
DAGOBERTO GUTIÉRREZ.
Usted llegará a un país sumido en la mayor pobreza, en la mayor delincuencia, en la mayor crisis del sentido público estatal, pero en el reinado total del mercado total. Esta es la sociedad de mercado que durante 20 años, gobiernos de su país, y el suyo también, han impulsado y apoyado como el único modelo neoliberal más favorable a los intereses estadounidenses. Usted sabe también que este es el modelo aplicado también en Irak que, con el nombre de “Remember El Salvador”, ha destruido a este país árabe.
Su llegada a nuestro país ha despertado esperanzas gubernamentales, aunque son conocidas las angustias económicas de su gobierno y sus complicadas posibilidades de maniobra. De parte del pueblo salvadoreño hay indiferencia y sabiduría para entender que los salvadoreños y salvadoreñas que han emigrado a su país contribuyen importantemente a producir riqueza estadounidense, aunque también remesas para sostener las familias y la economía salvadoreñas.
Es de justicia, Señor Presidente, que
siendo Estados Unidos un país de migrantes, tengan otros emigrantes un
trato justo, humano y equivalente al aporte entregado al país donde se
vive.
Su visita ha contribuido al
ordenamiento del centro de nuestra capital y cuando se le propone
visitar la tumba de Monseñor Romero, tenga la seguridad que quienes lo
hicieron no están cerca del pensamiento de Monseñor, porque esta visita,
que es la más importante de su paso por el país, pondrá frente a
frente a un presidente, nobel de la paz, que hace la guerra en este
momento a un país soberano, y que hace además otras guerras, y a un
hombre de paz como Monseñor Romero, a un hombre armado y a otro
desarmado, a un hombre asesinado, cuyo crimen permanece impune, y a
otro hombre, gobernante de un país que preparó a los victimarios. La
tumba de Monseñor Romero, como usted muy bien sabrá, es un lugar de
espiritualidad convocante y de protesta palpitante, al amparo de la
palabra siempre viva de Nuestro Pastor.
Su presencia en nuestro continente
responde a urgencias comerciales de su país, a intereses geopolíticos y a
la búsqueda de recursos naturales, y, en el caso de El Salvador, todo
parece indicarnos que se trata de definir políticas de seguridad
estadounidenses, dentro de las cuales nuestro país, desempeña o
desempeñará papeles o tareas hasta ahora desconocidos. Resulta
preocupante para la sociedad las informaciones sobre la aplicación en el
país de una extensión del Plan Colombia porque esto podría convertir a
El salvador en el escenario de un conflicto que escaparía a los
intereses y posibilidades salvadoreñas.
Como usted conoce muy bien, las
relaciones históricas entre su país y el continente, en general, y
nuestro país, en particular, han estado cargadas de tensiones y
confrontaciones de todo tipo. Por ejemplo, los respaldos a golpes de
Estado como el ocurrido en Honduras que puso fin al gobierno legítimo
del Presidente Mel Zelaya, o con el condenable bloqueo practicado
durante más de 50 años contra la revolución cubana. O con la infamante
prisión estadounidense en la base de Guantánamo, en Cuba, o con las
condenas a patriotas cubanos en los Estados Unidos.
Sabemos muy bien que el petróleo y el
agua son dos recursos naturales muy apetecidos actualmente por su
gobierno y su país y que esos recursos se encuentran ubicados en grandes
cantidades en Sur América, por lo que su gobierno, muy
inteligentemente, pone de nuevo su mirada en esta parte del mundo,
cuando en el planeta se desarrollan nuevos procesos y aparecen nuevos
centros de poder de todo tipo que anuncian nuevas correlaciones.
El Salvador, Señor Presidente, necesita
y busca relaciones amistosas y de mutua conveniencia con su gobierno,
esperando que las y los salvadoreños emigrantes reciban un trato justo y
legal de parte de su gobierno, correspondiente al aporte hecho a la
economía y a la riqueza de los Estados Unidos.
Nosotros entendemos muy bien, y es
necesario que usted lo sepa, que la emigración no deberá ser una
política estatal que lance a nuestros compatriotas a los caminos oscuros
de una emigración plagada de peligros mortales, mas bien, necesitamos
que la sociedad salvadoreña llegue a tener capacidad para que nadie
necesite salir de su patria para construir su propio sueño en su propio
suelo y en su propio país.
Entendemos que las posibilidades de
ayuda económica de su gobierno no es el aspecto más destacado de su
visita, dados las conocidas urgencias de la economía de su país, pero
hacemos votos para que, sean cuales sean los entendimientos alcanzados
por los gobiernos, no incluyan respaldos a políticas hambreadoras y
productoras de pobreza, como aquellas que establecen el mercado máximo
sobre el Estado mínimo. Tampoco aquellas políticas que imponen la
economía sobre la naturaleza, o la que sacrifica la capacidad productiva
del país en nombre de una economía de servicios, mucho menos aquella
política que priva a El Salvador de seguridad y soberanía alimentaria y
convierte a la sociedad salvadoreña en un mercado que norma, domina y
regula a un Estado siervo. De la misma manera, no esperamos tratados de
libre comercio totalmente asimétricos y desventajosos para nuestro
país.
Esperamos, como ya lo he dicho, el
establecimiento de relaciones gubernamentales amistosas, con soberanía y
de mutua conveniencia; al fin y al cabo, los pueblos estadounidenses y
salvadoreños, siendo ambos pueblos de migrantes, privilegiamos los
caminos con encuentros y buscamos reducir los desencuentros