... el presidente Kim Jong-il desea consolidar como “heredero”
Kim Jong-un y un clima de patriotismo caldeado por la tensión con el sur
le ayudaría a alinear al Ejército y al Partido tras su proyecto
Detrás de estos incidentes están
el intento del imperialismo y su aliado, el régimen de Seúl, para
imponer el desmantelamiento del programa nuclear de Corea del Norte
El
enfrentamiento de la isla Yeonpyeong el 23 de este mes, fue el más
grave en una larga historia de choques fronterizos entre ambos estados.
La isla está en la zona limítrofe entre las dos Coreas y en la zona ya
hubo 3 incidentes desde 1999. Corea del Sur tiene allí una base
militar y realizaba maniobras cuando estalló el intercambio de disparos
de artillería. La mayor parte de la prensa presenta los hechos como
una provocación norcoreana, pero según el analista Rafael Poch: “Los
surcoreanos dispararon sobre lo que Corea del Norte presenta como ‘sus
aguas territoriales’, sobre las 13:00. El bombardeo norcoreano,
justificado por Pyongyang como ‘respuesta a la provocación surcoreana’,
comenzó a las 14:34 y concluyó a las 14:55. (…) los surcoreanos
respondieron bombardeando la costa norcoreana. Una segunda salva
norcoreana se disparó a las 15:10, seguida de una respuesta surcoreana a
los quince minutos…” Por el lado Sur, hubo 4 muertos y unos 25 heridos
militares y civiles, además de fuertes daños materiales. No se conocen
las bajas y daños en el Norte.
El presidente sureño Lee
Myung-bak amenazó con “una fuerte represalia” calificando lo sucedido
como una “clara violación del armisticio” de 1953 por Corea del Norte.
Estados
Unidos, que tiene 28.500 hombres estacionados en bases en el Sur, lo
respaldó y envió un portaaviones nuclear, ratificando el ejercicio
aeronaval conjunto que se inició el 28/11. Obama y Lee afirmaron que
“Aunque estas maniobras estaban programadas, demuestran la fortaleza de
nuestra alianza. Tendrán carácter disuasivo y defensivo”, para indicar
que no optan por ahora por un ataque militar.
Por su parte
China, que apoya a Corea del Norte, exhortó “fuertemente a ambas partes
a que conserven la calma y la moderación y a que sostengan
conversaciones tan rápido como sea posible para impedir que incidentes
similares ocurran nuevamente”.
Escalada de incidentes
Con
este episodio se hace extrema la tensión entre Sur y Norte, ya
agravada desde el hundimiento de una corbeta surcoreana en marzo pasado
(cuya responsabilidad rechaza Corea del Norte). A raíz de estos hechos,
Surcorea tomó represalias comerciales, reforzó su despliegue militar y
apeló al Consejo de Seguridad de la ONU, mientras que Norcorea
respondió con la interrupción de comunicaciones, denunciando el Tratado
de No Agresión de 1991.
Detrás de estos incidentes están el
intento del imperialismo y su aliado, el régimen de Seúl, para imponer
el desmantelamiento del programa nuclear de Corea del Norte y,
eventualmente, lograr una plena capitulación de sus gobernantes; así
como las presiones del régimen del Norte para la reapertura de
conversaciones.
La política de Norcorea
El
régimen de Pyongyang está jaqueado por las dificultades económicas y
el bloqueo yanqui, al tiempo que utiliza el modesto poder nuclear
recientemente obtenido como reaseguro contra una eventual agresión
imperialista y como carta de negociación.
Hace unos días
permitió que un científico norteamericano visite sus modernas
instalaciones de enriquecimiento de uranio en una demostración de
fuerzas.
Las dificultades de Washington, ocupado en múltiples
frentes internacionales y que pareció mostrarse cauto en el apoyo a
Seúl en ocasión del incidente naval de marzo, alentaron a Norcorea a
endurecerse en los recientes incidentes.
Además, un objetivo
interno de este posicionamiento parecería ser facilitar la transición
del poder, pues el presidente Kim Jong-il desea consolidar como
“heredero” a su hijo menor Kim Jong-un y un clima de patriotismo
caldeado por la tensión con el sur le ayudaría a alinear al Ejército y
al Partido tras su proyecto.
Corea y la geopolítica yanqui en tiempos de crisis capitalista
Las
repercusiones de la crisis coreana se hicieron sentir a nivel
internacional: junto con la crisis de Irlanda empujaron una nueva baja
en las bolsas del mundo, y sobresaltaron a las potencias implicadas en
esa conflictiva y estratégicamente importante región.
Luego del
fracaso de la reunión del G-20 en Seúl, donde pese a las críticas de
Europa y China, Obama mantuvo una política de devaluación del dólar que
alienta guerras comerciales y monetarias internacionales, las
fricciones entre China y EE.UU. están también escalando.
Contener
a China es para Washington un aspecto importante dentro de su “gran
juego” geopolítico: defender su decadente hegemonía mundial contra
potenciales desafíos de “potencias emergentes”. La Península coreana
tiene un importante lugar en esa estrategia. Para Washington resulta
“funcional” la elevada tensión regional, digna de los tiempos de la
“guerra fría”. Contando con Corea del Sur como un aliado clave frente a
China, que apoya a Corea del Norte, el alto nivel de confrontación le
permite justificar su presencia militar en esta parte de Asia, mantener
a Japón alineado detrás de su estrategia. Por todo ello, no tiene
demasiado interés en desactivar una tensión que al tiempo que desgasta a
Pyongyang, le impide a Seúl dirigir una reunificación para erigirse en
una potencia capitalista con mayores ambiciones propias y preocupa a
China. De hecho, Washington está utilizando la crisis actual para
presionar a China.
¿Puede derivar en una guerra?
No
parece ser la perspectiva inmediata, aunque no se puede descartar que
nuevos choques militares inicien una escalada de resultados
imprevisibles. Los intereses en juego son demasiado importantes e
involucran las relaciones de fuerza entre China y Estados Unidos.
Estados
Unidos está demasiado comprometido en Afganistán e Irak como para
abrir otro conflicto de semejante importancia. Por todo ello, es
posible que la tensión se mantenga con altibajos indefinidamente o se
termine tanteando nuevamente la reapertura de conversaciones. (...)