Emilio Corbière
En el 42º aniversario de la muerte de Ernesto 'Che' Guevara, reproducimos el perfil escrito por el periodista Emilio J. Corbière, en el cual se refiere a su significación ético-política. Más allá del mito, como personalidad de nuestra época.
Ernesto
Guevara no es sólo el quijote revolucionario, el teórico de la
construcción socialista, es algo mucho más importante: es el ejemplo
moral.
Este recuerdo podrá parecer poco materialista, se
podrá decir que se trata de una apreciación subjetiva. Pero me apresuro
a responder que no es así, porque la moral revolucionaria integra, en
un lugar principal, la cosmovisión que del hombre y la sociedad tiene el
marxismo.
Guevara fue eso: un ejemplo
militante de moral firme. Internacionalista, vibró ante el ataque
criminal de los norteamericanos contra la Guatemala de Jacobo Arbenz.
Eso, y otras razones políticas e ideológicas, le determinaron a unirse
al grupo de patriotas cubanos, encabezados por Fidel Castro, para
liberar a Cuba de la dictadura de Fulgencio Batista.
¿Qué
hizo a Guevara abandonarlo todo: familia, fortuna personal, carrera
profesional, para unirse a ese puñado de luchadores? ¿Qué fuerza lo
movió a afincarse en la isla del Caribe, lejos de su patria de
nacimiento? ¿ Porqué el Che, después del triunfo de la Revolución, y
cuando ésta se consolidaba, ocupando altos cargos y responsabilidades
ministeriales, abandonó esa seguridad y partió hacia Bolivia para
enfrentar a los militares gorilas y los 'rangers' entrenados en los
Estados Unidos?.
Esa fuerza no tenía nada de
misterioso, ni había caído del cielo. Nació de su conciencia -individual
y social- y se llama moral revolucionaria.
Fueron
las mismas convicciones por las que el escritor norteamericano John
Reed peleó en la Revolución de Octubre junto a los obreros y campesinos
rusos. Fue el mismo idealismo que movilizó al médico Norman Bethune,
quien en representación de la izquierda de Estados Unidos y Canadá, se
unió a los revolucionarios comunistas chinos y se distinguió por su
valor y sus conocimientos científicos en el 8° Ejército, donde murió a
raíz de una infección, mientras curaba heridos.
Era
el mismo espíritu moral de los brigadistas internacionales, muchos de
ellos argentinos, que convergieron en 1936, a la España Republicana para
luchar contra el fascismo. Y como estas hay muchos otros ejemplos.
Desde
luego que el Che no rechazaba a quienes, desde la caída de Batista, se
dieron a la ciclópea tarea de construir la nueva Cuba. El mismo fue
ministro y funcionario. Pero en un momento de inflexión de su vida,
creyó que debía continuar la lucha junto a otros pueblos
latinoamericanos en su largo y empinado camino hacia la liberación. Y
así partió a Bolivia.
Como Francisco de Miranda
Puede
compararse a Guevara con Francisco de Miranda. Guevara era del mismo
metal humano que el de Miranda. El venezolano, precursor de la
Independencia, había combatido, como voluntario en las Revoluciones
Norteamericanas de 1776, en la Revolución Francesa de 1789, y retornó a
su América Latina, cuando llegó la hora de combatir por la emancipación
de las colonias hispanoamericanas. Los españoles lo apresaron, lo
encerraron en un calabozo bajo tierra, y al morir en cautiverio,
cremaron sus restos, al parecer, para no dejar rastro de su vida. En el
museo histórico de Caracas, junto al lugar donde reposan los restos del
Libertador Bolívar y otros patriotas venezolanos, puede verse, aún, un
féretro abierto, que como símbolo espera los restos de Miranda.
Los
imperialistas de ayer y de hoy, se ensañan con los cuerpos de los
revolucionarios, recurren al crimen, la tortura, la eliminación, y
también al ocultamiento de los despojos de los caídos en combate.
Esa
es la moral hipócrita de las clases dominantes. No saben que el ejemplo
de revolucionarios como es el caso de Ernesto Guevara, su vida, sus
ideas, su práctica social, trasciende a su propia persona para
transformarse en un arma mucho más potente que las armas convencionales:
la voluntad colectiva despliega en todos los sentidos la conciencia de
la revolución y de la transformación.
En una
entrevista realizada por el periodista Jean Daniel, en Argel, en Julio
de 1963, para la revista L'Express, el Che decía: 'El socialismo
económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la
miseria, pero luchamos al mismo tiempo contra la alienación. Uno de los
objetivos fundamentales del marxismo es eliminar el interés, el factor
'interés individual' y el lucro de las motivaciones psicológicas. Marx
se preocupa tanto de los factores económicos como de su repercusión en
el espíritu. Llamaba a esto 'hecho de conciencia'. Si el comunismo se
desinteresa de los hechos de conciencia, podrá ser un método de
distribución, pero no será jamás una moral revolucionaria.'
Etica y libertad
Guevara
era un idealista, pero el suyo era un idealismo ético, que no debe
confundirse con el llamado idealismo filosófico. Por el contrario, el
moralismo de las clases dominantes, en realidad, su inmoralidad, siempre
protege la ausencia de libertad, la desigualdad, la explotación, ni
bien se determinan ásperos antagonismos de clase.
El
contenido del nuevo ideal moral deriva de una profunda necesidad
social, de una cálida aspiración, de una enérgica voluntad de algo
distinto, de algo opuesto a lo que existe. En pocas palabras. El ideal
moral es el conjunto de deseos y aspiraciones que provoca el antagonismo
con el estado de cosas existente.
El ideal moral
así entendido es un medio de reunir e incitar a las fuerzas
transformadoras en la lucha contra el ordenamiento existente y se
constituye en una palanca poderosa para superar ese estado de cosas.
La
moral revolucionaria, entonces, no es sólo negación, contradicción,
sino medio para reunir e impulsar a las fuerzas de las clases oprimidas.
Surge de las condiciones económico-sociales,
del desarrollo tecnológico de cada sociedad nacional, y del desarrollo
cultural y al igual que el instinto social, el ideal moral no es un fin,
sino una fuerza, o bien un arma en la lucha social por la existencia;
el ideal moral es un arma particular en la particular situación de la
lucha de clases, en la lucha por la liberación nacional.
Los
héroes de que hablaban los historiadores burgueses, como Guizot,
Michelet, Carlyle, eran 'iniciadores', 'grandes', que parecían generarse
respecto de su época. El hombre nuevo del que habla el socialismo, no
es aquel quimérico héroe de los clásicos o de la historiografía
liberal-reaccionaria del Siglo XIX.
El viejo
Jorge Plejanov decía que las particularidades individuales de las
personalidades eminentes determinan el aspecto individual de los
acontecimientos históricos, y el elemento casual, desempeña siempre
cierto papel en el curso de estos acontecimientos, cuya orientación está
determinada, en última instancia, por las llamadas causas generales, es
decir, por el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones
mutuas entre los hombres en el proceso económico-social de la
producción, que aquel determina. Pero hay en realidad una
interdeterminación, una interrelación entre persona y medio, que no es
mecánica sino que se transforma dialécticamente en creación. Lo dijo
Mariátegui, el socialismo es 'creación heroica'.
Guevara
reflexionó en forma creadora sobre este tema de la moral
revolucionaria, sobre el rol del individuo y de las masas en una
sociedad en la sociedad.
Sostenía que hay una
estrecha unidad dialéctica entre el individuo y la masa, y que esta como
conjunto de individuos, se interrelaciona con los dirigentes.
En
cuanto a individuo, Guevara señalaba que como producto no acabado, los
aspectos negativos del pasado se trasladan al presente en la conciencia
individual, y que para erradicar esa falsa conciencia, debía realizarse
un trabajo continuo.
Persona y autoeducación
Un
proceso doble, donde actúa, por un lado la sociedad con la educación
directa e indirecta, y en donde el individuo se somete también a un
proceso de formación o autoeducación.
En los
momentos revolucionarios es fácil potenciar los estímulos morales, pero
para mantener esa nueva conciencia que se forja con el desarrollo de la
nueva sociedad es necesario desarrollar una conciencia en la que los
valores adquieran categorías nuevas, y para ello, decía el Che, 'la
sociedad en su conjunto debe convertirse en una gigantesca escuela'.
En
el período de construcción del socialismo, señalaba Guevara, 'podemos
ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada;
no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo
de formas económicas nuevas'.
El camino es
largo y lleno de dificultades. A veces, por extraviar la ruta hay que
retroceder; otras, por caminar demasiado aprisa, dirigentes y masas se
separan. Para lograr los cauces que permitan un crecimiento armónico y
creativo, es necesario crear los mecanismos, las instituciones
revolucionarias que permitan la 'identificación -decía el Che- entre el
gobierno y la comunidad en su conjunto, ajustada a las condiciones
peculiares de la construcción del socialismo y huyendo al máximo de los
lugares comunes de la democracia burguesa'.
Advertía
Guevara que es preciso acentuar la participación consciente, individual
y colectiva, en todos los mecanismos de dirección y producción y
ligarlos a la idea de la necesidad de la educación técnica e ideológica,
de manera que sienta cómo éstos procesos son estrechamente
interdependientes y sus avances son paralelos. 'Así logrará -decía el
Che- la total conciencia de su ser social, lo que equivale a su
realización plena como criatura humana, rotas las cadenas de la
enajenación'.
Agregaba que 'esto se traducirá
concretamente en la reapropiación de su naturaleza a través del trabajo
liberado y la expresión de su propia condición humana través de la
cultura y el arte'.
Sin dogmas ni teoremas
Guevara
no creía que el socialismo, su construcción, fuera un dogma o un
teorema. Tampoco una forma de capitalismo de Estado. Por eso
reflexionaba diciendo que 'el socialismo es joven y tiene errores. Los
revolucionarios carecemos, muchas veces, de los conocimientos y la
audacia intelectual necesaria para encarar la tarea del desarrollo de un
hombre nuevo por métodos distintos a los convencionales y sufren de la
influencia de la sociedad que los creó. La desorientación es grande y
los problemas de la construcción material nos absorben.'
Es
por eso que pensaba que la lucha contra el dogmatismo y la
superficialidad, era una tarea de todo momento en la construcción del
socialismo.
En su carta a 'Marcha' de
Montevideo, publicada por el semanario el 12 de marzo de 1965, titulada
'El socialismo y el hombre en Cuba', Guevara concluye de la siguiente
manera:
'Nosotros, socialistas, somos más
libres porque somos más plenos; somos más plenos por ser más libres' y
agrega después: 'el camino es largo y desconocido en parte; conocemos
nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos.
Nos forjaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una
nueva técnica. La personalidad juega el papel de movilización y
dirección en cuanto encarna las más altas virtudes y aspiraciones del
pueblo y no se separa de la ruta'.
Las nuevas generaciones
Esta
era la moral revolucionaria de la que hablaba el Che, es su gran legado
a las nuevas generaciones latinoamericanas. El Che era férreo mojón del
hombre nuevo, y así los testimonió con su propia vida, con su propio
desinterés, con su abnegación. Como en los casos de John Reed o Norman
Bethune, y en el de tantos otros.
Hay muchos
temas para recordar en la vida polifacética de ese hombre que murió a
los 39 años, cuando todavía se podía esperar lo mejor de su preclara
inteligencia. Pero lo que se debe aprender de él, antes que nada, es su
mensaje de libertad para los oprimidos, para todos los hombres y mujeres
de esta América latina sufriente y para todos los pueblos y naciones
oprimidas.
Ja,ja,ja....El legado del Che,es una america latina fracturada,un continente perdido por la virulencia del verbo...una regíon moribunda.
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