A principios de 1969, mi padre decidió que abandonariamos nuestro barrio natal (San Sebastián - Ciudad Delgado), pero nos mudamos a un barrio vecino (Aculhuaca), se trataba de una nueva lotificación la finca de los "Alvarenga", fuimos de los pioneros en aquella lotificación, dicha finca lindaba con la de "Los Terezones" y la de los "Vazques". Estas tierras para un cipote de mi edad (11 años), eran tierras virgenes, jamás descubiertas por el hombre, eran en cierta forma un "Macondo" salvadoreño.
Desde temprano en la mañana, junto a Carlitos mi vecino nos internabamos en aquella jungla y no apareciamos sino hasta el mediodia, ya que habia que prepararse para ir a la escuela, aparecia con la barriga cual "mapamundi" dibujado con el jugo de mango,guayaba, nances y una rica variedad de frutas.
En aquella pequeña extensión de tierra habitaban todos los personajes de la mitologia salvadoreña: el Cadejo,la Siguanaba, el Cipitio, el Justo Juez de la noche, la Carreta Chillona, La Mano Peluda, cada uno de ello/as aparecia en su momento, ya que aquella gente creian religiosamente en ellos y de esta manera le daban vida.
Cierto dia, habiamos cortado unos mangos tiernos y para darnos aquél festin, Carlitos, habia llevado un bolsa con sal, como era hora de alistarse para ir a la escuela, el sobrante de sal, se me ocurrió dibujar una cruz en un pedazo de tierra que limpié de hojas secas, la dibujé y me fui.
Cada tarde al regresar de la escuela, corriamos a subirnos a los árboles y a jugar desde sus ramas más altas, pero aquella tarde no encontré a Carlitos, pero me llamó la atención, cierto movimiento de los adultos que con herramientas de labranza corrian hacia el barranco donde aquella mañana nosotros habiamos estado jugando,
Al verme, Carlitos salió a mi encuentro...
-- Que pasa?, le pregunté.
Es que mi papá y otros señores encontraron una cruz de sal allá abajo y están escarbando porque dicen que se trata de una brujeria, comentandome eso y nos encaminabamos hacia donde los hombres cavaban una foza, que hasta aquél momento, quizá ya tenia como tres metros de profundidad.
A un lado de la foza iban colectando una serie de objetos que de aquél agujero salian, en realidad, aquél barranco era utilizado por ellos mismos como basurero y lógicamente, al cavar en aquél terreno se encontraria con toda clase de objetos. Desde luego que ellos estaban obsesionados y hasta empecinados en que la cruz de sal, encontrada era un simbolo de algo maléfico y no ponian atención a los objetos más que bajo una explicación también maléfica, que una muñeca vieja y desmembrada, que un alfiletero, que páginas de un viejo libro, que camisas, que zapatos, en fin cada uno de aquellos objetos representaba algo, algún mensaje habria que desifrar.
Como era yo, el causante de aquella situación, me senti apenado y al mismo tiempo incapáz de revelarles que yo habia dejado aquél endemoniado mensaje...pero al mismo tiempo me sentia obligado a decirles o de lo contrario irian a salir al otro lado del mundo, quizas a China.
Después de mi confesión, allá iban aquellos hombres sudorosos y cansados, refunfuñando y masticando improperios, pero talves, desconsolados de que en aquella ocasión su concepción filosófica no se habia concretado.
Don Raymundo Vazques, era un viejo que desde joven trabajaba en la IRCA, todos los dias, caminaba desde su casa sobre la linea ferrea, hasta las proximidades de la Terminal de Oriente que era donde estaban las instalaciones de la compañia ferroviaria.
Alejandra, su hermana era la propietaria de la finquita, una viejecita, ataviada siempre con una mantilla negra y paseandose de arriba para abajo en aquél caserenco de adobe, casa que estaba rodeada por unos vasijones de barro y herramientas de labranza de la época colonial.
Aunque nunca salia de aquella casa, a Alejandra su hermano siempre le daba dinero, quizá como pago por la hospitalidad que este recibia, dinero que nunca se sabia a donde iba a parar, inmediatamente se lo guardaba en su enagua y nunca más se volvia a saber que lo hacia.
Se murió de vieja y afloraron las rencias familiares por la pocesión del terreno, familiares lejanos aparecieron reclamando ser los herederos de aquellas tierras, reclamos que eran acompañados machete en mano.
Desde la iglesia de San Sebastián, hasta el cementerio, aquél dia hubo una batalla campal, correteos de hombres blandiendo sus machetes y vociferando improperios, mujeres que se agarraban de las greñas y arrastraban a sus primas lejanas por aquella calle empedrada.
Cuando alfin enterraron a la difunta y llegó la calma, se acordaron de que la Alejandra no se habia llevado el dinero, pero donde está?, no se durmió una noche más, poniendo la casa patas arriba en busca del dinero.
Exhaustos por el cansancio, pero determinados a encontrarlo, decidieron turnarse todas las noches, ya que convencidos estaban que ahi donde habia entierro, aparecia una luz que indicaba el lugar exacto, luz que nunca se apareció.
Durante toda una semana estubieron escarbando agujeros por cuanta esquina aquella casa tenia y nada, aquél tesoro, la Alejandra se lo habia llevado.
Hasta que lotificaron la finca, don Francisco Alas, compró dos lotes y uno de ellos, donde una ves estubo aquella vieja casa de adobe, Don Paco, también habia sido nuestro vecino en el mesón que años antes habiamos abandonado, y construyó una gran casa de ladrillo y hierro, muy moderna, el hombre llegó con suerte, aquellos lotecitos en definitiva le habian salido regalados, al emparejar el terreno para la construción se habia topado con una tinaja repleta de dinero...
Desde temprano en la mañana, junto a Carlitos mi vecino nos internabamos en aquella jungla y no apareciamos sino hasta el mediodia, ya que habia que prepararse para ir a la escuela, aparecia con la barriga cual "mapamundi" dibujado con el jugo de mango,guayaba, nances y una rica variedad de frutas.
En aquella pequeña extensión de tierra habitaban todos los personajes de la mitologia salvadoreña: el Cadejo,la Siguanaba, el Cipitio, el Justo Juez de la noche, la Carreta Chillona, La Mano Peluda, cada uno de ello/as aparecia en su momento, ya que aquella gente creian religiosamente en ellos y de esta manera le daban vida.
Cierto dia, habiamos cortado unos mangos tiernos y para darnos aquél festin, Carlitos, habia llevado un bolsa con sal, como era hora de alistarse para ir a la escuela, el sobrante de sal, se me ocurrió dibujar una cruz en un pedazo de tierra que limpié de hojas secas, la dibujé y me fui.
Cada tarde al regresar de la escuela, corriamos a subirnos a los árboles y a jugar desde sus ramas más altas, pero aquella tarde no encontré a Carlitos, pero me llamó la atención, cierto movimiento de los adultos que con herramientas de labranza corrian hacia el barranco donde aquella mañana nosotros habiamos estado jugando,
Al verme, Carlitos salió a mi encuentro...
-- Que pasa?, le pregunté.
Es que mi papá y otros señores encontraron una cruz de sal allá abajo y están escarbando porque dicen que se trata de una brujeria, comentandome eso y nos encaminabamos hacia donde los hombres cavaban una foza, que hasta aquél momento, quizá ya tenia como tres metros de profundidad.
A un lado de la foza iban colectando una serie de objetos que de aquél agujero salian, en realidad, aquél barranco era utilizado por ellos mismos como basurero y lógicamente, al cavar en aquél terreno se encontraria con toda clase de objetos. Desde luego que ellos estaban obsesionados y hasta empecinados en que la cruz de sal, encontrada era un simbolo de algo maléfico y no ponian atención a los objetos más que bajo una explicación también maléfica, que una muñeca vieja y desmembrada, que un alfiletero, que páginas de un viejo libro, que camisas, que zapatos, en fin cada uno de aquellos objetos representaba algo, algún mensaje habria que desifrar.
Como era yo, el causante de aquella situación, me senti apenado y al mismo tiempo incapáz de revelarles que yo habia dejado aquél endemoniado mensaje...pero al mismo tiempo me sentia obligado a decirles o de lo contrario irian a salir al otro lado del mundo, quizas a China.
Después de mi confesión, allá iban aquellos hombres sudorosos y cansados, refunfuñando y masticando improperios, pero talves, desconsolados de que en aquella ocasión su concepción filosófica no se habia concretado.
Don Raymundo Vazques, era un viejo que desde joven trabajaba en la IRCA, todos los dias, caminaba desde su casa sobre la linea ferrea, hasta las proximidades de la Terminal de Oriente que era donde estaban las instalaciones de la compañia ferroviaria.
Alejandra, su hermana era la propietaria de la finquita, una viejecita, ataviada siempre con una mantilla negra y paseandose de arriba para abajo en aquél caserenco de adobe, casa que estaba rodeada por unos vasijones de barro y herramientas de labranza de la época colonial.
Aunque nunca salia de aquella casa, a Alejandra su hermano siempre le daba dinero, quizá como pago por la hospitalidad que este recibia, dinero que nunca se sabia a donde iba a parar, inmediatamente se lo guardaba en su enagua y nunca más se volvia a saber que lo hacia.
Se murió de vieja y afloraron las rencias familiares por la pocesión del terreno, familiares lejanos aparecieron reclamando ser los herederos de aquellas tierras, reclamos que eran acompañados machete en mano.
Desde la iglesia de San Sebastián, hasta el cementerio, aquél dia hubo una batalla campal, correteos de hombres blandiendo sus machetes y vociferando improperios, mujeres que se agarraban de las greñas y arrastraban a sus primas lejanas por aquella calle empedrada.
Cuando alfin enterraron a la difunta y llegó la calma, se acordaron de que la Alejandra no se habia llevado el dinero, pero donde está?, no se durmió una noche más, poniendo la casa patas arriba en busca del dinero.
Exhaustos por el cansancio, pero determinados a encontrarlo, decidieron turnarse todas las noches, ya que convencidos estaban que ahi donde habia entierro, aparecia una luz que indicaba el lugar exacto, luz que nunca se apareció.
Durante toda una semana estubieron escarbando agujeros por cuanta esquina aquella casa tenia y nada, aquél tesoro, la Alejandra se lo habia llevado.
Hasta que lotificaron la finca, don Francisco Alas, compró dos lotes y uno de ellos, donde una ves estubo aquella vieja casa de adobe, Don Paco, también habia sido nuestro vecino en el mesón que años antes habiamos abandonado, y construyó una gran casa de ladrillo y hierro, muy moderna, el hombre llegó con suerte, aquellos lotecitos en definitiva le habian salido regalados, al emparejar el terreno para la construción se habia topado con una tinaja repleta de dinero...
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