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El consumismo no sólo se vive en estos días de Navidad y Fin de Año, ni es el elemento para dinamizar la economía local. Es una simple costumbre, parte de nuestra cultura, que nos caracteriza como una sociedad altamente consumista, pero carente de una mejor calidad de vida.
Y es que si nos detenemos un momento y vemos a nuestro alrededor encontramos en nuestra pequeña sociedad infinidad de artículos -chatarra- que son consumidos por nuestro pueblo, pero es interesante que el mismo consumo no se traduzca en beneficios para la economía.
Políticos de distintas fuerzas partidarias, representadas en la Asamblea Legislativa, de distintas visiones ideológicas comparten esta posición, es decir que el consumismo que se tiene en El Salvador, es más por factores culturales que por razones económicas.
De ahí, que no es extraño ahora ver familias completas degustando platillos con altos precios en restaurantes de comida rápida cada quinces o finales de mes, como producto del “gusto” que se le quiere dar al grupo familiar, para brindar un respiro en la vida dura que se tiene todo el mes.
Factor al que para diputados como Inmar Reyes, del FMLN partido en el gobierno, debe ponerse atención en las remesas que han contribuido a que nuestra sociedad se vuelva más consumista de lo que debería ser.
“Hemos dado seguimiento a las remesas familiares, no sólo en años recientes, sino desde hace una década y los datos que arrojan los informes, es que en este país por lo menos en los últimos dos años, aunque las remesas vayan creciendo hay una conducta, una cultura en los beneficiarios, que está generando un consumo. Es poca la gente que recibe y se dedique a comprar bienes y servicios”, indica el político de izquierda.
Al tiempo que recuerda, que esto lleva a plantear la necesidad de que exista una institución como la Defensoría del Consumidor, “encargada a darle seguimiento a este punto, porque es algo cultural, no estoy seguro de si deba ser la defensoría, a fin de lograr generar en la población una conducta diferente”, opina Reyes.
Este legislador cree y advierte que no es decirle a la gente compre un determinado producto o no, sino generar una cultura de racionalidad en el uso de esas remesas, que en el caso del país las reciben familias pobres, pero que en determinado momento “esa fuente se va a agotar. Los beneficiarios de las remesas deben conocer de límites y responsabilidades”, insiste.
El diputado Mario Ponce, del derechista PCN, también comparte que las remesas son un factor más cultural que económico. Pero considera que “donde no hay consumo es en los países comunistas y este país es democrático”.
Sin embargo, reconoce que al ver el comportamiento de la sociedad en los últimos 30 años “creo que no hemos cambiado. Este país tiene una plena dependencia de la economía norteamericana, por lo tanto es como un factor cultural el hecho de que se busque un forma de impulsar la economía, la economía norteamericana se basa en el consumo, de manera tal que cambiar eso de la noche a la mañana es difícil”, señala.
Ponce no está de acuerdo en “dictar” políticas que restrinjan ese consumo, “lo que deberíamos de hacer es buscar mecanismos que nos permitan llevar mejores ingresos a las familias de escasos recursos para que ellos puedan tener capacidad de compra”, recomienda.
Francisco Zablah, diputado independiente está convencido que hay diversas maneras de evaluar el nivel de consumo tales como “revisar la balanza comercial y ver que nuestras importaciones casi duplican a las exportaciones. O que compramos a países vecinos nuestros granos básicos al punto de llevarnos a una crisis temprana en la seguridad alimentaria que podría profundizarse si no producimos la suficiente cantidad de alimento que necesita nuestra creciente población”.
Y cita otro ejemplo compartiendo la idea de William Pleitez, economista del PNUD, que decía “si continuamos impulsando una feria internacional llamada CONSUMA en lugar de PRODUZCA” qué se puede esperar.
Se sabe que el consumo dinamiza la economía, “hay que detenernos en la lista de bienes y servicios que más se consumen en el país que vuelve al consumo sinónimo de gasto y no de inversión. Además, hablamos de gasto en productos y empresas extranjeras y en productos nacionales” recalca el político.
Zablah recuerda que “nuestra peculiar” manera de consumo en El Salvador “atraviesa todas las clases sociales, creencias religiosas, niveles académicos, actividades laborales, etc. Es una práctica cultural aprendida desde que los niños por cuestiones de seguridad, disfrutan del esparcimiento en los centros comerciales, ven a sus padres comprar todo con tarjeta pero no les explican la relación entre usar la tarjeta y pagar el saldo pendiente”, recopila.
Y añade que las diferencias entre todos los sectores “es el precio de los bienes y servicios”, es decir, entre cable y servicio satelital, entre marcas o año de producción, entre autores o casas editoriales, entre otros ejemplos se plantea.
“Es una dinámica fuertemente arraigada entre nuestras costumbres que no escapa al sistema educativo que debería fomentar la producción, la innovación en la mente de nuestros niños y jóvenes para que el país pueda consumir productos que dejen los dólares en casa, que la ingeniería haga alusión a su nombre y que un científico tenga las mismas oportunidades en el país que alguien que decida prepararse como abogado”, opina.
Los políticos consideran que el consumismo que se da en el país es un círculo vicioso cada vez mayor, donde hay riesgos pero también habrá oportunidades “si abrimos ventanas que apoyen la producción por encima del consumo”, expresa el diputado Zablah.
Por ahora, los salvadoreños pasamos otro año consumiendo. Pocos hemos alcanzado mejores niveles de vida, pero estamos satisfechos porque tenemos un celular último modelo, vehículo, una computadora portátil, en fin tantos artículos que la misma sociedad de consumo los ha heredado como artículos primarios y como necesidades reales “para estar mejor”. Otros más recuren a los créditos para ser parte de esa amplia sociedad de consumo.
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