Saludos y bienvenida: Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida... Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos. Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos. Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más... A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado. Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia... Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos? Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista. No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente. Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo. Fraternalmente, Trovador

miércoles, 10 de octubre de 2012

Amistad

La historia de un grupo de personas africanas capturadas para la esclavitud, que logran hacerse con el mando del navío en que son transportadas, con intención de poner rumbo a su país. Pero no podrán llevar a cabo su objetivo, y son llevadas a Estados Unidos para ser juzgadas por asesinato. El caso pone en evidencia la división social de un país motivada por distintas posturas ante la esclavitud, detrás de la que se esconden importantes intereses económicos, mientras que para los reos se trata de la lucha por un derecho básico de la humanidad, la libertad.

Dalton y Swenson: “Reclutar, desertar o anular" Imprimir Email


La historia jamás contada de Roque Dalton, la inteligencia cubana y la CIA” 

Por Charles Lane

WASHINGTON- Harold F. Swenson, “Hal”, de 1.80 metros de estatura y complexión atlética, veterano de operaciones encubiertas durante la Segunda Guerra Mundial, era el epítome del cuerpo de oficiales de caso de la Agencia Central de Inteligencia en el momento álgido de la Guerra Fría. Hal combatía a los comunistas con la misma determinación y astucia que alguna vez usara contra alemanes y japoneses.

La noche del 23 de septiembre de 1964, el deber llevó a Swenson a una prisión local de Cojutepeque, un pueblo de mala muerte en Centroamérica, en El Salvador, donde un prisionero macilento se hallaba sentado a solas en una celda húmeda, sin ventanas.

El prisionero era Roque Dalton García.

Hoy, Dalton es un héroe literario nacional y su rostro adorna los timbres postales de El Salvador. Pero en 1964, con veintinueve años de edad, era un enemigo del Estado envuelto en la ola política de izquierdas que había barrido la región a partir de la Revolución cubana de 1959.

En pocas palabras, Dalton era el tipo de persona con la que Hal Swenson lidiaba para ganarse el pan. Al tiempo que abría un grueso informe sobre las actividades subversivas de Dalton, Swenson fijó sus ojos avellanados sobre el poeta y le dijo que tenía solo dos opciones: colaborar con la CIA  o “enfrentar las consecuencias sin posibilidad alguna de escapar”.

***

Así  comenzó uno de los encuentros clandestinos más intrigantes de la historia contemporánea de América Latina. Dalton sobreviviría y llegaría a producir una impresionante obra escrita, incluida una novela autobiográfica en la que el poeta se retrata valeroso y desafiante de cara a las presiones de la CIA.

No obstante, en los años por venir, sus enemigos murmurarían que Dalton era en realidad un traidor: si había salido libre de Cojutepeque, decían, había sido a cambio de su colaboración con la agencia estadounidense. El 10 de mayo de 1975, esos rumores le costarían a Dalton la vida. Sus camaradas marxistas de guerrilla lo asesinaron tras un “juicio”  secreto en el que lo acusaron de ser un agente de la CIA. Fue aquel un acto de brutalidad fanática que hasta el día de hoy resuena en la política latinoamericana, pues la familia de Dalton ha defendido su causa contra los dos exguerrilleros a los que culpa del asesinato: Jorge Meléndez, hoy un alto funcionario salvadoreño, y Joaquín Villalobos, consejero de seguridad nacional del presidente de México.

Quizá  nunca sepamos toda la verdad acerca del asesinato de Dalton, o de su relación con la CIA. Pero se pueden encontrar muchas respuestas en los Archivos Nacionales de Estados Unidos, en documentos desclasificados que incluyen numerosos informes sobre los esfuerzos de Hal Swenson por reclutar al poeta salvadoreño. El retrato de Dalton que de ahí surge no es ni traicionero ni heroico.

Dalton no cedió al chantaje de la CIA, pero su comportamiento durante el interrogatorio no fue tan audaz como él mismo sugeriría más tarde. Además, al parecer, Dalton manipuló la verdad tiempo después para ocultar el hecho de que en verdad era un agente de inteligencia... de Cuba.

***

El 21 de abril de 1964, un vuelo de Cubana de Aviación que se dirigía a Praga se detuvo a reabastecer combustible en Halifax, Nueva Escocia. Mientras el avión permanecía en la pista, Vladimir Rodríguez Lahera salió disparado de entre los demás pasajeros y pidió asilo a un oficial canadiense. No se trataba de una deserción cualquiera. Rodríguez era el encargado de Centroamérica para la Dirección General de Inteligencia (DGI), la principal agencia cubana de espionaje.

Rodríguez terminaría entregando una maleta llena de documentos a Hal Swenson, jefe de contrainteligencia de la unidad de “Asuntos Especiales” de la CIA, que implementaba las operaciones encubiertas contra el régimen de Fidel Castro. Para el mes de junio, Swenson había logrado que Rodríguez le diera todo el parte y había ideado un plan para “reclutar, desertar o anular” a los numerosos elementos cubanos en Centroamérica a los que Rodríguez identificara, tal como diría más tarde un memorándum de la CIA. Entre los blancos potenciales en la lista de Rodríguez, Swenson consideró a Roque Dalton como un caso especialmente interesante.

Hijo de padre estadounidense y madre salvadoreña, Dalton se había unido al Partido Comunista Salvadoreño (PCS) en 1957 y había viajado a Cuba en septiembre de 1962, junto con otros veintitrés jóvenes del Partido, para recibir entrenamiento guerrillero. Su entrenamiento duró  hasta marzo de 1963 y, según los documentos de la CIA, incluyó  un mes en Rostock, Alemania del Este, en octubre de 1962.

El curso en Cuba comprendía lecciones de “liderazgo” con un veterano de la Guerra Civil española que había adquirido la ciudadanía soviética y se había convertido en general. Dalton debió de impresionar a sus instructores, ya que lo seleccionaron junto con otros cuatro salvadoreños para seguir entrenándose como agente de la DGI... sin informar al PCS.

Los cubanos le dieron a Dalton un alias: “Juan Montenegro”, y le enseñaron escritura en clave, vigilancia y comunicaciones de onda corta. Cuando se preparaba para regresar a El Salvador, a finales de octubre de 1963, la DGI le proporcionó al poeta seiscientos dólares para comprar un transmisor, y una cinta de microfilm que contenía radiofrecuencias fue escondida en la suela hueca de su zapato.

Swenson veía a Dalton como un “candidato destacado” para el reclutamiento, pues era un comunista salvadoreño de primer orden y también un agente secreto cubano.

En tanto tal, “se podría esperar que proporcionara bastante información tanto sobre el PCS en El Salvador como sobre sus actividades para la DGI”, escribió Swenson el 19 de junio de 1964. Rodríguez le dijo a Swenson que Dalton se mostraría receptivo a una oferta de la CIA porque era “muy inteligente, pero nunca demostró un verdadero deseo por aprender” en Cuba, y porque tenía “una debilidad por las mujeres y la vida fácil”. Aun así, a Swenson le preocupaba que las “características personales” de Dalton pudieran ocasionarle a la CIA “problemas de manejo” en el futuro, tal como le había sucedido a los cubanos. Rodríguez, que había sido el oficial de caso de Dalton, explicó que este había malversado los seiscientos dólares y no se había reportado con sus superiores antes del 27 de enero de 1964, cuando las autoridades salvadoreñas lo arrestaron y deportaron. El jefe de la estación de la CIA en San Salvador también externó sus reservas. La agencia ya tenía un espía en el PCS, señaló en un cable del 12 de agosto de 1964, así que, ¿para qué incorporar a Dalton?

Puesto que anteriormente Dalton no había hecho nada para la DGI, los cubanos, siempre sospechosos, “vincularían su reactivación a la deserción de Rodríguez Lahera”, argumentaba el jefe de la estación de la CIA. En lugar de hacer el intento por reclutar a Dalton, la CIA debía “anularlo” haciendo públicos sus lazos con Cuba y dejando que el gobierno salvadoreño se encargara del resto. Pero después de la crisis de los misiles y de Bahía de Cochinos, la CIA estaba desesperada por penetrar la red que rodeaba a Fidel Castro. Swenson quería darle una oportunidad a Dalton. Así que envió un cable al jefe de la CIA en San Salvador agradeciéndole sus comentarios, y siguió adelante con sus planes de reclutar al poeta.

***

El 3 de septiembre, Swenson se reunió en San Salvador con el presidente de El Salvador, el coronel Julio Rivera, y le presentó el plan de la CIA para captar a los guerrilleros y espías entrenados por Cuba en su país. Rivera se mostró encantado y le dijo a su jefe de inteligencia, José Alberto “Chele” Medrano, que hiciera todo lo que la CIA quisiera.

Dalton había regresado a El Salvador en junio. Con la esperanza de evitar que su arresto y expulsión de enero se repitieran, permaneció  en casa mientras los abogados de la Universidad Nacional, donde Dalton estaba inscrito como estudiante de Derecho, solicitaban a las cortes poner fin a la constante vigilancia policiaca fuera de su domicilio. Pero Dalton no pudo reprimir su necesidad de beber y socializar. El 4 de septiembre –un día después de que Swenson se entrevistara con Rivera– se aventuró en un bar donde policías vestidos de civil lo arrestaron. Cinco días más tarde fue transferido en secreto a la cárcel de Cojutepeque, a fin de frustrar los esfuerzos de la familia del poeta por lograr que un juez ordenara su liberación.

Si bien la policía no golpeó ni torturó físicamente a Dalton, fue mantenido en solitario, privado de duchas y comida decente, y obligado a dormir en el frío suelo de la celda. El resultado fue un semblante lastimoso al momento que Swenson llegó, ya caída la oscuridad, el 23 de septiembre.

Las condiciones de la cárcel no dejaron contento a Swenson, en particular el hecho de que el único espacio disponible para un interrogatorio fuera una gran sala de juntas, con guardias presentes y un oficial de alto rango de la policía salvadoreña que deambulaba dentro y fuera. Pese a las circunstancias poco satisfactorias, Swenson prosiguió con su “oferta” a Dalton. Hal le dijo al poeta que “fuentes internas” habían revelado que no solo era un comunista salvadoreño de primer orden, sino también un agente de inteligencia cubano. Dalton negó todo, y comenzó a sermonear a Swenson sobre sus derechos legales.

Pero cuando este último le mostró el archivo de la DGI que había obtenido de Rodríguez, el poeta “se encogió de miedo”, tal como informó más adelante el hombre de la CIA. La situación de Dalton “no tenía remedio”, dijo Swenson... a menos que cooperara, en cuyo caso, Estados Unidos se encargaría de darle a él y a su familia una buena vida. Dalton pasó de la provocación al regateo. Los dirigentes militares de El Salvador “me cortarán la cabeza”, suplicó. “Lamento haberme involucrado alguna vez en todo esto.” El poeta juró abandonar la política y El Salvador si el hombre de la CIA ponía fin al interrogatorio y lo dejaba ir. Pese a todo, Dalton no admitió trabajar para Cuba ni pertenecer al Partido Comunista. Y tampoco accedió a espiar para la CIA.

Frustrado, Swenson envió a Dalton de vuelta a su celda, y se quedó cavilando sobre las formas de quebrar su resistencia. Swenson decidió que un bon vivant como Dalton respondería mejor en un ambiente más cómodo. Así que dio instrucciones a Chele Medrano de trasladar a Dalton a un lugar más tranquilo, donde pudieran hablar a solas.

La noche del 25 de septiembre, Swenson se reunió con Dalton en la lujosa casa de un coronel salvadoreño, en las frescas colinas de Planes de Renderos, al sureste de San Salvador. Dalton se había duchado y había conseguido una cama adecuada y comida decente. Swenson informó que, sin guardias, “hubo una mejor compenetración y Dalton habló con mayor holgura”. Charlaron sobre la historia personal del poeta, sobre sus primeros días como miembro del Partido Comunista y sobre sus viajes por México y Cuba. Pero Dalton insistía en que había renunciado al Partido Comunista debido a sus métodos “cuestionables”. Sus visitas a Cuba, decía, respondían a actividades estrictamente culturales y literarias.

Swenson hojeó de nuevo el archivo de la DGI. Dalton insistía en que los papeles eran falsos. El poeta “suplicó misericordia con elocuencia, por [su] esposa y sus hijos”, informó Swenson, y “rogó” una vez más que se le enviara al exilio. El hombre de la CIA dijo que quizás podría organizar una nueva vida para Dalton en México, pero solo si cooperaba plenamente. Al ver que el poeta no se doblegaba, Swenson recogió sus papeles y se marchó, advirtiéndole a Dalton que se le estaba acabando la paciencia.

Dalton parecía “agitado, pero terco”, y “probablemente no se rendiría sino después de repetidas y largas sesiones de interrogatorios”, informó Swenson. Antes de recurrir a eso, Swenson quería probar una última táctica: confrontar a Dalton con Vladimir Rodríguez Lahera, quien había acompañado a Swenson a San Salvador. Seguramente Dalton no podría negar sus vínculos con los cubanos en presencia de su antiguo oficial de caso de la DGI.

La mañana del 30 de septiembre, Rodríguez apareció en Planes de Renderos. De apenas 1.60 metros de estatura y con un acento cubano inconfundible, Rodríguez debió de resultar instantáneamente reconocible para Dalton, en especial cuando habló sobre el entrenamiento del poeta en Cuba y se dirigió a él por sus pseudónimos ante la DGI.

Sin embargo, Dalton se las arregló de alguna manera para negar que conociera al cubano. El poeta se atuvo a esa historia incluso después de que Swenson entrara y se uniera al desertor. Una vez más, Dalton rogó que se le liberara y se le enviara al extranjero.

“Obtener la verdad de Dalton llevará mucho tiempo”, informó un Swenson exasperado. Dalton estaba “plenamente consciente [de las] pruebas en su contra”, pero quizás esperaba que la presión política y legal de sus camaradas finalmente obligara al gobierno a liberarlo. Por otra parte, añadía Swenson, Dalton “probablemente teme que admitir su complicidad no sea de ayuda”.

Estaba en manos del gobierno salvadoreño “convencerlo de que de una u otra forma [se] equivoca”, escribió Swenson, lo que quería decir que el gobierno debía retener a Dalton en aquella oscura celda de la cárcel de Cojutepeque hasta que el poeta cambiara de opinión. Y el 1 de octubre fue exactamente ahí adonde Dalton fue a parar, mientras Swenson regresaba a Washington.

***

La desaparición de Dalton en verdad se había vuelto una cause célèbre para los comunistas salvadoreños y otros opositores al gobierno militar. El mismo día en que la policía transfirió en secreto al poeta de vuelta a Cojutepeque, un grupo de escritores y artistas publicó una carta en protesta por su arresto. Dos semanas más tarde, el 15 de octubre, el Diario Latino de San Salvador publicó una carta abierta al presidente Rivera firmada por la esposa de Dalton, Aída Cañas de Dalton. A continuación, las asociaciones de abogados llamaron al gobierno a respetar los derechos del poeta.

El 29 de octubre, al tiempo que la campaña a favor de Dalton alcanzaba un crescendo, un cable de la CIA le dio a Hal Swenson una noticia asombrosa: se decía que Dalton había escapado.

Tal como lo explicarían los cables posteriores de la CIA, de alguna manera el poeta había llegado de la cárcel de Cojutepeque a un escondite en la Universidad Nacional, en San Salvador.

Los oficiales de la CIA estaban alarmados por el titular del 30 de octubre de El Diario de Hoy, de San Salvador: “Dalton García confirma la fuga”. El periódico contenía una carta de Dalton en la que él mismo describía su arresto, cautiverio y las extrañas reuniones con dos interrogadores extranjeros.

Un “estadounidense vestido de civil” lo había acusado de participar en una conspiración encabezada por cubanos contra el gobierno salvadoreño, escribió Dalton. El gringo le había enseñado “una serie de documentos, obviamente inventados y fabricados ad hoc”, y amenazó con “eliminarlo” a menos que admitiera los cargos.

En la villa de Planes de Renderos, el estadounidense “continuó con sus amenazas y ofertas”, escribió Dalton, e incluso le presentó a un cubano desconocido, quien “afirmó ser el que había conspirado en Cuba conmigo”. El cubano lo amenazó con mandarlo asesinar a menos que confesara, afirmaba Dalton.

Tras ser enviado de vuelta a la cárcel de Cojutepeque, escribió el poeta, permaneció incomunicado hasta la noche del 25 de octubre, “cuando, aprovechando una debilidad en la pared de mi celda ocasionada por temblores y trabajos de construcción en las cercanías, pude escapar y llegar por mi cuenta a San Salvador”.

Los oficiales de la CIA trataron de contener los estragos. El jefe de la agencia en San Salvador dio instrucciones al encargado de negocios de Estados Unidos, Edward G. Curtis, de decir a la prensa que las acusaciones de Dalton eran “demasiado ridículas para comentarlas” o que Dalton estaba “usando ‘licencias poéticas’”.

Mientras tanto, la CIA trató de despistar a Cuba. Un oficial de caso le dijo a un agente conocido de la DGI que un funcionario estadounidense se había reunido con Dalton, pero solo a petición de Chele Medrano, quien pensaba que Dalton podría hablar más libremente con un compatriota de su padre. El oficial le aseguró al agente cubano que Dalton no había traicionado ninguna confianza, y que no tenía “nada que temer desde el punto de vista de la seguridad”.

El 3 de noviembre, el jefe de la CIA en San Salvador envió un cable a las oficinas centrales informando que las repercusiones políticas eran “sorprendentemente leves” y que el gobierno salvadoreño “podría capear el temporal sin tener que admitir nada”.

Sin embargo, un destinatario del mensaje no quedó satisfecho. “Este cable no tiene sentido”, escribió el 4 de noviembre un alto cargo de la CIA. “Nuestro objetivo es obviamente reclutar, desertar o anular a Dalton. Su fuga de la prisión no altera de ninguna forma lo que queremos hacer.” De hecho, se argumentaba en el memorándum, la fuga y las declaraciones de Dalton en la prensa salvadoreña podrían aumentar su valor como agente doble, pues constituían una pantalla perfecta.

La negativa de Dalton a aceptar el reclutamiento hasta ese momento “no significa que debamos rendirnos, más bien significa que deberíamos intensificar nuestros esfuerzos o estar dispuestos a tomar medidas más drásticas de ser necesarias”, agregaba el memorándum. Después de todo, el caso Dalton debía ser considerado a la luz “del asesinato de agentes de la CIA en Cuba”.

“No estamos involucrados en partidas de ajedrez o en juegos olímpicos, sino en operaciones serias que, ya se trate de una guerra caliente o fría, se calculan bajo la definición clásica de destruir la voluntad del enemigo para resistir o, más realistamente, destruir la capacidad del enemigo”, concluía el documento.

Y, con esa nota ominosa, termina el informe desclasificado del intento de Hal Swenson por reclutar a Roque Dalton.

***

¿Podría haber orquestado la CIA una vendetta contra Dalton, o haberlo reclutado durante el tiempo transcurrido entre su fuga en 1964 y su asesinato en 1975? Es posible, pero probablemente no fue así.

La CIA continuó rastreando a Dalton desde febrero de 1965, cuando este se reubicó en Praga, hasta al menos el verano de 1971, cuando el poeta asistió a un congreso de las juventudes comunistas en Pyongyang, Corea del Norte.

No existe evidencia en los archivos desclasificados de que la CIA tuviera siquiera noticia del regreso de Dalton a El Salvador en 1973, o de la existencia del grupo al que se unió, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

Además, para ese momento, “Asuntos Especiales”, al igual que la mayor parte del aparato anti Castro de la CIA, se había disuelto. Hal Swenson y otros oficiales involucrados en el caso Dalton habían sido reasignados, se habían retirado, o habían muerto. La prioridad de la CIA en

América Latina era el Chile de Salvador Allende, y no Centroamérica. Para 1975, la agencia quizás estaba demasiado ocupada combatiendo los escándalos por sus intentos de asesinato previos como para emprender uno contra alguien como Dalton.

Mientras tanto, la relación de Dalton con la inteligencia cubana se mantuvo. Aunque no está claro cómo salió de El Salvador a principios de noviembre de 1964, el poeta no pudo haber llegado a Praga sin ayuda cubana. Cuando tiempo después regresó a La Habana, Dalton gozó de un estatus privilegiado, con fácil acceso a funcionarios como Manuel Piñeiro, que encabezaba las operaciones secretas del régimen de Castro en América Latina.

En retrospectiva, el comportamiento de Dalton durante el interrogatorio con Swenson y Rodríguez, así como la historia que contó en la prensa salvadoreña –y, mucho más tarde, en las páginas de su novela Pobrecito poeta que era yo– parecen calculados no solo para protegerse a sí mismo, sino también a la DGI.

Sí: durante sus encuentros con el hombre de la CIA y con el desertor cubano estaba asustado, más asustado de lo que su recuento en Pobrecito poeta que era yo podría revelar. Debió de quedar impactado al enterarse de que Rodríguez lo había traicionado. Pero sus ruegos y sus súplicas probablemente fueron en parte una actuación, una puesta en escena destinada a darle tiempo a sus camaradas para hacer campaña a favor de su liberación, tal como lo sospechó Swenson. Incluso pudo haber aprendido esta táctica de la DGI.

Un cable del jefe de la CIA en San Salvador, fechado el 28 de septiembre de 1964 y consistente con esta hipótesis, describe una reunión secreta sobre el caso Dalton con un informante del PCS, quien reportó que la política del partido en el caso Dalton era “ejercer presión [sobre el gobierno] a través de los diputados” en la asamblea nacional, y “aceptar la expulsión [de Dalton] del país antes que dejarlo podrirse en alguna cárcel local”.

La dramática carta de Dalton a El Diario de Hoy resulta digna de atención tanto por lo que dice como por lo que no dice.

En Pobrecito poeta que era yo, escrito después de su salida de El Salvador, Dalton llamaba al interrogador estadounidense “oficial de la CIA”. Pero en la carta a El Diario de Hoy, escrita mientras aún se ocultaba en el país y esperaba irse, se refería al gringo con más cuidado, como “uno de los asesores extranjeros de la policía nacional y otras instituciones militares”. En cuanto a Rodríguez, Dalton decía que había descubierto que el cubano sin nombre era “un instructor de la policía nacional”.

En pocas palabras, Dalton solo reveló lo suficiente de la verdad como para alertar a sus superiores cubanos de que sus operaciones habían sido expuestas, pero no tanto como para orillar a la CIA a tomar “medidas drásticas”.

***

La narración de Dalton sobre su fuga en El Diario de Hoy, aunque vaga y breve, es consistente con su elaborado relato en la novela, donde habla de la excavación de un túnel a través de una porosa pared de adobe, de carreras a través de bosques, y de autobuses a los que subió, lleno de ansiedad, camino a San Salvador.

Siempre ha parecido una historia improbable. Un viejo camarada que entrenó en Cuba con Dalton, Ricardo Castrorrivas, le dijo al biógrafo del poeta, Luis Alvarenga, que según había escuchado, Dalton logró salir en realidad gracias a Pedro Geoffroy Rivas, un eminente y adinerado poeta de izquierda que utilizó sus influencias a favor de Dalton. Resultaría irónico, pues Dalton y Rivas eran rivales en aquel tiempo; es de notar, empero, que Pobrecito poeta que era yo es una línea de un poema de Rivas.

No obstante, el hijo de Dalton, Juan José Dalton, ha escrito sobre la lejana noche en que su padre apareció en la casa de un pariente, con barba y cubierto de arañazos, y le enseñó a su hijo un pedacito de acero que había utilizado para atravesar los ladrillos.

La única versión de la fuga de Dalton que claramente no es verdad es la que difundieron sus enemigos: que la CIA la orquestó para encubrir su reclutamiento. El narrador más agresivo de este relato fue Cayetano Carpio, el comunista veterano que abandonó el partido salvadoreño en 1970 para fundar las Fuerzas Populares de Liberación (FPL). Carpio afirmaba que los miembros del Partido habían visto a Dalton reunirse con un oficial de la CIA en un hotel de San Salvador después de que saliera de la cárcel de Cojutepeque.

Si tal reunión tuvo lugar, no existe registro de ella en los documentos desclasificados de la CIA. Por el contrario, los cables secretos de la agencia, cuyo propósito nunca fue hacerlos públicos, reflejan sorpresa y enojo genuinos frente a la noticia de la fuga de Dalton. Los oficiales de la CIA en San Salvador ni siquiera averiguaron que Dalton había llegado a la Universidad Nacional sino hasta diez días después de su huida de Cojutepeque. Chele Medrano también parece haber permanecido en la ignorancia; según un cable de la CIA, “arremetió contra la dejadez de la Policía Nacional”.

El apoyo de Cuba a Dalton después de que abandonara El Salvador en 1964 contradice la acusación de Carpio; resulta extraño, sin embargo, que el régimen de Castro tolerara las murmuraciones de Carpio contra el poeta cuando ambos hombres se encontraban en La Habana a principios de la década de 1970.

Después de que Carpio rechazara la oferta del poeta de unirse a las FPL, la inteligencia Cubana instó a Alejandro Rivas Mina, el primer jefe del ERP, a aceptar a Dalton como “asesor político” dentro de El Salvador, según un artículo de David Hernández, escritor e investigador salvadoreño del caso Dalton, en La Prensa Gráfica de mayo de 2011.

Dado el potencial de conflicto entre Rivas Mina y el más viejo y más logrado –pero notablemente indisciplinado– Dalton, era como si los cubanos estuvieran enfrentándolos deliberadamente.

Según las memorias del exguerrillero salvadoreño Eduardo Sancho, Crónicas entre los espejos, en una reunión en San Salvador, en 1973, poco después de la llegada de Dalton, Carpio le reiteró a Rivas Mina el rumor sobre los vínculos de Dalton con la CIA.

Para sus admiradores, Dalton fue un brillante intelectual revolucionario. Los servicios secretos de Cuba, empero, lo conocieron como un bohemio sarcástico que le había robado seiscientos dólares a la DGI, que no podía resistirse a la bebida y que metió la pata en una peligrosa trampa de la CIA.

La inteligencia cubana había tolerado sus defectos durante años debido a sus dotes literarias. Sin embargo, para principios de la década de 1970, Dalton sabía más sobre el funcionamiento interno del Estado cubano que una década atrás, y su afición por la bebida y las mujeres había empeorado mucho.

De una u otra forma, por el riesgo que representaba, Roque Dalton estaba destinado a ser anulado. Y, el 10 de mayo de 1975, lo fue.

Traducción de Marianela Santoveña

Tomado de revista Letras Libres, edición octubre 2012.

Chávez, los mentirosos y el Infierno del Dante



Atilio A. Boron
En La Divina Comedia Dante Alighieri describe con artesanal minuciosidad los diferentes círculos del Infierno.  Son nueve, pero nos interesa  el octavo porque es el que está destinado a castigar a los mentirosos,  entre los cuales sobresalen los malos consejeros, los charlatanes y los falsarios, gentes que mienten a sabiendas y sin escrúpulo alguno. Si el gran florentino tiene razón en su descripción las recientes elecciones venezolanas sumaron una enorme cantidad de candidatos a penar para siempre en ese círculo infernal . Pocas veces nos tocó soportar tanta cantidad de mentiras como las que leímos y escuchamos en estos días.  La “dictadura chavista”, “ataques a la libertad de expresión” en la República Bolivariana, el “fraude electoral” fueron algunas de las más recurrentes en el fárrago de acusaciones descargadas sobre Chávez con tal de impedir su inexorable victoria.

¿Por qué tanto odio, tanta sed de venganza que hizo que políticos y comunicadores sociales que supuestamente deberían caracterizarse por su equilibrio y sensatez se convirtieran en voceros de las peores calumnias en contra de este personaje? La razón es bien sencilla: mienten porque los intereses de clase que representan, asociados a –y articulados políticamente con-  los intereses imperiales exigen borrar al chavismo de la faz de la tierra, y para ello cualquier recurso es válido. Venezuela, que encierra en sus entrañas las mayores reservas petroleras de la Tierra, es una presa que suscita los apetitos incontenibles del imperio, impaciente por reapropiarse de lo que una vez fue suyo y dejó de serlo por obra y gracia de Chávez. Como se trata de un propósito inconfesable, por ser un simple acto de latrocinio, se requiere apelar a retorcidos argumentos para que el delito aparezca como un acto virtuoso.

Por eso los mentirosos tienen que decir que el chavismo instauró una “dictadura” en un país que desde 1999 hasta ayer convocó a su población a las urnas en quince oportunidades para elegir autoridades, diputados constituyentes, miembros de la Asamblea Nacional o para refrendar con el voto popular la nueva constitución o para decidir si se le revocaba o no el mandato al presidente.  De las 15 contiendas electorales Chávez ganó 14 y perdió una, el referendo constitucional del 2007, por menos del 1 por ciento de los votos, y de inmediato reconoció la derrota. Curiosa “dictadura” que obra de esa manera, como lo recordara Eduardo Galeano hace ya unos años. No sólo eso:  resulta que esta “dictadura” extendió los derechos políticos (amén de los sociales y económicos) como jamás antes lo habían hecho los regímenes supuestamente  democráticos que gobernaron Venezuela desde el Pacto de Punto Fijo de 1958 instaurando una insípida alternancia sin alternativas entre democristianos y socialdemócratas que murió de muerte natural en 1998. Cuando Chávez llega al poder, en Febrero de 1999, uno de cada cinco venezolanos mayores de 18 años no existían políticamente: no podían votar porque no se los inscribía en los padrones y ni siquiera poseían documentos de identidad. 

Hoy la “dictadura” chavista redujo esa cifra al 3.5 por ciento. Además, en la Cuarta República (1958-1998) el abstencionismo de quienes sí podían votar fluctuaba en torno al 30 o el 35 por ciento llegando, según lo afirmara Daniel Zovatto, director del Observatorio Electoral Latinoamericano, a picos del 80 por ciento en la década del sesenta. En la elección del pasado 7 de Octubre se registró la más alta tasa de participación, con una abstención de apenas el 19 por ciento. Por si lo anterior fuera poco, mientras en la “ejemplar” democracia norteamericana se vota en un día hábil (el primer martes de noviembre, año por medio) y la tasa de abstención ronda el 50 porciento, en la “dictadura” chavista se lo hace en días domingos y con transporte gratis para que todos puedan acudir a los centros de votación. Fue por eso que el ex presidente Jimmy Carter aseguró que el sistema electoral de la Venezuela bolivariana es mejor que el de Estados Unidos y uno de los mejores del mundo. Sin embargo, los condenados al octavo círculo del infierno insisten en que lo que hay es una “dictadura” y que lo que faltan son libertades. 

Su servil empecinamiento se refleja también en sus constantes críticas a los supuestos límites a la libertad de expresión en Venezuela: era ridículo, y hasta daba un poco de lástima, ver a esos severos custodios de la libertad de expresión denunciando públicamente las supuestas limitaciones a tan fundamental derecho sin que nadie en Venezuela interfiriera en su labor. ¡Decían públicamente y a los gritos que no había libertad! ante la mirada entre socarrona y perpleja de venezolanos que no entendían lo que proclamaban estos energúmenos en plena calle y a la luz del día. Basta con ojear los periódicos venezolanos  para comprobar el tenor de las feroces críticas y perversas difamaciones que disparan a diario en contra de Chávez y su gobierno. Por supuesto, estos santos varones (y beatas mujeres) que fueron a la patria de Bolívar a custodiar la amenazada libertad de expresión jamás se inquietaron o manifestaron la menor preocupación por los 25 periodistas asesinados por el régimen títere que el imperialismo norteamericano instaló en Honduras luego del golpe de 2009.  

Tampoco se toman la molestia de informar que de los 111 canales de televisión existentes en Venezuela sólo 13 son públicos, y que tienen una audiencia de apenas el 5.4 por ciento como lo demostraran Jean-Luc Mélenchon e Ignacio Ramonet en una nota reciente.  Y en los medios gráficos la situación es aún peor, porque el 80 por ciento está en manos de una oposición radicalmente enfrentada al gobierno.  Diarios que, como los dominantes en la Argentina, violaron la veda electoral venezolana propalando subrepticiamente versiones  vía twitter en los que aseguraban el triunfo irreversible de Henrique Capriles.Patricia Bullrich, una diputada argentina “tuiteaba”, con base en esas fuentes, “ 52.8 Capriles, 47.2 Chávez” y Federico Pinedo, otro diputado argentino, escribía alborozado “Gana @Capriles!”. Ninguno de los dos pidió perdón por haber engañado a miles de personas con tamañas falsedades. 

Es más, en declaraciones posteriores se enorgullecen en haber actuado como lo hicieron librando, como estaban, un duro combate en contra de la “tiranía chavista.” Contrasta con estas infames actitudes la seriedad, neutralidad  y el profesionalismo del Consejo Nacional Electoral de Venezuela, un organismo público con representación multipartidaria, que tal como lo había anticipado sólo comunicaría los resultados de las elecciones cuando las tendencias del voto fueran irreversibles. Así lo hizo unas pocas horas después de terminado el comicio cuando un 90 porciento de las actas confirmaba una ventaja inalcanzable a favor  del presidente Hugo Chávez (con 54 por ciento de los votos), misma que se amplió hasta llegar al 55 por ciento al finalizar el escrutinio. Con una diferencia de más de 1.600.000 votos la discusión sobre el fraude tuvo que ser discretamente archivada. Mejor no pensar en lo que hubiera sido el escenario si Chávez triunfaba con por un 2 o 3 por ciento de los votos.

Desilusionados y derrotados, los voceros del imperio sacaron de la manga el nuevo tema con el cual acosar a la Venezuela bolivariana: la salud de Chávez. Las usinas del imperio se encargaron de reconfigurar la agenda, y seguramente insistirán con este asunto mientras buscan nuevas formas de desestabilizar a su gobierno. Ya antes habían aludido a esto, pronosticando como decía la presentadora de CNN, Patricia Janiot, que a Chávez le quedaban entre 9 y 12 meses de vida.  Esa fue una de las hazañas del venezolano: derrotar al cáncer. La otra: sostener una enorme inversión social que cambió para siempre las condiciones de existencia -tanto objetivas como subjetivas-  de las clases populares, más allá de la necesidad, reconocida por Chávez, de mejorar la gestión de la cosa pública. Derrotados en las elecciones ahora vuelven a la carga porque el líder bolivariano ha demostrado ser un formidable aglutinador de la tradicionalmente dispersa dirigencia latinoamericana, lo que le ha permitido neutralizar con eficacia la regla de oro de cualquier imperio: “divide et impera”, como enseñaban los romanos. 

Y ese sí que es un pecado imperdonable, que merece mucho más que descender al octavo círculo del Infierno para hacerle compañía a tantos pseudo-periodistas (en realidad, publicistas de grandes empresas que utilizan los medios de comunicación para facilitar sus negocios) y supuestos republicanos cuya preocupación excluyente es garantizar la continuidad de la dictadura -aunque se vista con ropajes democráticos- del capital. El pecado de Chávez, murmuran por lo bajo (y a veces lo vociferan, como lo hace el impresentable Mitt Romney)  es intolerable e imperdonable, y habrá que acabar con él cuanto antes. Ignorante de las leyes que rigen la dialéctica histórica la derecha cree que la larga marcha de Latinoamérica y el Caribe hacia su segunda y definitiva independencia es la obra maléfica de algunos espíritus malignos, como Fidel, el Che y Chávez. Parafraseando aquel célebre título del discurso de Fidel en el juicio del Moncada,  a la derecha imperial y sus voceros locales “la historia los condenará.”

Socialismo y moral revolucionaria: Ernesto 'Che' Guevara



Emilio Corbière

En el 42º aniversario de la muerte de Ernesto 'Che' Guevara, reproducimos el perfil escrito por el periodista Emilio J. Corbière, en el cual se refiere a su significación ético-política. Más allá del mito, como personalidad de nuestra época.


Ernesto Guevara no es sólo el quijote revolucionario, el teórico de la construcción socialista, es algo mucho más importante: es el ejemplo moral.

Este recuerdo podrá parecer poco materialista, se podrá decir que se trata de una apreciación subjetiva. Pero me apresuro a responder que no es así, porque la moral revolucionaria integra, en un lugar principal, la cosmovisión que del hombre y la sociedad tiene el marxismo.

Guevara fue eso: un ejemplo militante de moral firme. Internacionalista, vibró ante el ataque criminal de los norteamericanos contra la Guatemala de Jacobo Arbenz. Eso, y otras razones políticas e ideológicas, le determinaron a unirse al grupo de patriotas cubanos, encabezados por Fidel Castro, para liberar a Cuba de la dictadura de Fulgencio Batista.

¿Qué hizo a Guevara abandonarlo todo: familia, fortuna personal, carrera profesional, para unirse a ese puñado de luchadores? ¿Qué fuerza lo movió a afincarse en la isla del Caribe, lejos de su patria de nacimiento? ¿ Porqué el Che, después del triunfo de la Revolución, y cuando ésta se consolidaba, ocupando altos cargos y responsabilidades ministeriales, abandonó esa seguridad y partió hacia Bolivia para enfrentar a los militares gorilas y los 'rangers' entrenados en los Estados Unidos?.

Esa fuerza no tenía nada de misterioso, ni había caído del cielo. Nació de su conciencia -individual y social- y se llama moral revolucionaria.

Fueron las mismas convicciones por las que el escritor norteamericano John Reed peleó en la Revolución de Octubre junto a los obreros y campesinos rusos. Fue el mismo idealismo que movilizó al médico Norman Bethune, quien en representación de la izquierda de Estados Unidos y Canadá, se unió a los revolucionarios comunistas chinos y se distinguió por su valor y sus conocimientos científicos en el 8° Ejército, donde murió a raíz de una infección, mientras curaba heridos.

Era el mismo espíritu moral de los brigadistas internacionales, muchos de ellos argentinos, que convergieron en 1936, a la España Republicana para luchar contra el fascismo. Y como estas hay muchos otros ejemplos.

Desde luego que el Che no rechazaba a quienes, desde la caída de Batista, se dieron a la ciclópea tarea de construir la nueva Cuba. El mismo fue ministro y funcionario. Pero en un momento de inflexión de su vida, creyó que debía continuar la lucha junto a otros pueblos latinoamericanos en su largo y empinado camino hacia la liberación. Y así partió a Bolivia.

Como Francisco de Miranda

Puede compararse a Guevara con Francisco de Miranda. Guevara era del mismo metal humano que el de Miranda. El venezolano, precursor de la Independencia, había combatido, como voluntario en las Revoluciones Norteamericanas de 1776, en la Revolución Francesa de 1789, y retornó a su América Latina, cuando llegó la hora de combatir por la emancipación de las colonias hispanoamericanas. Los españoles lo apresaron, lo encerraron en un calabozo bajo tierra, y al morir en cautiverio, cremaron sus restos, al parecer, para no dejar rastro de su vida. En el museo histórico de Caracas, junto al lugar donde reposan los restos del Libertador Bolívar y otros patriotas venezolanos, puede verse, aún, un féretro abierto, que como símbolo espera los restos de Miranda.

Los imperialistas de ayer y de hoy, se ensañan con los cuerpos de los revolucionarios, recurren al crimen, la tortura, la eliminación, y también al ocultamiento de los despojos de los caídos en combate.

Esa es la moral hipócrita de las clases dominantes. No saben que el ejemplo de revolucionarios como es el caso de Ernesto Guevara, su vida, sus ideas, su práctica social, trasciende a su propia persona para transformarse en un arma mucho más potente que las armas convencionales: la voluntad colectiva despliega en todos los sentidos la conciencia de la revolución y de la transformación.

En una entrevista realizada por el periodista Jean Daniel, en Argel, en Julio de 1963, para la revista L'Express, el Che decía: 'El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero luchamos al mismo tiempo contra la alienación. Uno de los objetivos fundamentales del marxismo es eliminar el interés, el factor 'interés individual' y el lucro de las motivaciones psicológicas. Marx se preocupa tanto de los factores económicos como de su repercusión en el espíritu. Llamaba a esto 'hecho de conciencia'. Si el comunismo se desinteresa de los hechos de conciencia, podrá ser un método de distribución, pero no será jamás una moral revolucionaria.'

Etica y libertad

Guevara era un idealista, pero el suyo era un idealismo ético, que no debe confundirse con el llamado idealismo filosófico. Por el contrario, el moralismo de las clases dominantes, en realidad, su inmoralidad, siempre protege la ausencia de libertad, la desigualdad, la explotación, ni bien se determinan ásperos antagonismos de clase.

El contenido del nuevo ideal moral deriva de una profunda necesidad social, de una cálida aspiración, de una enérgica voluntad de algo distinto, de algo opuesto a lo que existe. En pocas palabras. El ideal moral es el conjunto de deseos y aspiraciones que provoca el antagonismo con el estado de cosas existente.
El ideal moral así entendido es un medio de reunir e incitar a las fuerzas transformadoras en la lucha contra el ordenamiento existente y se constituye en una palanca poderosa para superar ese estado de cosas.

La moral revolucionaria, entonces, no es sólo negación, contradicción, sino medio para reunir e impulsar a las fuerzas de las clases oprimidas. Surge de las condiciones económico-sociales, del desarrollo tecnológico de cada sociedad nacional, y del desarrollo cultural y al igual que el instinto social, el ideal moral no es un fin, sino una fuerza, o bien un arma en la lucha social por la existencia; el ideal moral es un arma particular en la particular situación de la lucha de clases, en la lucha por la liberación nacional.

Los héroes de que hablaban los historiadores burgueses, como Guizot, Michelet, Carlyle, eran 'iniciadores', 'grandes', que parecían generarse respecto de su época. El hombre nuevo del que habla el socialismo, no es aquel quimérico héroe de los clásicos o de la historiografía liberal-reaccionaria del Siglo XIX.

El viejo Jorge Plejanov decía que las particularidades individuales de las personalidades eminentes determinan el aspecto individual de los acontecimientos históricos, y el elemento casual, desempeña siempre cierto papel en el curso de estos acontecimientos, cuya orientación está determinada, en última instancia, por las llamadas causas generales, es decir, por el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones mutuas entre los hombres en el proceso económico-social de la producción, que aquel determina. Pero hay en realidad una interdeterminación, una interrelación entre persona y medio, que no es mecánica sino que se transforma dialécticamente en creación. Lo dijo Mariátegui, el socialismo es 'creación heroica'.

Guevara reflexionó en forma creadora sobre este tema de la moral revolucionaria, sobre el rol del individuo y de las masas en una sociedad en la sociedad.

Sostenía que hay una estrecha unidad dialéctica entre el individuo y la masa, y que esta como conjunto de individuos, se interrelaciona con los dirigentes.

En cuanto a individuo, Guevara señalaba que como producto no acabado, los aspectos negativos del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual, y que para erradicar esa falsa conciencia, debía realizarse un trabajo continuo.

Persona y autoeducación

Un proceso doble, donde actúa, por un lado la sociedad con la educación directa e indirecta, y en donde el individuo se somete también a un proceso de formación o autoeducación.

En los momentos revolucionarios es fácil potenciar los estímulos morales, pero para mantener esa nueva conciencia que se forja con el desarrollo de la nueva sociedad es necesario desarrollar una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas, y para ello, decía el Che, 'la sociedad en su conjunto debe convertirse en una gigantesca escuela'.

En el período de construcción del socialismo, señalaba Guevara, 'podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas'.

El camino es largo y lleno de dificultades. A veces, por extraviar la ruta hay que retroceder; otras, por caminar demasiado aprisa, dirigentes y masas se separan. Para lograr los cauces que permitan un crecimiento armónico y creativo, es necesario crear los mecanismos, las instituciones revolucionarias que permitan la 'identificación -decía el Che- entre el gobierno y la comunidad en su conjunto, ajustada a las condiciones peculiares de la construcción del socialismo y huyendo al máximo de los lugares comunes de la democracia burguesa'.

Advertía Guevara que es preciso acentuar la participación consciente, individual y colectiva, en todos los mecanismos de dirección y producción y ligarlos a la idea de la necesidad de la educación técnica e ideológica, de manera que sienta cómo éstos procesos son estrechamente interdependientes y sus avances son paralelos. 'Así logrará -decía el Che- la total conciencia de su ser social, lo que equivale a su realización plena como criatura humana, rotas las cadenas de la enajenación'.

Agregaba que 'esto se traducirá concretamente en la reapropiación de su naturaleza a través del trabajo liberado y la expresión de su propia condición humana través de la cultura y el arte'.

Sin dogmas ni teoremas

Guevara no creía que el socialismo, su construcción, fuera un dogma o un teorema. Tampoco una forma de capitalismo de Estado. Por eso reflexionaba diciendo que 'el socialismo es joven y tiene errores. Los revolucionarios carecemos, muchas veces, de los conocimientos y la audacia intelectual necesaria para encarar la tarea del desarrollo de un hombre nuevo por métodos distintos a los convencionales y sufren de la influencia de la sociedad que los creó. La desorientación es grande y los problemas de la construcción material nos absorben.'

Es por eso que pensaba que la lucha contra el dogmatismo y la superficialidad, era una tarea de todo momento en la construcción del socialismo.

En su carta a 'Marcha' de Montevideo, publicada por el semanario el 12 de marzo de 1965, titulada 'El socialismo y el hombre en Cuba', Guevara concluye de la siguiente manera:

'Nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos; somos más plenos por ser más libres' y agrega después: 'el camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos. Nos forjaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica. La personalidad juega el papel de movilización y dirección en cuanto encarna las más altas virtudes y aspiraciones del pueblo y no se separa de la ruta'.

Las nuevas generaciones

Esta era la moral revolucionaria de la que hablaba el Che, es su gran legado a las nuevas generaciones latinoamericanas. El Che era férreo mojón del hombre nuevo, y así los testimonió con su propia vida, con su propio desinterés, con su abnegación. Como en los casos de John Reed o Norman Bethune, y en el de tantos otros.

Hay muchos temas para recordar en la vida polifacética de ese hombre que murió a los 39 años, cuando todavía se podía esperar lo mejor de su preclara inteligencia. Pero lo que se debe aprender de él, antes que nada, es su mensaje de libertad para los oprimidos, para todos los hombres y mujeres de esta América latina sufriente y para todos los pueblos y naciones oprimidas.

Foto: Ernesto “Che” Guevara. / Autor: Alberto Korda
Fuerza Histórica Latinoaméricana.

Fuerza Histórica Latinoamericana

Saludos y bienvenida:

Trovas del Trovador


Si se calla el cantor, calla la vida...inspirate,instruyete,organizate,lucha,rebelate.



Saludos y bienvenida:


Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida...
Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos.

Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos.

Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más...

A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado.

Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia...

Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos?

Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista.

No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente.
Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo.

Fraternalmente, Trovador


UN DÍA COMO HOY, 12 de febrero de 1973, los principales periódicos de El Salvador difundieron fotos de la muerte de los compañeros José Dima...