
Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)
Tal vez porque al debutar en
la Unión Soviética en 1917 el socialismo apostó por la “dictadura del
proletariado” y fue obligada a aplicar el llamado “comunismo de guerra”,
los mecanismos para la dirección política y la gestión de gobierno,
nacieron con anomalías congénitas a las que se sumaron las consecuencias
de la Primera Guerra Mundial; la Guerra Civil y la prematura muerte de
Lenin. Ante la imposibilidad de construir apropiadas estructuras de
participación, las malformaciones se acentuaron.
Quizás
los defectos de origen que condujeron a la radicación del liderazgo de
una clase y de un partido a partir de deducciones teóricas y no de
evidencias históricas o de consultas populares, expliquen por qué en el
socialismo real los mecanismos para la toma de decisiones estuvieron mal
articulados y fallaron al no compatibilizar el papel de los
representantes y órganos electos para deliberar y adoptar las decisiones
con aquellos que lo eran para ejecutarlas; por añadidura, nunca se
logró coherencia entre las atribuciones y funciones del Estado y del
Partido.
A ello contribuyó la práctica
introducida a partir del X Congreso del Partido bolchevique de decidir
en eventos partidistas, asuntos puntuales que conciernen a las
estructuras estatales, principalmente medidas económicas y sociales, la
política exterior, las cuestiones financieras y asuntos que involucran a
toda la sociedad y cuya gestión trasciende a una estructura política. A
partir del IX Congreso del Partido Bolchevique (último en que participo
Lenin), se efectuaron otros 19 sin que nadie pueda mencionar un caso en
el cual el evento haya modificado la orientación de quienes lo
convocaron. Los métodos de dirección vertical y centralizada usados en
el partido, de por si discutibles, se trasladaron a la sociedad.
A
ello contribuyó el llamado centralismo democrático que establece la
subordinación de las minorías a las mayorías, cosa que si bien es
aritméticamente justo y es regla en procesos electorales; en otros
contextos y debates, pasa por alto el hecho de que las vanguardias,
ponentes de ideas y propuestas avanzadas, suelen ser “minorías
excelentes” y que, con frecuencia las propuestas más audaces y creativas
parten de ellas.
No obstante lo peor es el
precepto de que los “órganos inferiores se subordinan a los superiores”;
creándose una confusa situación en la cual, los órganos dirigentes,
electos por las bases, se separan de ellas, convirtiéndose en
“instancias superiores”, a las cuales todo el partido se subordina.
El
derrumbe de la Unión Soviética y el fin del socialismo real en Europa
Oriental fue resultado de graves deformaciones estructurales que
favorecieron las formas autoritarias de ejercer el poder, exageraron el
papel de los órganos de dirección, de la burocracia y de los individuos
con cargos relevantes. Cuando ya agonizaba y había perdido casi
completamente el habla, consciente de aquellas deformaciones, Lenin
dictó los proyectos de resolución para sumar 100 obreros al Comité
Central y crear la Inspección Obrera y Campesina. Era tarde.
Algo
que caracterizó al socialismo real implantado en la Unión Soviética y
Europa Oriental fue la incapacidad, no tanto para detectar defectos y
errores, como para rectificarlos. Las primeras reformas económicas en la
Rusia bolchevique y las de mayores pretensiones fueron iniciadas en
vida de Lenin que las llamó “Nueva Política Económica” (NEP) y
canceladas con el acceso de Stalin al poder.
Tuvieron
que transcurrir 30 años para que, a la muerte de Stalin, en el XX
Congreso del Partido en 1956 se denunciaran las atrocidades cometidas
durante el llamado “culto a la personalidad” y comenzara lo que pareció
ser una rectificación. No ocurrió así. El deshielo se limitó a condenar a
Stalin, pedir cuentas a algunos de sus colaboradores, rehabilitar a
dirigentes y militantes falsamente acusados, fusilados o excluidos.
Con
ese fárrago histórico y otros rezagos teóricos, aunque también con
realizaciones portentosas, ideas directrices, experiencias validas y
magníficos ejemplos de consagración y heroísmo masivo desplegado por los
pueblos de la Unión Soviética y los países de Europa Oriental, los
comunistas cubanos abordaran en su VI Congreso las medidas que es
necesario adoptar, no sólo para actualizar el modelo económico, sino tal
vez para producir un viraje y relanzar la magnífica meta de construir
el socialismo.
En medio de enormes tensiones
políticas e incluso militares, bajo un bloqueo de cincuenta años, más
férreo que los cercos nazis, pero también con el aval de no sólo haber
sobrevivido y avanzado, sino creado una obra y con la misma generación
que condujo la revolución y preservó el poder, dentro de unos días, el
Partido, vanguardia organizada del pueblo que ha probado estar blindado
contra las tentaciones de la corrupción y el acomodamiento, se reunirán
para indicar cuál es el camino.
De ese evento el pueblo no espera mucho; sino que lo espera todo. Ellos lo saben. Allá nos vemos.
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