Edwin Sambrano Vidal (especial para ARGENPRESS.info)
Desde esta columna, y
también dentro de los limitados espacios internos de la militancia en el
PSUV, hemos proclamado la urgente e insoslayable necesidad del
ejercicio de la crítica y la autocrítica revolucionarias como el
elemento central que lleva al conocimiento y a la verdad y, con ellos, a
desechar lo impropio e impertinente, a corregir, a crear y al reimpulso
de los procesos en una línea de construcción coherente. El abandono de
estos instrumentos vitales va acumulando una montaña de errores junto
con la más pavorosa ineptitud de muchos cuadros y militantes
revolucionarios para apreciar la realidad, quienes, en nombre de una
lealtad mal entendida, se someten irremediablemente a un estado de
obediencia irracional, estado éste que en sí mismo es la negación de la
condición revolucionaria. Ante estos obedientes se erigen algunos
elegidos (designados) y, sobre todo, un mesías, capaz de desentrañar por
sí sólo todos los misterios del proyecto, de formular un plan de
acción, de diseñar las iniciativas y ordenar las acciones para cada
coyuntura, los cuales (plan de acción, iniciativas y acciones) pueden
variar a voluntad del mesías en cualquier momento, sin ninguna
explicación, según la particular apreciación de éste de la correlación
de fuerzas y las conveniencias. Tal conducta mesiánica está recubierta
por una supuesta infalibilidad que proscribe toda opinión, examen o
crítica.
Conducir una revolución exige coherencia y participación.
Sin
duda que esta especial articulación entre el líder, los elegidos y la
“base”, podrá servir para la conducción de una secta religiosa o, en un
escenario de guerra, para dirigir la acción de un pelotón, tal vez hasta
un batallón de combatientes militares, en un área reducida y en un
escenario de alcance limitado dentro de una totalidad; pero nunca para
dirigir un proceso revolucionario en un mundo interdependiente y en una
sociedad compleja y plural, cuyos integrantes disponen de altos niveles
de información, de mediano dominio de la ciencia y la técnica y de
creciente voluntad para ejercicio de la democracia y la participación en
el contexto de una experiencia histórica y de una legalidad que propone
los más amplios derechos individuales, políticos, económicos, sociales y
culturales. Las contradicciones saltarán de inmediato a la arena de la
conciencia colectiva y formarán una madeja inextricable de confusiones
que puede desembocar en un verdadero caos y en el colapso total del
proyecto de transformación que se ha propuesto e iniciado. Este colapso
no es inmediato, noo…; el mismo se va configurando en la medida que las
contradicciones, los avances y retrocesos sin explicaciones generen
confusiones cada vez mayores y más complejas, lo cual provoca en los
obedientes una situación de incapacidad de ejercitar, incluso la
obediencia, mediante la parálisis no solo del raciocinio, sino de la
acción al no poder determinar el momento, el lugar de la acción y hacia
donde dirigirla. El resto de la sociedad no directamente comprometido
con los intereses del sistema de explotación capitalista puede
experimentar diversos grados de de desconcierto e incertidumbre, los
cuales junto con la insatisfacción de determinadas necesidades y la
pérdida credibilidad de los dirigentes genera, primero un sentimiento y
posteriormente una posición de separación y rechazo del proyecto de
transformación en práctica e incluso contra las bases teóricas del
mismo.
Habrá tiempo de corregir para evitar el caos?
La
actual coyuntura tiene su punto de partida en la elección a la Asamblea
Nacional y se caracteriza, entre otras cosas, por la existencia de un
tercio de los electores (unos 5 millones) que permaneció expectante
frente al proceso; de los que asistieron a votar un poco más de la mitad
lo hizo por candidatos distintos a la fórmula apoyada por el gobierno, y
aún cuando no se corresponde proporcionalmente con los votos obtenidos,
la presencia en la Asamblea de más de un tercio de miembros que
adversan al gobierno, frente a un quinquenio de actuación, casi sin
contraparte en dicha Asamblea. Esta situación tiene la concurrencia del
desastre de las lluvias que coloca en tensión a las fuerzas en pugna y
que sirve de motivo para poner en práctica, desde la cúpula de la
dirección política, la táctica de la concentración absoluta de
facultades en el ejecutivo y especialmente en reforzar el liderazgo
unipersonal y mesiánico del camarada presidente, lo cual se manifiesta
fehacientemente a través de diversos medios y en especial una nueva Ley
Habilitante (que se suma a otras cuatro otorgadas antes y esta vez por
18 meses, algo nunca visto), las repetidas transmisiones conjuntas de
radio y televisión, la reiterativa presencia del presidente copando
todos los escenarios, el descarado adelanto de la campaña presidencial
utilizando la investidura presidencial y los medios de comunicación del
estado para lanzar la autopropuesta (sin someterla a discusión dentro
del PSUV ni sus aliados) y la actitud de poder personal absoluto
desplegada por el presidente en cada una de sus intervenciones y
decisiones (yo doy, yo decido, yo quiero, yo les digo, ehh tú… quiero
que hagas cual, tráeme tal…, exprópiese…). No sabemos si en este estado
de cosas y avanzado como se encuentra el rumbo al caos y al colapso,
puedan tener efectos severas correcciones, en caso de que el camarada
presidente se percate de la realidad y opte por aceptar esos
correctivos; sin embargo volvemos a manifestar nuestra convicción de la
necesidad del debate y del ejercicio de la crítica y la autocrítica
revolucionarias, justamente para que la crítica de la oposición
conservadora y regresiva no termine legitimando una vez más al sistema
capitalista y se produzca una destrucción de todo lo que hemos avanzado y
una restauración de lo transformado. Hace un año, ante la ausencia de
debate y la persecución a la crítica, escribimos:
“Uno
de los objetivos de la transformación social es la incorporación
consciente de la población en el estudio y decisión sobre los problemas
locales, regionales y nacionales. En la medida en que avanza el proceso
revolucionario, avanza también la participación de los colectivos en los
asuntos públicos y tal participación será, cada vez más, una
participación con criterio propio de acuerdo con los intereses
colectivos y adversando la conducta burocrática impositiva, ineficaz,
indolente y corrupta que exista en los diferentes estratos de la función
pública. Un gobierno y un partido revolucionarios tienen que promover
esta acción crítica y participativa de los diferentes sectores de la
sociedad. La consulta es para que la población emita su opinión, no para
que manifieste su aprobación automática. La acción u omisión del
gobierno y de los demás entes públicos está sujeta al escrutinio de la
población que será afectada por las mismas. Por ello, esa conducta debe
estar en consonancia estricta con los valores, principios y objetivos
del proyecto general y de los planes que se han legitimado, así como con
las normas legales, sociales y morales que rigen su comportamiento. Es
la crítica, el debate y la acción popular la que permite mantener el
proceso en sus cabales. Es lo que el presidente Chávez ha llamado
parafraseando a Trotski “el látigo de la revolución”
La pluralidad revolucionaria motor del debate para avanzar
No
todos los revolucionarios o sectores progresistas están en la misma
organización política o social. Muchos de ellos no están incorporados a
ningún partido y no por ello dejan de ser revolucionarios ni parte del
pueblo o de los trabajadores venezolanos. Por tanto, no todos tienen la
misma opinión ni el mismo criterio en torno a los planes e iniciativas
en marcha. Es el debate a fondo de posiciones lo que nos hará avanzar al
ritmo y con la consistencia necesaria para construir una nueva sociedad
capaz de superar al capitalismo en todos sus aspectos y de lograr la
solución definitiva de los graves problemas que hoy afectan a la
mayoría.”
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