por Jorge Zabalza
“Sintéticamente, no comparto las políticas que implican someter el país y
a su población al modelo económico “global” de los capitales
transnacionales en el que, a pesar de los discursos, la mitad de los
trabajadores gana menos de 15.000 pesos. Discrepo con el proceso de
concentración y extranjerización de la propiedad de la tierra. No estoy
de acuerdo con los privilegios abusivos (exoneraciones tributarias,
puertos, zonas francas, leyes hechas a la medida) concedidos a la gran
inversión extranjera y negados en cambio a la inversión y al trabajo
nacionales. (…) Me indigna la ley de bancarización obligatoria
(hipócritamente denominada de “inclusión financiera”), que favorece el
endeudamiento de la población de menos recursos y significa la
intromisión inevitable de los bancos en todas las transacciones
económicas, incluido el pago de los sueldos”. Coincido totalmente con la
columna “el voto discrepante” de Hoenir en el VOCES del 2 de octubre.
No es la primera coincidencia que tengo con la familia Sarthou y espero
que no sea la última.
La expansión de la soja transgénica y de los agrotóxicos, las plantas de
celulosa, la megaminería podrán aumentar las cifras de nuestras
exportaciones pero no nos harán más libres ni más sanos. Creo que el
experimento Tabaré-Mujica-Astori (múltiplos cuyo orden puede cambiarse
sin alterar el resultado), compartido por los cuatro partidos del
sistema, fortaleció los vínculos de dependencia del Uruguay: basta con
la caída de los precios de la soja en la bolsa de Chicago o con una
decisión de la Reserva Federal de los EEUU, para que llegue a su fin la
fiesta iniciada en el 2004. De ojos bien abiertos, el Uruguay
Progresista camina hacia el desbarranque. ¿Qué pasará cuando ocurra lo
que le ocurrió a la socialdemocracia en Europa? ¿Qué pasará cuando se
cierre la canilla del MIDES y el gobierno se vea “obligado” a
desvincular los salarios de la inflación?.
Hay que preguntarse si en el marco del capitalismo “global” son posibles
políticas económicas y sociales de carácter popular, diferentes a estas
que instrumenta el astorismo. Se llegó a un punto de la historia
-cambio climático más miseria globalizada más aventuras guerreras de los
EEUU- en que no caben más retoques, la única salida es luchar contra el
capitalismo antes que termine con el mundo: socialismo o muerte pero,
en concreto, en este Uruguay de la alienación progresista ¿hay espacios
políticos para esa necesaria lucha anticapitalista?
Cuando el gobierno y el parlamento aprobaron la ley que privilegia la
instalación de la megamina a cielo abierto en Valentines, no previeron
la firmeza de los movimientos sociales para oponerse al “Plan Aratiri”
(regasificadora para alimentar de energía la megamina y un mineroducto
que llevaría el mineral al puerto de aguas profundas en Rocha). Se
movilizaron en Cerro Chato y Valentines los supuestamente beneficiarios
de los puestos de trabajo que falsamente prometía la empresa. En
Tacuarembó se recogieron 14.000 firmas rechazando futuras aventuras de
megaminería. Paradójicamente el descontento se hizo lucha en el interior
profundo, por lo general pasivo frente a las decisiones gubernamentales
que les caen del cielo. Si los gobernantes fueran más sensibles,
pensarían dos veces antes de ir a mendigar a Finlandia por una nueva
planta de celulosa. Por su parte, el puerto de aguas profundas también
despertó gran descontento entre los pobladores de la Costa Atlántica que
continúan movilizados en defensa del agua, del aire y de la tierra. Con
idénticas convicciones continúa la recolección de firmas para impulsar
un plebiscito a nivel nacional. Las luchas dispersas confluyeron en las
marchas masivas por la Avenida Dieciocho de Julio, que lograron romper
el cerco informativo y que el gobierno postergara la firma del contrato
con Aratiri. Sin dudas fue la oposición más seria y contundente al
capitalismo “global” en el Uruguay y, por consiguiente, a la anterior
pregunta hay que responderle que sí, que hay espacios sociales y
políticos para un movimiento anticapitalista.
No estamos inventando nada nuevo. Es solamente una lección recogida en
la historia reciente del movimiento popular uruguayo porque...¿de dónde
surgieron el Congreso del Pueblo y la CNT, las organizaciones que
cambiaron el panorama del Uruguay de los '60? ¿Producto de qué fueron
las organizaciones revolucionarias que conmovieron la sociedad (MLN,
OPR-33, GAU, MIR)? ¿Cuál fue el vientre donde se gestaron los Raúl
Sendic, Gerardo Gatti, León Duarte y Héctor Rodríguez?: la lucha de los
gremios solidarios, de los cañeros UTAA, de los trabajadores de FUNSA,
del movimiento estudiantil, de la solidaridad con Cuba
Revolucionaria..... en el mismo momento que se daba la lucha social y
reivindicativa, confluyeron corrientes anticapitalistas muchas de ellas
electoralistas y parlamentarias y se fueron formando luchadores y
organizaciones por la revolución: eran fases diferentes de un proceso
histórico único. Aspectos diferentes de un desarrollo continuo, que no
es posible analizar cada cual por separado, aislándolos entre sí, son
como las fases que muestra la luna en un mismo momento según el punto
del planeta desde el cual se la observa. Hoy día, la gente pelea por
detener la barbarie de la megaminería pero, al mismo tiempo, sin
solución de continuidad, se está enfrentando a las concepciones
capitalistas en varias de sus dimensiones y, al interior de la lucha
social, hay sectores que cobran consciencia de la necesidad de la
transformación revolucionaria de la sociedad.
La madre del movimiento anticapitalista es la lucha social. Y en ella,
los luchadores que se independizaron de la disciplina partidaria,
comienzan a pensar con autonomía, dejan de aplaudir sin pensar y eligen
otro camino, el de la justicia social. Surge el pensamiento crítico e
independiente y los caminantes se fijan sus propias reglas de juego. Las
vicisitudes de la lucha y las diferencias que surjan, crearán la
necesidad de que los afines se vayan agrupando en distintas corrientes
ideológicas, algunas de ellas con ideas revolucionarias. El conjunto
conformará un movimiento muy complejo que será a la vez socialmente
reivindicativo, anticapitalista y revolucionario, todo depende de donde
se ubique el que analiza la lucha. Claro que hay quienes creen que en
1960 se juntaron cuatro o cinco “cráneos” que cranearon la teoría sobre
cómo hacer la revolución y luego convocaron a las masas para que se
sumaran a la lucha. No fue así, no será así. La organización
revolucionaria surge naturalmente por necesidad de las luchas de los
movimientos sociales.
Ni antes ni después, en su interior.
Por eso me resulta imposible analizar la actual campaña electoral por
separado de la lucha contra la megaminería, del proceso de surgimiento
de un movimiento anticapitalista y de la construcción del movimiento
revolucionario. Desde este punto de vista, el voto discrepante es
bastante más que un voto en blanco o nulo: aunque el votante no lo
perciba, puede ser su primer gesto de conquista de la independencia y de
la autonomía. Un acto trascendental de su vida política individual, que
le cambiará sus gafas y le permitirá percibir la realidad desde un
punto de vista muy diferente al del aceptar y acatar. El o la votante,
decepcionados por la adscripción de “su” gobierno a todo lo que antes se
había criticado, irritados por los ataques sin fundamento de la santa
inquisición, toman la decisión de separarse de la feligresía y
convertirse en herejes y la herejía fue la condición previa al
surgimiento de movimientos revolucionarios de nuevo tipo, la herejía de
Carlos Marx y Federico Engels, la de Bakunin y Malatesta, la de Lenin y
Trotsky, la de Fidel y el Ché Guevara. La de Raúl Sendic.