz
desconocida.
Un huracán de puñetazos, patadas, ultrajes, puntapiés, y trompadas lo tumbó al suelo.
-¿Quiénes son tus jefes? ¿Dónde tienen las armas?
Rolando
no habló. La desubicación empeoró su situación, la agitación le subió
como ascensor a las sienes, no encontró las llaves del laberinto para
escapar a una posible muerte. El golpeador se retiró con un portazo tras
de si.
La puerta se volvió a abrir y una voz amigable le dirigió unas cucharadas de compasión.
-¡Púchica como estás! ¿No te han hecho daño?
-Sí
-Es que ese cabrón es un bruto, pero mirá ¿vos no andás en nada?
-No
-Apués tranquilo, pero más de alguien conocés…
-No
-Aquel cabrón va a regresar…
La
voz amigable se fugó como agua en el mingitorio, segundos más tarde los
pasos agitados saltaron sobre los huesos de Rolando con violencia. No
hubo confesión y el entremés de la brutalidad se había terminado con los
últimos pellizcos a la paciencia militar. “Prepárenlo”, ordenó la voz
altisonante.
Le
quitaron los zapatos y calcetines, por los codos lo subieron a una
superficie plana como una mesa y le liberaron de las esposas. En los
dedos gordos de los pies le amarraron cables transportadores de energía
eléctrica.
“Con quién andás”, “Quién es tu jefe”, “¿Las armas?” “Subversivo”,
“subversivo”, “subversivo”…Todo se repitió eternamente mientras Rolando
recibía descargas eléctricas…
El
chasquido del interruptor suspendió el suplicio. Ardor, calor, dolor,
desesperación, angustia, reaccionaron en una especie de carrera por
dominar las sensaciones de Rolando. Segundos breves siguieron las mismas
preguntas. “¿No vas a decir nada?”.
Más
que delatar, el torturado pensó en la forma de soportar el acoso de los
verbos de la desgracia mientras las noticias de su captura llegaban
hasta los miembros de la Resistencia Nacional (RN), organización
político militar en la cual decidió entrar después de tanto martillazo
contra la sociedad de parte de los mandos castrenses.
El
pensamiento se desvaneció cuando recibió dos descargas más, luego lo
tomaron por el cuello y le sumergieron la cabeza en una pila; cuando el
aire se les escapaba más de la cuenta la adrenalina le ayudó a vencer a
los que lo sometían.
-Ese hijueputa se les salió, vuélvanlo a meter.
Las
ascensiones al cielo acabaron con un viaje al reino de lo más bajo,
algo así como un fumador de opio en la cuna de los dioses. Se durmió
unos minutos y los puntapiés lo desorientaron de la tranquilidad. No
pudo seguir durmiendo.
Ya
era de noche cuando escuchó el teclear de una máquina, conversaciones
que cuestionaban el por qué los boletines militares llevaban la
inscripción DIOS – UNION – LIBERTAD; las explicaciones no eran
precisamente las de un ilustrado. “Es una norma, DIOS porque él está
primero…”, respondió el interpelado.
El amanecer se presentó a Rolando con traje de calor y ruidos, además de unas botas brillosas que lo sacaron de la celda.
Como
si fuera un saco con objetos viejos, fue lanzado a un camión con
colchonetas para disimular la carga de huesos y nervios destrozados por
los maltratos físicos.
Después
del viaje lo empujaron a una celda de dimensiones menores con paredes
grisáceas, adornadas con fragmentos bíblicos y consignas pintadas con
mierda; al fondo un inodoro sin tapadera, una cama de resortes sin
colchón, una toallita, y un foco amarillo alumbrando la estancia sin
ventanas.
Las
únicas formas para calcular las horas eran las rutinas de ejercicios
que practicaban los militares y el sonido del tren. Gracias a éste
último Rolando concluyó que estaba preso en la Guardia Nacional.
Permaneció
en completo encierro aproximadamente una semana en la que escuchó cada
noche más cerca los gritos de los torturados: cada día más hasta que le
tocó la fortuna al vecino de celda.
Un
hombre con acento argentino cuestionaba con astucia al encarcelado de
la par, lo llevó a confesar, entre otras cosas, su pseudónimo. “¡Ah!
Ernesto es el nombre de un gran comandante”, reaccionó el suramericano.
Momentos más tarde sonaron varios golpes secos y algunos gritos que espantaron las telarañas del sueño.
Siempre con la venda puesta lo trasladaron a la Policía Nacional, el “castillo” era más conocido e inmediatamente lo ubicó.
Toda
la peripecia permaneció como desaparecido, las garantías legales de la
época –amparadas en un decreto transitorio- desobligaban a las
autoridades de seguridad pública a enterar al juez o familiares del
detenido sobre el paradero. La vigencia del arresto era de quince días.
Asomado
entre los barrotes, Rolando observó a un sujeto alto, cabello rubio y
piel rojiza: no era un policía. Ambos cruzaron miradas y el hombre de
dimensiones extranjeras pidió estar en la celda con el preso.
-¿Cuánto tiempo lleva detenido? ¿Su familia sabe dónde está?
Le
dio nombre y dirección y le avisó a la familia de Rolando; tres días
después el carcelero le tiró una bolsa plástica con ropa limpia. “Mí
familia ya sabe”, susurró.
A
los días le avisaron que iba para Santa Tecla, a la cárcel donde estaba
organizado el Comité de Presos Políticos (COPPES); los infortunios se
acabaron y pasados los meses regresó a la libertad.
Mariachis en la cocina
En
agosto Óscar Garza regresó a San Salvador después de varios meses de
estar fuera. La primera misión era encontrar al contacto en la capital,
luego vendrían el resto de tareas propias de un militante de las Fuerzas
Populares de Liberación (FPL).
Sin
embargo, el contacto no llegó al punto de encuentro, y medio
desorientado Óscar se fue a una finca en La Libertad, en la cual vivió
parte de su niñez y en ese momento pertenecía a unos amigos.
Día
con día, Óscar regresaba a San Salvador a los “buzones”, los cuales
servían para volver a entablar contacto con la persona a la que iba a
estar asignado.
Después
de varios días por fin encontró al compañero, aunque las noticias no
fueron las más alentadoras: “no puedo llevarte al lugar donde
acordamos”, le dijo el también militante.
Para
no quedar vacío, el contacto lo llevó a una casa en la cual estaban
organizados varios religiosos que pertenecían a las comunidades
eclesiales de base; la estancia se alargó varios días debido al peligro.
“Podes trabajar aquí”, le sugirieron.
En
la casa habitaban varias personas y se reunían jóvenes, asimismo
funcionaba un taller de carpintería cuyas herramientas Óscar las utilizo
para fabricar armamento casero mientras se llegaba el día de partir a
otra casa.
Un
atardecer se apoyó en la verja de la casa y desde ahí observó a un
grupo de niños que jugaban fútbol, súbitamente el encargado de seguridad
entró corriendo y grito despavorido: “el enemigo, el enemigo, el
enemigo”.
La
casa fue tomada por asalto por la Policía Nacional y efectivos
militares, Óscar corrió a toda prisa y en una fosa séptica tiró el
armamento fabricado en esos días de relativa calma.
En
un abrir y cerrar de ojos estaban siendo brutalmente golpeados por los
soldados; el operativo estaba a mando de René Emilio Ponce, quien ese
día estrenó un fusil de asalto R-15.
La
mayoría de los capturados eran menores de edad, los subieron a un
camión y fueron trasladados a la Fuerza Naval, metidos a una celda con
la rutina de cualquier preso: torturas brutales para sacar información.
Todos
los días permanecieron completamente desubicados, las sospechas del
lugar donde estaban las proporcionaba el pito del tren que se dirigía a
Ciudad Delgado.
Cada
noche, cada día las golpizas se presentaban con traje de redención,
pero siempre había un punto en que se alzaban hasta el encontrar el
punto máximo.
Las
dosis aumentaban cuando la orquesta de la Fuerza Armada, los mariachis
castrenses o la marimba ensayaban. “Sabías que la cosa se iba a poner
peor”.
La
música sonaba encima de los presos, abajo los gritos de los torturados
se mezclaba con las notas patrióticas, las populares y las trompetas; el
espectáculo sonaba a una especie de infierno para músicos.
Óscar
recibía cada día la visita de una silueta pequeña, con voz de redentor.
Siempre le hablaba de la biblia y le enseñaba salmos para alejar al
demonio de su cuerpo.
-¿Ya sabés la parábola de las manzanas podridas?
-No
-A las manzanas podridas hay que extirparlas, y vos sos una manzana podrida
Con el lomo de la biblia le pegaba en la cabeza a Óscar y le repetía el salmo cotidiano para que lo aprendiera.
Días
después Óscar pudo observar su evangelizador: se trataba de un hombre
pequeño y regordete, que al sentirse visto entró en pánico y pidió que
vendaran nuevamente a “ese hijueputa”.
Entre
los detenidos estaba “Dani”, un seminarista del San José de la Montaña
que estaba bajo la tutela Monseñor Rafael Urrutia. El futuro párroco se
convirtió en el anzuelo para pensar en la posibilidad de salir del
encierro.
Monseñor
Rafael Urrutia buscó a “Dani” hasta que lo ubicó en la Fuerza Naval.
Días después el seminarista y las personas detenidas fueron enviados al
centro penitenciario de Santa Tecla. Óscar recobró su libertad varios
meses después.
Proteger la seguridad jurídica del Estado
El
informe de la Comisión de la Verdad provocó, en su momento de
divulgación, diversas reacciones y aún es utilizado como una pistola
contar la desmemoria por muchos, aunque para otros mostrar no vale la
pena siquiera mencionarlo porque favoreció a una de las partes de la
guerra civil.
La Comisión recibió, en 1980, 2 mil 597 denuncias de graves hechos de violencia; en 1981, 1 mil 633; un año después 1 mil 145.
Los
hechos denunciados repuntan en 5 mil 682 homicidios, seguido por 1 mil
57 desapariciones forzadas y 1 mil 433 torturas y malos tratos.
La Comisión estableció asimismo que el 68 % de las torturas y homicidios se registraron entre 1980 y 1981.
“En
1989 la tortura se generalizó como método de obtención de información
ya no para asesinar; ‘menos brutal pero más generalizada’”, dice la
Comisión de la Verdad.
El
informe “La tortura en El Salvador” de la Comisión de Derechos Humanos
de El Salvador (CDHES), realizado el 24 de septiembre de 1986 estudia
los efectos de dichas prácticas en los reos políticos. En ese año en el
Penal La Esperanza estaban recluidos aproximadamente 8 mil 615 personas
por atentar contra la “personalidad jurídica del Estado”.
El estudio desglosa los tipos de torturas, y los clasifica en: física, psicológica y una mezcla de ambas.
La
primera se centra en provocar dolor para “minar la capacidad de
resistencia del individuo”, y varía su intensidad de acuerdo a las
respuestas del detenido.
La
segunda pretende llevar al sujeto a una fase depresiva con el propósito
de que en algún momento pierda la capacidad de auto dominio. “La
desesperación y la angustia son los aspectos más notables de dicho
estado psicológico forzado”.
En
la década de los 80`s el Estado emitió el decreto 50, con el cual
permitió a las fuerzas de seguridad pública detener a una personas sin
tener la obligación de informar a un juez o a la familia del apresado.
La normativa tenía quince días de vigencia a partir de la captura.
“La
tortura en las formas antes descritas no constituyen elementos
aislados, ya que concuerdan en todo el proceso de aplicación, por
consiguiente son complementarias y coadyuvantes; un elemento que se
agrega para lograr los efectos deseados es el factor tiempo”, señala el
estudio de la CDHES.
En
la década mencionada –sin mayores variaciones en la actualidad- la
mayor parte de la población sufría de anemia producto de la alimentación
inadecuada; este factor fue utilizado a favor de las personas que
aplicaban las torturas. Un capturado podía recibir asistencias legal o
humanitaria hasta ocho días después de su arresto.
La
mala nutrición se sumó a la prohibición de defecar, descansar y el no
acceso a agua potable que sufrían durante los dos primeros días.
“El
objetivo es hacerla sentir al borde de la muerte y por lo tanto no
tiene otra alternativa que colaborar o hacer lo que los captores le
digan”, afirma el informe.
Los
cuerpos de seguridad encargados de torturar empleaban también la
agresión psicológica atacando principalmente con amenazas de muerte al
sujeto, que en caso de no trascender eran trasladadas a familiares o
personas cercanas a la víctima.
El
método de tortura empleado era progresivo y se ajustaba a la
particularidad de cada sujeto. Los torturadores enviaban la información
de los resultados a la Sección II de Inteligencia, mejor conocida en la
época por “policía política”.
“Existe
una tecnificación de todos y cada uno de los actos, se vuelven expertos
en valorar los grados de intensidad en que deben aplicar algún tipo de
tortura”, señala el informe.
Cuando
la mayor parte de los métodos de tortura no producían la confesión o la
admisión de acusaciones, los captores empleaban drogas; las más
utilizadas eran: Seconal, Pento Barbital, Thiaminal y Pentotal Sódico.
Los primeros son capsulas rojas y los segundos líquidos amarillos de
sabor amargo.
Las
aplicaciones eran a la fuerza o mediante engaños, asimismo procuraban
ejecutarla en el momento “crucial” para terminar con la confesión
esperada, o al menos una revelación que justificara los hechos.
En algunos casos hubo uso de la marihuana, mediante la aspiración y la expulsión de la sustancia en el rostro del detenido.
“Si
los efectos no son los esperados siguen empleándolas (drogas) las veces
indispensables hasta producir un colapso mental”, expone la CDHES.
El
dato más subrayado del informe de la CDHES de 1986 es que los presos
políticos y torturados son en su mayoría trabajadores, además, concluye
que desde 1983 a 1986 por lo menos el 19% de la población fue afectada
por “la política de persecución del gobierno”.
¿La UCA de “derecha”?

Benjamín Cuéllar (*)
SAN SALVADOR
- Esta casa de estudios nunca se ha declarado “vanguardia
revolucionaria” del país o algo parecido. Ni ahora ni nunca. Por eso
extraña que en medio de todo el relajo nacional, ahora haya quien diga
de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA) que se asume
como la entidad llamada “a iluminar al país”. A saber de qué
manga se saca tan falsa pretensión, a la cual se suman otras
recriminaciones que igual resultan del todo retorcidas: que la UCA cree o intenta “conducir y empujar los cambios”, que aspira organizar la
revolución y que no solo se piensa sino también se siente depositaria
de la verdad. Súmenle a esas simplezas, unas cuantas más entre las que
destacan que le “ofrece el hombro a ARENA y al statu quo”, que ahora tiene un discurso “genuflexo” y que –arrodillada ante la oligárquia– renunció “a sus principios”.
El poseedor del intachable dedo flamígero que ahora “condena” a la UCA por tan burdos cargos, asegura que tal viraje “no podría ser de otra forma” pues ya no le queda “ni la sombra de aquellos curas pensantes con quienes se podía debatir por su profundidad […]”.
De esos clérigos dice, con inaudito derroche de humildad, hasta él
aprendió. Cabe entonces, para aclararnos, preguntar cuáles son los “curas” que echa de menos. Pero antes hay que señalar otra ligereza en el mismo tono: que “hoy los curas que están salen no solo del lado de la ANEP […] sino que (sic) los apoyan”.
¿Cuándo, cómo y en qué? ¡Por favor! Si a esas vamos, abusando de la
chabacanería, cabría preguntar si hoy ya son “comandantes” Francisco
Merino y Rodolfo Parker.
¿Estará
Ignacio Ellacuría, el rector mártir, entre quienes este duro censor
echa de menos y de quien muchos –sin serlo– presumen que fue su
“maestro” y hasta su “amigo”? Acá en la UCA también está presente, pero
por otra razón: por haberle marcado su rumbo en lo que toca a la
conexión entre pensamiento y acción, siendo honesta con la verdad y
teniendo presentes como su centro a las mayorías populares y la realidad
nacional. Por eso, además de evocarlo, en momentos como los que
actualmente transita el país se trata de ser fiel a su consistencia.
El
inquisidor de turno quizás no recuerda el papel de Ellacuría durante la
coyuntura nacional a mediados de 1974. Ubiquémonos en ese trance,
cuando el penúltimo de los presidentes militares –que llegó a la silla
mediante un escandaloso fraude de la mano del Partido de Conciliación
Nacional (PCN), ahora CN, y uno de los más represivos de la historia
nacional– impulsó el decreto del llamado “Primer proyecto de
transformación agraria”. El coronel Arturo Armando Molina con
“definición, decisión y firmeza” inició ese proceso arguyendo, entre
otras cosas, que era el “seguro de vida” para el sistema opresor y
excluyente ante al avance de la lucha –esa sí– revolucionaria.
¿Reacciones?
¡Hubo de todo! Obviamente, la Asociación Nacional de la Empresa Privada
(ANEP) junto con el resto de gremiales empresariales y el llamado
Frente Agropecuario de la Región Oriental (FARO) –creado en ese marco–
se opusieron rabiosamente. La Democracia Cristiana de la época, llamó al
pueblo a no ser engañado con “campañas y controversias de los poderosos”, a estar “vigilante” y a “distinguir los hechos reales de la palabrería demagógica”.
El “Bloque” –no el que lidera el FMLN hoy, sino el Popular
Revolucionario (BPR)– afirmó que esa iniciativa era
contrarrevolucionaria e hija del imperialismo yanki; entre otros
señalamientos, acusó al Frente de Acción Popular Unificada (FAPU)
–ligado orgánicamente a la Resistencia Nacional (RN)– de seguir “confundiendo al pueblo con sus posturas vacilantes y sus análisis antojadizos”.
En
una defensa implícita de su eterno llamado a la unidad revolucionaria,
el FAPU aceptaba que la lucha era larga pero que habían sectores “empecinados en hacerla más larga todavía”,
en clara alusión a la “guerra popular prolongada” enarbolada por las
entonces radicales Fuerzas Populares de Liberación (FPL), de las cuales
dependía el BPR. El FAPU, en ese escenario, reprochó además el “apoyo crítico a las medidas del gobierno de Molina” por parte de “algunos sectores de la pequeña burguesía (la UCA, para ser más claros) […]”.
Ciertamente,
el Consejo Superior Universitario de la UCA –del cual era parte
Ellacuría– concluyó su pronunciamiento inicial en los siguientes
términos: “Un análisis racional y cristiano de estas medidas, si es
que se llevan a la práctica debidamente, abre un resquicio a la
esperanza. Lo abre, ante todo, a las inmensas mayorías del país, si es
que este primer paso rompe, por un lado, el cerco de la opresión secular
y, por otro, da la iniciativa real al movimiento campesino”. Pero
meses más tarde, el mismo Ellacuría escribió el editorial de la Revista
ECA –cuya dirección ostentaba– titulado “A sus órdenes, mi capital”.
“Nuestra revista –afirmó en ese célebre texto añorado “cura pensante”– dedicó
al problema un número extraordinario con la intención de contribuir al
proceso. Hoy nos es éticamente ineludible correr el riesgo de volver
sobre el asunto. Que no fuimos oportunistas entonces, lo vamos a probar
de nuevo hoy. Estábamos en el principio de acuerdo con la medida,
estamos en desacuerdo con la contramedida. Y como nos vimos moralmente
obligados a defender aquella nos vemos hoy moralmente obligados a
criticar ésta”.
Eso,
más que contradicción, es pensar con libertad y ser honrado con la
verdad. El coronel Molina, había prometido no retroceder; por cierto, en
su gabinete fungía como segundo del Ministerio de Agricultura el
destacado miembro del FMLN actual, Salvador Arias, quien renunció y
denunció lo que Ellacuría le restregó en su cara al régimen. Lo dijo así
en su editorial: “Que el Gobierno ha dado no un paso atrás sino un
giro de 180 grados y una carrera de miles de pasos, es cosa evidente
para quien examine las reformas a los instrumentos jurídicos
pertinentes”.
Por
eso, la UCA perdió el subsidio oficial que recibía y la Unión Guerrera
Blanca (UGB) le reventó cinco bombas en sus instalaciones. Por esa
actitud consecuente y coherente fueron ejecutados Ellacuría, cinco
jesuitas más, Julia Elba Ramos y su hija Celina. Por su fidelidad a ese
compromiso, la UCA ha exigido verdad y justicia para estas víctimas
durante casi veintitrés años sin importar riesgos ni calumnias, a fin de
lograr que también las obtengan –junto con su legítima reparación– las
víctimas anónimas entre las mayorías populares.
¿Están
dispuestos quienes acusan a la UCA de haber renunciado a sus
principios, a renunciar ellos a sus cargos y a perder no la vida sino
sus salarios de funcionarios por denunciar a un gobernante que avaló el
Decreto 743? Esos detractores nada gratuitos saben que Alfredo Cristiani
promovió eso, en junio del año pasado, para descabezar la única Sala de
lo Constitucional que ha hecho su trabajo y evadir una posible captura
ordenada por la justicia universal desde España. ¿Por qué no acusan a
quien sancionó tal aberración, de proteger a Cristiani y a nueve
militares a los que dos meses después les dio donde esconderse en la
sede de la antigua Guardia Nacional?
¿Por
qué no acompañan a la UCA en todo eso y en la exigencia al Estado
salvadoreño para que cumpla la sentencia condenatoria, emitida en el
2007 por la Corte Interamericana de Derechos Humanos por el asesinato de
Ramón Mauricio García Prieto Giralt, las amenazas contra sus padres y
la protección a sus autores intelectuales que nunca fueron investigados?
En esas batallas, la UCA sigue en pie de lucha. ¿Por qué no
desenmascaran a quienes están detrás de tanta fachada e impunidad? ¿O
será que después de los años transcurridos desde que fue escrito, sea de
“izquierda” o de “derecha”, sigue vigente el famoso “A sus órdenes mi
capital”?
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Saludos y bienvenida:
Trovas del Trovador
Si se calla el cantor, calla la vida...inspirate,instruyete,organizate,lucha,rebelate.
Saludos y bienvenida:
Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida...
Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos.
Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos.
Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más...
A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado.
Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia...
Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos?
Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista.
No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente.
Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo.
Fraternalmente, Trovador
Si se calla el cantor, calla la vida...inspirate,instruyete,organizate,lucha,rebelate.
Saludos y bienvenida:
Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida...
Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos.
Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos.
Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más...
A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado.
Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia...
Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos?
Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista.
No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente.
Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo.
Fraternalmente, Trovador
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