
Homar Garcés (especial para ARGENPRESS.info)
En
este caso, los errores cometidos en la dirección, la estrategia, la
táctica y los objetivos revolucionarios, es efecto de la escasa
influencia y organización de los grupos revolucionarios que, aún
insertándose en el partido del gobierno, han optado por la
auto-marginalización de la cotidianidad del proceso revolucionario. Más
explícitamente: han obviado su inserción en las luchas populares,
dejando que todo lo decidan los reformistas provenientes de los antiguos
partidos políticos que dominaron la escena política venezolana, lo que
explica lo dificultoso y lo irregular del avance revolucionario, aún
cuando un importante porcentaje de las masas mantiene su entusiasmo
inicial.
En consecuencia, la ausencia de una
auténtica dirección revolucionaria, compenetrada de lleno con las
expectativas populares, y dotada de una clara visión de lo que es, y
debiera ser, un proceso revolucionario, ha permitido que el reformismo
tradicional se haya adueñado de las instancias de gobierno, sin crear
las condiciones que produzcan el cambio estructural que se requiere a
fin que la democracia participativa y protagónica sea una realidad
revolucionaria permanente. Esto ha causado, en algunos casos, cierta
desmoralización y cansancio crecientes entre los sectores populares, en
vista que muchos dirigentes del chavismo se han dedicado a usufructuar
el poder y a continuar con la práctica perniciosa del clientelismo
político; dándose la contradicción evidenciada por éstos -a pesar de su
discurso oficial- de no comulgar con la principal meta de toda
revolución verdadera: darle todo el poder al pueblo.
De
esta forma, la vieja consigna de “propagar, agitar y organizar” que
inspirara a tantos revolucionarios en el pasado se ha dejado a un lado
en función de una militancia partidista acrítica que muchas veces peca
de sectaria, todo lo cual causa profundos efectos negativos entre las
masas populares al no desarrollarse una caracterización adecuada del
momento histórico y de las estrategias que debieran promover y
consolidar la revolución socialista en el país. De no ser por ello,
existiría un mayor nivel organizativo, lo mismo que en el aspecto
teórico, adquiriéndose la experiencia suficiente para afrontar nuevos y
más definidos retos en la construcción de una sociedad de nuevo tipo.
Todo esto tiene plena vigencia en la hora actual cuando se exige
cimentar y profundizar el proceso revolucionario venezolano, dándole un
perfil decididamente revolucionario, en confrontación directa con los
sectores contrarrevolucionarios, tanto internos como externos. En este
aspecto, la incorporación activa de los revolucionarios contribuiría a
determinar, con un rango de mejor definición, la dirección correcta de
este proceso, dejándose a un lado las espontaneidades.
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