¿Cuáles
son las amenazas o los daños causados por el gobierno y el pueblo de
Cuba a los “grandes” empresarios salvadoreños? ¿Por qué razones atacan
sin piedad a esa isla caribeña, uniéndose a países como los Estados
Unidos e Israel que la acusan de favorecer y apoyar el terrorismo? En
fin ¿Cómo pueden clasificarse o señalarse los supuestos “atropellos”
sufridos por El Salvador por parte de esa nación?
Hasta la fecha, más allá de calumnias, mentiras e infamias, ningún gobierno del mundo ha probado que las autoridades de Cuba hayan participado o apoyen actos terroristas o agresiones contra terceros países. Los Estados Unidos a la cabeza de todas las acciones desestabilizadoras y ataques contra la mayor de las islas antillanas, mantiene un grosero bloqueo económico contra esta nación desde 1961, es decir casi 50 años de intentar someter por la fuerza a un país de innegable dignidad y fortaleza moral.
El malestar del imperio surge a partir de lograr Cuba su independencia y soberanía absolutas, pues debe recordarse que los Estados Unidos mantuvieron un dominio absoluto sobre la isla luego de suplantar a España de tal “derecho” por la fuerza de las armas y del control económico y político. Las “grandes” empresas, los monopolios y los consorcios internacionales, sobre todo de las comunicaciones, de la industria azucarera, de las redes hoteleras, de la explotación turística y del dominio sobre grandes extensiones de tierra, impusieron su ley y mantuvieron a los habitantes de Cuba en la época del esclavismo y del feudalismo.
El imperialismo nunca aceptó la soberanía ni la independencia de Cuba, mucho menos la nacionalización de todas las empresas y bienes que por largos años estuvieron en poder de esa “mafia” internacional que se distribuye las materias primas y las riquezas de la mayoría de países del mundo. El triunfo de la revolución en 1959 significó un cambio radical en el sistema económico, político y social de la isla. Los campesinos explotados toda su vida y mantenidos en la era medieval pasaron a ser protagonistas y propietarios de la tierra, a educar a sus hijos y tener acceso gratis a la salud y a la vivienda. Los llamados “guajiros” ingresaron de pronto a los centros de educación media y universitaria y obtuvieron títulos de profesores, ingenieros, médicos, sociólogos y demás profesiones.
Los cambios profundos, el sistema económico y político adoptado, las intensas campañas de alfabetización y la reforma de salud integrales, no gustaron a los Estados Unidos y a sus países lacayos. Se trataba del modelo socialista en oposición absoluta al capitalismo reinante en el mundo occidental. El ejemplo de Cuba no podía tolerarse y había que tomar drásticas y urgentes medidas para “detener a los agresores”, a los “conspiradores” contra el orden de cosas regido por un sistema inhumano, acaparador y discriminador. Mil y una campañas propagandísticas se utilizaron, a la par de agresiones armadas e intentos de asesinatos contra los dirigentes de la revolución para concretar los planes urdidos en el corazón del imperio.
En esa desigual lucha contra Cuba, también se utilizaron organismos regionales como la OEA que en un acto bochornoso e incalificable, expulsó a la isla caribeña de este mecanismo supuestamente de integración regional. Cuba representaba el mal y había que extirparlo, no importaban los medios, pues al cabo como en su momento escribió Maquiavelo: el fin justifica los medios. En esta “gran cruzada” los capitalistas y rectores de monopolios y consorcios internacionales jugaron un papel de primera importancia entregando grandes cantidades de dinero para financiar las campañas, sabotajes y agresiones armadas contra la isla. La respuesta digna de Cuba fue apoyar solidariamente a los movimientos revolucionarios que se gestaban en algunos países, enviar brigadas médicas para contribuir al sistema sanitario de naciones empobrecidas, así como socorrer en innumerables desastres causados por fenómenos naturales.
El Salvador, por supuesto, ha sido uno de los destinatarios de estas ayudas, todavía en el presente brigadas médicas contribuyen a mejorar las condiciones sanitarias en algunas regiones del país. Sin embargo, los “grandes” empresarios son parte de esa mafia internacional y lacayos del imperialismo, por lo tanto a estas alturas del siglo XXI, cuando hace tiempo el hombre llegó a la luna y grandes transformaciones tecnológicas y científicas se han producido, todavía mantienen un pie en el feudalismo, un ojo en la prehistoria y otro pie en el capitalismo. Piensan que los médicos y los profesores cubanos se aprestan a arrebatarles sus bienes, o que son capaces de adoctrinar a millones de salvadoreños para que se acerquen al humanismo, al bien común, a la solidaridad y dejen a un lado la violencia, la avaricia, la envidia y la sed de atesorar riquezas, pan de cada día de los empresarios lacayos y serviles del imperio.
Da pena y tristeza escuchar las explicaciones y las razones esgrimidas por políticos de Arena y “grandes” empresarios salvadoreños, para oponerse a la ratificación del tratado marco de El Salvador con Cuba. No son muestras de incapacidad o ignorancia, simplemente responden al mismo discurso que en tiempos de la guerra fría esgrimían los congresistas más reaccionarios de los Estados Unidos y todos esos tontos útiles que como seguidores y esbirros tenían en muchos países de América Latina. Los tiempos han cambiado, se han ido modificando las relaciones de producción en las sociedades más avanzadas, los pueblos han ido votando opciones justas en sus países; pero aquí esta atrasada oligarquía piensa que el siglo XIX puede reeditarse y ellos continuar con sus privilegios y su sistema de vida, recostados en la poltrona y ordenando a “Pedro” traerle su trago, sus boquitas y lustrarle sus botas.
Hasta la fecha, más allá de calumnias, mentiras e infamias, ningún gobierno del mundo ha probado que las autoridades de Cuba hayan participado o apoyen actos terroristas o agresiones contra terceros países. Los Estados Unidos a la cabeza de todas las acciones desestabilizadoras y ataques contra la mayor de las islas antillanas, mantiene un grosero bloqueo económico contra esta nación desde 1961, es decir casi 50 años de intentar someter por la fuerza a un país de innegable dignidad y fortaleza moral.
El malestar del imperio surge a partir de lograr Cuba su independencia y soberanía absolutas, pues debe recordarse que los Estados Unidos mantuvieron un dominio absoluto sobre la isla luego de suplantar a España de tal “derecho” por la fuerza de las armas y del control económico y político. Las “grandes” empresas, los monopolios y los consorcios internacionales, sobre todo de las comunicaciones, de la industria azucarera, de las redes hoteleras, de la explotación turística y del dominio sobre grandes extensiones de tierra, impusieron su ley y mantuvieron a los habitantes de Cuba en la época del esclavismo y del feudalismo.
El imperialismo nunca aceptó la soberanía ni la independencia de Cuba, mucho menos la nacionalización de todas las empresas y bienes que por largos años estuvieron en poder de esa “mafia” internacional que se distribuye las materias primas y las riquezas de la mayoría de países del mundo. El triunfo de la revolución en 1959 significó un cambio radical en el sistema económico, político y social de la isla. Los campesinos explotados toda su vida y mantenidos en la era medieval pasaron a ser protagonistas y propietarios de la tierra, a educar a sus hijos y tener acceso gratis a la salud y a la vivienda. Los llamados “guajiros” ingresaron de pronto a los centros de educación media y universitaria y obtuvieron títulos de profesores, ingenieros, médicos, sociólogos y demás profesiones.
Los cambios profundos, el sistema económico y político adoptado, las intensas campañas de alfabetización y la reforma de salud integrales, no gustaron a los Estados Unidos y a sus países lacayos. Se trataba del modelo socialista en oposición absoluta al capitalismo reinante en el mundo occidental. El ejemplo de Cuba no podía tolerarse y había que tomar drásticas y urgentes medidas para “detener a los agresores”, a los “conspiradores” contra el orden de cosas regido por un sistema inhumano, acaparador y discriminador. Mil y una campañas propagandísticas se utilizaron, a la par de agresiones armadas e intentos de asesinatos contra los dirigentes de la revolución para concretar los planes urdidos en el corazón del imperio.
En esa desigual lucha contra Cuba, también se utilizaron organismos regionales como la OEA que en un acto bochornoso e incalificable, expulsó a la isla caribeña de este mecanismo supuestamente de integración regional. Cuba representaba el mal y había que extirparlo, no importaban los medios, pues al cabo como en su momento escribió Maquiavelo: el fin justifica los medios. En esta “gran cruzada” los capitalistas y rectores de monopolios y consorcios internacionales jugaron un papel de primera importancia entregando grandes cantidades de dinero para financiar las campañas, sabotajes y agresiones armadas contra la isla. La respuesta digna de Cuba fue apoyar solidariamente a los movimientos revolucionarios que se gestaban en algunos países, enviar brigadas médicas para contribuir al sistema sanitario de naciones empobrecidas, así como socorrer en innumerables desastres causados por fenómenos naturales.
El Salvador, por supuesto, ha sido uno de los destinatarios de estas ayudas, todavía en el presente brigadas médicas contribuyen a mejorar las condiciones sanitarias en algunas regiones del país. Sin embargo, los “grandes” empresarios son parte de esa mafia internacional y lacayos del imperialismo, por lo tanto a estas alturas del siglo XXI, cuando hace tiempo el hombre llegó a la luna y grandes transformaciones tecnológicas y científicas se han producido, todavía mantienen un pie en el feudalismo, un ojo en la prehistoria y otro pie en el capitalismo. Piensan que los médicos y los profesores cubanos se aprestan a arrebatarles sus bienes, o que son capaces de adoctrinar a millones de salvadoreños para que se acerquen al humanismo, al bien común, a la solidaridad y dejen a un lado la violencia, la avaricia, la envidia y la sed de atesorar riquezas, pan de cada día de los empresarios lacayos y serviles del imperio.
Da pena y tristeza escuchar las explicaciones y las razones esgrimidas por políticos de Arena y “grandes” empresarios salvadoreños, para oponerse a la ratificación del tratado marco de El Salvador con Cuba. No son muestras de incapacidad o ignorancia, simplemente responden al mismo discurso que en tiempos de la guerra fría esgrimían los congresistas más reaccionarios de los Estados Unidos y todos esos tontos útiles que como seguidores y esbirros tenían en muchos países de América Latina. Los tiempos han cambiado, se han ido modificando las relaciones de producción en las sociedades más avanzadas, los pueblos han ido votando opciones justas en sus países; pero aquí esta atrasada oligarquía piensa que el siglo XIX puede reeditarse y ellos continuar con sus privilegios y su sistema de vida, recostados en la poltrona y ordenando a “Pedro” traerle su trago, sus boquitas y lustrarle sus botas.
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