Parece una película de suspenso. Alfred Hitchcock habría celebrado, en la era de las nuevas tecnologías, la forma en que Wikileaks explota los recursos de la dramaturgia. Primero anuncia, con suficiente tiempo de antelación, que desclasificará documentos altamente comprometedores para la diplomacia norteamericana (ciertamente lo son). Luego entrega lo prometido a seis célebres periódicos (célebres no solo por su gran audiencia, sino también por las mentiras que han publicado a través del tiempo, en un evidente coqueteo con los intereses de poder que representan). Y finalmente asegura que el “cablegate” ocurrirá por entregas, como para mantener en vilo el ansia devoradora de los sabuesos de información de todo el mundo. Una operación que debe reportar a sus organizadores, según podría advertirse sin muchas suspicacias, suculentos dividendos.
Así que pareciera que la democracia de wikileaks también tiene límites. Entre otros, los impuestos por el marketing, la publicidad y los intereses comerciales.
Eso deben saberlo muy bien los patrocinadores del “cablegate”, que parecen dejar para el final las revelaciones en torno a Venezuela. Se dice que el gobierno norteamericano ha hecho intentos en los últimos años por aislar a Chávez, pero todavía no pueden leerse los cables que seguramente lo confirmarán en el futuro. Se dice que hay 3435 documentos sobre Venezuela (leyó bien la cifra: 3435) pero hasta ahora apenas alcanzamos a ver alguno sobre el sistema de salud del país sudamericano y descalificaciones en torno al programa Barrio Adentro, que tantas vidas ha salvado entre los sectores más vulnerables.
Si no fuera porque el cablegate es demasiado dañino para Washington -algunos ya hablan de un 11 de septiembre para la diplomacia norteamericana- pareciera que el estallido de este escándalo tiene cómplices dentro del propio Departamento de Estado. Como si a los halcones conviniera develar ciertas cosas y aplazar u oscurecer la revelación de otras. Por lo pronto, el New York Times ha decidido consultarle al “establishment” de su país qué debe ser publicado y qué no, invocando la protección de la seguridad nacional estadounidense y de personas civiles.
¿Cuándo llegarán las revelaciones sobre Venezuela? Se supone que pronto, aunque nadie puede aventurarse a decir fecha. Depende de los “dramaturgos” de Wikileaks, que, como Alfred Hitchcok, saben bien cómo se explota el suspenso en las buenas películas de misterio.
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