Pablo Beltrán (ELN)
Durante
su repliegue, en todo el mundo, muchos lo vistieron con ropajes
liberales y hasta neoliberales. Tan replegado se halla aún en Colombia,
que la extrema derecha lo presionó a ser centro y hasta logró
convertirlo en centro derecha, en algunos casos.
Lo
más grave está en que para no dejarse matar en la cuna, el socialismo
ha debido afirmarse tanto, que algunos lo transfiguraron en otro
discurso de poder, de esos que a lo largo de la historia, la humanidad
ha tenido que obedecer sin chistar.
Umberto Eco
afirma que los discursos de poder son el único Satanás que ha existido,
porque, "el diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la
arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por
la duda. El diablo es sombrío porque sabe a dónde va, y siempre va hacia
el sitio del que procede".
El malo de la
historia nos posee mucho, poquito o nada y exorcizarlo demanda revisar
de cuando en cuando nuestras certezas, para poder decirnos nosotros
mismos unas cuantas verdades. Ellas están en la visión alternativa, con
que enfrentamos las contradicciones álgidas de la lucha contra el
capitalismo y su imperio.
Tierra o capitalismo
Desde
nuestros Andes se alza el reclamo del socialismo de raíz comunitaria,
contenido en el dilema más importante de los planteados, sobre la
supervivencia del planeta y sus habitantes: "para que viva la tierra
debe morir el capitalismo".
El productivismo,
desarrollismo, extractivismo, consumismo y el derroche son hijos de una
letal creencia, en la que el progreso, se considera como una línea
ascendente sin fin, para dominar la naturaleza, devorarla y agotarla, en
un delirante acto de egoísmo, carente de responsabilidad con el futuro.
La contracultura socialista, ¿cuánto reta?
La
esencia del capitalismo reside en el énfasis que da al poseer, en
detrimento del ser, por ello transforma todo en mercancía, hasta las
relaciones humanas. Así, a la participación política de los ciudadanos
se le coloca un precio, con lo que se torna costumbre la compra de
votos, pagar la asistencia a una movilización o afiliarse a un partido
para obtener beneficios, que el resto de la gente no disfruta.
Luchar
por los cambios y la revolución sin esperar retribuciones materiales,
es fundar el buen vivir de las siguientes generaciones, con lo que se
aporta al desarrollo de una contracultura socialista, que reta a la
ideología dominante.
Otro aspecto vital del
socialismo ha estado en potenciar la fuerza de lo comunitario, la
colectividad, lo social, lo público, las mayorías y lo nacional, en
contraposición al interés individual, privado, sectorial y de elite.
Fuerza creativa socialista expresada sobre todo en la producción, el
poder y el saber popular.
CONSENSO SI, IMPOSICIÓN NO
La
izquierda al convertirse en artista de tejer consensos, deja atrás la
época de tratar en vano de converger alrededor de una supuesta verdad
única, dentro de la cual los demás siempre se nos debían sumar.
Lograr
unidad de acción alrededor de puntos comunes, mientras se deja para
enseguida el debate de las diferencias, no solamente es tener sentido de
la táctica, es ante todo implantar una cultura de negociación, en la
que cada cual representa unos intereses, que pactan y saben cumplir
acuerdos.
Luchar contra la guerra
imperialista, es quebrar su antiquísima consigna de imponer su voluntad a
los pueblos, para reemplazarla, como lo enseña Einstein:
"(..)
toda clase de cooperación pacífica entre los hombres está basada, en
principio, en la mutua confianza y sólo en segundo lugar en
instituciones tales como los tribunales de justicia y la policía. Esto
vale para las naciones y los individuos. Y el fundamento de la confianza
es la lealtad".
Luchar por la paz y resistir a la guerra imperialista
Si
la razón de ser de los imperios está en imponerse por medio de la
guerra, la razón de vida de los pueblos ha estado en defenderse y
resistir; para aquellos, la paz equivale a pacificación, mientras que
para el grueso de la humanidad, la paz es justicia y libertad.
Doscientos
años de aparente vida republicana en Colombia, han sido sostenidos por
la ininterrumpida agresión de la elite contra el pueblo, hasta llegar a
perfeccionar el actual régimen de terror de Estado, nutrido por
múltiples vías desde la contrainsurgencia imperialista. Ésta, es la
única forma como han podido mantener vivo su modelo capitalista
neoliberal.
Luchar por la paz es lograr otro
modelo económico social, dentro de un régimen democrático; la elite y el
imperio, son quienes escogen la vía para que el pueblo los obtenga.
Tensión entre diversidad e identidad
En
la izquierda crece la conciencia sobre el valor de la unión, ya que sin
ella no habrá fuerza y sin ésta no se producen cambios, revolución ni
paz. Así, ha aprendido, que la confluencia es un concierto de pluralidad
y diversidad, composición de esfuerzos, en que el liderazgo es
compartido.
La armonía y vigor de la diversidad
reside en la excelencia de cada uno de sus componentes, que resulta
tanto de la calidad de su identidad, como de su habilidad para ser con
otros.
La unión no puede reducirse a la
uniformidad, así como la construcción del consenso no riñe con respetar a
la opinión mayoritaria. De la misma forma, que para garantizar la
unidad se establecen niveles de autonomía, que es algo diferente a que
cada uno haga según su mero criterio individual.
Pulso entre Estado y sociedad
En
la lucha por un mundo mejor, muchos pueblos logran establecer Gobiernos
Democrático Populares, desde los que avanzan hacia mayores niveles de
Poder Popular. Sus Programas de izquierda recogen intereses
pluriclasistas, materializados desde el Estado, los que satisfacen unas
veces de mejor forma y otras de manera más precaria, las aspiraciones de
las clases populares.
Un modelo económico y un
régimen al servicio de las mayorías, sigue dependiendo de la
participación del pueblo en estos procesos de transformación, la que no
siempre es promovida desde las instituciones estatales, quienes por
inercia tienden a monopolizar tales procesos. Por el contrario, desde el
Estado, muchas veces se absorbe a las organizaciones sociales y
políticas del pueblo, impidiendo que el cambio y la revolución se
protagonicen desde estos espacios de la sociedad.
La
predisposición casi espontánea hacia exagerar la función de las
instituciones estatales en los procesos revolucionarios, puede
contrarrestarse con la construcción del Poder Popular, entre otros
componentes, por medio de la Fuerza Política de Masas, fundamentalmente
por fuera de tal institucionalidad. Es la enseñanza que dejan las
debilidades del modelo construido en el viejo mundo, en donde la lucha
socialista se confinó en el “Triangulo de oro” del sindicato, el partido
y el parlamento, según critica de Istvan Meszaros.
Contraposición entre nación y pueblo
La
generación de un Proyecto de nación a partir de una Alianza
pluriclasista, un Programa de izquierda y un Gobierno Democrático
Popular, es una característica sobresaliente de los procesos de cambio y
revolución, que se construyen en Latinoamérica.
Desde
este Proyecto se están recreando elementos de identidad nacional, en
función de intereses propios de cada país, de Nuestra América y de los
pueblos del Sur del planeta.
Es posible lograr
un rumbo socialista para este Proyecto de nación en el mediano y largo
plazo, afianzando el Poder Popular, en el que realmente la soberanía
resida en el pueblo y los trabajadores.
Colisión entre movimientos sociales y organizaciones políticas
Por
la fuerza de la costumbre, muchas veces la lucha social de las masas
por objetivos inmediatos transcurre por un carril paralelo, de la lucha
de los partidos y movimientos de izquierda, reducidos a la puja
electoral. El reto de hacerlos confluir está requiriendo que desde la
lucha social se abarquen propósitos de poder, más allá de lo puramente
gremial y sectorial; junto al esfuerzo hecho desde los partidos por
acompañar, articular y cualificar la lucha social; además de la
indispensable convergencia de ambas vertientes de lucha, en un común
Proyecto de nación, que garantice los intereses de las grandes mayorías.
La
confluencia de estos dos esfuerzos de lucha ha partido del
reconocimiento mutuo, de la especificidad, dinámica propia y necesidad
de existencia de cada uno, para lograr el avance del cambio y la
revolución.
El fracaso de las formas de
representación política propias de dos siglos de repúblicas
oligárquicas, también afecta a la izquierda, un ejemplo de ello está en
el descrédito de numerosos dirigentes gremiales ante sus bases, a
quienes ya no todos respaldan, cuando se postulan para cargos de
elección popular.
La solución de fondo está en
promover la autogestión en las organizaciones populares, con un nuevo
tipo de liderazgo fundado en la consigna de "mandar, obedeciendo". Lo
que significa una construcción de diversas expresiones de vanguardia
colectiva desde de las organizaciones sociales, movimientos, partidos e
intelectuales de izquierda, que encarnan una genuina soberanía popular.
Distancia entre propuestas políticas y actuación ética
Para
ser contracultura, el socialismo debe contradecir abiertamente a la
cultura capitalista dominante, que no solo convierte la mercancía en
valor, sino lo que es peor, transforma los valores en mercancías. Si la
izquierda se adapta a la cultura dominante en vez de hacer ruptura con
ella, queda interrogada la conformación de su identidad y su futuro como
alternativa para la humanidad.
Cambiar la
cultura del lucro, propia del capitalismo, por una humanista, de
justicia y libertad, exige desde romper con las tradiciones heredadas de
la Modernidad capitalista, hasta confrontar las taras derivadas de la
rapacidad especulativa vigente, como son la compra de conciencias, la
adicción a la “ganancia fácil” -que evade todo tipo de controles
sociales y públicos- y el “todo vale” mafioso.
La
batalla de ideas por una alternativa de izquierda, que enfrenta a
poderosos aparatos ideológicos del sistema, demanda de esfuerzos
colectivos muy grandes desde toda la sociedad, que trascienden la
voluntad de un militante o de un partido revolucionario, para demostrar
una actitud ética en la actividad política
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